martes, 6 de agosto de 2013

«LA MAFIA DE LAS ABUELITAS»

Eran dieciocho mujeres. Mujeres ancianas, de cabello blanco. Mujeres que tenían el porte y el semblante de personas honestas, dignas, aplomadas en lo moral y maduras en lo espiritual. Dieciocho mujeres que iban y venían entre California y otros estados, como quien pasea de lo más desaprensivamente.
Sin embargo, formaban una mafia, «la mafia de las abuelitas», como la llamaron los diarios. Esas ancianas se dedicaban al tráfico de drogas. Y llegaron a acumular una fortuna calculada en veinticinco millones de dólares. Cuando por fin cayeron presas, fue motivo de gran asombro para todos los vecinos y conocidos.
Las blancas cabezas y los serenos semblantes presentaban un agudo contraste con el trabajo que realizaban. «Eran todas mujeres respetables en su comunidad —comentó el jefe de la policía de Los Ángeles—. Pero uno nunca termina de desengañarse de la gente.»
Siempre se ha supuesto que los años, las arrugas y las canas traen consigo la sabiduría. En los años de nuestra juventud se nos concede que hagamos travesuras y locuras, y que violemos normas y leyes. Pero al llegar los años de la senectud, se supone que debemos calmarnos y entrar en una vida reposada, sabia y serena. Aquellas ancianas hicieron todo lo contrario.
Todas ellas, con más de sesenta años de edad y ya abuelas, en lugar de ponerse a tejer conjuntos para sus nietos, como toda abuela normal, entraron en el negocio del narcotráfico. Y escudadas en su edad, su porte, su semblante y su buen nombre, cometieron un delito que las leyes penan severamente.
Es que los años y las canas no compran la sabiduría por sí solos. La vejez no es necesariamente, de por sí, la edad de la bondad, la justicia y la sabiduría. La verdad es que el ser humano puede ser tan malo a los ochenta años como lo fue a los veinte, los treinta o los cincuenta. El corazón no se cambia por sí solo. Carece de fuerza suficiente para ello. Nadie se autorregenera por más que se lo proponga o lo desee. Quien cambia al individuo, a cualquier edad, es Cristo. Y sólo Cristo puede tomar a un pecador, ya sea adolescente, joven, adulto o anciano, y transformarlo por completo.
¡No es posible exagerar la importancia de entregarle nuestra vida y nuestro corazón a Cristo cuanto antes en la vida! «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos», dice la Biblia (Eclesiastés 12:1). Hoy mismo, antes que pase más tiempo, démosle nuestra vida a Cristo.
Hermano Pablo

