jueves, 2 de diciembre de 2010

UN CURIOSO FUNERAL

Desde que la tuvo en sus brazos por primera vez, la amó con toda la fuerza de su corazón. Le hizo las más delicadas ropitas. Le hizo también, con sus propias manos, una cunita preciosa, y le dio un nombre. La llamó Missy, un nombre inventado por ella misma.

Así la tuvo con ella durante cincuenta años. Cuando Missy llegó al fin de su existencia, casi destrozada por un perro, Lola Schaeffer, que la había amado tanto, le hizo un funeral que costó mil cuatrocientos dólares. Pero Missy no era una persona. No era ni siquiera un perro o un gato. Era una muñeca que Lola había recibido de regalo en la Navidad de 1941.

Casos como éste nos llevan a varias reflexiones. La primera es que todo amor desinteresado tiene algo de bueno y de noble. El amor de Lola Schaeffer por su muñeca fue uno de éstos. Como el amor es la esencia de la vida, todo amor puro es bueno.

La segunda reflexión es que parece un derroche inútil de dinero hacer un funeral tan caro sólo para una muñeca. Podrá decirse que el dinero era de Lola y que, por lo tanto, ella podía hacer lo que quisiera con él. No obstante, parece exagerado gastar mil cuatrocientos dólares sólo para enterrar una muñeca vieja.

Pero hay también una tercera reflexión. Muchas veces adoramos ídolos sin saberlo. Esta mujer hizo de su muñeca un ídolo, y la puso en el altar de su corazón. Vivió para ella y pendiente de ella toda su vida. Su muñeca valía para ella más que Dios, y era, por lo tanto, su dios.

Uno de los mandamientos del decálogo de Moisés dice: «No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso» (Éxodo 20:4‑5).

Hacer de cualquier objeto material, tenga la forma que tenga, la pasión de la vida, es desvirtuar el gran mandamiento de Dios. La Biblia enseña que sólo Dios, creador del cielo y de la tierra, merece toda lealtad, alabanza y adoración. Cualquier objeto, ya sea de piedra, de metal o de carne y sangre, si nos arranca más interés y tiempo e inversión de lo que le damos a Dios, es un ídolo. Coronemos solamente a Jesucristo como el Dios de nuestro corazón. Sólo Él puede corresponder con amor, compasión y paz.

Hermano Pablo

DAMOS GRACIAS A DIOS

LEA: Proverbios 3:1-12
Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. —Proverbios 3:5
El esposo de Anna Anderson murió al poco tiempo de casados, y ella quedó con tres hijas pequeñas y un futuro complicado. Aunque había estudiado para ser maestra en Virginia, no estaba habilitada para trabajar en las escuelas de Filadelfia; por lo tanto, lavaba ropa, planchaba y, más tarde, limpiaba pisos en una inmensa tienda de ventas. Por ser afroamericanas, estas personas suelen enfrentar prejuicios y discriminación raciales. Cuando las puertas de la oportunidad se cerraban, Anna creía que si confiaba en el Señor de todo corazón y lo reconocía en todos sus caminos, Él dirigiría sus pasos (Proverbios 3:5-6). Les enseñó a sus hijas a depender de Dios, a seguirlo y a estar siempre agradecidas.
Cuando Marian, su primogénita, alcanzó fama internacional como cantante clásica, Anna seguía orando por ella, y siempre le atribuía a Dios el reconocimiento por el éxito de su hija. Los periodistas que le preguntaron cómo se sentía después de asistir al concierto de Marian en el Carnegie Hall y en su debut con la Metropolitan Opera, la escucharon decir: «Damos gracias a Dios». Su respuesta no era un cliché, sino una gratitud sincera al Señor.
En vez de lamentarse por lo que le faltaba, Anna Anderson agradecía por lo que tenía y lo utilizaba para la gloria del Señor. Hoy podemos seguir su ejemplo con fe y confianza, y desde lo profundo de nuestro corazón decir: «Damos gracias a Dios».
La gratitud es una marca de santidad.

miércoles, 1 de diciembre de 2010


BOTIQUIN DE EMERGENCIA

LEA: Efesios 6:10-18
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. —Efesios 6:13
Durante decenas de años, cada vez que hacía un viaje largo llevaba un botiquín de emergencia, pero nunca tuve que usarlo. Se convirtió en un elemento tan habitual que, la noche que realmente lo necesité, no podía recordar dónde estaba. Felizmente, mi esposa sí se acordaba.
Después de atropellar un ciervo en una oscura carretera rural, nuestro vehículo quedó completamente inutilizado. Mientras trataba de iluminar con una pequeña linterna, y tanteaba para evaluar el daño y llamar una grúa, mi esposa abrió el botiquín de emergencia, armó las balizas reflectoras y luego, para sorpresa mía, encendió la brillante linterna. Tiempo después, hablábamos de cómo las crisis pueden hacernos olvidar de los recursos que tenemos, justo cuando más los necesitamos.
Pablo instó a los efesios a ponerse «toda la armadura de Dios, para que [pudieran] estar firmes contra las asechanzas del diablo» (Efesios 6:11). Esta cubierta de protección incluye la verdad, la justicia, el apresto, la fe, la salvación y la oración (vv. 14-18). Aunque estos recursos espirituales nos resguardan todos los días, debemos recordarlos cuando sobrevienen los problemas y el enemigo trata de socavar nuestra confianza en el amor y el cuidado de Dios.
Utiliza el botiquín. «… tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes» (v. 13).
Dios provee la armadura, pero nosotros debemos usarla.

