viernes, 1 de enero de 2010

SIN NADA QUE TEMER EL AÑO NUEVO

Lectura: Marcos 6:45-52.
"No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú" Isaías 43:1
Horas antes de la llegada del 2007, algunos amigos nuestros en el Reino Unido estaban a bordo de su embarcación, esperando la llegada del año nuevo, cuando se desató una violenta tormenta. Pero pudieron enviarnos esta nota tranquilizadora: «Nosotros, John y Linda, estamos sentados a bordo del buen barco Norna y felices de decir que nos encontramos a salvo... El viento tiene una fuerza de tormenta de grado diez [48–55 nudos]. Esperamos que todos ustedes tengan un feliz y próspero año nuevo».
Los discípulos de Jesús también se toparon con una experiencia tormentosa. Estaban en el Mar de Galilea cuando se levantó una tormenta de viento (Marcos 6:48). La tormenta era tan violenta que, a pesar de ser pescadores experimentados que conocían bien el lago, temieron por sus vidas. Pero Jesús fue caminando hacia ellos y les salvó.
Nadie puede predecir con certeza cuán tormentoso será el año nuevo. Sabemos, sin embargo, que todos enfrentaremos tormentas. Pero los que somos de Jesús tenemos nuestro futuro fuertemente amarrado a Él. Jesús, quien no nos falló en el pasado, no nos fallará en el futuro.
Lewis Edgar Jones describió acertadamente nuestra situación en su antiguo himno:
Anclado estoy en Jesús, en las tormentas de la vida valiente seré;
Anclado estoy en Jesús, ni viento ni ola temeré.
Anclado estoy en Jesús, pues Él tiene poder para salvar;
¡Anclado estoy a la Roca de los Siglos!
¿Cómo capearás las tormentas del año nuevo? Si estás anclado en Jesús, nada tienes que temer.
La fe en Cristo nos mantendrá firmes en el tormentoso mar del cambio.

¡ADELANTE!

Un hombre llevó una vez a su hija de tres años de edad a un parque de diversiones. Era su primera visita a un lugar así, y ella estaba asombrada de lo que veía y escuchaba, pero más que nada estaba emocionada por las vueltas y zumbidos de los aparatos. Rogó a su papá que la dejara montar en un aparato en particular, aunque era considerado el que más “miedo” infundía a los niños de su edad.
Mientras ella a toda prisa doblaba la esquina en su pequeño carrito, de momento arrugó su rostro y se soltó de las manos dando un grito aterrador. Su padre, quien montaba el carro con ella, luchó para llamar su atención. Con una gran sonrisa, él le gritó por encima del ruido del aparato, “¡Esto es divertido!” Cuando la pequeña vio que él no tenía miedo, comenzó a reírse. La nueva experiencia que al principio era aterradora de momento se volvió agradable. ¡De hecho, ella insistió en montar el mismo aparato tres veces más!
¡Qué consuelo es saber que nuestro Padre celestial no solo nos acompaña en las nuevas vueltas de la vida, sino que el futuro nunca le infunde temor! Él tiene buenas cosas planeada para nosotros. Cuando miramos al futuro desde nuestra perspectiva, puede que nos asustemos. Pero al hacerlo desde la perspectiva de Dios, es mucho más probable que gritemos: “¡Adelante! ¿No crees que esto será divertido?”
Isaías 43:18-19
No recordéis las cosas anteriores, ni consideréis las cosas del pasado. He aquí, hago algo nuevo.