LISTAS

“Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
Jeremías 31:33
La historia del pueblo de Israel y su lucha por cumplir las demandas de la ley mosaica se convierten en un claro reflejo de la lucha que repetidas veces como cristianos encaramos con la finalidad de alcanzar un cierto grado de santidad.
De la misma manera en que el pueblo de Israel una y otra vez intentaba ajustarse a una ley que le era imposible cumplir a la perfección, bajo el lema “ser más espirituales” nosotros nos armamos de todas nuestras capacidades, fuerzas y disciplina para cumplir con ciertas normas, listas de lo que “debo” y “no debo” hacer en la vida cristiana. Listas sobre lo que es “santo” y lo que “no es santo”. Si cumplo esto y aquello puedo decir que ando en camino agradable a Dios, si me falta esto o aquello camino en la dirección contraria.
Aunque no están escritas en ningún papel, llenan nuestras mentes y cargan nuestro día. Las arrastramos como bolsas pesadas a donde quiera que vayamos. Con pesadez y resignación las cumplimos días tras día, aunque al llegar la noche no hayan agregado descanso a nuestra alma, ni satisfacción a nuestra vida ni paz a nuestra conciencia.
Esas mismas listas de reglas y modos de comportamiento nos son instrumento de medida, para medirnos a nosotros y medir a otros. Un día la lista nos ensalza y al día siguiente nos condena, según lo mucho o lo poco que pudimos ajustarnos a ella.
Resignamos el gozo de vivir y tomamos a nuestra espalda la inagotable tarea de hacer y dejar de hacer “cosas” para alcanzar algo que por definición no ha sido dado al mérito de ningún hombre.
Como el apóstol Pablo bien lo dice en su epístola a los Gálatas: ¿para qué sirve la ley? Fue dada para poner de manifiesto la desobediencia de los hombres. (Gal. 3:19)
La ley nos grita en la cara día tras día que no podemos, que hemos fracasado y que somos por naturaleza desobedientes.
¿Cómo hacer entonces para vivir una vida agradable a Dios? ¿Cómo amar a un Dios que demanda obediencia como prueba de nuestro amor? (Juan 14:21) ¿Cómo alcanzar la santidad que Dios quiere en nosotros?
Jeremías ya nos daba pistas sobre como esto sería posible:
Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente.”
Jeremías 31:33
Ezequiel nos habla ya de quién sería el responsable de la obra que transformaría nuestros corazones:
“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes
Ezequiel 36:26-27
Ciertamente lo que es imposible para el hombre es posible para Dios, y si esto se cumple en todo ámbito de lo creado, ¡cuanto más en las vidas de aquellos que han creído!
Como el apóstol Pablo nos dice, la ley era para nosotros como el esclavo que vigila a los niños, hasta que viniera Cristo (Gálatas 3:24), pues a partir de Jesucristo nuestra fe en Él nos ha liberado de la maldición que caía sobre nosotros: primero salvarnos a nosotros mismos y seguidamente santificarnos por nuestras propias obras.
Sería ilógico pensar que un Dios que nos da su Hijo en la cruz para hacernos salvos, no nos diera en la misma obra de redención a su Santo Espíritu para que caminemos una vida santa.
Gracias a la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley sino que por la fe en Cristo hemos sido hechos hijos de Dios, y siendo hechos hijos hemos recibido el Espíritu Santo en nuestros corazones. Es Su Espíritu quien obra tanto el querer como el hacer y nos mueve a obediencia de manera natural, sin ser una carga, sin tener que obligarnos a nada, movidos solamente por el amor de Aquél que nos amó primero.
No significa esto que los mandatos de Dios pierdan vigencia, o queden anulados, por el contrario el Espíritu produce que salgamos aprobados en todo punto y en toda coma con respecto de los mandatos divinos, la diferencia radica en que ya no cargamos con ellos sino que andamos en ellos, no forman parte de una lista de “permitidos” o “no permitidos”, sino que se han vuelto parte de nosotros mismos pues han sido escritas en la mente y el corazón de los que creen. De este modo la moral de Dios se hace parte de nosotros mismos, nuestra naturaleza ha sido modificada, simplemente funcionamos así porque hemos recibido un corazón nuevo.
Busquemos la santidad en comunión con Aquél que puede producirla en nosotros, busquemos más bien que Cristo viva en nosotros y que la vida que vivimos en el cuerpo sea vivida por fe en el Hijo de Dios que nos amó y dio su vida por nosotros.
“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.”
Gálatas 2:20
“Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud.”

Gálatas 5:1

PROVERBIOS 27:2


viernes, 26 de julio de 2013

DIOS TE DICE...


Tú que eres un ser humano,
eres mi milagro.
Y eres fuerte, capaz, inteligente
y lleno de dones y talentos.
Cuenta tus dones y talentos.
Entusiásmate con ellos, reconócete,
encuéntrate y acéptate, anímate.
Y piensa, que desde este momento
puedes cambiar tu vida para bien.
Si te lo propones y te
llenas de entusiasmo.
Y sobre todo, si te das cuenta
de toda la felicidad que puedes conseguir
con sólo desearlo.

Eres mi creación más grande.
Eres mi milagro...
No temas comenzar una nueva vida.
No te lamentes nunca.
No te quejes.
No te atormentes.
No te deprimas.
¿Cómo puedes temer, si eres mi milagro?
Eres Único.
Nadie es igual a ti.

Sólo en ti está el aceptar
el camino de la felicidad y enfrentarlo y
seguir siempre delante. Hasta el fin.
Simplemente porque eres libre.
En ti está el poder de no
atarte a las cosas.
Las cosas no hacen la felicidad.

Te hice perfecto
para que aprovecharas tu capacidad
y no para que te destruyeras
con las tonterías.
Te di el poder de pensar, de amar,
de determinar, te di el poder de reír.
Te di el poder de imaginar, de crear,
de planear, te di el poder de hablar.
Te di el poder de orar...

