sábado, 19 de junio de 2010

HOY.. AMARE EL PODER DE LA PALABRA

“ Es la palabra de Dios, la cual produce sus resultados en ustedes los que creen” I Tesalonicenses 2:13
El valor de la palabra de un hombre depende del conocimiento que de él tenga quien lo escuche. Hay una gran diferencia cuando un hombre dice que dará la mitad de lo que tiene, si es un pobre que sólo posee una cuantas monedas en su bolsillo o si es un millonario quién lo dice.
El poder de la palabra de Dios es infinito. La Biblia dice que por el poder de su palabra fueron creados los cielos. El habló y así se hizo; ordenó y fue obedecido. En la palabra obra la omnipotencia de Dios; su palabra tiene poder creador y hace que surja a la existencia aquello de lo que habla. Como palabra del Dios vivo, es palabra viva y que da vida. No solo hace surgir a la vida, sino que también hace vivir lo que está muerto.
El poder reavivador de su palabra hace levantar a los muertos y darles vida eterna a las almas muertas. Toda la vida espiritual nos llega a través de su palabra, porque nacemos de semilla incorruptible por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
La Palabra de Dios hoy hará que se desarrolle en mí la disposición o gracia que ordena o promete. Nada puede resistir al poder de la palabra de Dios cuando se recibe en el corazón por medio del Espíritu Santo. La voz del Señor es poder. Todo depende de saber recibir la palabra en el corazón.
Qué magnificas perspectivas abre esto para mi vida espiritual. Me hace ver que los tesoros y las bendiciones de la gracia de Dios están a mi alcance. La palabra tiene poder para iluminar mi oscuridad y llevar a mi corazón la luz de Dios, el sentimiento de su amor y el conocimiento de su voluntad.
Hoy la palabra puede llenarme de fortaleza y valor para vencer a todos los enemigos y hacer que todo lo que ordene el Señor se haga realidad. La Palabra de Dios hoy me limpiará y me santificará, desarrollará en mí, fe y obediencia, y será en mí la simiente de todos los rasgos de semejanza con mi Dios. A través de la palabra, el Espíritu me llevará a toda verdad, hará que sea cierto en mi todo lo que hay en la palabra y, de ese modo, preparará mi corazón para que sea la morada del Padre y del Hijo.
Señor. Gracias por tu palabra. A veces la palabra de los hombres no se ha cumplido pero la tuya siempre se cumple. Señor ayúdame hoy a conocer tu palabra a vivirla y saber que ese poder de tu palabra todavía está en vigencia. Por tu palabra fueron creados los cielos y la tierra y por tu palabra yo iré a los cielos y aprenderé a vivir en victoria aquí en la tierra. Señor quiero ser obediente a tu palabra y a permitir que tu Santo Espíritu siempre siembra la semilla de ella en lo profundo de mi corazón. Amen

«BODAS DE PLATA Y DE LUTO»

Eran unas bodas de plata. Veinticinco años de dichosa vida matrimonial. Un cuarto de siglo de vivir juntos, de vivir unidos, de vivir ligados por estrechos vínculos de amor, de compañerismo, de fidelidad.

Neil y Brenda Janson, de Hayes, Inglaterra, quisieron celebrar sus bodas de plata en la misma capilla donde se habían casado veinticinco años antes, frente al mismo clérigo con los mismos testigos. Pero cuando Neil, el esposo, repitió las palabras del clérigo y renovó así sus votos de amor eterno, sucedió algo que desconcertó a todos. En ese momento sufrió un paro cardíaco que puso fin a sus días. Murió agarrando la mano de su esposa. Los amigos y parientes llamaron a la celebración: «bodas de plata y de luto».

Uno se pregunta: ¿Por qué tiene que morir un hombre todavía joven, precisamente en el día en que celebra sus veinticinco años de casado? Veinticinco años de matrimonio, vividos en amor, fidelidad y compañerismo son una tremenda bendición, y terminar ahí la vida, habiendo gozado de un matrimonio feliz, es un fracaso en el sentido de que es tanto un suceso funesto como un resultado adverso.

Sin embargo, mil veces más fracaso que un paro cardíaco es la destrucción de un hogar, tenga el tiempo que tenga. Consideramos que hubo injusticia divina porque un matrimonio que se llevaba bien, en el que no había peleas y reinaba la paz, se encontró con una súbita separación forzada.

No obstante, eso no es fracaso. Fracaso es no considerar lo sagrado de los votos. Fracaso es no tener paciencia en el matrimonio. Fracaso es ser irreverente y descortés con su pareja. Fracaso es cortar la comunicación y cerrar la puerta del corazón. Fracaso es ser infiel, es engañar al cónyuge, es cometer adulterio y así menospreciar los votos de honor y fidelidad mutuos. Eso es fracaso.

La calidad de nuestra vida no la determinan los años. La felicidad, la paz, el éxito en el matrimonio son el resultado de entrega mutua, de sometimiento recíproco, de sacrificio, de amor. Estas son virtudes que no responden a una emoción pasajera sino a una decisión: la de considerar sagrados nuestros votos y de amar de todo corazón a la persona que Dios nos ha dado hasta que la muerte nos separe.