jueves, 31 de diciembre de 2009

bendiciones

UN REGALO ESPECIAL

Desde la muerte de su padre tres años antes, la familia de Roberto había luchado por subsistir. A pesar de los esfuerzos de su mamá, nunca había suficiente para todos. La pobre mujer trabajaba el turno de la noche en el hospital, pero lo poco que ganaba no le alcanzaba para más que lo estrictamente necesario.
Lo que le faltaba en lo material a la familia de Roberto, lo compensaba en amor y unidad familiar. Tanto sus dos hermanas mayores como su hermana menor ya le habían hecho a su mamá un lindo regalo de Navidad.
«No era justo», pensaba Roberto, que tenía apenas seis años de edad. Ya era Nochebuena, y él no tenía absolutamente nada que darle a su mamá.
Procurando contener las lágrimas, se encaminó hacia la calle donde él había visto tiendas. Pasó por una tienda tras otra y contempló las vidrieras decoradas. Cada una mostraba regalos que él jamás podría comprar.
Al caer la noche, Roberto se dio vuelta, cabizbajo, para volver a casa, y notó de pronto el reflejo del sol poniente en una moneda que brillaba en la acera.
¡Nadie jamás se sintió tan rico como Roberto al recoger esa moneda!
Con su nuevo tesoro en la mano, entró alegre en la primera tienda que vio. Pero su ánimo decayó tan pronto como el vendedor le explicó que allí no podía comprar nada con una sola moneda.
Así que fue a una florería que vio en frente, e hizo cola detrás de unos clientes. Cuando le llegó el turno a Roberto, el dueño del establecimiento le preguntó.
—¿En qué puedo servirle, jovencito?
Roberto le mostró la moneda y le preguntó si eso le alcanzaba para comprar una flor para su mamá como regalo de Navidad. El comerciante lo miró con ternura, se agachó para estar a su nivel y le dijo:
—Espera aquí un momento, que voy a ir a ver si hay algo que pueda servirte.
Ante el asombro de Roberto, el dueño regresó al rato con una docena de rosas rojas con hojas verdes y florecitas blancas atadas con un lindo lazo plateado.
6—Ahora sí me puedes dar la moneda que tienes en la mano, jovencito —le dijo el hombre—. Imagínate que tenía estas rosas a un precio rebajado, ¡la docena por una sola moneda! ¡Menos mal que llegaste a tiempo para comprarlas; si no, nadie hubiera aprovechado esta magnífica oferta!
Roberto le dio las gracias y le pagó, dando saltos de alegría por dentro. El hombre le abrió la puerta y, mientras el emocionado niño salía con su docena de rosas, le dijo: «¡Feliz Navidad, hijo!»
Más tarde el conmovido dueño le contó a su esposa lo sucedido:
—Esta mañana, antes de abrir el local, percibí como que una voz me decía que apartara una docena de mis mejores rosas para un regalo especial. No sabía por qué, pero lo hice. Luego, antes de cerrar, un niño entró con la intención de comprarle a su mamá una flor con una sola monedita. Ese niño era como yo hace muchos años. Yo tampoco tenía nada con qué comprarle un regalo de Navidad a mi madre. Pero un desconocido me vio en la calle y me dijo que sentía que debía darme dinero. ¡Era más que suficiente para comprarle un regalo a mamá!
»Cuando vi a ese niño esta noche, supe de Quién era esa voz, así que fui y le arreglé aquellas rosas.
Lo cierto es que el dueño de aquella florería las estaba arreglando para Jesucristo mismo, el que cumplía años. Pues fue Cristo quien dijo:
«Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.» Mateo 25:1.
Hermano Pablo.

HORAS Y TIEMPOS

Lectura: Eclesiastés 3:1-8.
"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora" Eclesiastés 3:1
Al Reverendo Gardner Taylor se le ha llamado «el deán de la predicación norteamericana». Nacido en Louisiana, en 1918, nieto de esclavos, venció a la segregación existente en su juventud para llegar a ser el pastor de una numerosa congregación en Nueva York y un líder en la lucha por la igualdad racial. Durante seis décadas, viajó por el mundo como un predicador muy solicitado.
Sin embargo, a la edad de 89 años, la salud del Reverendo Taylor cedió y ya no pudo aceptar compromisos como orador. Le dijo a Rachel Zoll, de la agencia de noticias Associated Press: «Al principio me sentí bastante alicaído». Pero luego habló de su fe en la que «todo tiene su tiempo y todo tiene su hora y tenemos que ver cuándo se da cada momento de la mejor manera que podamos y encontrar lo positivo en cada situación».
En un esfuerzo por enfrentar los desafíos de la vida, a menudo nos volvemos a las palabras de Salomón: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3:1). No obstante, no tenemos reparos en admitir que preferiríamos reír que llorar, bailar que endechar, y buscar que perder (vv. 4,6).
Pero sabemos que al aceptar las lecciones y las oportunidades de todo tiempo que se nos presenta, encontramos que «Dios es nuestro amparo y fortaleza» (Salmo 46:1).
Sea cual fuere el tiempo en que nos encontremos, siempre es momento de confiar en Él
Cualquiera que sea la época en la vida, la actitud es lo que marca toda la diferencia.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

