viernes, 2 de enero de 2015

LA GOMA DE BORRAR

Cerca de donde yo vivía de pequeño había una familia como la tuya o como la mía, una familia normal.
Tenían tres hijas, la mamá, una Señora muy amable y trabajadora, dedicada a sus hijas y el padre un hombre honesto y trabajador, pero atado al vicio del alcohol.
Esta dependencia había golpeado a la familia de forma muy dura, tanto así que sus hijas estaban avergonzadas, esto hizo que su carácter fuera muy retraido y eran muchachas muy vergonzosas y temerosas.
La gente hablaba siempre de su padre, de sus borracheras, y a las niñas por otro lado todo el mundo les tenía lastima, de que estas chicas tan buenas y aplicadas tuvieran un padre así.
De está historia han pasado muchos años, diría yo 35 años o más. En mi memoria quedaron estos recuerdos, de las niñastristes y del hombre que era un bebedor.
Pensaba que injusto somos los humanos, que la última imagen que nos quedan de las personas a veces es la que conservamos en nuestra mente y no dejará de ser eso que fue lo ultimo que vimos.
¿Me pregunté que será de la vida de esta persona?
Me gustaría poder saber más de ellos, que fue lo que pasó y como terminó la historia. Pero la ultima imagen es la que me quedó.
Pensé en que lindo sería que hubiera una goma de borrar que tuviera la capacidad de borrar no solo en este señor su pasado, sino en todos los que le conocían, que no se acordaran de él así.
La goma tradicional que conocemos que tiene por un lado un color rojo que borra lápiz, y un color azul que borra tinta, me da la impresión que a veces pasa algo parecido.
En nosotros cuando borramos algo de nuestro pasado funciona muy simple como la goma de borrar lápiz, pero a la hora de borrarde la memoria a la gente, necesito que borre mejor, algo que es difícil de borrar sin dejar una huella como es la tinta.
Encontré en la Biblia una goma de borrar perfecta que borra todo y estoy seguro que esto nos va a ayudar.
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio
Hechos 3:19 (RV1960)
Estos dos pasos son fundamentales
Arrepentimiento:
El arrepentimiento es un paso fundamental que tiene que ver con la goma de borrar del lado del lápiz, es decir en realidad no podemos borrar todo lo que hemos hecho, porque las cosas son como son y ya están hechas, pero podemos cambiarlas de manera que lo que hicimos sea reemplazado por algo que hacemos y es mejor que lo anterior.
El arrepentimiento no es olvido, sino es cambio. El paso de arrepentimiento nos saca de una situación de fracaso y nos lleva a una situación de victoria.
Victoria es vencer a algo que nos tenía atados. La gente antes, nos veía a nosotros como fracasados, vencidos, débiles etc. Pero al arrepentirnos y vencer, nos verán como victoriosos, es más, haremos probablemente algo que ellos dirán - „yo no sería capaz de lograrlo“.
Pasaremos a ocupar el puesto de primer premio, recibiendo la corona de vencedores.
Satanás sabe perfectamente eso y desea que no seamos victoriosos en nada, sino más bien que seamos unos fracazados.
Arrepentimiento por lo tanto, es un paso en donde producimos el cambio necesario para borrar lo anterior. La biblia dice que que el arrepentimiento es pasar de muerte a vida.
Arrepentíos o pereceréis
Os digo:No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente
Lucas 13:5 (RV1960)
Converción:
El convertirnos es algo más que un cambio, es mantenernos en el proceso de cambio sin volver atrás. Conversión es transformación y la transformación es lo más hermoso que puede experimentar una persona.
Es cierto que a veces nosotros nos concentramos mas en las dificultades que produce una conversión autentica, es decir, solo miramos el sufrimiento que nos puede causar el cambio. Pero permitame decirle que debemos ver los beneficios del cambio, el cambio puede causar sentimientos de perdida, pero también nos llena de fortaleza y alegría, Nos da sentimientos de salud, de que estamos haciendo lo correcto y que esto agrada a Dios y a nuestros semejantes y lo mas increíble es que nos califica a mas, estamos preparados para ser inspiración para que otros cambien.
Finalizando esta meditación déjame decirte dos cosas:
La primera se usa la goma de borrar de los dos lados, tanto borrando de tu lado como ayudando a borrar del lado de los que te ven y te han juzgado, el arrepentimiento y la conversión te darán una nueva identidad que nadie podrá borrar y que todos recordarán, recordarán que eres parte de un cambio maravilloso.
Segundo, ayuda a otros, creo que si hoy me encontrara en la situación de hace 35 anos, trataría de acercarme a esas personas, no para juzgarlas sino para decirles lo increíble de una transformación, hablarles del arrepentimiento y la conversión. Decirle que Jesús dijo:
Síganme. En lugar de pescar peces, les voy a enseñar a ganar seguidores para mí“ Marcos 1:17 (TLA)
Si, Jesús puede hacer esto!
Bendiciones

