martes, 3 de marzo de 2009

LOS “YO SOY” EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

Excelente diapositiva que nos enseña y nos muestra los pasajes bíblicos en donde se encuentran los “Yo Soy” , muy útil para tu estudio bíblico personal.

HOY..EL SEÑOR EXAMINARA MI CORAZON

“Oh Señor, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme” Salmo 139:1.
Dios realmente es Dios. Señor de la vida y dueño del alma. Nada queda escondido delante de él. Hoy quiero recordar este hecho. Mi vida no esta oculta ante sus ojos y porque él me conoce entonces eso me hace estar seguro de que él puede fortalecer y proteger mis procesos mentales más allá de lo que yo puedo comprender.
El Salmista lo expreso en el salmo 139 cuando dijo: “ Oh Señor, tú eres el Dios del albor y de las negras horas de la noche; el Dios de los picos montañosos y el Dios del mar. Tú, eres el Dios de todo eso, sé tú mi Dios. No puedo alcanzar las alturas ni puedo sondear las profundidades; hay motivos que no puedo descubrir, sueños que no puedo cumplir, Oh Dios, escudríñame.
El Dios y padre esta cerca de mí en este día. Hoy estoy consciente de eso. A él puedo entregarle todas mis profundidades. Él puedo escudriñarlo todo y revelarlo todo y además sanarlo todo. Mi vida está precisamente en sus manos y todo lo que esta en las manos del Señor está seguro y bien guardado.
De que puedo temer hoy? Solo de él, pero este temor es temor de reverencia y jamás de miedo. A Dios no se le tiene miedo, a Dios se le respeta, porque él lo conoce todo.
Hoy no me puedo engañar a mi mismo. Hay áreas de mi vida que solo Dios conoce, porque ni yo mismo las conozco, pero Dios entra a mi vida total y me revela esas verdades y cuando me encuentro frente a esas áreas entonces descubro que mi vida es cambiada solo por el poder de Dios. Este es el día para nuevamente exponerme al escrutinio soberano de Dios.
Señor, gracias por tus verdades y por tus grandezas. Hoy nuevamente te invito a escudriñar lo profundo de mi corazón y revelarme las cosas que están veladas para mi. Tú conoces mi levantarme y mi acostarme y nada está oculto de ti. Quiero hoy abrir mi corazón y recibir nuevamente el escrutinio de tu amor que redime y cambia. Amén.

¿DUERMEN LOS ANGELES?

Un amigo mío tiene una niña de cinco años que va de camino a convertirse en teóloga. Un día preguntó a su padre: “¿Acaso los ángeles duermen?” Después de ponderar las dimensiones teológicas de su pregunta, el padre contestó: “Sí, creo que tal vez sí duerman”. Su hija pasó a la pregunta siguiente: “Entonces, ¿cómo se ponen el pijama por encima de las alas?”.
Puede que nos parezcamos más a esa niña de lo que pensamos. Parece que nunca dejaremos de hacer preguntas interesantes que no necesitan respuestas. Es sano ser inquisidor, pero no es sano obsesionarse por asuntos que en realidad no importan. Dichas preguntas pueden apartarnos de nuestra fe.
Lo que necesitamos saber de Dios y su voluntad para nosotros está claramente expresado en las Escrituras. Las palabras que habló por medio de Moisés a su pueblo se aplican a nosotros hoy. “Este mandamiento que yo te ordeno hoy no es muy difícil para ti, ni fuera de tu alcance. Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes”. Deuteronomio 30:11,14
La Biblia no es una adivinanza; es una revelación. Nos dice todo lo que necesitamos saber para ser todo lo que Dios quiere que seamos en todas las situaciones de la vida.
La Biblia es tan sabia en lo que no dicecomo en lo que dice.

¡NO PUEDES DECIR ESO!

Lectura: Génesis 3:9-19
Señor, ¿qué quieres que yo haga? —Hechos 9:6
Según un sitio en la red para formación de carreras profesionales, hay ciertas palabras que se deben evitar en el trabajo. Cuando alguien de autoridad te pide que hagas un proyecto, no debes responder, «claro, no hay problema», si no estás hablando en serio y no vas a llevarlo a cabo hasta el final. De otra manera, te ganarás la fama de ser alguien que no cumple su palabra. Y no digas, «no me corresponde hacer eso», porque puede que en el futuro necesites la ayuda de esa persona.
Y si tu jefe viene a ti con un problema, el sitio en la red antes mencionado sugiere que lo mejor es no culpar a otra persona ni decir, «¡no es mi culpa!».
Esa es la excusa que Adán y Eva Le dieron a Dios. Se les dijo que no comieran del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:16-17). Cuando desobedecieron y Dios les confrontó, Adán le echó la culpa a Dios y a Eva, y Eva le echó la culpa a la serpiente (3:9-19). Básicamente, lo que dijeron fue: «¡No es mi culpa!»
Tal vez deberíamos evitar ponerle a Dios algunas excusas en lo que respecta a lo que Él nos ha dicho que hagamos o no hagamos. Por ejemplo, en 1 Corintios 13 nos da instrucciones específicas para un comportamiento a semejanza de Cristo, pero puede que nos veamos tentados a decir, «simplemente eso no me convence en absoluto», o «ese no es realmente mi don».
¿Qué está pidiendo el Señor de ti hoy? ¿Cómo responderás? ¿Qué te parece decirle «¡sí, Señor!»?
El motivo más elevado para obedecer a Dios es el deseo de agradarle.

lunes, 2 de marzo de 2009

TU DICES

Tu dices: Es Imposible

Dios Dice: Todo es Posible (Lucas 18:27)
Tu dices: Estoy cansado
Dios dice: Yo te haré descansar ( Mateo 11:16 - 30)
Tu dices: Nadie me ama
Dios dice: Yo te amo (Juan 3:16 & 13:34)