lunes, 29 de noviembre de 2010

CAMINANDO EL KILOMETRO EXTRA

El jefe de ventas de una compañía de seguris de Nueva Escocia le dijo a un grupo de vendedores que no eran lo suficientemente agresivos, ni sociables para triunfar en las ventas. Después de estas palabras de estímulo, uno de los vendedores se seguros miró por la ventana y tuvo una idea.

En la parte externa de su ventana en el piso 17 vio un andamio con algunos empleados lavando ventanas desde allí.

Rápidamente escribió una nota y la sostuvo contra la ventana para que la pudiesen ver. La nota les preguntaba si no estaban interesados en un seguro de vida, accidente o invalidez.

Los hombres respondieron, bromeando, que no podían parar con lo que estaban haciendo para hablar con él, pero si deseaba unirse a ellos sobre el andamio, estaban dispuestos a escucharlo mientras trabajaban. ¡El vendedor aceptó su propuesta! Usando un cable adicional desde el techo, se bajó el mismo hacia el andamio. En el transcurso de su conversación, ¡le vendió a uno de los hombres un seguro de vida por cincuenta mil dólares!

A veces usted debe ir a lugares especiales y encontrarse en situaciones especiales, caminando el Kilómetro extra, para tener éxito.

Los fracasos buscan métodos placenteros, los éxitos… resultados.

Hebreos 12:11
Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia.

domingo, 28 de noviembre de 2010

AYUDA CON UN JONRON

Lectura: 1 Pedro 4:7-11.
"Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios" 1 Pedro 4:10
Sara Tucholsky, jugadora de softball para la Universidad Western Oregon, bateó el primer jonrón de su vida en un juego contra Central Washington. Pero casi no logra crédito alguno por ello. Al correr a primera base, ¡de la emoción se olvidó tocarla! Cuando dio media vuelta para corregir su error, se lastimó la rodilla. Llorando, regresó muy lentamente a la base. Según las reglas, ella tenía que tocar las cuatro bases por su cuenta para que se contara un jonrón. Sus compañeras de equipo no podían ayudarla en ninguna manera.
Luego, Mallory Holtman, la jugadora de primera base del equipo contrincante, se pronunció: «¿Estaría bien si la llevamos en brazos?» Después de consultarlo, los árbitros estuvieron de acuerdo. Así que Mallory y otra compañera de equipo juntaron sus manos a modo de silla y llevaron a Sara a cada una de las bases. Para cuando terminaron la ronda, muchos estaban llorando ante este desprendido acto de compasión, y a Sara se le contó el jonrón.
La lección para los seguidores de Cristo es clara. Cuando nuestros compañeros de la fe tropiezan y caen, tenemos que seguir el ejemplo de estas jugadoras. Tendámosles la mano. Levantémoslos y llevémoslos en nuestros brazos. Es una maravillosa oportunidad para «min[istrar] a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedro 4:10).
Nadie que aligera las cargas de otro es inútil en este mundo. - Charles Dickens

EL TIEMPO DE TOMAS

Juan 20:24-28
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! —Juan 20:28

Un joven estaba luchando con su fe. Después de crecer en un hogar donde le amaron y le criaron de una manera piadosa, permitió que las malas decisiones y las circunstancias le alejaran del Señor. Aunque había afirmado conocer a Jesús cuando era un niño, ahora luchaba con la incredulidad.

Un día, mientras hablaba con él, le dije: «Sé que caminaste con el Señor por largo tiempo, pero justo ahora no estás tan seguro acerca de Jesús y la fe. ¿Puedo decirte que creo que te encuentras en el ‘tiempo de Tomás’ en tu vida?»

Él sabía que Tomás era uno de los doce apóstoles y que había confiado abiertamente en Cristo por varios años. Le recordé a este joven que, después de la muerte de Jesús, Tomás dudó de que Él realmente hubiese resucitado de la tumba. Pero ocho días después el Señor se le apareció a Tomás, le mostró Sus cicatrices y le dijo que dejara de dudar y creyera. Finalmente, listo para abandonar sus dudas, Tomás dijo: «¡Señor mío, y Dios mío!»

¿Será posible que te encuentres en el «tiempo de Tomás»; es un momento en el que te parece difícil sentirte cerca de Jesús, tal vez incluso dudando de Él? Jesús está esperándote. Extiende tu brazo y toma Su mano marcada por los clavos.