viernes, 22 de octubre de 2010

¿QUIEN VA?

Lectura: Juan 10:1-6.
"Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen" Juan 10:4
El otoño pasado, mi esposa y yo recorríamos una sinuosa carretera de montaña cerca de casa cuando nos cruzamos con un gran rebaño de ovejas que bajaban por la carretera hacia nosotros. Un pastor solitario con sus perros iba delante y guiaba al rebaño alejándolo de los pastos de verano y llevándolo hacia las tierras bajas y sus cuarteles de invierno.
Nos hicimos a un lado y esperamos mientras el rebaño pasaba a nuestro lado. Observamos las ovejas hasta que se perdieron de vista, y luego me pregunté: ¿Temerán las ovejas el cambio, el movimiento, los lugares nuevos?
Como a la mayoría de las personas de cierta edad, a mí me gusta estar dentro del «redil», de lo que me es familiar. Pero últimamente todo son cambios; me llevan lejos de mi ambiente familiar hacia lo desconocido. ¿Qué novedades vendrán en los próximos días? ¿Qué temores innombrables despertarán dentro de mí? Me vienen a la mente las palabras de Jesús en Juan 10: «Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas» (v.4).
Tal vez nos sintamos consternados ante lo que la vida nos depare en el futuro, pero nuestro Pastor conoce el camino que estamos tomando, y Él va delante de nosotros. No nos guiará por senderos demasiado peligrosos ni arduos donde no nos pueda ayudar. Conoce nuestros límites y el camino hacia los pastos verdes y las buenas aguas; todo lo que tenemos que hacer es seguirle.
Nuestro futuro desconocido está seguro en las manos del Dios que todo lo conoce.

miércoles, 20 de octubre de 2010

LOS HÉROES NO NACEN, SINO QUE SE HACEN

Inmensa y vasta era la majestad de los Alpes. La nieve orlaba los altos picos. El cielo se veía muy azul. Y la cabaña, verdadera cabaña suiza, ofrecía un refugio cálido y acogedor. El hombre y su hijo se prometían tres días de descanso, de recreo y de paz.

Walter Strubb, el padre, abrió una lata de conservas y se dispuso a almorzar con su hijo Paul. Pero algo había en la conserva. Walter sufrió una súbita y fulminante intoxicación. Bajo el peso del dolor inaguantable, cayó al suelo sin sentido. Paul no pudo despertar a su padre del desmayo en que había caído.

Sin ver otra alternativa, Paul descendió montaña abajo hasta la villa, más de diez kilómetros, y dio la noticia del caso. Varios miembros de un equipo de socorro subieron de inmediato a la cabaña y lograron salvar al padre de Paul con la ayuda médica que le prestaron.

Pero lo que hizo Paul fue toda una hazaña. Fue una hazaña porque Paul, debido a una deformación de la espina dorsal, estaba impedido para caminar. Tuvo que bajar arrastrándose entre piedras y nieve para llegar a la villa. Y por si eso fuera poco, Paul sólo tenía siete años de edad.

Dicen que los héroes no nacen, sino que se hacen. La persona más sencilla y humilde, aun la más apocada e insignificante, puede convertirse en héroe cuando las circunstancias lo exigen.

El espíritu heroico no viene de los genes. Lo produce una urgente necesidad, unida a un corazón altruista y compasivo. Bajo circunstancias normales, Paul Strubb no pudiera haber hecho lo que hizo. La urgente necesidad de su padre, junto con el corazón tierno y humanitario del hijo, produjeron el héroe.

¿De dónde saca fuerzas el que, de repente, se ve frente a una emergencia? ¿Será que Dios mismo interviene en tales casos? Hay buenas razones para creer que sí. La fe en Cristo reviste de heroicidad a cualquier persona que clama a Él.

Un joven tímido puede salvar a una persona de un edificio en llamas. Una niñita de cinco años puede, a medianoche, encontrar una ambulancia. Una humilde madre puede comportarse como leona si se trata de defender a sus pequeños. Y un niño impedido, de siete años, puede descender los Alpes en busca de ayuda.

El héroe no nace, sino que se hace. Se hace cuando, en medio de la crisis, busca ayuda divina. El ejemplo magistral fue el de Jesucristo, que soportó la crueldad de la cruz para salvar a la humanidad. Cuando la situación parece imposible, no desmayemos. Clamemos de corazón a Dios. Él nos dará la fuerza necesaria para ser héroes.