Tu dices: No puedo continuar
Dios dice: “Mi gracia es suficiente para ti” 1 Corintios 12:9
Tu dices: No entiendo las cosas
Dios Dice: “Yo te guiare” Proverbios 3:5-6
Tu dices: No lo puedo hacer
Dios Dice: “Tu puedes hacerlo” Filipenses 4:13
Tu dices: No me puedo perdonar
Dios dice: Yo te perdono” 1 Juan 1:9 & Romanos 8:1
Tu dices: Me siento solo
Dios dice: “Nunca te dejare solo” Hebreos 13:5

Por todas las cosas negativas, nos tenemos que decir, Dios tiene la respuesta para ello

ATRAVESADO POR SIETE BARILLAS DE HIERRO

John White, obrero de construcción, de veinticinco años de edad, cayó de un andamio en su trabajo en Charleston, Carolina del Norte, Estados Unidos.

La caída en sí, de más de quince metros, era suficiente para que muriera, pero lo que empeoró la situación fue que cayó sobre varillas de hierro que estaban de punta. Un cuñado suyo, trabajando a su lado, lo vio caer y sólo tuvo tiempo de clamar: «¡Dios mío, no lo dejes morir!»

Siete varillas le atravesaron el cuerpo. Dos de ellas debieran haber sido mortales. Una le entró por la clavícula, rozando el corazón. Otra le entró por la ingle, rozando la arteria femoral. Las otras cinco ofrecían menos peligro, pero hubo que cortarlas todas con acetileno para librar a John y llevarlo al hospital. Tras cuatro horas de cirugía quedó fuera de peligro.

Como tantas historias de accidentes, esta también tenía sus antecedentes sombríos. John White estaba enemistado con Virginia, su esposa. Había amenazas de divorcio. Sus dos hijos, Miguelito de siete, y Rut de tres, tenían que aguantar la constante lucha de sus padres. Miguelito ya estaba diciendo que no quería seguir viviendo. Tras esta horrible situación hogareña se produjo el accidente.

No se sabe si fue el clamor del cuñado: «¡Dios mío, no lo dejes morir!», o el trauma mismo del accidente, pero algo bueno comenzó a ocurrir. Al ver Virginia la condición de John, no cesaba de estar a su lado. Y al ver John la atención de Virginia, no podía menos que derretírsele el corazón. Como quiera, John se reconcilió con su esposa y se unió otra vez a la familia.

Dos años después John consiguió un buen empleo, Virginia volvió a quedar embarazada, y su hogar se había convertido en todo un remanso de paz.

¿Tuvo este hombre que ser atravesado por siete varillas de hierro para recomponer su vida? La respuesta es clara. Uno no tiene que ser traspasado de problemas para poder recapacitar y enmendar sentimientos y caminos. En cualquier momento, en plena paz, el hombre puede reconocer que no está andando bien, y volver sobre sus pasos.

Tal vez necesitemos hacer un examen de conciencia. ¿Estamos peleando con nuestra esposa? ¿Nos extrañan nuestros hijos? ¿O representamos más bien al hijo que ha abandonado el hogar? ¿Acaso habremos hecho algo en contra de la justicia? No esperemos a que ocurra un accidente. Quizá no salgamos con vida. Busquemos hoy mismo a Jesucristo. Él vendrá en nuestro auxilio. Él quiere darnos su paz.

Hermano Pablo.

HO..ESTOY COSNCIENTE QUE RECIBO LO QUE DOY

Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes” Lucas 6:38
No puedo olvidar la ley de la siembra que opera en todos los aspectos de la vida. Lo que el agricultor siembra eso es realmente lo que cosecha y esta ley opera en la vida espiritual, emocional y física. Les Brown trabajaba como animador de un programa de discos en Columbus, Ohio y solía visitar el Hospital camino a su casa.
Recorría los pasillos y entraba en las habitaciones de diferentes personas y les leía la Biblia o charlaba con ellas. Era una manera de olvidar sus problemas y de agradecer a Dios por su salud. Esto cambiaba las vidas de las personas que visitaba y, en una ocasión, materialmente le salvó la vida.
Les Brown era muy polémico. Había ofendido a alguien en un editorial que hizo sobre un promotor que llevaría algunos artistas a la ciudad, quienes no eran los miembros originales de un grupo particular. La persona herida por el editorial le puso precio a la cabeza de Les.
Una noche Les regresaba a casa alrededor de las dos de la mañana. Acababa de terminar de trabajar en un centro nocturno donde era maestro de ceremonias. Cuando empezó a abrir la puerta, un hombre salió de atrás del costado de la casa. Es usted Les Browm? Así es, respondió. El hombre le dijo. Necesito hablar con usted. Me enviaron para matarlo.
Al saber que la persona a quién me encomendaron de matar es usted, no puedo hacerlo, porque mi madre estuvo en el hospital y me escribió para contarme que un día usted la visitó, se sentó, habló con ella y le leyó la Biblia. Ella se impresionó mucho que usted, como animador que no la conocía se tomó la molestia de visitarla.
Me escribió cuando yo estaba en la cárcel y me contó de usted y eso me impresionó mucho y siempre quise conocerlo, cuando escuche en la calle que lo querían matar acepte el contrato solo para decirle que haré posible para decirles que lo dejen en paz. Sí, todo en la vida tiene su recompensa. Lo que sembramos a la larga lo recibimos y hoy quiero sembrar semillas de comprensión y amor, porque un día necesitaré de eso también.

Señor. Gracias por que de ti he recibido la mejor comprensión y amor que un hombre anhela recibir . Hoy quiero sembrar esas semillas porque se que un día la cosecha será recogida con gozo. Amén.