lunes, 22 de diciembre de 2014

LAS INSTRUCCIONES DEL MAESTRO

Era el primer salto en paracaídas. Los ocho jóvenes australianos, todos ellos aprendices de paracaidismo, estaban entusiasmados. El avión que los llevaba volaba a mil quinientos metros de altura, y uno por uno los jóvenes fueron saltando. Todos habían estudiado con esmero. Pero a Alan Bannerman, de la ciudad de Sydney, no le fue bien. Su paracaídas se desplegó antes de tiempo y se enredó en la cola del avión. El joven quedó colgado de la cola en pleno vuelo.
El instructor de Alan comenzó a darle instrucciones: cómo quitarse el paracaídas enredado, cómo abrir el de repuesto, cómo aterrizar. Y siguiendo las instrucciones del profesor, y recordando las lecciones aprendidas en ocho horas de aprendizaje, el joven pudo salir de su amarradura y aterrizar sano y salvo.
¡Qué importante es saber cómo seguir las instrucciones del maestro! Es la única salvedad en cualquier problema que se presente, ya sea en el aprendizaje del paracaidismo o en el caminar de esta vida.
Son ciertamente muy pocos los que practican el paracaidismo, y sin embargo la vida entera es un gran salto. A diario confrontamos situaciones imprevistas. Cada nada tenemos que tomar decisiones de mayor o menor envergadura, y nos perdemos en el gran mare mágnum de perplejidades y desasosiegos que son parte de esta vida.
¿Qué podemos hacer cuando nuestro paracaídas no funciona, cuando nos estamos cayendo indefensos en forma vertiginosa? ¿Hay alguna solución para el alma confundida?, ¿para la vida en caos? Si no es nuestra paz del alma la que va en quiebra, es nuestra conducta, o nuestros negocios, o nuestro hogar o nuestra vida. Siempre hay algo que no anda bien, y a veces estas son situaciones muy severas. Nos estamos cayendo, y no hay salvación. ¿Qué podemos hacer?
Siempre podemos hacer las dos cosas que hizo Alan Bannerman, el paracaidista de Sydney: pedir sinceramente la ayuda divina, y luego seguir las instrucciones del Maestro.
Hay, para las luchas de la vida, un Dios que está atento a nuestro clamor. Según el salmista, ese «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (Salmo 46:1). Y es su Hijo Jesucristo, el Maestro divino, quien nos da los pasos a seguir. «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados —nos invita Cristo—, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí —nos instruye—, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave —concluye— y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30). Permitamos que Jesucristo sea nuestro Maestro y nuestro socorro.
Hermano Pablo

LA SEPULTURA NO ES LO IMPORTANTE

Primero lo enterraron en la iglesia de Garrison, en Potsdam, Alemania, junto a su padre Federico Guillermo. De ahí, en la época de la Segunda Guerra Mundial, lo sacaron y lo llevaron al refugio secreto del Mariscal Herman Goering. De ese lugar lo trasladaron a una mina de sal en Turingia, Alemania Oriental, a casi cinco mil metros bajo la superficie de la tierra.
De ahí lo llevaron a una iglesia en el pueblo de Marburgo, en Alemania Occidental. Y por fin en agosto de 1991, después de doscientos cinco años de haber muerto, el cuerpo de Federico I, el Grande, rey de Prusia, fue sepultado donde él quería: en los jardines de su palacio de verano, en la ciudad de Potsdam.
Toda esa odisea nos lleva a preguntarnos: ¿Tiene, realmente, alguna importancia el lugar donde a uno lo entierran?
Los grandes de este mundo le dan tanta importancia al lugar donde van a vivir como al lugar donde serán enterrados. Piensan que las personas de ilustre cuna como ellos deben ser sepultadas en lugares de grandeza y renombre.
Así pasó con Federico I, el Grande, rey de Prusia, filósofo, artista, mecenas de literatos, y formidable guerrero. Él quería que lo enterraran sin ninguna pompa ni ceremonia en los jardines de su palacio que bautizó «Sans Souci», que en francés significa «sin preocupación». Pero los azares de la política y de la historia lo llevaron de lugar en lugar, hasta que al fin, doscientos cinco años después de su muerte, sus restos llegaron a descansar donde él siempre quiso.
Y surge de nuevo la pregunta: ¿Tiene, después de todo, real importancia el lugar donde a uno lo entierran? Estudiemos esto por un momento.
Somos cuerpo y alma, lo material y lo espiritual, lo pasajero y lo eterno. El cuerpo que nos sostiene vino de la tierra y a la tierra regresa. El alma, esa parte inmaterial nuestra que es lo que realmente somos, es eterna. Es triste que le demos más importancia a la parte nuestra que retorna al polvo que a la que nunca muere.
Ciertamente para los familiares y amigos íntimos el lugar donde reposa el cuerpo tiene importancia; pero sin falta de respeto, o más aún, de reverencia, al deseo de estos allegados, para la persona que muere lo que más importa es dónde irá después de la muerte. Es el destino del alma lo que vale, no el destino del cuerpo.
Dios no nos ofrece sepulturas en mausoleos de mármol sino una morada eterna en la gloria celestial. Démosle hoy mismo nuestro corazón a su Hijo Jesucristo. Él nos dará una vida íntegra y buena aquí, y una vida de gloria eterna en el más allá.
Hermano Pablo

