martes, 19 de febrero de 2013
jueves, 14 de febrero de 2013
MIL NOVENTA Y CINCO BESOS DE AMOR
El hombre, de sesenta y cinco años de edad, se inclinó sobre su
esposa. Ella estaba dormida, dormida profundamente. Él depositó un
suave beso en su mejilla y le dijo: «Pronto te sentirás bien, querida.»
Al otro día le dio el mismo beso y le dijo las mismas palabras.
Así hizo día tras día, durante mil noventa y cinco días, todo el tiempo
que la esposa estuvo en coma.
Eran José Brasher y su esposa Bárbara. Ella, en una Navidad,
había sufrido la ruptura de una arteria cerebral y había estado en coma
por tres años. Al fin de tantos besos y de tantos días, Bárbara abrió
los ojos y dijo: «¡Feliz Navidad, amor mío!» De ahí que concluyera:
«Dios, y los besos de mis esposo, me trajeron de vuelta.»
Esta es una verdadera historia de amor. Es más, es una historia
de amor, de fe y de esperanza, las tres grandes virtudes cristianas.
Bárbara sufrió un coma que duró tres años. Cada día su esposo la visitó
en el hospital, y cada día de esos tres años él depositó un beso en su
mejilla y una oración en su oído. Y finalmente el amor, la fe y la
esperanza dieron resultado. Fue así como Bárbara quedó perfectamente
bien.
¡Qué poder tiene un beso! ¡Cómo puede cambiar, en un momento, la
noche en día, la pena en alegría, la lágrima en sonrisa, y la angustia
en gozo! Basta un solo beso —un beso de verdadero y genuino amor entre
esposos— para que vuelva la felicidad, se fortalezca el amor, cambie el
corazón y se disipe el dolor. Pero tiene que ser un beso de amor y no
de compromiso, ni de pasión, ni de misericordia ni de complacencia.
Tiene que ser un beso que brota del amor —legítimo, humano y fiel— que
llena el corazón de los dos.
Los que estamos casados, ¿amamos a nuestro cónyuge? ¿Perdura
entre nosotros la absoluta fidelidad a los votos que un día nos hicimos
ante el representante de Dios? ¿Nos tratamos con cariño y comprensión?
¿Son más fuertes el amor, el enlace, el vínculo y el compromiso que las
desavenencias, la discordia, el antagonismo y la contrariedad? Si la
respuesta es negativa, hay una nube negra que se ha puesto sobre
nuestro hogar que, si no se disipa, lo destruirá.
Insistamos, de voluntad y de corazón, que la persona de Cristo,
el Autor del matrimonio, sea la cabeza invisible pero permanente de
nuestro hogar. Con Cristo en el corazón, seremos más propensos a dar
besos de verdadero amor a la esposa o al esposo. Sólo Cristo puede
transformar la vida de cada uno. Sólo Él da ese amor que se sobrepone a
toda prueba. Cuando Él es el Señor de nuestro matrimonio, podemos
disfrutar como nunca de ese amor puro y permanente.
Hermano Pablo
lunes, 11 de febrero de 2013
PRIMICIAS
Hoy domingo ha sido el dia de primicias, el escenario a sido muy bonito y la mañana a sido espectacular yo creo que nuestro papa estara satisfecho con la Iglesia La PAZ.
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lunes, 4 de febrero de 2013
HEBREOS 4:12
Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.
Desde el Genesis hasta el Apocalipsis.
RESCATE Y VUELTA A LA VIDA
Un domingo, cuando la familia Desmore terminaba su frío paseo a la
isla Kodiak y su pequeña embarcación los llevaba de regreso a la Bahía
Larson en Alaska, sufrieron un percance. El barco se hundió con Misty,
de tres años, una prima, su madre y su abuelo. Los guardacostas
pudieron salvar a la madre y a la prima de Misty, pero el abuelo,
Archie, de cincuenta años, murió de hipotermia.
Las esperanzas de los esforzados guardacostas no eran muy
alentadoras en cuanto a la pequeña Misty, a quien no encontraban, y el
tiempo transcurría en forma amenazante. Por fin hallaron a la niña, que
flotaba boca abajo en las heladas aguas del Pacífico Norte. Misty
había dejado de respirar hacía casi cuarenta minutos.
El doctor Marty, médico de los guardacostas, personalmente
succionó casi un litro de agua marina salobre de los pulmones de la
niña. En unión de su ayudante, le aplicó la respiración artificial
hasta que ella comenzó a respirar por cuenta propia. Fue así como Misty
se reanimó casi milagrosamente, y recibió cuidados intensivos en el
Hospital Providence de Anchorage.
Es asombroso el increíble rescate y la milagrosa vuelta a la vida
de una pequeña de tres años que prácticamente estuvo muerta a merced de
las frías aguas del Pacífico. Así como Misty flotaba sin ninguna
esperanza, el hombre actual se encuentra vagando en un frío océano,
ahogado por la culpa de sus faltas. Por sus propios medios jamás
logrará salvarse. Pero su Creador ya hizo todo lo necesario para
rescatarlo. Jesucristo vino para pagar el precio de la culpa humana y
quitarnos la carga que nos mantiene muertos en nuestros propios
delitos. Al igual que el médico de los guardacostas que le aplicó la
respiración artificial a la pequeña Misty, Cristo nos llena de su
aliento divino —el Espíritu Santo— para que volvamos a la vida, a una
existencia con sentido, llena de su cuidado y de su amor.
Si sentimos que ya no podemos respirar libremente, que estamos
muertos en el interior, y reconocemos que el único que puede
reanimarnos es Dios, es hora de que se produzca una verdadera y
milagrosa resurrección en nuestra vida.
Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo para rescatarnos, dando
su vida como precio por nuestra libertad. Aceptemos el perdón que nos
ofrece y el aliento de vida eterna.
Hermano Pablo
LUZ VERDE
Hace un tiempo atrás fui protagonista de un accidente de tránsito, tan inesperado como súbito.
Cruzábamos con nuestro vehículo la intersección de dos avenidas con la luz verde del semáforo cuando de manera inesperada fuimos embestidos lateralmente por un auto que atravesaba el mismo cruce, pero con luz roja. Nuestro auto comenzó a dar trompos y terminó chocando contra un semáforo. Gracias a Dios todos los involucrados resultamos ilesos.
En ese momento en que uno se queda sin palabras, solo podían escucharse las voces de las personas que se acercaban a brindar su ayuda o a ofrecerse como testigos del accidente a nuestro favor.
Luego de unos días, la imagen de ese choque volvió a mi mente, pero no como algo traumático, sino como una enseñanza.
Muchas veces vivimos situaciones inesperadas que nos golpean y nos desconciertan, nos esforzamos cada día por andar en el camino correcto y de repente suceden imprevistos que intentan descolocarnos. No siempre esos golpes están relacionados con lo material o lo físico, pues podemos también ubicarlos cómodamente en el área de las relaciones interpersonales.
Cuando andamos con luz verde, es decir, procurando vivir conforme a la Palabra de Dios y tratando de agradarle a Él en todo, Él defiende nuestra causa sin que nosotros tengamos que hacer nada. Así como en el ejemplo del accidente los testigos atestiguaron a nuestro favor porque circulábamos correctamente, también hay personas a nuestro alrededor que observan nuestro andar íntegro.
Hacer lo correcto siempre trae paz y bendición.
Pa tricia Götz
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