lunes, 12 de julio de 2010

PRESO VOLUNTARIO

—Puede salir en libertad —dictaminó el juez de La Paz, Baja California, México—. A causa de su buena conducta en la cárcel, he decidido abreviar su condena. Está usted libre para volver a su familia y comenzar una nueva vida.

Para sorpresa del juez, el preso rechazó el indulto.

—Señor juez —explicó—, me metieron aquí por narcotraficante, y la sentencia era justa; pero aquí en esta cárcel he tenido una experiencia espiritual que ha cambiado mi vida. He conocido a Cristo, y quiero finalizar mi condena aquí, para darlo a conocer a mis compañeros de prisión.

Esas fueron las palabras del preso, Ignacio Mancida.

Esta notable historia la cuenta Alejandro Tapia, arquitecto de la ciudad de La Paz, Baja California, que llegó a ser un denodado seguidor de Cristo. El señor Tapia comenzó a contar acerca de su experiencia con Cristo en la cárcel de su ciudad, y al poco tiempo hubo más de cuarenta presos que hicieron profesión de fe en Cristo como su Salvador. Entre ellos se encontraba Ignacio Mancida, que optó por quedarse en la cárcel para, a su vez, contarles a otros acerca de su conversión.

Hay en este mundo, como prueba irrefutable del deterioro de la humanidad, muchísimas cárceles, penitenciarías, reformatorios y prisiones. Hay también muchas clases de presos. Presos injustamente encarcelados. Presos que muerden de rabia los barrotes de su celda. Presos por asaltos y homicidios. Presos políticos. Y presos para toda la vida. Pero presos voluntarios, que se quedan en la cárcel sólo para contarles a otros acerca de Cristo, hay pocos, muy pocos.

Hubo un tiempo célebre en la historia humana cuando los cristianos de Moravia que abrazaron la reforma religiosa del siglo dieciséis llegaron hasta a venderse como esclavos para proclamar la buena noticia de Jesucristo a otros esclavos. Tal era el amor que sentían por sus compañeros.

El apóstol Pablo padeció varios años de cárcel. Estuvo preso en Jerusalén, en Cesarea y en Roma por predicar el evangelio, y siempre aprovechó su estancia en la cárcel para predicar la libertad espiritual a los cautivos. Porque todos los seres humanos somos cautivos de lo mismo: del pecado.

Cristo todavía está redimiendo, tanto a hombres como a mujeres, de la cárcel opresora del pecado. Todos somos prisioneros, o del pecado, o de Cristo. Los que no han hecho de Jesucristo el Señor de su vida están en la cárcel del pecado. Fue por la urgencia del mensaje de libertad que Cristo les dijo a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura» (Marcos 16:15).

Hermano Pablo

domingo, 11 de julio de 2010

HACIENDO LA OBRA DE DIOS

Lectura: Juan 6:25-33.
"Nuestra competencia proviene de Dios" 2 Corintios 3:
Cuando era pastor solía tener una pesadilla una y otra vez. Me levantaba para predicar el domingo por la mañana, miraba a mi congregación… ¡y veía que no había nadie en los bancos!
No hace falta un Daniel (Daniel 2:1,19) o un terapeuta en sueños para interpretar la visión. Ésta salía de mi creencia de que todo dependía de mí. Erróneamente creía que, si no predicaba con poder y persuasión, la congregación disminuiría y la iglesia se vendría abajo. Pensaba que yo era el responsable de los resultados de la obra de Dios.
En los Evangelios leemos que algunas personas Le preguntaron a Jesús, «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» (Juan 6:28). ¡Qué audacia! ¡Sólo Dios puede hacer las obras de Dios!
La respuesta de Jesús nos instruye a todos: «Ésta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado» (v.29). Entonces, sea lo que sea que tengamos que hacer, ya sea enseñar en una clase de escuela dominical, liderar un grupo pequeño, contarle la historia del Evangelio a nuestro vecino, o predicar a miles, debemos hacerlo por fe. No hay otra manera de «poner en práctica las obras de Dios».
Nuestra responsabilidad es servir a Dios fielmente, donde sea que Él nos haya colocado. Luego, hemos de dejarle los resultados al Señor. Tal y como Jesús les recordó a Sus discípulos en Juan 15:5: «Separados de mí nada podéis hacer».
La obra de Cristo en la cruz nos equipa para hacer buenas obras para Él.

sábado, 10 de julio de 2010

EL PROVECHO DE LA AGONÍA

La tragedia ocurrió de noche en una de las capitales más grandes del mundo. Joseph Hawkins, de veintiún años de edad, se encontraba en el patio de su casa cuando lo mataron a tiros desde un auto que pasó velozmente. Se suponía que el joven había tenido vinculación con alguna pandilla de muchachos de la comunidad, aunque esto no pudo comprobarse. Fue un gran dolor para toda la familia.

