martes, 6 de marzo de 2012

SOLO LA FE PUEDE DORMIR SIN PREOCUPACIONES

Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?»

Marcos 4:38

Ya conoces la historia. El mar tranquilo y seguro. La calma daba a los discípulos una sensación de seguridad mientras navegaban sobre el mar de Galilea. No sentían ningún temor. La serenidad de la superficie de las aguas les transmitía sentimientos de completa paz. No sentían ninguna preocupación.
Pero de repente todo cambió dramáticamente. La frágil embarcación se vio agitada por una de las típicas y repentinas tormentas del mar de Galilea. Los fuertes vientos levantaron grandes olas que pusieron inmediatamente en peligro la embarcación. La paz y la seguridad desaparecieron. El terror se apoderó de los doce discípulos. Los gritos de temor se mezclaron con los gritos de frenética actividad para tratar de salvar la barca y sus vidas. Lucharon como siempre lo habían hecho, para salvarse. En su lucha y desesperación para salvarse a sí mismos, olvidaron que Jesús iba con ellos en la barca.
Pero Jesús dormía tranquilamente. ¿Has pensado alguna vez en esta circunstancia? ¡Dormir en medio del fragor de los truenos, los relámpagos, las olas y los gritos de aquellos doce hombres! ¡Y de la espuma producida por el agua que azotaba a la embarcación y que sin duda lo mojaba a él! Pues sí, a pesar de todo eso, Jesús dormía.
Solamente la fe es capaz de dormir sin temor ni preocupaciones. La fe se aferra a la seguridad de Dios. La fe le toma la palabra a Dios. La fe mira más allá de las circunstancias. La fe ve una salida más allá del oscuro túnel del dolor y la prueba. Los discípulos estaban aterrorizados mientras Jesús dormía. Solamente la fe es capaz de vencer el temor. La fe de Daniel venció el temor a los leones. La fe de José venció el temor al pozo de la desesperación, a la prisión y a la muerte, que eran la suerte de un esclavo. la fe de David venció el temor al gigante Goliat. La fe de la viuda de Sarepta venció el temor al hambre y a la muerte.
El cristiano de fe no depende de las circunstancias. Cree cuando el mar está sereno y las condiciones son favorables; y cree cuando sopla airada la tempestad. El cristiano dice: «En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado» (Sal. 4: 8). En el caso de nuestro Señor, ese pasaje podría parafrasearse así: «Aunque sople airada la tempestad y retumben los truenos y me moje el agua, en paz me acostaré y asimismo dormiré». Digamos nosotros lo mismo hoy, no importa la tempestad que nos amenace.

lunes, 5 de marzo de 2012

ANTÍDOTOS DE LOS CELOS

Todo comenzó bien, así como comienza la mayoría de los matrimonios. Había ternura, había afecto y, más que nada, había amor. Sin embargo, pasada la luna de miel, el matrimonio comenzó a andar mal. En medio de dos que se amaban, se interpusieron los celos, que destruyen todo lo que tocan.

Un día Francisco Contreras, de Monterrey, México, no soportó el acoso de los celos y le pegó un tiro a su esposa, Sanjuana, en el temporal derecho. Acto seguido, se disparó él mismo en la sien. Ninguno de los dos murió, pero Sanjuana quedó con las facultades mentales alteradas, y Francisco perdió la vista en un ojo. Los celos habían triunfado.

Si hay algo que los matrimonios deben rehuir, son los celos. Los celos consumen alma, corazón, mente y vida, y mientras los están consumiendo, conducen a la locura, terminando en tragedias como aquella.

Hay celos que son naturales y saludables, y que provienen de un amor genuino. La Biblia dice que aun Dios es un Dios celoso que con diligencia vela por los suyos. Pero hay, también, celos morbosos, perjudiciales y enfermizos, producto de oscuros y bajos complejos. Esos son celos destructivos.

¿Cómo evitar que haya celos destructivos? Se comienza estableciendo un patrón de fidelidad incondicional entre esposos. El cónyuge debe saber, sin la más mínima duda, que su pareja, por nada en la vida, defraudaría los votos nupciales de amor y lealtad que los dos hicieron ante Dios.