Hermano Pablo

AYUDAR AL QUE SUFRE

Lectura: 1 Corintios 13.
"Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor" 1 Corintios 13:13
Al preguntar a personas que sufren, «¿quién te ayudó?», nadie menciona a catedráticos de teología de algún prestigioso seminario ni a ningún filósofo famoso. Todos tenemos la misma capacidad de ayudar a los que sufren.
Nadie puede empaquetar o embotellar la respuesta «apropiada» al sufrimiento. Cuando preguntamos a los que están sufriendo, algunos recuerdan a algún amigo que con alegría los ayudó distrayéndolos de su pesar. Otros consideran ese enfoque insultante. Algunos quieren una charla franca y honesta; otros encuentran dicha conversación insoportablemente deprimente.
No existe una cura mágica para la persona que sufre. Por encima de todo, dicha persona necesita amor, porque este instintivamente detecta lo que hace falta. Jean Vanier, fundador del movimiento L’Arche (El Arca), para los que sufren discapacidad, dice: «Las personas heridas, que han sido quebrantadas por el sufrimiento y la enfermedad, sólo piden una cosa: un corazón que las ame y se comprometa con ellas, un corazón lleno de esperanza en ellas».
Puede que tal amor sea doloroso para nosotros, pero el apóstol Pablo nos recuerda que el amor verdadero, «todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios 13:7).
En Su habitual forma de hacer las cosas, Dios usa a personas corrientes para producir Su sanidad. Los que sufren no necesitan nuestro conocimiento, sino nuestro amor.
No aman verdaderamente los que no muestran su amor. - Shakespeare

martes, 19 de octubre de 2010

EN SOLEDAD PERO, PERO NO SOLO

La breve nota que me envió decía mucho. -Soy una persona incapacitada en una silla de ruedas -escribió-. Me siento sola, a pesar de que sé que nunca estoy sola. Dios siempre está presente. No tengo mucha gente con quien hablar.

La palabra soledad ha sido considerada la más desolada del idioma. No respeta edad, raza, condición económica ni inteligencia.

Albert Einstein dijo: -Es extraño ser conocido universalmente, y al mismo tiempo sentirse solo.

Dios nos hizo para la intimidad y la compañía con otras personas. Incluso antes que el pecado entrara en el mundo, declaró que no era buena que el hombre estuviera solo (Génesis 2:18). Es por eso que mucha gente a menudo se siente tan vacía por dentro.

Jesús también conoció la soledad. Seguro que la sintió cuando sus discípulos lo abandonaron (Marcos 14:50). Sin embargo, la presencia del padre lo compensó de más. Jesús dijo: No estoy solo, porque el Padre está conmigo. Juan 16:32 Esa intimidad con el Señor está disponible a todos los que ponen su confianza en Él y en su Palabra.

Podemos disminuir nuestra sensación de soledad acercándonos a los demás. Pero incluso más importante es que debemos acercarnos al Señor. Él siempre está con nosotros, y desea que tengamos comunión con Él durante todo el día.

Juan 16:32
…seréis esparcidos, cada uno por su lado, y me dejaréis solo; y sin embargo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

TIEMPO DE JUBILARSE

Lectura: Mateo 16:24-28.
"Y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" Mateo 16:25
Después de haber trabajado como maestra durante 40 años, Jane se jubiló. Ella y su esposo estaban esperando la llegada de su primer nieto.
La jubilación es ese período en la vida en el que muchas personas simplemente se relajan, viajan o disfrutan de sus aficiones. Pero Jane se enteró de un ministerio que trabajaba con jóvenes en situaciones de riesgo, en una ciudad cerca de su casa, y sintió que debía involucrarse. «Me di cuenta de que hay muchachos que tan sólo están esperando y que yo podía marcar una diferencia», dijo. Comenzó a enseñar inglés a un joven liberiano que se había visto forzado a huir de su país de origen por causa de la guerra civil. Aunque estaba en un ambiente seguro, no entendía el nuevo idioma. Ante esta oportunidad ministerial, Jane dijo con una sonrisa: «Podría ir de compras para mantenerme ocupada, pero ¿me divertiría lo suficiente?»
Jane está marcando una diferencia. Tal vez ha aprendido un poquito de aquello a lo que Jesús se refería cuando dijo: «Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará» (Mateo 16:25). Entregarnos al Señor a través de la ayuda a los demás demanda abnegación, pero un día Jesús recompensará ese esfuerzo (v.27).
Sigamos el ejemplo de Jane de amor a Dios y a los demás, sin importar cuál sea la etapa de nuestra vida.
Trabaja para el Señor; Su plan de jubilación no es de este mundo.