La madre de Joseph, Loma Hawkins, quien no se amilanó ante su muerte, lanzó un programa de televisión que tituló «El provecho de la agonía», en el que invitó a todas las madres que habían pasado por una experiencia similar a venir a exponer ante las cámaras su sentir. El proyecto comenzó a tomar auge.

No obstante, dos años después la tragedia golpeó por segunda vez el hogar de Loma. Un segundo hijo, Geraldo, de diecisiete años de edad, fue asesinado en idéntica forma. El dolor para Loma fue casi insoportable. Pero al preguntarle si seguiría con el programa, ella respondió con énfasis: «Sí, y ahora con doble razón.»

He aquí una madre doliente y sufrida, pero noble, valiente y determinada, que tomó su desgracia como algo inevitable, y dándole vuelta al dolor, lo usó para lanzar un proyecto que tenía el fin de cambiar el destino de su comunidad. En la zona donde ella vivía, ese tipo de homicidios ocurrían a diario. El esfuerzo de esta mujer contribuyó a cambiar la situación.

El comentario de ella fue: «Espero abrir camino, poco a poco, en la conciencia de todo adolescente que, por tener un auto potente y un arma de fuego en la mano, se cree con derecho a matar al que se le ocurra.»

Ante desgracias como ésta, la reacción del doliente toma uno de dos cursos: o sume a la persona destrozada en una profunda depresión de la cual no encuentra, ni desea encontrar, salida, o reacciona como lo hizo Loma Hawkins, quien ante el terrible dolor de ver a su hijo muerto a balazos, alzó la vista al cielo y dijo: «Señor, ayúdame a encontrarle algún provecho a esta tragedia.»

Ella no sólo se permitió hallar consuelo y fortaleza, sino que actuó inmediatamente en auxilio de otros. Y en su dolor, usó su agonía para lanzar un proyecto con el fin de cambiar a su comunidad.

En medio de la desesperación, podemos pedirle a Dios gracia para llenar primero nuestro propio corazón con amor y perdón, y luego para ayudar a otros que tienen aflicciones afines. Él es más grande que toda tragedia, y puede cambiar en provecho lo que es desastre. Dios sólo espera que acudamos a Él.

Hermano Pablo

viernes, 9 de julio de 2010

LAS MAYORES DELICIAS DEL CIELO

Lectura: Apocalipsis 22:1-5.
"Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,… son las que Dios ha preparado para los que le aman" 1 Corintios 2:9
¿Cuál será uno de los gozos supremos del cielo?
Joni Eareckson Tada, quien quedó discapacitada siendo una adolescente en un accidente al zambullirse en un lago, ha sido parapléjica por más de 40 años. Podríamos pensar que su mayor anhelo sería poder caminar, incluso correr, libre del confinamiento de su silla de ruedas.
Pero Joni nos dice que su mayor deseo es ofrecer una «alabanza que sea pura». Ella explica: «No quedaré inválida a causa de las distracciones, ni quedaré discapacitada por la falta de sinceridad. No quedaré impedida por un corazón tibio y aburrido. Mi corazón se unirá al tuyo y rebosará con efervescente adoración. Finalmente podremos tener comunión plena con el Padre y el Hijo. Para mí, ésta será la mejor parte del cielo».
¡Cuánto le habla eso a mi corazón dividido, y cómo cautiva a mi espíritu carente de visión! ¡Qué bendición ofrecer «una alabanza que es pura» sin pensamientos divagantes, sin pedidos egocéntricos, sin la incapacidad de poder remontarme sobre mi lenguaje limitado a la tierra!
En el cielo, «no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán» (Apocalipsis 22:3). Que la perspectiva del cielo nos haga capaces de experimentar, incluso aquí y ahora, un adelanto de esa adoración glorificadora a Dios.
Ver a Jesús será el gozo más grande del cielo.

