sábado, 11 de febrero de 2012

viernes, 10 de febrero de 2012

MISERICORDA INMERECIDA

“Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios”(Miqueas 6:8).

Hace unos años, Hildegard Goss-Mayr, dei Movimiento Internacional de la Reconciliación, relató esta historia real: Durante los trágicos combates que tu­vieron lugar en Líbano a lo largo de la década de los setenta, un alumno de un seminario cristiano iba andando de un pueblo a otro cuando cayó en una emboscada tendida por un guerrillero druso. El guerrillero le ordenó que bajara por un sendero con el fin de fusilarlo.

Pero sucedió algo asombroso. El seminarista, que había recibido entrena­miento militar, sorprendió a su captor y lo desarmó. Las tornas se cambiaron y el druso recibió la orden de descender por el camino. Sin embargo, mientras avanza­ban, el estudiante de Teología comenzó a reflexionar sobre lo que estaba su­cediendo. Recordando las palabras de Jesús: “Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; poned la otra mejilla”, se dio cuenta de que no podía seguir adelante. Arrojó el arma entre los arbustos, le dijo al guerrillero druso que estaba libre y echó a andar colina arriba.

Unos minutos más tarde, mientras caminaba, oyó que alguien corría tras de él. “Aquí se acaba todo”, se dijo. Tal vez el druso había recuperado el arma y quería acabar con él. No obstante, siguió adelante, sin mirar atrás, hasta que e! enemigo lo alcanzó, lo agarró, lo abrazó y, hecho un mar de lágrimas, le agrade­ció que le hubiera perdonado la vida. La misericordia se expresa con el perdón.

En cierta ocasión, una madre se acercó a Napoleón pidiéndole que perdonara a su hijo. El emperador respondió que el joven había cometido dos veces el mismo delito y que la justicia exigía su muerte.
-No pido justicia-replicó la madre-, sino misericordia.
-Tu hijo no merece que tengan misericordia de él -contestó Napoleón.
-Solo pido misericordia-exclamó la mujer-. Si la mereciera, ya no sería misericordia.
-Pues bien -dijo el emperador-, tendré misericordia de él.
Y perdonó al hijo de la mujer.

Dios no nos dio lo que merecíamos, sino que tuvo misericordia de nosotros. Al sentir la extraordinaria misericordia que Dios ha derramado sobre nosotros, no podremos hacer otra cosa que derramar misericordia sobre los demás. “Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8)

EJEMPLOS A IMITAR

Lectura: 1 Tesalonicenses 1.
"Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor…" 1 Tesalonicenses 1:6
Leslie Strobel creyó en Cristo en 1979, y su fe fue un ejemplo tan notable que instó a su esposo ateo, Lee, a empezar a buscar a Dios. En su libro El caso de Cristo, este habla de sus años de intensa investigación que finalmente lo llevaron a recibir a Jesús como Salvador. Con un título en leyes de la Universidad de Yale y una reconocida y premiada carrera de periodismo en el periódico The Chicago Tribune, Lee tenía la habilidad de contestar preguntas difíciles que hacían los incrédulos y los cínicos.
El cambio que se produjo en su vida también influyó a Alison, su hija de cinco años, la cual dijo: "Mami, yo quiero que Dios haga por mí lo que ha hecho por papá". La fe de Leslie generó un efecto en cadena que transformó a toda la familia.
Este patrón de dar el ejemplo e imitar es lo que Pablo describió en el capítulo 1 de Tesalonicenses. Su ejemplo, junto con el de Silas y el de Timoteo, motivó a los nuevos creyentes de Tesalónica a imitarlos. Más tarde, cuando estos creyentes sufrieron por Cristo con paciencia y perseverancia, se convirtieron en ejemplos para los creyentes de Macedonia y de Acaya, y los estimularon a alcanzar nuevos niveles de devoción.
Nuestro ejemplo puede ser la influencia más persuasiva a favor de Cristo. ¿Nos imitan los demás porque nosotros lo imitamos a Él?
El que sigue a Cristo guía a los demás por el camino.

miércoles, 8 de febrero de 2012

DIOS PONE A PRUEMBA NUESTRA FE

"Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré" Génesis 22:2

Cada una de las palabras que Dios le dijo a Abraham deben haber penetrado su alma como un cuchillo; Isaac era el hijo que Abraham había esperado por años, lo amaba con todo en su corazón, cada vez que Abraham veía a su hijo veía una prueba de que las promesas de Dios se cumplen, veía el poder sobrenatural de Dios, sin duda que Isaac era un sueño hecho realidad para su padre.

De repente, Dios le dice que debe sacrificarlo, que debe entregarle a Dios lo que más ama en este mundo ¡Cuan extrañas son a veces las órdenes que Dios nos da! Aun así Abraham obedeció, el "padre de la fe" no se llamaría así sin una buena razón

Dios muchas veces probará nuestra fe, y es que sin fe es imposible agradarle a él. La fe es la virtud que necesitamos para que Dios guíe nuestras vidas, sin fe ¿cómo podríamos creer que Dios existe? y no sólo eso ¿como podríamos imaginar que Dios es bueno y quiere tener una relación personal con cada uno de nosotros? ¿cómo podríamos creer que Dios está con nosotros cuando las circunstancias nos dicen lo contrario?

