viernes, 19 de marzo de 2010

LA META DE J. C.PENNEY

El fundador de la cadena de tiendas por departamento J.C. Penney, declaró:
«Deme un empleado de almacén con una meta y yo le daré un hombre que hará historia. Deme un hombre sin una meta y le daré un empleado de almacén».
Penney reconocía el poder y la importancia de las metas.
Mientras usted trabaja en ellas, ellas trabajan en usted.
Lo que usted obtiene al lograr sus metas no es tan importante como lo que usted llega a ser al lograrlas.
En el caso de Penney, hizo más que hacerse rico al edificar una cadena de 1,600 tiendas por departamento con ventas mayores a los cuatro mil millones de dólares. Él desarrolló su potencial y el de otros y dio generosamente para obras de caridad y ayudó a personas que trabajaban para él.
Después de hacer pública su compañía en 1927, dio acciones a todos sus gerentes e incluyó a todos los empleado en un programa de repartición de ganancias. Es evidente que halló su propósito, creció en su potencial, y sembró semillas para beneficio de otros.
Verdaderamente tuvo éxito.
A medida que usted explora su sueño, pondera su propósito e identifica sus metas, prepárese para las cosas maravillosas que ocurrirán.
No se puede decir lo que ocurrirá en el viaje al éxito. Al final, su vida puede superar sus expectativas. Pero tiene que empezar en algún punto para cumplir su sueño, y establecer metas es un excelente punto de partida
Tomado de:Maxwell, J. C. 2003; 2003. El mapa para alcanzar el exito; Your Road Map for Success . Thomas Nelson, Inc.
Hacía donde te diriges? Ya tienes un sueño en tu mente? Sabes a donde llegar? Qué es lo que motiva tu vida? Que Dios sea el guia en tu vida.
Bendito sea El Señor, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo. Gen 24:27
Entonces él me respondió: El Señor, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre. Gen 24:40
Dios de mi señor Abraham, si tú prosperas ahora mi camino por el cual ando. Gen 24:42

UN CORAZON DE PREOCUPACION


Lectura: Filipenses 2:1-11.
"Estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" Filipenses 2:3-4
Jason Ray era un rayo de alegría en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Durante tres años representó al Carnero Ramsés (la mascota de la universidad), arrastrando la gigantesca cabeza de carnero de su disfraz a los eventos deportivos unos días, y a los hospitales infantiles otros. Luego, en marzo del 2007, mientras estaba con su equipo en un torneo de baloncesto, un automóvil atropelló a Jason. Su familia hizo vigilia y esperó en el hospital, pero el joven de 21 años sucumbió a sus heridas y murió.
Sin embargo, su historia no termina allí. Dos años antes, Jason había llenado unos formularios para donar sus órganos después de su muerte; y ese acto de preocupación salvó la vida de cuatro personas y ayudó a docenas más. Un joven en la flor de la vida, con todos los motivos para vivir, se preocupó por el bienestar de los demás y actuó en base a dicha preocupación. Las personas que recibieron la ayuda y sus familias están profundamente agradecidas a este joven, quien pensó en los demás.
El acto de Jason resuena en el meollo de las palabras de Pablo en Filipenses 2, cuando éste llamó a los creyentes a que vieran más allá de sí mismos y sus propios intereses y vieran los intereses de los demás. Un corazón que se vuelve hacia las otras personas ciertamente será un corazón sano.
Ver las necesidades de los demás honra a Cristo.

jueves, 18 de marzo de 2010

¿QUE IMPLICA UN NOMBRE?

Lectura: Hechos 11:19-26.
"Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados" Efesios 4:1
Mi apellido chino me separa de las demás personas con otros apellidos. También me confiere una responsabilidad familiar. Soy un miembro de la familia Hia. Como miembro de la familia, se espera que yo continúe con la línea Hia y conserve el honor de mis ancestros.
Los creyentes que han sido salvados por la sangre expiatoria de Jesucristo tienen un apellido espiritual. Se nos llama «cristianos».
En el Nuevo Testamento, fueron los discípulos de Antioquia quienes recibieron el nombre cristianos por parte de aquellos que observaron su comportamiento (Hechos 11:26). Dos cosas definían a estos primeros creyentes. Hablaban acerca de las buenas nuevas del Señor Jesús dondequiera que iban (v. 20); y aprendieron con entusiasmo las Escrituras cuando Bernabé y Saulo les enseñaron durante todo un año (v. 26).
El nombre cristiano significa un «seguidor de Cristo», literalmente, alguien que «se pega» a Cristo. Hoy en día, muchas personas se llaman a sí mismos cristianos. Pero, ¿debieran hacerlo?
Si te llamas a ti mismo cristiano, ¿le dice tu vida a los demás quién es Jesús? ¿Tienes sed de la Palabra de Dios? ¿Tus acciones dan honra o traen vergüenza al nombre de Cristo?
¿Qué implica un nombre? Cuando el nombre es cristiano, ¡ciertamente implica mucho!
Un cristiano refleja a Jesucristo.