CUMPLEAÑOS EN NAVIDAD

JUAN 3:16

Se desató una tormenta de nieve en medio de la noche lúgubre y fría en la ciudad de Chicago. Mientras la gente entraba y salía por las grandes puertas de los edificios tratando de refugiarse en sus abrigos del helado temporal, un niño vendía periódicos en una esquina. Tenía demasiado frío como para preocuparse por la escasez de clientes. Al rato se acercó a un policía y le preguntó:

—Señor, ¿conoce usted un lugar donde un niño pobre como yo pudiera pasar la noche sin tanto frío? Es que por lo regular duermo en una caja ahí a la vuelta de la esquina en el fondo del callejón, y la verdad es que esta noche hace demasiado frío. ¡Qué bueno sería dormir en un lugar protegido del frío!

El policía se compadeció de la condición del niño y le dijo:

—Ve a esa casa blanca grande al final de la cuadra y toca a la puerta. Cuando alguien salga a ver quién es, tú sólo contesta: «Juan 3:16», y verás que te dejarán entrar.

El niño le dio las gracias al policía y siguió sus instrucciones. Cuando llegó a la casa, tocó a la puerta y se asomó una mujer. Él la miró y le dijo:

—Juan 3:16.

La mujer respondió:

—¡Bienvenido, hijo! Entra.

Y lo tomó de la mano, lo acomodó en un sillón frente a una gran chimenea y salió de la sala. El niño se arrellanó en el sillón y pensó: «Juan 3:16... No lo comprendo, pero ¡sí que le da calor a un niño que tiene frío!»

Pasados unos minutos, la mujer regresó y le preguntó:

—¿Tienes hambre?

Él contestó:

—Bueno, un poco. No he comido casi nada en los últimos dos días, así que me encantaría algo de comer.

La mujer lo llevó a la cocina y le sirvió una tras otra porción de comida deliciosa que él comió hasta hartarse. Entonces el niño volvió a pensar: «Juan 3:16... Todavía no lo comprendo, pero ¡sí que satisface a un niño hambriento!»

Luego la mujer lo llevó al segundo piso y le preparó un baño con agua tibia y jabón espumoso. En la tina, el niño pensó: «Juan 3:16... Aún no lo comprendo, pero ¡sí que limpia a un niño sucio! ¡Y este es el primer baño de verdad que he tenido en toda mi vida!»

Después que el niño terminó de bañarse, la mujer lo llevó a un amplio cuarto, lo arropó bien en una cama, le dio un beso y apagó la luz. En la oscuridad apenas podía divisar a través de la ventana la nieve que caía esa noche fría, y volvió a pensar: «Juan 3:16... todavía no lo comprendo, pero ¡sí que le da reposo a un niño cansado!»

Cuando el niño despertó al día siguiente, la mujer le sirvió el desayuno, lo volvió a acomodar en el sillón frente a la chimenea, abrió un libro grande y le mostró que Juan 3:16 es un pasaje de la Biblia que dice que Dios nos amó tanto que envió a su único Hijo al mundo la primera Navidad para salvarnos y darnos vida eterna. Es decir, una noche lúgubre y fría Dios miró a este mundo y diseñó un plan para satisfacer cada una de nuestras necesidades espirituales. Ante esto, el niño no pudo menos que pensar: «No lo comprendo, pero ¡sí que le da seguridad a un niño perdido!»

Carlos Rey