PERDIDOS EN EL DESERTO

Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró.”
Génesis 21:15
Los versículos de arriba pintan una imagen sombría de desesperanza y abandono, de profunda tristeza y resignación. La muerte como desenlace obligado para los cuerpos sedientos y agotados de una madre y su hijo perdidos en el desierto.
Los protagonistas de esta historia son Agar y su hijo Ismael, aunque en realidad podría ser la historia de cualquier madre y su hijo. Tal vez el desierto no sea el lugar físico real y la falta de agua no afecte directamente al cuerpo, pero la situación de Agar e Ismael se repite a diario en la historia de incontables duplas de madres e hijos sufriendo por alguna situación.
Tal vez enfermedad, maltrato, abandono, persecución, cualquiera sea el marco que delinea el desierto y cualquiera la necesidad vital no satisfecha que pone en riesgo la vida, el cuadro perturba nuestro corazón profundamente.
La mente se llena de preguntas, incomprensión e incertidumbre agitan nuestras fibras más íntimas, incluyendo el no deseado pero inevitable tono de reproche dirigido a nuestro Dios.
Como cuando levantamos un trozo de papel conteniendo una imagen que no comprendemos, comenzamos a girar el trozo para ver si de alguna manera lo que tenemos ante la vista adquiere algún tipo de sentido, puede ser interpretado desde algún punto de vista.
Cuando los sentidos sólo pueden ofrecer a la mente una perspectiva de desesperanza y dolor, de abandono y soledad, debemos dejar de girar el papel, tomar la distancia suficiente para poder volver a mirar, enfocando esta vez la porción del cuadro que estamos perdiendo.
Dios tiene puesta su mirada en lo eterno, todo lo hace con un propósito y una razón. Nosotros por defecto contemplamos sólo lo terrenal, un panorama chato y fatalista nos concentran en un hoy y un ahora que se vuelven determinantes y definitorios. Sin embargo Dios ha soplado eternidad en el corazón del hombre, si no incluimos la eternidad en la ecuación no podremos contemplar la imagen completa.
No percibir la realidad espiritual de las cosas que pasan o que nos pasan puede llegar a alejarnos de Dios o a construir una imagen de Él ajena a su naturaleza.
¿Estará Dios siendo injusto? ¿No tendrá valor para Él el vínculo que les une? ¿Será incapaz de concebir el dolor de una madre producto del amor que siente por su hijo moribundo? ¿Por qué permite una situación así?
Cuando sólo vemos abandono, desesperanza y el silencio de un Dios ausente y lejano debemos desechar la frágil realidad que nos ofrecen nuestros sentidos y racionalidad humana y volver al fundamento de la verdad expresada en su Palabra:
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” Juan 4:19
“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros;…” 1 Juan 3:16a
¿No hemos acaso conocido el amor por Él? ¿Quién ha sido capaz de amar primero?
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16
¿Habrá algo realmente esencial que nos sea negado, cuando no nos negó ni a su propio Hijo?
“¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad;..” Éxodo 34:6
¿Serán engañosas las propias revelaciones que Él hace de sí mismo?
Independientemente de si las circunstancias que nos llevan a vagar perdidos por el desierto son producto de la consecuencia lógica de malas decisiones tomadas con anterioridad o no, nuestra percepción de Dios no cambia lo que Él es, ni lo que está dispuesto a hacer por nosotros.
El Señor no permaneció ajeno al llanto de Ismael ni a la aflicción de su madre:
 “Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.” Génesis 21:16
De la misma manera Dios nos pregunta hoy: "¿Qué tienes?", nos consuela diciendo:“No temas”.
La desesperanza había segado a Agar, paradójicamente se negaba a contemplar aquello que era lo único que sus ojos podían ver: la inevitable muerte de su muchacho.
Sin embargo el Señor no la pierde de vista nunca, la vio salir muy de mañana, con escaso pan y un odre de agua, la vio tomar el camino equivocado y vagar sin rumbo. Lo permitió de esta manera porque sin desesperación y temor de muerte no habría habido encuentro. En su misericordia también había provisto de antemano la fuente que les daría de beber y les permitiría seguir adelante:
“Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho.” Génesis 21:19
¿Hemos descubierto nosotros la fuente que Dios ha preparado de antemano para nosotros?
“Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.”Juan 7:37
“Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”Apocalipsis 22:17b
Ante la confusión y el dolor aceptemos primeramente la soberanía de Dios, que el dolor terrenal no nos ciegue, dejémonos consolar con la convicción de que Dios es fiel a sus promesas y no dejará de cumplir ninguna de ellas.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”
Apocalipsis 21:4
¿Pueden tus ojos ver la fuente de agua viva? Muéstrala a otros para que puedan beber de ella.