LA GSLLETA

Uno de mis pacientes, un empresario exitoso, me cuenta que antes de su cáncer, solía deprimirse a menos que las cosas saliesen de una manera específica.
La felicidad consistía en “tener la galleta”. Si tenía la galleta, las cosas estaban bien. Si no la tenía, la vida no valía un comino. Desafortunadamente, la galleta continuaba cambiando. Parte del tiempo era dinero, algunas veces poder, a veces sexo. En otras ocasiones, era un nuevo auto, el contrato más grande y la dirección más prestigiosa.
Un año y medio después de su diagnóstico de cáncer en la próstata se rasca la cabeza pensativo. “Es como si hubiese dejado de aprender a vivir tras dejar de ser muchacho. Cuando le doy a mi hijo una galleta, él se pone feliz. Si le quito la galleta o ésta se rompe, se entristece.
Pero él tiene dos años y medio y yo cuarenta y tres. Me ha tomado todo este tiempo comprender que la galleta nunca me hubiera hecho feliz por mucho tiempo.
En el momento en que tenemos la galleta y comienza a romperse o comenzamos a preocuparnos de que se rompa o de que alguien quiera quitárnosla, uno tiene que renunciar a un montón de cosas para cuidar de la galleta, para evitar que se rompa y asegurarnos de que nadie nos la quite.
Tal vez ni siquiera tengamos la oportunidad de comerla por estar tan ocupados intentando de no perderla. El tener la galleta no es de lo que trata la vida”.
Mi paciente se ríe y dice que el cáncer le ha cambiado. Por primera vez es feliz.
No importa si su negocio va bien o no, no importa si gana o pierde en el golf. “Hace dos años, el cáncer me preguntó: ‘Okay, ¿qué es importante? ¿Qué es realmente importante?’ Bueno, la vida es importante. La vida.
La vida de cualquier forma en que podamos tenerla. La vida con la galleta. La vida sin la galleta. La felicidad no tiene que ver nada con la galleta, tiene que ver con estar vivos. Antes, ¿quién hizo el tiempo?” Se detiene pensativo. “Vaya, creo después de todo la vida es la galleta”
Rachel Naomi Remen
Mucha gente se desespera por la galleta en la vida y pierden de vista la vida misma. Vive y disfruta hoy de las bendiciones de Dios y dejarás de preocuparte por la galleta.
“Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas vendrán por añadidura” Jesús.

miércoles, 17 de marzo de 2010

«VIVIENDO EN UN CHIQUERO»


Todo el día era un concierto de gruñidos, chillidos y chapoteos en el barro. El ambiente era malsano, el aire estaba emponzoñado, y los alrededores, grises y malolientes. No se podía esperar nada mejor de lo que era un enorme chiquero, con docenas de puercos semisumergidos en el fango.

Una niña hermosa de siete años de edad estaba allí. La habían atado a un poste con una cuerda. Apenas le daban mala comida, y la tenían medio desnuda a la intemperie. Todo esto ocurría en el caserío El Canito de Maracaibo, Venezuela. Sólo la oportuna intervención de una religiosa que vio a la niña en ese lugar la salvó de una horrible muerte segura.

«Viviendo en un chiquero» eran los titulares de los diarios de Maracaibo que daban la noticia. A la niña la había dejado su madre en manos de unos campesinos mientras iba a la ciudad a internarse en el hospital. La madre no volvió a reclamarla, y los campesinos obligaron a la niña a vivir entre los cerdos.

Puede decirse que fue un caso de ignorancia, de insensibilidad, favorecida por la escasa cultura; un caso de violenta necesidad, engendrada por la pobreza. O quizá fuera un sórdido acto de desquite. Pero la trágica realidad era que a una niña de siete años la obligaron a vivir en un chiquero.