Dios siempre prueba la fe del creyente, no lo hace porque desea vernos fallar, al contrario, lo hace porque tiene esperanza y confianza en nosotros, Dios no nos dejaría soportar una prueba más allá de nuestra capacidad humana para resistir.

En este pasaje entiendo que muchas veces Dios nos dirá que tenemos que hacer algo que quizás no comprendemos, pero que nos ayudará para hacer crecer la fe en nosotros

Cada vez que pase por una situación difícil, una situación en la que las dudas hagan tambalear mi fe, lo veré como una oportunidad para demostrarte, Dios, que puedes confiar en mi, una oportunidad para demostrarte, mi Dios, que aunque no entienda lo que pasa, no dejaré nunca de creer en ti

Por cierto, Abraham no tuvo que sacrificar a su hijo, Dios proveyó un cordero...

¡Y es que Dios siempre sabe lo que hace!

EL PERDÓN NO ES UNA OPCIÓN

Fue para Juanita Parker una semana verdaderamente trágica. Primero, su marido tuvo un accidente de trabajo quedando gravemente quemado. Segundo, su hijito recién nacido fue diagnosticado con mononucleosis. Tercero, perdió la casa que habían comprado por falta de pagos. Cuarto, y esto fue lo peor, descubrió que su esposo y su mejor amiga eran amantes. Todo esto le sucedió en el lapso de sólo ocho días.

La agonía moral de Juanita duró cuatro semanas. En su desesperación llegó a la conclusión de que para ella sólo había dos opciones: matarse o perdonar. Por fin hizo lo único que podía darle tranquilidad: perdonó. Perdonó a su marido. Perdonó a su amiga. Y con el perdón sincero y completo, recuperó la paz. Es más, con el alma libre de esa carga, pudo tener la fe para resolver sus demás problemas. El perdonar fue su salvación.

Alguien dijo que el perdón no es una opción. No se puede tener paz si no se perdona. En ese sentido el perdón no es una opción. Es un imperativo.

Cuando alguien nos ha ofendido, haciéndonos daño en el alma, exclamamos: «¡Jamás lo perdonaré! La herida es demasiado grande, el desencanto muy grave, el dolor insoportable. ¡Jamás lo perdonaré!»

El problema mayor es que vivir sin perdonar es lo mismo que llevar una piedra en el estómago. Es igual que echar sal continuamente en una herida abierta. Vivir sin perdonar es nublar el entendimiento, endurecer el corazón, amargar el alma.

¿Cuántas veces no habremos repetido el Padrenuestro? Comienza diciendo: «Padre nuestro que estás en el cielo.» Más adelante dice: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mateo 6:9,12,13). Es decir: «De la misma manera en que yo, Señor, perdono, perdóname tú a mí.» Perdonar no es una opción. Es un mandamiento divino.

Cuando Jesús agonizaba en la cruz, mirando a la multitud, dijo: «Padre, perdónalos» (Lucas 23:34). El que más sufrió, el que fue clavado en una cruz, al referirse a sus verdugos dijo: «Padre, perdónalos.» Así nos enseñó el Maestro.

Así es el perdón divino —gratis, eterno y perfecto—, y sin embargo cualquiera puede ser salvo. Pero eso demanda que también nosotros perdonemos. Así como hemos recibido el perdón de Dios, tenemos que perdonar a los demás. No es una opción; es un mandato. Pero Cristo nos da la fuerza para cumplirlo.

Hermano Pablo

NO TE OLVIDES DE LOS LUNES

Lectura: 1 Tesalonicenses 4:1-12.
"Os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis cómo […] agradar a Dios, así abundéis más y más" 1 Tesalonicenses 4:1
Dios es muy popular los domingos. Millones de personas en todo el mundo dejan lo que están haciendo para visitar un edificio donde el único propósito es reunirse con otros para adorar al Señor, cantar y aprender más de Él. Pero, después, viene el lunes. ¿Qué lugar ocupa entonces Dios en sus vidas? Cuando el énfasis se pone en otras miles de cosas, pueden pasar fácilmente la semana sin tenerlo en cuenta.
Incluso muchos creyentes que van a la iglesia los domingos no toman el nombre de Dios con reverencia. A menudo, no consideran Sus planes ni piensan en las instrucciones que Él ha dado para vivir.
¿De dónde sacamos la idea de que Dios desea que le prestemos atención solamente los domingos? Seguro de que no fue del apóstol Pablo, el cual dijo que debíamos orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17), una señal evidente de que el Señor también escucha de lunes a sábado. Además, Pablo escribió: "Estad siempre gozosos" (v.16), lo que indica que no debemos dejar de cantar solo porque el órgano haya dejado de tocar. ¿Y qué decir del mandato: "Dad gracias en todo" (v.18)? Con toda seguridad, esto sugiere que el resto de la semana presenta las mismas oportunidades de decir: "Gracias, Señor".
El domingo es un día especial para prestar atención directa a Dios, pero la cuestión no termina ahí. ¡No te olvides del lunes!.
Adora a Dios el domingo y después sigue con Él el lunes.

martes, 7 de febrero de 2012