lunes, 18 de octubre de 2010

HOMBROS DE GIGANTES

Lectura: Josué 1:1-9.
"Como estuve con Moisés, estaré contigo" Josué 1:5
Los gigantes mantienen un lugar especial en nuestras tradiciones, tanto en la historia como en la literatura, como el gigante Goliat de la realidad o el famoso gigante de ficción en el cuento Jack y las habichuelas mágicas.
A veces usamos la palabra gigante para honrar a personas de tamaño normal que han hecho cosas extraordinarias. Un ejemplo es el físico del siglo xvii, Sir Isaac Newton. Era un cristiano comprometido, y por ello acreditó su éxito a otros «gigantes» que lo habían precedido. «Si he visto un poquito más allá —dijo—, es porque estaba subido sobre los hombros de gigantes». Es más, Newton llegó a ser un gigante sobre cuyos hombros se apoyaron otros científicos en épocas posteriores; sus observaciones fueron usadas para la conquista de los viajes espaciales.
Cuando Dios le ordenó a Josué que dirigiera a los israelitas hacia la tierra prometida, ciertamente este líder tuvo los hombros de un gigante sobre los cuales subirse. Él había observado el liderazgo de Moisés durante 40 años y ahora podía poner en acción lo que había aprendido.
Josué tuvo otra ventaja: su caminar con Dios sustentó la misión de su vida. Por lo tanto, mientras guiaba a Israel, contó tanto con el ejemplo de Moisés como con la promesa de la presencia de Dios.
¿Buscas ayuda al enfrentar tu futuro? Busca un gigante a quien seguir. Y jamás subestimes la importancia de tu caminar con Dios.
Un buen ejemplo es alguien que conoce el camino, lo recorre y lo muestra.

sábado, 16 de octubre de 2010

PROTECCIÓN QUE SE CONVIERTE EN DESTRUCCIÓN

Eran las tres de la mañana de un 14 de enero en la ciudad de México. Era la hora en que más gente nace y en que más gente muere. Era también la hora en que más robos se cometen y en que más pavorosos incendios estallan.

A esa hora hubo un incendio en la casa de la familia Hernández. El único en la casa era José Hernández, de doce años de edad. Él dormía solo en un cuarto, pero no pudo escapar. ¿Por qué? Por las rejas de seguridad. José murió de inhalación de humo, agarrado tenazmente a las rejas, que no pudo romper.

Se les llama rejas de seguridad porque suponen impedir la entrada de ladrones. Sólo que en caso de incendio, estas rejas se convierten en trampa. Y esta no es la única manera en que alguien encuentra la muerte al buscar la salvación.

Miguel iba huyendo de un tornado que avanzaba hacia él. Para protegerse se refugió debajo de un gran árbol que él suponía era seguro. Pero el árbol fue arrancado desde las raíces y cayó sobre Miguel, matándolo en el instante.

Raimundo Solís tuvo un accidente a media noche. Abandonando su auto, salió corriendo. Era —pensó él— la única forma de protegerse. Pero en el accidente quedó una niña muerta. Las autoridades, siguiendo la información que suministraban las placas, encontraron a Solís, y lo hicieron pagar su crimen tras las rejas de una cárcel. Lo que él pensó ser protección fue su destrucción.

La esposa de Antonio Becerra, cajero en un banco, estaba muy enferma, y Antonio no tenía lo necesario para pagar la medicina. Antonio no sabía qué hacer. Su fiel compañera languidecía al borde de la muerte.

Finalmente Antonio cedió a la tentación. Alterando cuentas, robó dinero de la caja; pero lo descubrieron. De ahí que perdiera su empleo y su libertad misma.

Nunca puede un mal resultar en un bien. La deshonestidad, sea cual sea la razón, siempre rebota y nos destruye. El emplear medios corruptos, aun para hacer un bien, no es el camino a seguir. Buscar lo bueno haciendo lo malo no sólo anula el bien que buscamos, sino que destruye el elemento de mayor protección que tenemos: nuestra conciencia.

En cambio, si seguimos virtudes divinas, tales como la integridad y la honradez, a la larga venceremos. Porque nadie que obedece las normas de Dios termina destruido. Entreguémosle nuestra vida a Cristo. Sometamos nuestra voluntad a su señorío. Tarde o temprano el bien triunfará sobre el mal.

Hermano Pablo