domingo, 21 de julio de 2013

EL MEJOR MOMENTO PARA ADORAR


         María, Marta y Lázaro. Aparentemente, Jesús tenía una relación de estrecha amistad con estos tres hermanos, era de visitarlos, en Lucas 10: 38 al 42, tenemos el episodio cuando María deja sus quehaceres para escuchar las palabras de Jesús. Al mismo tiempo, vemos como Marta reclama acerca del comportamiento de su hermana.
         En el capítulo 11 de Juan, se produce la resurrección de Lázaro, la cual se produjo tres días después de su muerte.
         La Biblia nos relata el encuentro de Jesús con ambas hermanas, en plena muerte de Lázaro: Encuentro con Marta: Juan 11: 20, con María Juan 11: 32. Al enterarse que Jesús venía, ambas salieron a su encuentro, e hicieron el mismo reclamo, ahora bien, la conducta o la posición de ambas fueron diferentes:
         Mientras que Marta dio muestras en su relato de su sabiduría y conocimiento acerca del propósito de Jesús y de tener claro el Plan de Salvación, María “simplemente” se postró a sus pies y le dijo, “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”…
         Fue tal su dolor y su congoja, que no puede ni debe tomarse siquiera como un reclamo al Maestro, fue más bien, un acto de adoración pura y el mismo, llegó al corazón de Jesús; quién, a pesar de saber lo que vendría se conmovió ante tal actitud. ¡Qué maravilla llegar al corazón mismo de Dios con tan profundidad y a través de algo tan sublime como la adoración! Fue allí cuando “Jesús lloró”.
         En el capítulo 12, regresa Jesús a Betania, 6 días antes de la Pascua, y los tres hermanos disponen una cena para jesús, Juan 12: 1 y 2. Lázaro estaba sentado a la mesa y Marta servía. ¿Dónde estaba María? Juan 12: 3. Jesús había venido a ellos, había venido a ella, y nuevamente, María dio muestras de saber elegir, elegir lo verdaderamente bueno.
         Luego del reclamo de Judas Iscariote, Jesús dice: “Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto.” Es decir, que entonces María, al igual que Marta, tenía pleno conocimiento de lo que vendría, sabía que Jesús iba a morir y se estaba preparando para ese momento. Pero, ante la posibilidad de ver antes a Jesús, lo que guardaba para cuando Él estuviese muerto, lo usó con Jesús en vida, seguramente, si lo hubiese dejado para el día de la sepultura de Jesús, su perfume hubiese sido uno mas de los que ése día habrían estado. Pero al usarlo en ese momento, su perfume era el único y tenía toda la atención de Jesús. Lo que queda claro es que ante CADA oportunidad que ella tenía de rendirse y adorar a Jesús, ella la aprovechaba, no la dejaba pasar, siempre elegía lo mejor. Y siempre se rendía ante Jesús.
El perfume de María era carísimo, como un tesoro, su tesoro…
¿Cuál es tu tesoro? ¿Acaso estás guardando algo para “después”?
¿Por qué no aprovechar este tiempo y rendirse en adoración ante Jesús?
         Si María no hubiese ungido a Jesús en ese momento, no lo hubiera hecho después, porque cuando Jesús murió, al tratarse de la Pascua judía, le tocó el día de reposo, y Jesús no pudo ser ungido, de tal manera que vemos mas adelante, que cuando al primer día de la semana las mujeres fueron a ungirle, Él ya había resucitado, es decir, que María, se habría quedado con su frasco de perfume, sin usar…Juan 19: 40 al 42.
Qué terrible habría sido para ella ¿verdad?
Pero no pasó así, porque María supo ser oportuna… Seamos oportunos nosotros también. Es momento de sacar nuestro perfume, rendirnos al Señor, ofrecer nuestra adoración, nuestro tiempo, nuestro don, nuestro compromiso, ahora, no sea que después sea tarde…
¿Sabías que así como Jesús visitó la casa de estos tres hermanos hoy está llamando a tu puerta?
Apocalipsis 3: 20: “Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.
¡Escucha su llamado, abre tu puerta, déjalo entrar y unge sus pies!
Noelia Celeste Escalzo Robles.
 

viernes, 19 de julio de 2013

martes, 16 de julio de 2013

GESTIÓN DEL TIEMPO


Un experto de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes 
a su conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha; lo colocó sobre la 
mesa junto a una bandeja que contenía piedras del tamaño de un puño y preguntó:

¿Cuántas piedras creen que caben en el frasco?
Luego que los asistentes hicieron sus conjeturas, empezó a meter piedras que
llenaron el frasco. De nuevo preguntó el experto: ¿Está lleno? 
Todo el mundo lo miró y asintió.

