miércoles, 31 de octubre de 2012

martes, 30 de octubre de 2012

DISEÑADOS PARA LA DEPENDENCIA

El confiar en nuestro propio camino desafía el hecho más básico de la creación del hombre: Dios hizo al hombre dependiente
“Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para El.
Y El es antes de todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen.” Col. 1:16-17

¡Qué fácil nos deslizamos y empezamos a vivir a “nuestra manera”! . Debemos hacer frente a nuestra dependencia, arrepentirme de mis intentos de vivir a mi manera, según mi propio camino y someterme a los caminos de mi Creador.

Nuestro orgullo hacia Dios se manifiesta de dos formas:
< br />• Cuando insisto en vivir a mi manera. La reacción humilde frente a esto es confesarlo a Dios en arrepentimiento y dejarlo de lado. Prov. 28:13

• Pensando que mis propios esfuerzos y habilidades son los responsables de cualquier logro o éxito. La humildad es darme cuenta que alguien más es responsable por todo lo bueno en mi vida: Dios mismo.

¿Piensas que las cosas ocurren por tus propias fuerzas? . ¿Estás pasando una prueba? ¿Dejas que Dios muestre la forma de resolverlo y lo pones en sus manos? ¿O quieres las respuestas tu manera?

La humildad es la señal que realmente entiendo lo que Dios quiere de mí. La tendencia natural del hombre es insistir que le dejen solo para vivir la vida a su propia manera y atribuirse el mérito por cualquier éxito y logro que pudiera experimentar en el proceso.

“Asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Di os resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.” 1° Pe.5:5

La transformación que será para nuestro bien y para la Gloria de Dios comienza con la humildad.

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
AlejandraL

miércoles, 24 de octubre de 2012

FRENAR UNO PARA QUE FRENE OTRO

Roberto Albanés estaba observando su velocímetro. Cuando ascendió a ciento veinte kilómetros por hora, decidió aminorar la velocidad de su Volvo, último modelo.
En eso vio en el espejo retrovisor un vehículo que se acercaba a mucha más velocidad que la suya. Una mujer se había desmayado sobre el volante, y el niño que la acompañaba lloraba a gritos. El vehículo ya se iba contra la cerca de cemento de la autopista.
Roberto, entonces, tomó una decisión heroica. Puso su Volvo entre ese auto y la cerca, y hundió fuertemente los frenos. Saltaron chispas, y ambos vehículos quedaron trabados, pero después de trescientos metros de frenada, los dos autos pararon. La mujer había sufrido un desmayo diabético y había perdido el control del carro. Pero el arrojo del valiente Albanés, y los frenos del auto, evitaron la tragedia.
Se necesitan coraje y resolución para hacer lo que hizo ese joven. Vio que un vehículo grande iba a chocar a gran velocidad, e interpuso su auto. Los paragolpes se trabaron, pero frenó su auto poco a poco, y así logró que se frenara el otro también. A la mujer la atendieron de inmediato, de modo que ni ella ni el niño sacaron del accidente más que el susto.
Es interesante esto de frenar uno para que frene otro. Esa acción ha salvado a muchos en la vida moral. Un hombre en Caracas, Venezuela, que acostumbraba a pasar todos los viernes un buen rato en la cantina con su amigo, decidió un día ponerle freno al asunto. De ahí en adelante, cada viernes bebieron una copa menos de las acostumbradas. Así, en sólo ocho semanas, los dos se libraron del vicio.
Una muchacha, que con su prima no había encontrado más oficio que el de la prostitución en Los Ángeles, California, decidió frenar esa actividad e ingresar en una escuela. Ambas encontraron otro oficio y se casaron. El freno que puso una, ayudó a la otra también a frenar.
Los ejemplos abundan, porque lo mismo ha ocurrido una infinidad de veces. La fuerza y el ejemplo de una persona ha sido todo lo que se ha requerido para cambiar por completo el rumbo equivocado de otra.
Querámoslo o no, nuestra vida es un ejemplo. Todos, aunque no lo advirtamos, somos guías de alguien. Hay personas que tienen sus ojos puestos en nosotros, de modo que nuestra vida dirigirá a otro, ya sea por buen o por mal camino. Nuestros pasos se convertirán en la senda que otros seguirán.
¿A dónde los estamos llevando: a la vida o a la muerte? Aprendamos de Jesucristo cuál es el buen camino, y transitemos por él. El Señor nunca nos engañará.

Hermano Pablo

lunes, 22 de octubre de 2012




 
 




 





jueves, 18 de octubre de 2012