ABRE NUESTROS OJOS

CON TODO TU CORAZON

Blondin era un acróbata siglo 19, famoso por su acto de cuerda floja a 50 metros por encima de las Cataratas del Niágara en una cuerda que midió 335 metros de largo.
En 1860 un grupo de Real de Gran Bretaña vio a Blondin cruzar la cuerda floja sobre pilotes, y otra vez con los ojos vendados. Luego arrastrando carretilla de un lado a otro, y regresó con un saco de las patatas en ella.
Entonces Blondin se acercó a la comitiva real. Pidió hablar con el duque de Newcastle, “¿cree usted que podría llevar a un hombre por la cuerda floja en esta carretilla? ”
“Sí, creo”, dijo el duque.
“Sube, entonces”, respondió Blondin.
Bueno, el duque se negó al reto de Blondin. Podría haber creído a Blondin que podría hacerlo, pero él no iba a confiar en él su vida.

Reflexión:

Usted ve que es lo que confiar en el Señor con toda tu corazón es, “subir en la carretilla!”.
Dios confió en nosotros tanto que nos dio un regalo. Él nos dio el don de su Hijo único, Jesucristo.
Si aceptamos este regalo de Dios, somos un pueblo eterno.
Ahora no podemos devolver a Dios su don, pero podemos dar a Dios un regalo, el don de la fe. Ahora bien, este don de la confianza en Dios, significa que estamos confiando completamente en Él. No nos apoyamos en cualquier otra cosa sino en Dios. No confíamos en nuestra propia fuerza o la fuerza de los demás. Damos toda la fuerza que tenemos, tanto física como mentalmente a la voluntad del Espíritu Santo.
Confía en Dios y Sólo en Dios!

¿CÓMO ESTA SU CONFIANZA últimamente?

Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas.
Proverbios 3:5-6

EL FERROCARRIL MAS ALTO DEL MUNDO

La gente decía que no podía hacerse: construir un ferrocarril sobre el nivel del mar desde la costa del Océano Pacífico hasta la Cordillera de los Andes, el segundo sistema montañoso más alto del mundo después del Himalaya.
Pero eso era, precisamente, lo que Ernest Malinowski, un ingeniero nacido en Polonia quería hacer. En 1859, se propuso construir una línea de ferrocarril desde Callao en la costa del Perú hasta el interior del país, a una elevación de más de quince mil pies.
Si se alcanzaba el éxito, sería el ferrocarril más alto del mundo.
Los Andes son unas montañas traidoras. La altitud hace muy difícil el trabajo, pero hay que agregar a esto, las bajas temperaturas, los glaciares y el potencial de actividad volcánica. Y las montañas se suben desde el nivel del mar hasta decenas de miles de pies en una distancia muy corta.
Ascender a esas alturas en aquellas montañas dentadas requeriría toboganes, rutas en forma de zigzag y numerosos puentes y túneles.
Pero Malinowski y sus trabajadores triunfaron. Jans S. Plachta dice: «Hay aproximadamente cien túneles y puentes, y algunos de ellos son verdaderas hazañas de ingeniería.
Es difícil visualizar cómo pudo hacerse este trabajo con un equipo de construcción relativamente primitivo, grandes alturas y un terreno montañoso lleno de obstáculos».
Hoy día, el ferrocarril es un testimonio a la tenacidad de los hombres que lo construyeron. Sin importar lo que pudiera ocurrir en el proceso, Malinowski y su equipo nunca, nunca, nunca se dieron por vencidos.
Maxwell, J. C. (2001; 2003). Las 17 Cualidades Esenciales de un Jugador de Equipo. Thomas Nelson, Inc.
Hay algo difícil? Probablemente, pero quizàs no imposible. Los grandes soñadores no se detienen. Cada obstáculo podría ser un desafío pero jamás un impedimento. Dios está a tu lado para darte la fuerza. Nunca te detengas aterrorizado. Ve adelante. Este podría ser un gran día en tu vida.
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida. Así como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.
Sé fuerte y valiente, porque tú darás a este pueblo posesión de la tierra que juré a sus padres que les daría.
Solamente sé fuerte y muy valiente; cuídate de cumplir toda la ley que Moisés mi siervo te mandó; no te desvíes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito dondequiera que vayas. Josué 1:5-7