jueves, 19 de enero de 2012

EL PROPOSITO DE LAS PRUEBAS

En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida aprueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. 1 Pedro 1:6,7.

El vehículo en el que viajamos sube las montañas del Estado de Washing­ton, para después bajar al valle de Yakima. Corremos contra el tiempo. Mientras devoramos millas en la carretera solitaria, Max nos cuenta las lu­chas de su vida. El argentino fuerte, de ojos claros, casado con una dominicana que espera el segundo hijo, es un próspero revendedor de autos usados, en la ciudad de Pasco. Llegó a los Estados Unidos hace apenas siete años. Empezó trabajando en los restaurantes McDonald’s, ganando siete dólares por hora.

-No veía futuro. No era para eso que había dejado mi país -me dijo, con los ojos fijos en un punto indefinido, recordando detalles de sus dificultades.
-Mis hermanos y yo nos turnábamos para dormir en la única cama que teníamos. ¡Quién podría imaginar que un día llegaríamos a donde llegamos! -completó emocionado.

“Hubo días en los que no teníamos ni para comer”, prosiguió. “Recuerdo un día en que teníamos que pagar cuatro mil dólares al banco, o perderíamos todo lo que habíamos alcanzado. Salimos a la calle. Fuimos tocando puertas, ofreciendo un automóvil usado, pero confiando en el Señor. Eran más de las tres de la tarde cuando un hombre nos preguntó: ¿Cuánto quieren?

“Le pedimos cuatro mil quinientos. Después de regatear, lo vendimos por cuatro mil doscientos. Corrimos inmediatamente hacia el banco, y llegamos cinco minutos antes de que el banco cerrara. Al salir, teníamos lágrimas en los ojos. Habíamos pagado la cuenta, y nos sobraban doscientos dólares para comer aquel día. Si para algo sirvieron los momentos difíciles, fue para probar nuestra fe y enseñarnos a confiar en Dios“.
Eso es lo que afirma San Pedro. “Si es necesario”, seremos afligidos con el propósito de que nuestra fe se vuelva mucho más preciosa que el oro.

Por eso hoy, si todas las cosas te parecen estar de cabeza, recuerda que “si es necesario, tendréis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea mani­festado Jesucristo”.

CARTAS DE AMOR

Lectura: Efesios 4:25-5:2.
"Y andad en amor, como también Cristo nos amó…" Efesios 5:2
Andar en amor significa que continuamente llevamos a cabo pequeños actos bondadosos que pueden hacer que la vida sea más llevadera y mejor para otra persona.
Una manera práctica de expresar nuestro amor sólo cuesta el valor de una estampilla de correo… más papel, tinta y un poquito de esfuerzo para pensar.
Todos hemos sentido el impulso de escribir una carta; una nota inesperada que podría iluminar el día de otra persona. Tal vez sea una palabra de agradecimiento, una muestra de interés o un elogio por una tarea bien hecha. Muchas veces esa carta no se escribe y el impulso no se expresa. Nos convencemos de que no tenemos tiempo o de que lo que escribamos no importará.
Un joven pastor sentía especial cariño por una nota que recibió de parte de un ocupado arquitecto de su congregación. La carta sencillamente decía: "Su sermón fue justo lo que necesitaba oír el domingo, por la confusión y el dolor que tengo en mi corazón. ¡Gracias por predicarlo!". Esas palabras eran exactamente lo que el pastor necesitaba escuchar por el desaliento y dolor que él mismo sentía, palabras que lo alentaron a seguir en el ministerio. Al arquitecto le tomó menos de cinco minutos escribir esa nota.
¿Te acuerdas de alguien que necesite ánimo, a quien debas agradecerle por algo o decirle que estás orando por él? Anda en amor hoy y dirígete al buzón.
Un pequeño acto de amabilidad puede tener múltiples resultados.

miércoles, 18 de enero de 2012

martes, 17 de enero de 2012

RECETA PARA LA ANSIEDAD

Lectura: Salmo 55:4-23.
"Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo" Salmo 55:22
Según un informe del periódico Wall Street Journal, la ansiedad ha superado a la depresión como el principal problema mental en los Estados Unidos. Los medicamentos para combatirla son, hoy en día, los productos farmacéuticos que más se venden. Aun en medio de economías florecientes y de estabilidad política, la preocupación y la aprensión siguen formando parte de la condición humana; estado que no puede aliviarse adecuadamente con una píldora.
Cuando David compuso el Salmo 55, su mente estaba agitada por las mismas situaciones con que luchamos hoy: se horrorizaba de la violencia, la ira y el abuso que llenaban las calles de la ciudad (vv. 9-11). Experimentaba la angustia de ser traicionado por un amigo cercano (vv. 12-14). Anhelaba irse y escapar a un lugar tranquilo (vv. 4-8).
Como la dolorosa ansiedad de David refleja la nuestra, su receta para aliviarla igualmente puede hacernos bien a nosotros. Él escribió: "En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. […] Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará…" (vv. 16,22).
La ansiedad es una carga que no se supone que llevemos. En cambio, debemos entregarle nuestras preocupaciones a Cristo, porque Él tiene cuidado de nosotros (1 Pedro 5:7; ver también Filipenses 4:6,7).
Si hoy tu corazón pesa mucho, el Señor está listo para llevar todas las cargas que le entregues.
Dios nos invita a echar sobre Él el peso que tenemos encima.