Cuando te di el dominio de elegir tu
propio destino usando tu voluntad...
¿qué has hecho de estas tremendas
fuerzas que te di?
No importa.
De hoy en adelante olvida tu pasado,
usando sabiamente ese poder de elección.

Elige amar en lugar de odiar,
elige reír en lugar de llorar.
Elige crear en lugar de destruir,
elige perseverar en lugar de renunciar.
Elige alabar en lugar de criticar,
elige dar en lugar de robar.
Elige actuar en lugar de aplazar,
elige crecer en lugar de consumirte.
Elige bendecir en lugar de blasfemar.

Y aprende a sentir mi presencia
en cada acto de tu vida.
Crece cada día un poco más
en el optimismo y en la esperanza.
Deja atrás los miedos y
los sentimientos de derrota.
Yo estoy a tu lado ... siempre!
Búscame.
Acuérdate de mí.
Yo vivo en ti desde siempre
y siempre te estoy esperando
para amarte.
Cada instante que vivas sin mí,
es un instante infinito que
pierdes de paz.

Trata de volverte niño,
simple, inocente, generoso, dador.
Con capacidad de asombro y
capacidad para conmoverte
ante la maravilla de sentirte humano...
porque puedes conocer mi amor,
puedes sentir una lágrima,
puedes comprender el dolor.

No te olvides que eres mi milagro.
Que te quiero feliz,
con misericordia, con piedad,
para que este mundo que transitas
pueda acostumbrarse a reír...
y como eres mi milagro, usa tus dones
y cambia tu medio ambiente,
contagiando esperanza y optimismo sin temor,
¡Porque yo estoy a tu lado !
(desconozco el autor)

domingo, 21 de julio de 2013


POR COMERSE «EL CUENTO DEL TÍO»

El anciano tomó el billete de lotería en sus manos y pagó lo acordado. Se consideró muy dichoso de haber hecho el negocio, y se felicitó a sí mismo por su audacia. Era un billete de la lotería del estado de Florida, Estados Unidos, premiado con medio millón de dólares. Dos individuos se lo habían vendido en siete mil dólares, diciéndole que ellos no lo podían cobrar por ser inmigrantes ilegales.
Pero cuando Ceferino Cruz, de ochenta y un años de edad, se dirigió a cobrarlo, descubrió que era un billete falso. El anciano había sido engañado, y perdió todos sus ahorros. Con la moral destrozada, Ceferino se lanzó en su auto a un canal de agua, y murió ahogado.
Los llamados «cuentos del tío» abundan en nuestro mundo. Tenemos el del billete premiado, el de la herencia del tío rico, el del reloj Rolex de oro, y miles de cuentos más. Estos ladrones malvados son grandes psicólogos que saben elegir a sus víctimas. Saben apelar a su codicia. La policía de todo el mundo tiene registrados millares de casos como estos.
¿Por qué cae la gente en tales engaños? Por lo que se resume en una sola palabra: «avaricia». La avaricia es el paso que le sigue a la codicia. De todos los males del hombre, tal vez el peor mal es la avaricia. La avaricia impele al hombre a ser malvado, deshonesto, inmoral y criminal.
A nadie se le ocurriría poner la codicia a la par del homicidio, pero Dios sí lo hace. La declaración más fuerte que tenemos del carácter moral de Dios se encuentra en el decálogo, los Diez Mandamientos que Dios mismo le dio a Moisés.
El mandamiento número seis dice: «No matarás», y el número diez dice: «No codiciarás.» La verdad es que estos mismos Diez Mandamientos también dicen: «No tomarás el nombre de tu Dios en vano», «Honra a tu padre y a tu madre» y «No cometerás adulterio.» De modo que en este importantísimo documento divino, que revela el carácter de Dios, tenemos los extremos desde «No matarás» hasta «No codiciarás».
Si la codicia es un problema para nosotros, mientras no la controlemos sufriremos toda la vida a causa de decisiones torcidas. Pidámosle al Señor Jesucristo que sea el dueño de nuestra vida. Que nuestras motivaciones no obedezcan los impulsos de un corazón codicioso sino de un alma llena de la gracia de Dios. Si estamos llenos de su amor divino, tendremos éxito en esta vida. Cristo quiere ser nuestro Señor.
Hermano Pablo