Los chiqueros del campo y los de las grandes ciudades abundan en nuestros tiempos. Los chiqueros campesinos, cuando están a campo abierto y en medio de un paisaje agreste y rural, son hasta bonitos, si sabemos mirarlos con ojos de artista, de poeta o de filósofo. Pero los chiqueros de las ciudades no tienen nada de bonitos.

Pensemos, por ejemplo, en las cantinas, donde hombres y mujeres pasan las horas bebiendo. ¿Tienen éstos algo de bonito? Pensemos, así mismo, en los garitos y en las casas de juego, donde otros tantos pasan horas enteras quemando su dinero y empobreciéndose material y moralmente. ¿Acaso tienen algo de bonito?

Aunque pudiera parecer demasiado sarcástico o mordaz, o que tuviéramos la intención de denigrar o de insultar a alguien, debemos decir las cosas con franqueza: las casas de juego, las cantinas, los lenocinios y lugares por el estilo son poco menos que chiqueros de las ciudades, aunque en ellos haya música, luces, perfumes y personas elegantemente vestidas.

¿Quién puede sacarnos de tales sitios? Uno solo: Jesucristo. Él puede, y quiere, hacerlo hoy mismo.

Hermano Pablo

martes, 16 de marzo de 2010

ALZANDO LAS MANOS AL CIELO

Lectura: Romanos 8:18-27.
"Pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles" Romanos 8:26
Veo a niños que alzan sus manos hacia sus madres, ansiosos por captar su atención. Me recuerda mis propios esfuerzos por llegar a Dios en oración.
La iglesia primitiva declaró que la obra de los ancianos es amar y orar. De estos dos, me parece que amar es lo más difícil y orar es lo más confuso. Mi debilidad radica en no saber exactamente por qué debo orar. ¿Debo orar para que los demás sean librados de sus tribulaciones —o para que dichas tribulaciones desaparezcan? ¿O debo orar pidiendo valentía para continuar en medio de las dificultades que les acosan?
Encuentro consuelo en las palabras de Pablo: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad» (Romanos 8:26). Aquí el apóstol usa un verbo que significa «ayudar uniéndose en una actividad o esfuerzo». El Espíritu de Dios se une al nuestro cuando oramos. Él intercede por nosotros «con gemidos indecibles». Él se conmueve con nuestras tribulaciones; a menudo suspira mientras ora. Se preocupa profundamente por nosotros —más de lo que nos preocupamos por nosotros mismos. Más aún, ora «conforme a la voluntad de Dios» (v. 27). Sabe cuáles son las palabras correctas que hay que decir.
Por lo tanto, no tengo que preocuparme por formular mi petición a la perfección. Sólo tengo que tener sed de Dios y alzar mis manos, sabiendo que a Él Le importa.
Al orar, es mejor tener un corazón sin palabras que palabras sin corazón.

lunes, 15 de marzo de 2010

MAQUINAS VOLADORAS

Lectura: Salmos 6.
"Me he consumido a fuerza de gemir; Todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas" Salmos 6:6
El artista discográfico James Taylor se disparó en la escena musical a comienzos de los años 70 con la canción «Fire and Rain» («Fuego y lluvia»). En ella, hablaba acerca de las decepciones de la vida, describiéndolas como «dulces sueños y máquinas voladoras hechos pedazos en el suelo«. Ésa era una referencia al grupo musical original de Taylor «Flying Machine» («Máquina voladora»), cuyos intentos por introducirse en la industria discográfica habían fracasado rotundamente, haciéndole preguntarse si sus sueños de una carrera musical se cristalizarían alguna vez. La realidad de las expectativas que se rompen era claramente perceptible, dejando a Taylor con un sentimiento de pérdida y desesperanza.
El salmista David también experimentó esa frustración sin esperanza, mientras luchaba con sus propios fracasos, los ataques de los demás y las decepciones de la vida. En el Salmo 6:6 dijo: «Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas». La profundidad de su dolor y pérdida le llevó al sufrimiento; pero en ese pesar se volvió al Dios de todo consuelo. Las mismas «máquinas voladoras» estrelladas y rotas dieron pie a la seguridad del cuidado de Dios, empujándole a decir: «Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración» (v. 9).
En nuestras épocas de decepción, también podemos encontrar consuelo en Dios, quien se ocupa de nuestros corazones destrozados.
El susurro consolador de Dios aquieta el ruido de nuestras pruebas.