domingo, 15 de enero de 2012

ENCERRADO CON TIGRES

El muchacho, de veinte años de edad, levantó el auricular del teléfono. No era una llamada inocente que hacía desde su casa. Era una llamada que le hacía a un grupo de periodistas desde una cárcel. «Quiero que me condenen a muerte. No soportaría estar preso toda la vida.»

Se trataba de Mark Scott, que había sido condenado a cadena perpetua por homicidio. El sólo pensar en permanecer toda la vida tras las rejas de una cárcel era más de lo que podía soportar. Por eso llamó a los periodistas, y posteriormente se le concedió su petición. Fue así como Mark Scott llegó a ser el condenado a muerte más joven de la prisión de San Quintín. Sólo tenía veinte años.

He aquí a un joven que quería morir. No quería cadena perpetua. «Para mí —dijo él—, estar preso toda la vida es como si me encerraran en un cuarto con tigres que, bocado a bocado, me fueran comiendo.»

Pero ¿cómo había llegado este estudiante inteligente a cometer dos años antes, teniendo apenas dieciocho años, un homicidio por el que lo condenarían a cadena perpetua? Precisamente al permitir, empleando su propia analogía, que un «tigre» le fuera comiendo pedazo a pedazo la moral y la conciencia.

Primero fue el «tigre» del egoísmo, el deseo insano de las satisfacciones egoístas, de vivir sólo para sí. Luego fue el «tigre» del cine y de la televisión, que fueron comiendo su conciencia pedazo a pedazo.

Después fue el «tigre» feroz de la drogadicción, que minó y desmenuzó su raciocinio. Por último fue el «tigre» de la codicia. Aquel joven, de sólo dieciocho años de edad, secuestró a Kelly Sullivan, enfermera de treinta y tres años, y la mató de tres balazos para robarle lo poco que llevaba en la cartera.

Hay muchos como Mark Scott, que permiten que los «tigres» les vayan comiendo el alma, pedazo a pedazo. Cada día se someten a los mordiscos del «tigre» hasta que son consumidos por completo. Son los que se abandonan a las pasiones, a los vicios, a la codicia y a la lujuria.

¿Hay alguien que pueda dominar estas fieras destructivas que parecen ensañarse con los seres humanos? Sí, lo hay. Jesucristo, el Señor que vive con plenitud de vida, tiene poder para venir en ayuda de cualquier víctima del pecado que clama desesperada.

Sólo Jesucristo nos libra de los «tigres» que nos consumen. Sólo Cristo tiene compasión y buena voluntad para librarnos. Sólo Él puede salvarnos.

Hermano Pablo

jueves, 12 de enero de 2012

LO QUE NO HIZO JESUS

Lectura: Hebreos 4:14-16.
"[Jesús], cuando la maldecían, no respondía con maldición..." 1 Pedro 2:23
Una vez oí a un escéptico decir que si Jesús realmente era el Hijo de Dios, tal vez le haya resultado más fácil soportar Sus sufrimientos. Este comentario me hizo volver a examinar los Evangelios. Mientras repasaba las cosas increíbles que Jesús hizo y dijo para llevar a cabo nuestra gran salvación, también observé una serie de elementos que no utilizó y que son igualmente vitales para nuestra salvación:
Jesús no exigió hacer Su propia voluntad (Mateo 26:39). No llamó legiones de ángeles para que lo rescataran (v. 53). No se defendió ni amenazó a Sus acusadores (27:12-14). No se salvó a sí mismo (Marcos 15:31). No bajó de la cruz (v. 32). No dejó de amar ni de salvar a los pecadores (Lucas 23:43).
Como Jesús podría haber hecho estas cosas, eso intensificó Su agonía y lo tentó aún más para que usara Su poder para beneficio propio. Pero no lo hizo. Por el contrario, utilizó Su poder para beneficiarnos a nosotros. Esto se describe en Hebreos 4:15 y 16, al decir que Jesús fue tentado así como nos sucede a nosotros... excepto que Él no pecó. Por esta razón, puede "compadecerse de nuestras debilidades" (v. 15). En consecuencia, podemos acercarnos con confianza a Su trono para "hallar gracia para el oportuno socorro" (v. 16).
Cualquiera que sea hoy tu necesidad, Jesús quiere que vayas y utilices plenamente ese privilegio.
Toda tentación es una ocasión para confiar en Dios.