miércoles, 15 de octubre de 2014

UN CURIOSO FUNERAL

Desde que la tuvo en sus brazos por primera vez, la amó con toda la fuerza de su corazón. Le hizo las más delicadas ropitas. Le hizo también, con sus propias manos, una cunita preciosa, y le dio un nombre. La llamó Missy, un nombre inventado por ella misma.
Así la tuvo con ella durante cincuenta años. Cuando Missy llegó al fin de su existencia, casi destrozada por un perro, Lola Schaeffer, que la había amado tanto, le hizo un funeral que costó mil cuatrocientos dólares. Pero Missy no era una persona. No era ni siquiera un perro o un gato. Era una muñeca que Lola había recibido de regalo en la Navidad de 1941.
Casos como éste nos llevan a varias reflexiones. La primera es que todo amor desinteresado tiene algo de bueno y de noble. El amor de Lola Schaeffer por su muñeca fue uno de éstos. Como el amor es la esencia de la vida, todo amor puro es bueno.
La segunda reflexión es que parece un derroche inútil de dinero hacer un funeral tan caro sólo para una muñeca. Podrá decirse que el dinero era de Lola y que, por lo tanto, ella podía hacer lo que quisiera con él. No obstante, parece exagerado gastar mil cuatrocientos dólares sólo para enterrar una muñeca vieja.
Pero hay también una tercera reflexión. Muchas veces adoramos ídolos sin saberlo. Esta mujer hizo de su muñeca un ídolo, y la puso en el altar de su corazón. Vivió para ella y pendiente de ella toda su vida. Su muñeca valía para ella más que Dios, y era, por lo tanto, su dios.
Uno de los mandamientos del decálogo de Moisés dice: «No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso» (Éxodo 20:4‑5).
Hacer de cualquier objeto material, tenga la forma que tenga, la pasión de la vida, es desvirtuar el gran mandamiento de Dios. La Biblia enseña que sólo Dios, creador del cielo y de la tierra, merece toda lealtad, alabanza y adoración. Cualquier objeto, ya sea de piedra, de metal o de carne y sangre, si nos arranca más interés y tiempo e inversión de lo que le damos a Dios, es un ídolo. Coronemos solamente a Jesucristo como el Dios de nuestro corazón. Sólo Él puede corresponder con amor, compasión y paz.
Hermano Pablo