Con Cristo en nuestra vida y en nuestro matrimonio podemos tener ese premio. Hagamos de Él nuestro dueño y Señor. Él le dará a nuestro matrimonio no sólo largos años de permanencia sino fuertes sentimientos de amor.

Hermano Pablo

PAPI DEVUELME MIS MANITAS

Una familia había comprado un carro lujoso. El padre amaba ese auto.
Llegando a una gasolinera los padres bajan y dejan al niño de 3 años en el auto, cerrando las puertas…el niño, encontró un marcador y comenzó a escribir en todo aquel tapizado, con un gran entusiasmo y amor. Al regresar, el padre enfurecido, comenzó a golpear al niño en sus manos con mucha fuerza…hasta que tuvieron que sacarle al niño estaba muy maltratado y tuvieron que llevarlo al hospital.
En el hospital, les notifican que sus manos habían quedado lisiadas por la golpiza. Encontrando al padre en la habitación envuelto en làgrimas…el niño le dice sonriente…¡¡Hola papi…ya aprendí la lección…no lo voy hacer mas papi…¡ ¡Pero por favor que me compongan mis manitas! !El padre salió de aquella habitación muy triste. Aquello marco su vida para siempre.
Por qué le damos tanta importancia las cosas materiales al grado de lastimar a nuestros seres queridos? ¡¡¡QUE GRANDE ESTUPIDEZ!!! ”Un día nací, un día moriré , y nada me llevaré, pero ¿estoy realmente viviendo?” “Una casa está hecha de roca y madera, un hogar…de amor y entrega”.
A veces descuidamos la relación de familia por cosas materiales. No olvidemos que primero están las personas.
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Genésis 12:3.
Se levanta aùn de noche Y da comida a su familia Y ración a sus hijos. Proverbios 31:5.

CENTAVOS COMUNES Y CORRIENTES

Lectura: Marcos 12:41-44.
"[Jesús les dijo:] De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos..." Marcos 12:43
En 1987, Mike Hayes, un estudiante de primer año de la Universidad de Illinois, encontró una manera única de financiar su educación. Convenció a un popular columnista del diario The Chicago Tribune para que les pidiera a sus lectores que "envíen un centavo para Mike".
"Tan sólo un centavo -dijo Hayes-. Un centavo no significa nada para nadie. Si alguien [...] busca por su habitación en este momento, habrá un centavo debajo del cojín del sofá [...] o en el suelo. Eso es todo lo que pido. Un centavo de cada uno de sus lectores".
En menos de un mes el fondo llegó a 2.3 millones de centavos. Las donaciones llegaban de todos los Estados Unidos, así como también de éxico, Canadá y las Bahamas. ¡Al final, Mike terminó con 28,000 dólares!.
El centavo común y corriente por sí sólo no vale mucho, a menos que se añada a muchos otros centavos. La mujer de la que leemos en Marcos 12 dio el equivalente a una fracción de centavo, lo cual era "todo lo que tenía" (v. 44). Pero Jesús honró ese poquito.
El sacrificio de la viuda fue un ejemplo y un motivo de aliento para los discípulos... y también para nosotros. Ella dio todo lo que tenía. ¿Alguna vez hemos sido así de generosos? Jesús usó a una viuda anónima para enseñarnos de qué se trata el dar.
Fue menos de un centavo, pero fue un regalo de amor invalorable a Dios.
Dios ve el corazón, no la mano; al que da, no lo que da.

viernes, 18 de junio de 2010

AFERRADO DE LA MANO

Muy a menudo nos sentimos solos.
Pero siempre hay alguien dispuesto a tomarnos de la mano.Hay una hermosa historia de una enfermera con exceso de trabajo que escoltaba a un cansado joven a la cama de su paciente.
Inclinándose y hablándole alto al anciano paciente, ella dijo: “Su hijo está aquí”.
Con gran esfuerzo, abrió sus desenfocados ojos, luego lentamente los volvió a cerrar.El joven apretó la envejecida mano en la suya y se sentó junto a la cama. Durante toda la noche estuvo sentado allí, tomando la mano del anciano y susurrando palabras de ánimo.
Para cuando amaneció, el paciente había muerto. En instantes, el personal del hospital llenó la habitación para apagar equipos y remover agujas.
La enfermera se puso al lado del joven y comenzó a ofrecerle sus condolencias, pero él la interrumpió.
“¿Quién era ese hombre?” preguntó.
La asombrada enfermera contestó: “¡Pensé que era su padre!” “No, él no era mi padre”, contestó él. “Nunca lo había visto en mi vida”.
“Entonces, ¿por qué no dijo nada cuando le traje a verle?”
“Me di cuenta de que necesitaba a su hijo y que su hijo no estaba aquí”, explicó el hombre. “Y ya que estaba demasiado enfermo para reconocer que yo no era su hijo, supe que me necesitaba”.
La Madre Teresa solía recordarnos que nadie debiera tener que morir solo. De igual manera, nadie debiera tener que sufrir o llorar solo tampoco. O reír solo o celebrar solo.
Somos hecho para transitar por el camino de la vida tomados de la mano. Hay alguien listo para tomarnos de la mano hoy. Y alguien anhela que nosotros tomemos la suya. ¡Recordemos aferrarnos los unos a los otros!

