martes, 25 de marzo de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
MUY APRISA
La aguja del velocímetro fue subiendo y subiendo. Cien, ciento treinta, ciento sesenta. Y ciento sesenta kilómetros por hora es demasiada velocidad para un auto liviano en pavimento mojado. Con tanta velocidad, y con el pavimento resbaladizo, ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Arnuldo Circone, de veinticuatro años de edad, amante de la velocidad, no logró entrar al puente del río, y salió volando. Cayó dentro del agua, hundiéndose con todo y auto a veinticinco metros de la orilla. No se mató, pero arruinó su auto. Lo curioso es lo que decía la placa personalizada de su vehículo: «Muy aprisa».
Hay muchos como este joven que llevan la vida muy aprisa, demasiado rápido. La verdad es que llevar la vida a toda velocidad es la característica de los tiempos actuales. Más de cincuenta años atrás, cuando el famoso cómico del cine Charlie Chaplin protagonizó en la película «Tiempos modernos», ya señalaba, con su manera incomparable, el peligro de estos tiempos.
Los días en que vivimos se caracterizan por demasiada rapidez en todas las cosas: demasiada mecanización, demasiado cientificismo, demasiada tecnología, demasiada indiferencia a todos los valores morales. No es extraño que ocurran accidentes a cada paso: accidentes en nuestras carreteras, y lo que es más lamentable, accidentes morales y espirituales en nuestra vida.
Niños y adolescentes caen víctimas de drogadicción. Niñas, sin saber ni qué les está ocurriendo, caen víctimas de embarazos. Y bebés nacen arruinados, cuando deberían apenas estar comenzando a florecer.
El niño se vuelve adolescente de la noche al día. El adolescente se convierte en adulto sin la experiencia necesaria para actuar con sensatez. Y el adulto llega a viejo antes de tiempo, por el mismo paso vertiginoso de la vida. Como que el aumento de la potencia de nuestros vehículos, en las calles y en el aire, ha contagiado al mundo con el frenesí de la velocidad.
¿Quién puede ponerle freno a este loco desbarajuste? Las leyes humanas no han podido hacerlo. La cultura tampoco lo ha logrado. Ni siquiera la religión ha podido cambiar este delirio que está matando a nuestra sociedad.
Sólo Jesucristo puede frenar las pasiones del alma, dominar la locura frenética, corregir lo deficiente, y ordenar lo desorbitado. Sólo Él regenera el alma humana a las mil maravillas. Sólo Él nos devuelve la justicia perdida. No sigamos nuestro camino solos. Coronemos a Cristo como Rey de nuestro ser, y Él pondrá en orden nuestra vida.
Hermano Pablo
ESPERAR EN SILENCIO
Siempre me ha gustado el Salmo 37… ¡completito! Lo encuentro alentador, pacífico, esperanzador.
“Encomienda a Jehová tu camino y confía en Él, y Él hará” menciona en uno de sus versículos. Y creo que es una palabra que todos los hijos de Dios mencionamos, recomendamos a otros pero que principalmente, creemos.
Días pasados, atravesando una situación personal delicada, me dije una y mil veces a mi misma este pasaje, -“Él hará, Él hará!”- Me lo repetía, dándome aliento y fuerzas para atravesar este valle de sombra.
Pero una mañana, meditando en lo que continuaba del texto leí lo siguiente:
“Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.” Salmo 37: 7 (b, énfasis añadido)
Me detuve frente a un espejo espiritual y observé mi propio panorama: un valle de sombra, una mujer dispuesta a encomendar su camino a Dios, una mujer capaz de confiar, pero al mismo tiempo, incapaz de cumplir algo tan simple, como este consejo del salmista: hacer silencio ante Jehová.
Comprendí que llevaba días y días de monólogos redundantes ante la presencia del Señor presentando una y otra vez lo mismo.
Así que me decidí por el silencio, y esto no fue dejar de orar, o de estar en su presencia, fue silenciar aquella oración repetida de lo que necesitaba y ocupar mis palabras y mi voz en alabanza, le canté, le adoré, disfruté de ratos con Él en silencio de la situación pero en voz activa de su alabanza. Fue acostarme en su regazo, y disfrutar de su abrazo y su cuidado…
Y cuando el tiempo pasó, y el valle de sombra se acabó, comprendí que mientras silenciaba mi problema y esperaba en Él disfrutando de su compañía, tal y como lo prometió en un principio; ¡ya había hecho!
Entonces dejé atrás aquella situación dolorosa con la bendición no sólo del testimonio de Dios y su obrar maravilloso, sino también con el privilegio de haber pasado días plenos en su presencia, disfrutando de su perfume y de su amoroso abrazo.
“Pero la salvación de los justos es de Jehová,
Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.
40 Jehová los ayudará y los librará;
Los libertará de los impíos, y los salvará,
Por cuanto en él esperaron.”
Salmo 37: 39 y 40
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