DEPENDENCIA

Me gustaría comenzar este escrito, compartiendo con los lectores lo que el diccionario nos dice acerca de la palabra “dependencia”, sobre todo en una de sus acepciones:
DEPENDENCIA: “Subordinación a un poder mayor”…
Por causa de este mundo convulsionado en el que nos toca vivir, esta palabra quizás se nos presenta en primera instancia con una carga negativa, como cuando hablamos por ejemplo:
. de una “dependencia que flagela”, esa que escuchamos tantas veces refiriéndose a la droga, o al alcohol; esa que quita vida y libertad.
. También la “dependencia emocional”, esa que existe entre algunas relaciones amorosas y/o familiares, que anula a la persona; que la obliga a seguir estando con alguien aunque le haga daño, en un sometimiento que “no deja ser.”
. O la más antigua y conocida: la “dependencia del esclavo al amo”, asustadiza y denigrante, en sus más variadas expresiones: esclavitud sexual, esclavitud infantil, esclavitud laboral…
Pero en contrapartida con lo dicho anteriormente, hombres y mujeres podemos experimentar un estado de “dependencia” en el cual sí vale la pena vivir: la DEPENDENCIA DE DIOS. Ésta, paradójicamente nos ofrece la posibilidad de ser verdaderamente libres.
Sí, la maravillosa dependencia que da libertad: Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” 2º Cor. 3:17
“Y en Cristo tenemos libertad para acercarnos a Dios, con la confianza que nos da nuestra fe en él”. Ef.3:12
-la milagrosa dependencia que da vida: “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Jn. 10:10
-la poderosa dependencia que sana: “Dios sana a los que tienen roto el corazón, y les venda las heridas.” Sal.147:3
-la misericordiosa dependencia que no genera temor: “Recurrí al Señor, y él me contestó, y me libró de todos mis temores.” Sal. 34:4
“No tengas miedo de nadie, pues yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra”. Jer.1:8
-la constructiva dependencia que no subestima: “El Señor que te creó te dice: porque te aprecio, eres de gran valor y yo te amo.” Isaías 43:4
…y por último, (lo que no quiere decir que la lista se agote), la mayor de las paradojas de esta “dependencia de Dios”: la libertad de elegirla, la libertad de depender.
No es una tarea fácil. Nuestra naturaleza humana nos lleva a confundirnos en ese concepto de “libertad”; es difícil aprender a pensar como Dios piensa, tener su mismo sentir, ir por donde Él nos aconseja que vayamos, aceptar y amar a los demás como Él nos exhorta, dominar nuestro corazón orgulloso, tener un concepto equilibrado de nosotros mismos…
Es que, remitiéndonos a la definición del diccionario con el que comenzamos, la mejor decisión como hijos de Dios es “subordinar” nuestra vida entera y con ella nuestras relaciones, nuestras elecciones, nuestras decisiones… a ese “poder mayor” que radica nada más ni nada menos, que en la inconmensurable persona de Dios, el cual promete estar con nosotros, revestirnos de su poder, y para el cual nada es imposible.
Por Andrea Alves

TREINTA Y TRES AÑOS EN SOMBRAS

Cuando tenía seis años de edad, desapareció del pueblo. Nadie volvió a verlo. Y el poblado no era grande. Tenía apenas doce casas y unas cuarenta personas. Todos se conocían de nombre. Conocían los parientes de cada uno. Conocían su vida, sus costumbres, su risa, sus lágrimas.
Pero pasados treinta y tres años de su desaparición, Rudolff Sulzberger emergió de las tinieblas. Sus padres lo habían escondido en el sótano de la casa todo ese tiempo. La única razón era que Rudolff padecía de un leve retraso mental. Johan y Aloisia Sulzberger, de Berg Attergau, Austria, lamentablemente tenían vergüenza de la condición de su hijo.
Aunque este caso no es del todo raro, parece increíble. Que alguien, por padecer un retraso mental o por la razón que sea, esté forzosamente encerrado entre cuatro paredes sin poder salir a la luz del día, sin poder participar de las actividades que su condición admita, sin poder verse con nadie ni ser visto de nadie, es algo que pertenece a la Edad Media. Y lo trágico es que no es un caso único.
Toda persona es precisamente eso, una persona en todo sentido, especialmente en el sentido de ser creación de Dios. Y siendo creación de Dios, esa persona, cualquiera que sea su condición física o mental, merece la misma dignidad, decencia, nobleza y cariño que todos los demás.
Despreciar a alguien, y peor todavía, considerarlo menos que humano, especialmente si su condición es algo de lo cual no tiene ninguna culpa, es lo más indigno, vil e innoble que se pueda imaginar. En cambio, es de veras admirable la atención, la dedicación y el amor que padres, familiares y amigos dan a alguien que sufre cualquier impedimento físico o mental.
Todo el que ha sufrido el desprecio de los demás, especialmente el de familiares, debe saber que, precisamente por ese desprecio, Dios lo tiene más en cuenta. El Señor Jesucristo siempre puso de relieve la condición de los sufridos, de los despreciados, de los abandonados y de los solitarios, y Él tiene un amor, un cariño y una misericordia muy especial para ellos.
Por otra parte, toda persona que no conoce personalmente al Señor carece de dirección. Pero Cristo la espera con los brazos abiertos. Sus palabras son clásicas: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28). Esa invitación es para cada uno de nosotros. No la rechacemos. Aceptémosla hoy mismo.
Hermano Pablo