viernes, 1 de octubre de 2010

DAME LA MANO

Ocurrió en una fábrica de una ciudad de Italia. Comenzaron con uno solo, un objeto pequeño que podían ocultar fácilmente. De ahí pasaron a dos, y luego a tres. Lograron ocultar hasta cuatro, dos en cada mano. Fue así como los empleados de esa fábrica de armas llegaron a robar dos mil pequeñas pistolas automáticas.

Aquellos empleados, deshonestos hasta lo sumo, robaron armas que tenían un nuevo diseño, pistolas pequeñas que fácilmente podían ocultarse en la palma de la mano. Luego se las vendieron a jóvenes, amigos de las armas de fuego. De ahí que anduvieran por las calles dos mil adolescentes que lo mismo podían dar la mano que pegar un tiro.

La palma de la mano, abierta y franca, que se extiende en sincero saludo de amistad, es una señal de civilización. El hombre inventó el darse la mano abierta como signo de afecto, precisamente para mostrar que no ofrece el puño cerrado, que es signo de ataque y de pelea.

Pero a raíz de esos robos y de esas malditas pistolas, dos mil manos podrían lo mismo ofrecer amistad que dar la muerte. Lo cierto es que la mano hace lo que el corazón le dicta: puede acariciar suavemente las mejillas del ser amado, o puede cerrarse ferozmente para estrangular una víctima.

La Biblia nos relata la historia del encuentro entre Jehú, rey de Israel, y de Jonadab, rey de Judá, en estos términos: «Jehú se encontró con Jonadab hijo de Recab, que había ido a verlo. Jehú lo saludó y le preguntó: “¿Me eres leal, como yo lo soy contigo?” “Lo soy —respondió Jonadab.” Jehú replicó: “Si es así, dame la mano”» (2 Reyes 10:15). Y se dieron la mano en señal de amistad.

Dos grandes manos están extendidas continuamente hacia la humanidad. Ambas son fuertes y poderosas. Una es la mano de Satanás, el enemigo de la humanidad. Él quiere agarrar a todos los hombres, aprisionarlos fuertemente, inmovilizarlos y destruirlos. Lleva en la palma una pistola mortífera que da tiros certeros al corazón.

La otra mano es la de Cristo. Él no lleva ninguna arma escondida. No porta pistola, ni daga ni puñal. En Cristo no hay engaño ni artificio, ni sutileza disfrazada ni perspicacia seductora, sino todo lo contrario. Cristo muestra en sus manos la señal de unos clavos que un día lo clavaron a una cruz. Son manos amigas que ofrecen amistad y salvación.

¿Cuál mano de las dos vamos a tomar: la de Satanás o la de Cristo? La decisión es nuestra. Tomemos la de Cristo. De hacerlo así, su fuerte mano amiga nos salvará eternamente.

Hermano Pablo

jueves, 30 de septiembre de 2010

LA MEDIDA DEL AMOR

Lectura: Juan 15:9-17.
"Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos" Juan 15:13
El 2 de octubre de 1954, el teniente James O. Conway estaba despegando del aeropuerto Boston Logan en un avión que llevaba una carga de municiones. Cuando su nave ya estaba en el aire, repentinamente perdió energía sobre la bahía de Boston; en un instante, Conway enfrentó una brutal elección —saltar del avión y salvar su propia vida, o estrellarlo contra la bahía causando su propia muerte.
Si saltaba, el avión se estrellaría contra un vecindario en el este de Boston, lleno de hogares y familias. De una manera asombrosa, Conway eligió estrellar la nave contra la bahía, dando su vida por las vidas de los demás.
En Juan 15:13, Jesús dijo: «Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos». La disposición a hacer el mayor de los sacrificios para proteger a los demás muestra un corazón que se preocupa más por las necesidades de los otros que por las propias. Alguien dijo una vez que «la medida del amor es lo que uno está dispuesto a entregar por él». Dios el Padre amó tanto que entregó a Su Hijo. Cristo amó tanto que entregó Su vida, hasta el punto de llevar nuestros pecados sobre Sí y morir en nuestro lugar.
La medida del amor de Dios por ti es grande. ¿Has aceptado Su amor de manera personal?
Reflexión: Nada habla con mayor claridad del amor de Dios que la cruz de Cristo.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿POEQUE DIOS ES TAN MALO?

"Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra". 2Cronicas 7:14

Hay personas que piensan que Dios es malo porque hay demasiada hambre en el mundo, porque hay guerras, porque la gente se muere de enfermedades, porque hay demasiada pobreza o porque simplemente la novia que yo quería me dejo y por esa razón Dios es malo, pues no nos deja disfrutar de las cosas que queremos.

¿Pero será cierto que es Dios es malo?

Otros quieren pensar que Dios no existe, porque si existiera no habría tanta maldad en el mundo como lo hay, y las personas buenas no tendrían que sufrir y las malas no tendrían que gozar. Pero si esto fuera así también diríamos que no existen los peluqueros porque hay demasiada gente con su cabello largo o que no hay zapateros, porque hay demasiados zapatos rotos.

Es ilógico pensar esto y solo puede nacer de una mente que quiere excusarse de todo para no reconocer que necesita de Dios.

Dios no tiene la culpa del hambre del mundo, Dios no tiene la culpa de las guerras o de las enfermedades, Dios quiere que cada uno de nosotros nos humillemos delante de El para que el pueda sanar nuestra tierra, pero lastimosamente el orgullo humano es tan grande que lejos de reconocer a Dios como su único Salvador prefiere tildarlo de inexistente.