APASIONADO DENUEDO

Lectura: Hechos 4:5-13.
"Entonces, viendo el denuedo de Pedro y de Juan,… se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús" Hechos 4:13
Un joven estaba predicando a los transeúntes en Hounslow, en las afueras de Londres, Inglaterra. La mayoría lo ignoraba, unos cuantos se burlaban y varios se detuvieron a escuchar. Pero sin importar la reacción de las personas, él seguía sin inmutarse. Con una potente voz y una clara determinación, abrió su corazón —no con las palabras de un profeta iracundo, sino con la profunda preocupación por los hombres y las mujeres en esa calle. Sus ojos, sus expresiones faciales y el tono de su voz revelaban una actitud de compasión, no de condena. En todo ello, él compartía con denuedo el amor y la gracia de Jesucristo.
En Hechos 4, cuando la iglesia todavía llevaba poco tiempo de formada, Pedro y Juan también se dirigieron osadamente a las personas de su generación. ¿La respuesta de los líderes de su tiempo? «Entonces, viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús» (v. 13). Ese denuedo no era fruto de la capacitación ministerial sino del mucho tiempo que habían pasado en la presencia del Maestro. Como resultado de ello, se habían vuelto personas apasionadas por todo aquello que concernía a Cristo —el destino eterno de los hombres y las mujeres.
Ese mismo apasionado denuedo era lo que se veía en el rostro del joven en Hounslow. ¿Lo ven las personas en nosotros?
Un cristiano es un embajador que habla por el Rey de Reyes.

jueves, 17 de junio de 2010

«YO MATÉ A UN HOMBRE»

Hace veinte años, yo maté a un hombre. No, no es cierto. Sólo es alegoría. Pero permítame seguir con la figura.

Me descubrieron con el arma en la mano y el cuerpo del delito a mis pies. Como no tenía coartada alguna, me llevaron de inmediato a la cárcel. El juez no tardó en seguir el proceso jurídico, y el jurado me halló culpable.

Ahora tenía que pagar el precio de mi maldad porque fui yo quien cometió el delito. Sólo esperaba la hora de mi ejecución.

El día designado, y a la hora precisa, el carcelero llegó a mi celda, metió la llave en el cerrojo y abrió la puerta. El chillido de hierro contra hierro me hizo sentir aun más terror. Pero sucedió algo extraño.

El carcelero me dijo:

—Señor, usted está libre. Puede irse.

—No juegue con mi vida —le respondí—. Yo sé a qué ha venido.

—Señor —repitió el carcelero—, usted está libre.

Dicho esto, se fue, dejando abierta la puerta de mi celda, así que me asomé a la puerta. El patio de la cárcel estaba vacío. Con cierto temor crucé el patio y me encaminé hacia la calle. Varios oficiales me vieron, pero nadie dijo nada. Recuerdo haber escuchado unos balazos cuando llegué a la calle, pero nadie me detuvo.

Cuando llegué a casa me explicaron que mi defensor había indagado en libros jurídicos antiguos y había descubierto que otra persona podía tomar el lugar del culpable. Así que había hecho correr la noticia, y un joven se había ofrecido para que se le aplicara mi sentencia.

Si bien este relato es alegórico, lo cierto es que ilustra algo que no lo es. Yo, como todo ser humano, soy pecador. Mi pecado merece el infierno. No hay nada que yo pueda hacer para librarme de esa pena. Estoy eternamente condenado, y eso no es alegoría.

Un día Dios, en la persona de Jesucristo, vino al mundo. Aunque Jesús llevó una vida santa, lo acusaron de malhechor y lo condenaron a morir en una cruz. Pero su muerte fue sustitutiva. Él murió en mi lugar, y eso no es alegoría.

«Gracia» es una palabra que no cabe en la mente humana. Quiere decir perdón inmerecido, amor incondicional, salvación sólo por el favor de Dios. El apóstol Pablo explica que Dios ofreció a su Hijo Jesucristo como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, y que es por su gracia divina que nos justifica gratuitamente mediante esa redención (Romanos 3:24,25).

Aunque nuestra vida sea un desastre, podemos ser salvos mediante la muerte de Cristo en nuestro lugar. Lo único que tenemos que hacer es rendirnos a sus pies. Él pagó el precio de nuestro pecado. El castigo que era nuestro, Jesús lo tomó. Ahora sólo tenemos que creer en Cristo y recibirlo como Señor y Salvador. Ese es el significado de la cruz del Calvario. No rechacemos el amor de Dios.

Hermano Pablo