Luego, cada cónyuge debe desarrollar fe y confianza en Cristo. La fe profunda en Cristo nos libra de psicopatías enfermizas. Cuando ambos esposos son verdaderos seguidores de Cristo, no hay entre ellos ningún brote de malos celos.

Añádase a esto el cultivo a fondo de la amistad matrimonial. Cuando el amor —el buen amor, el amor basado en un compromiso inquebrantable— se cultiva con sumo cuidado, los celos malignos no tienen ocasión de brotar. Porque al conservar el amor genuino, nos inmunizamos contra los celos destructivos.

Dios, el diseñador del matrimonio, es también la fuente del amor. Cuando nuestro matrimonio y nuestra vida están en armonía con Dios, estamos también en armonía con nuestro cónyuge, y los celos no tienen dónde aflorar.

Con Cristo en el matrimonio, no hay lugar para celos enfermizos. Sólo hay lugar para un amor cálido, puro, tierno y cristiano. Sea Cristo, desde hoy, el Señor de nuestro matrimonio. En él hay paz y confianza y seguridad.

Hermano Pablo

EL VERDADERO CULTO (ADORACIÓN Y ALABANZA) A DIOS

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:1-2 (Reina Valera 1960)

“Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a él le agrada. Así es como se le debe adorar.
Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.” Romanos 12:1-2 (Traducción lenguaje actual)


Presentar a Dios nuestro cuerpo, nuestra vida entera es lo máximo que como cristianos podemos hacer.
La razón es porque el cristiano sabe que su cuerpo y toda su vida l e pertenece a Dios, lo mismo que su alma, y que por ello puede servir a Dios tanto con su cuerpo como con su mente o su espíritu.
Nuestro cuerpo, que incluye nuestra mente o espíritu, es el templo del Espíritu Santo de Dios. Es el instrumento que El usa para hacer Su obra, enviándonos (servicio) a predicar su Evangelio, a hacer discípulos y a vivir obedientemente en Su Voluntad.
La Biblia (Dios), define la conducta, la vida, de un cristiano que presenta su cuerpo de esta manera a Dios, como culto racional o como verdadera adoración.

El verdadero culto (adoración) a Dios no es solo ofrecerle una liturgia, por muy solemne y reflectiva o, temperamental y llena de expresiones emocionales, “espirituales” dicen algunos, que sea. El verdadero culto (adoración) se ofrece a Dios en nuestra vida cotidiana y no exclusivamente en el templo, o iglesia como comúnmente se le llama, sino fuera de el y en donde todo el mundo, principalmente el no creyente (familiares, v ecinos, compañeros de trabajo, de escuela o de universidad, en el supermercado, nuestro propio hogar, nuestros hijos, etc.), pueda constatar la presencia de Dios en nuestro vivir. Dando testimonio de la transformación hecha por Dios en nuestras vidas, pues toda ella, nuestro pensar (espíritu), nuestro hablar y nuestro actuar (cuerpo) refleja la Gloria de Dios.

La verdadera alabanza a Dios, no es solo cantar en la iglesia y durante la liturgia (reunión) sino, mas bien fuera de ella, cuando el cristiano la ejercita al mundo que lo rodea. Hablando de Dios y recomendándolo, en agradecimiento (amor) a la obra redentora y renovación de su mente realizada por Dios en su vida.

Juan Paulus
Equipo Colaboradores
Iglesia Latina

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
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domingo, 4 de marzo de 2012

¡PERDONAME!