Amigo esto es en especial para ti que aun no quieres reconocer a Cristo como tu Señor y Salvador, yo te pregunto en esta hora: ¿Qué te ha dado la vida que llevas?, ¿Desilusiones?, ¿Tristezas?, ¿Felicidad momentánea y corta?, eso no es lo que Dios quiere para ti, Dios anhela verte bajo su cobertura, el quiere que elimines del disco duro de tu mente todo aquello que te quiere hacer pensar que el no existe.

Las decisiones que el ser humano toma nos llevan a las malas consecuencias y al caos mundial, no puedes culpar a Dios porque las cosas salen mal, cuando realmente ni siquiera lo tomaste en cuenta en la decisión que llevaste a cabo.

La Biblia dice en Crónicas que si nos humillamos, si lo buscamos y nos convertimos de nuestros malos caminos, El ósea Dios nos oirá, perdonara nuestros pecados y sanara nuestra tierra y con ellos a nuestra vida. Pero mientras sigas insistiendo en culpar a Dios de cosas que no vienen al caso, difícilmente podrás entender los propósitos de Dios para tu vida.

Para entender los propósitos de Dios, tienes que estar cerca de El, por esa razón te invito a que analices tu vida y consideres el darle una oportunidad a Dios, y cuando se la des, te aseguro cien por ciento que tu vida no volverá a ser la misma. Te lo digo por experiencia propia y así mismo hay millones de personas alrededor del mundo que lo han experimentado y jamás se han arrepentido de esa tan importante decisión como lo es entregarle tu vida por completo al Señor.

Jesús esta con los brazos abiertos dispuesto a sanar tus heridas, perdonar tus pecados y renovar tu forma de ver las cosas, pero para eso necesitas abrir tu corazón y permitirle que sea el único y suficiente Salvador de tu vida.
¡Ríndete a Jesús hoy!

LUCHANDO POR ARRODILLARSE

Lectura: Colosenses 4:1-12.
"Siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere" Colosenses 4:12
Antes de que John Ashcroft juramentara como senador, se reunió con familiares y amigos para orar juntos. Mientras todos se colocaban alrededor de Ashcroft, éste vio a su padre intentando levantarse del sofá donde estaba sentado. Como su padre estaba delicado de salud, le dijo: «Está bien, papá. No tienes que levantarte para orar por mí». Su padre respondió, «No estoy luchando por levantarme. Estoy luchando por arrodillarme».
Su esfuerzo me recuerda al que a veces demanda interceder por un compañero creyente. En Colosenses, Pablo se refiere a Epafras como un siervo que estaba «siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere» (Colosenses 4:12). «Rogando encarecidamente» es la traducción de una palabra griega de la que obtenemos nuestra palabra «agonía». Se usaba para describir a los luchadores, que en los juegos de gimnasia griega es esforzaban mucho por vencer a sus oponentes.
Epafras pedía que otros creyentes llegaran a la madurez en su caminar con el Salvador. Nuestra concentración y disciplina debe ser la de pedirle a Dios que venza los obstáculos para el crecimiento espiritual en las vidas de los demás. ¿Estamos dispuestos a rogar «encarecidamente» en oración para que Dios satisfaga las necesidades de nuestros seres queridos?
La oración intercesora es el verdadero trabajo de la vida.

EN UNA FIESTA DE BODAS

Era fiesta de bodas. ¿Se podrá pedir algo más feliz? Fiesta de bodas en Valencia, España. Fiesta de bodas de Justino, un africano de Angola, y Marisabel, una bella valenciana. La novia vestía de blanco, el novio de negro, y veinte invitados especiales, de chaqué. Había, además, otros cincuenta convidados.

No bien entraron los flamantes esposos al restaurante de la fiesta, hizo su entrada la policía. Justino estaba acusado de vender drogas y de estafar a los clientes vendiéndoles heroína mezclada con arena.

Allí mismo, en medio de la fiesta nupcial, se armó tremenda batahola. Hubo golpes, bastonadas y puntapiés, y todos terminaron en la comisaría. De asistentes a una fiesta de bodas pasaron a reos de cárcel.

Lamentablemente no hay felicidad duradera en este mundo. Del momento más feliz es posible caer en la desgracia más violenta, y todo eso en un instante. Es cierto que muchas veces las desventuras se producen por accidente, algo imprevisto, pero en la mayoría de los casos la desgracia es el producto de causa y efecto. Así fue en esta boda.

Justino era un narcotraficante que sumaba al narcotráfico la estafa. Sabía lo que era dar gato por liebre. Daba arena finamente molida en lugar de heroína. De ahí la denuncia a la policía, y de ahí también la intervención policial.

Impera en el mundo, en toda la humanidad, una ley inmutable. Se llama la ley de la cosecha: «Cada uno cosecha lo que siembra» (Gálatas 6:7).

Casi nada de lo que nos ocurre es castigo de Dios, o ataque del diablo, u obra del destino o acción de demonios. Más bien, casi todas las desgracias que sufrimos son consecuencias de nuestras propias malas acciones. Podemos escoger nuestros hechos, pero no podemos escoger sus consecuencias.

El primer paso hacia una vida de paz y tranquilidad es nunca hacer algo que traiga consecuencias dañinas. Pensemos bien todo lo que hacemos, y midamos bien sus consecuencias. Una vez que la semilla se siembra, nadie puede alterar su fruto. Una vez hecho el mal, nadie puede evitar sus consecuencias.

Hagámonos amigos de Cristo. Él puede y quiere salvarnos. Lo hace dándonos la fuerza para llevar una vida limpia, recta y pura: una vida que sólo cosechará fruto bueno y agradable. Cristo regenera, purifica, salva y da nueva vida.

Hermano Pablo

lunes, 27 de septiembre de 2010