EL MEJOR MOMENTO PARA ADORAR


         María, Marta y Lázaro. Aparentemente, Jesús tenía una relación de estrecha amistad con estos tres hermanos, era de visitarlos, en Lucas 10: 38 al 42, tenemos el episodio cuando María deja sus quehaceres para escuchar las palabras de Jesús. Al mismo tiempo, vemos como Marta reclama acerca del comportamiento de su hermana.
         En el capítulo 11 de Juan, se produce la resurrección de Lázaro, la cual se produjo tres días después de su muerte.
         La Biblia nos relata el encuentro de Jesús con ambas hermanas, en plena muerte de Lázaro: Encuentro con Marta: Juan 11: 20, con María Juan 11: 32. Al enterarse que Jesús venía, ambas salieron a su encuentro, e hicieron el mismo reclamo, ahora bien, la conducta o la posición de ambas fueron diferentes:
         Mientras que Marta dio muestras en su relato de su sabiduría y conocimiento acerca del propósito de Jesús y de tener claro el Plan de Salvación, María “simplemente” se postró a sus pies y le dijo, “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”…
         Fue tal su dolor y su congoja, que no puede ni debe tomarse siquiera como un reclamo al Maestro, fue más bien, un acto de adoración pura y el mismo, llegó al corazón de Jesús; quién, a pesar de saber lo que vendría se conmovió ante tal actitud. ¡Qué maravilla llegar al corazón mismo de Dios con tan profundidad y a través de algo tan sublime como la adoración! Fue allí cuando “Jesús lloró”.
         En el capítulo 12, regresa Jesús a Betania, 6 días antes de la Pascua, y los tres hermanos disponen una cena para jesús, Juan 12: 1 y 2. Lázaro estaba sentado a la mesa y Marta servía. ¿Dónde estaba María? Juan 12: 3. Jesús había venido a ellos, había venido a ella, y nuevamente, María dio muestras de saber elegir, elegir lo verdaderamente bueno.
         Luego del reclamo de Judas Iscariote, Jesús dice: “Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto.” Es decir, que entonces María, al igual que Marta, tenía pleno conocimiento de lo que vendría, sabía que Jesús iba a morir y se estaba preparando para ese momento. Pero, ante la posibilidad de ver antes a Jesús, lo que guardaba para cuando Él estuviese muerto, lo usó con Jesús en vida, seguramente, si lo hubiese dejado para el día de la sepultura de Jesús, su perfume hubiese sido uno mas de los que ése día habrían estado. Pero al usarlo en ese momento, su perfume era el único y tenía toda la atención de Jesús. Lo que queda claro es que ante CADA oportunidad que ella tenía de rendirse y adorar a Jesús, ella la aprovechaba, no la dejaba pasar, siempre elegía lo mejor. Y siempre se rendía ante Jesús.
El perfume de María era carísimo, como un tesoro, su tesoro…
¿Cuál es tu tesoro? ¿Acaso estás guardando algo para “después”?
¿Por qué no aprovechar este tiempo y rendirse en adoración ante Jesús?
         Si María no hubiese ungido a Jesús en ese momento, no lo hubiera hecho después, porque cuando Jesús murió, al tratarse de la Pascua judía, le tocó el día de reposo, y Jesús no pudo ser ungido, de tal manera que vemos mas adelante, que cuando al primer día de la semana las mujeres fueron a ungirle, Él ya había resucitado, es decir, que María, se habría quedado con su frasco de perfume, sin usar…Juan 19: 40 al 42.
Qué terrible habría sido para ella ¿verdad?
Pero no pasó así, porque María supo ser oportuna… Seamos oportunos nosotros también. Es momento de sacar nuestro perfume, rendirnos al Señor, ofrecer nuestra adoración, nuestro tiempo, nuestro don, nuestro compromiso, ahora, no sea que después sea tarde…
¿Sabías que así como Jesús visitó la casa de estos tres hermanos hoy está llamando a tu puerta?
Apocalipsis 3: 20: “Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.
¡Escucha su llamado, abre tu puerta, déjalo entrar y unge sus pies!
Noelia Celeste Escalzo Robles.