Lectura: 1 Juan 1:5-2:10.
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" 1 Juan 1:9
Unos secuestradores aterrorizaron durante ocho días a los pasajeros de un jet de Indian Airlines. Después, el 31 de diciembre de 1999, los hombres armados hicieron una última demanda antes de soltar a sus rehenes. "Lo siento, pero todo el mundo tiene que decir que estoy perdonado", dijo el delincuente apodado "Burger". Cuando los incrédulos pasajeros lo miraron, les ordenó que repitieran: "Te perdono". Después de oír esas palabras, los secuestradores desaparecieron en el desierto.
Muchos de nosotros no seríamos tan arrogantes como para insistir en que alguien nos perdonara. Y, por supuesto, no se lo exigiríamos a Dios. ¿Por qué? Porque la mayoría de la gente entiende que solo un corazón humilde, sincero y arrepentido puede recibir la misericordia y el perdón del Señor.
El apóstol Juan escribió: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). La palabra que se traduce "confesar" significa decir lo mismo o estar de acuerdo. Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, estamos de acuerdo con Él respecto a nuestro pecado, la necesidad de ser limpiados y la obligación de perdonar a otros que nos han hecho daño (Mateo 6:15). Clamamos: "¡Perdóname!".
Ninguno de nosotros es verdaderamente libre si no ha sido perdonado. Necesitamos el perdón de Dios, y los demás precisan el nuestro.
La confesión es la llave que le abre puerta al perdón.

jueves, 1 de marzo de 2012

HEBREOS 4:12

SALVACiON

Navegaba en mar abierto
Todo parecía ir muy bien
Tantos peligros alrededor,
seguro me sentía,
sin temores, sin dificultad,
sin aflicción.
De pronto, el viento azotó
Mi embarcación,
Las olas, gigantes indomables
Amenazaban mi vida
Me invitaban a sumergirme,
Sin opción naufragué.
Falsa serenidad, efímero placer,
Nunca pensé en tanto dolor,
Tanto miedo y angustia.
En mi desesperación
Clamé: ¡Oh Dios, sálvame!
Me escuchó, mandó a su
Amado Hijo, Jesús.
Me salvó de morir
Me dio un eterno vivir,
En abundancia y bendición.

Mery Bracho

CONFIANZA

Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Isaías 26:3.

Los dos últimos años fueron muy difíciles para Jaime. Desempleado, con la autoestima por el suelo y el hogar al borde del colapso, no resistió a la tentación de encaminarse por las tenebrosas avenidas de la deshonestidad. Al principio, todo iba bien. En pocos meses, había logrado ganar lo que no pudo percibir honestamente en varios años. Con dinero en el bolsillo, aparentemente su vida volvió a la normalidad. Tuvo paz exterior. Pero, pasaba noches enteras sin dormir, castigado por el peso de la culpa. A pesar de ello, Creyó que valía la pena.


Repentinamente, cuando pensaba que nadie lo descubriría, su delito se hizo de conocimiento público y, además de la vergüenza y el escándalo, acabó en prisión.
La paz que el profeta menciona, en el texto de hoy, no es la paz del cuerpo sino del alma. La paz que realmente vale. Aquella que organiza tu mundo interior y te prepara para los embates de la vida.


Es lamentable que, a veces, el ser humano confunda las cosas. Busca la paz exterior a cualquier costo, aunque para eso tenga que violar la propia consciencia. Después, en el silencio de su insomnio, no se explica lo que sucede; solo sabe que algo lo perturba por dentro, lo hace infeliz. Es como el martillo que golpea sin parar, incomodando, hiriendo, asfixiando.


El profeta Isaías habla hoy acerca de la paz que nace de la confianza en alguien que nunca falla. Menciona la perseverancia como condición para recibir esa paz. Dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera”. Perseverar, en el original hebreo, es camak, que literalmente significa “descansar la mente en algo”.


Yo sé que es difícil descansar cuando el mar a tu alrededor está agitado. Cuando no hay dinero para atender las necesidades de la familia; cuando la enfermedad toca a la puerta o la muerte te merodea. Sin embargo, el consejo del profeta no falla: en los momentos más difíciles, coloca la mente en Dios y descansa en él, aunque aparentemente nada ocurra, aunque te parezca infantil.


No desistas. Lo primero que Dios hará en tu vida es colocar paz en tu corazón, y después, curado de tus ansiedades, él te usará a ti mismo como el instrumento poderoso para hacer maravillas.


Por eso hoy, aunque solo veas sombras en tu entorno, parte hacia la lucha recordando que Dios “guardará en perfecta paz a los que en Él perseveran”.