Entonces, sacó de debajo de la mesa un cubo con piedras más pequeñas, metió
parte de esas piedras en el frasco, y lo agitó; las piedrecillas penetraron por los 
espacios que dejaban las piedras grandes.

El experto sonrió con ironía y repitió: ¿está lleno? 
Esta vez los oyentes dudaron: ¡tal vez no! 
¡Bien! y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. 
La arena se filtró en los pequeños recovecos que dejaban las piedrecillas y la grava. 
¿Está lleno?, preguntó de nuevo.

¡No! exclamaron los asistentes; ¡bien! dijo, y cogió una jarra con un litro de
agua y la comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.

Bueno, preguntó: ¿qué hemos demostrado hoy? 
Un participante respondió: que no importa lo llena que esté tu agenda, 
si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas. 

¡No!, concluyó el experto: lo que esta demostración nos enseña es que si no colocas 
las piedras grandes primero, no podrás colocarlas después.

¿Cuáles son las grandes piedras en tu vida? 
¿Dios, tu fe y tus valores morales, tus hijos, padres, amigos, tus sueños, tu salud, 
la persona amada, tus hermanos y tus semejantes más próximos?
Recuerda: ponlas primero, y el resto encontrará su lugar.

desconozco su autor

martes, 9 de julio de 2013

PERMANECER

Basta con hacer una recorrida rápida de los títulos más populares de las ferias de libros de nuestra ciudad, o indagar en las propuestas con trasfondo espiritual para combatir el estrés y “energizar el alma” que se ofrecen en la sección de “salud” de las revistas y diarios que llegan a nuestros hogares, o hacer un repaso de las series de moda para niños y adolescentes. No tardaremos demasiado en percibir que algo anda mal.
Vivimos en una cultura en profunda crisis, donde la mentalidad postmoderna nos hace propuestas bien maquilladas para parecer nuevas cuando en realidad conservan raíces bien antiguas que se remontan al jardín del Edén. La estrategia sigue en vigencia, tan fresca hoy como en aquel evento que cambió el destino de la humanidad y de toda la creación en el infortunado encuentro entre Eva y la serpiente.
Se buscan soluciones y respuestas a problemas sociales, ecológicos, personales y religiosos desde el único lugar en donde el hombre se siente cómodo: la explotación del gran potencial humano y las innumerables posibilidades de auto-realización que el hombre como criatura posee.
Bajo estas condiciones no es de extrañar que la Nueva Era, por nombrar alguno de los movimientos con más vigor de nuestro tiempo, haya filtrado lentamente pero con paso firme muchas de las áreas de desarrollo del ser humano.
El entretenimiento por medio del cine, la música y la literatura New Age, la salud proponiendo una medicina naturalista energética ajena a todo fundamento científico, la espiritualidad animándonos a trascender el “yo” y adentrarnos en prometedoras dimensiones místicas y cómo no podía faltar a quienes planean una apuesta fuerte: comprometiendo a las generaciones futuras en el socavo a las tradiciones educativas probadas colando conceptos nocivos para la formación de nuestros niños.
Sin ley, estructuras o normas, la verdad y la mentira, lo bueno y lo malo se definen por medio de conceptos relativistas, limitados por la percepción, dependientes del punto de vista y la moral más conveniente para cada uno.
En contraposición a esta mirada desordenada del mundo que pretende la paz y la armonía mundial con la sola ayuda de una supuesta potencialidad divina latente en todo ser humano, la Biblia nos enseña que hay una sola enseñanza que puede hacernos libres de toda esclavitud y engaño de falsas doctrinas: y esa es precisamente la Palabra de Dios.
“Jesús les dijo los judíos que habían creído en él:
—Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, serán de veras mis discípulos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” Juan 8:31-23
En contraste a un modelo que se autodefine en temas de moral y justicia, llamando a lo malo bueno y a lo bueno malo, afirmando que la verdad no existe y que todo concepto debe considerar el momento y el contexto de su definición, la Biblia nos enseña que la Palabra de Dios es verdadera, su verdad y su justicia no se someten a tiempo ni contexto, pues poseen vigencia eterna.
“En tu palabra se resume la verdad; eternos y justos son todos tus decretos.”Salmo 119:160
La Palabra de Dios nos provee luz en medio de la oscuridad y como bien la define el salmista es lámpara a nuestros pies y una luz en el camino. (Salmo 119:105)
Abrazar la palabra de Dios nos permite construir nuestras vidas presentes y esperanzas futuras sobre la roca firme, no importa cuánta lluvia descienda, ni cuántos ríos crezcan, ni cuán fuerte soplen los vientos, porque no podrán desestabilizarla. Cuidémonos de construir nuestro presente y el de nuestros hijos sobre la arena pues ante la primera tempestad se convertirán en ruina. (Mateo 7:24-29)
Sólo en la Palabra de Dios podemos encontrar certezas y verdades, de ella emana vida y poder, sólo por medio de ella podemos adquirir sabiduría y discernimiento. Lo bueno, lo agradable y perfecto descansa en la soberana voluntad del Dios de la Biblia. Sólo en conocimiento de esa verdad podemos vivir conforme a principios que albergan verdadera libertad y justicia.
En estos tiempos en donde la única contante es el cambio, aprendamos a aferrarnos a Aquel que nunca cambia y cuya Palabra permanece para siempre.
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Lucas 21:33
Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” Isaías 40:8

Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:17

SALVAMENTO EN EL MAR

La tempestad era espantosa, con vientos de 120 kilómetros por hora, y rachas que llegaban a los 170. El pesquero ruso «Briz», de seis mil toneladas, se anegaba en las aguas del mar del Norte.
Cuando el capitán Sverdlovsk, del pesquero ruso, vio que su nave se hundía, irradió una llamada de auxilio, y un remolcador holandés, el «Carlot», acudió en su ayuda. Pero el salvamento se hacía casi imposible. Era como si toda la furia de los vientos y las inmensas olas del mar se hubieran propuesto no permitir el rescate de ninguno de los cincuenta y seis marineros a bordo del «Briz».
Después de algún tiempo de tratar de ejecutar el salvamento y de agotar todos los recursos sin poder transferir a un solo hombre, el capitán del remolcador «Carlot», André Ruyg, de cuarenta y dos años de edad y creyente en Dios, hizo lo que para un capitán era insólito. Pidió ayuda divina: «¡Dios mío —rogó—, ayúdanos! Sólo tú puedes calmar este vendaval.»
De repente los vientos comenzaron a calmarse y las inmensas olas perdieron su furia. El salvamento pudo llevarse a cabo, y aunque el pesquero «Briz» se hundió, no pereció ninguno de los marineros.
Las batallas del hombre contra el mar tienen siempre acentos épicos. ¡Es tan grande el océano y son tan pequeños los barcos! ¡Son tan altas las olas y tan frágiles los cascos! Por eso el marinero sabe clamar a Dios, y al igual que en aquella célebre tormenta en el mar de Galilea de dos mil años atrás, Jesús viene en auxilio caminando sobre las olas.
Aprendamos a orar. No es cuestión de aprender ciertos rezos ni oraciones redactadas de cierto modo, sino de establecer una relación permanente con Dios. Practiquemos la presencia de Dios. Vivamos con la línea de comunicación abierta. Que nunca haya un momento en que no estemos en contacto con Dios.
Si no tenemos una relación con Dios, entablemos una sin demora. Si hemos cortado la relación que teníamos, comencemos desde este momento a restablecerla. Así, pase lo que pase, en medio del dolor podremos clamar con la seguridad de que Dios nos está escuchando.
Jesucristo desea ayudarnos en todas las tragedias de la vida. Él puede reprender los vientos y calmar las olas. Lo único que tenemos que hacer es expresarle nuestro temor y esperar con fe en la respuesta. Cristo dijo: «Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre» (Mateo 7:7‑8).
Hermano Pablo

lunes, 8 de julio de 2013


Recuerda que lo que prometas a Dios no tardes en cumplirlo no valla a ser que te lo pienses mucho y al final no lo hagas.
Por que Dios todo lo que prometió lo a cumplió.