jueves, 22 de diciembre de 2011

EL PESEBRE

En 1994 dos americanos respondieron una invitación que les hiciera llegar el Departamento de Educación de Rusia, para enseñar moral y ética en las escuelas públicas, basada en principios bíblicos.

Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos de la policía y en un gran orfanato. En el orfanato había casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados, abusados y dejados en manos del Estado. De allí surgió esta historia relatada por los mismos visitantes:

Se acercaba la epoca de las fiestas de 1994, los niños del orfanato iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de la Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando a Belen, de como no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesus nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la historia, les dimos a los chicos tres pequeños trozos de carton para que hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dió un cuadradito de papel cortado de unas servilletas amarillas que yo habia llevado conmigo. En la ciudad no se podía encontrar un solo pedazo de papel de colores.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como paja. Unos pequeños cuadraditos de franela, cortados de un viejo camison que una señora americana se olvido al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebe. De un fieltro marron que trajimos de los Estados Unidos, cortaron la figura de un bebe.

Mientras los huerfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda.

Todo fue bien hasta que llegue donde el pequeño Misha estaba sentado.

Parecia tener unos seis años y había terminado su trabajo. Cuando mire el pesebre quede sorprendido al no ver un solo niño dentro de el, sino dos.
Llame rapidamente al traductor para que le preguntara por que habia dos bebes en el pesebre.
Misha cruzó sus brazos y observando la escena del pesebre comenzo a repetir la historia muy seriamente.

Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llego la parte donde María pone al bebe en el pesebre. Allí Misha empezo a inventar su propio final para la historia, dijo:

Y cuando María dejó al bebe en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenáa un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con El.

Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé que cosa tenía que pudiese darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le preguéte a Jesús: Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para tí? Y Jesús me dijo. Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre.

Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapo la cara, agacho la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo.

El pequeño huerfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre.

Y yo aprendí que no son las cosas que tenes en tu vida lo que cuenta, sino a quienes tienes, lo que verdaderamente importa.

Salmo 91:4 “Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; “

miércoles, 21 de diciembre de 2011

UNIVERSOS PARALELOS

Lectura: Lucas 2:1-7.
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" Lucas 2:14
De vez en cuando, descubro que estoy pensando en el sorprendente esquema de la fe. Por ejemplo, parado en un aeropuerto, observo personas de aspecto importante, vestidas con trajes de negocio y con portafolios a su costado, que se detienen en una cafetería antes de salir apurados hacia otra explanada. ¿Hay alguno que piense en Dios?, me pregunto.
Los creyentes comparten una creencia extraña en universos paralelos. Un universo consiste en vidrio, hierro, ropa de lana, portafolios de cuero y olor a café recién molido. El otro está formado por ángeles, fuerzas espirituales y lugares de ubicación desconocida llamados cielo e infierno. De manera palpable, nosotros habitamos el mundo material; es necesaria la fe para que uno se considere ciudadano del otro mundo invisible.
La Navidad cambia el rumbo de las cosas y alude a la lucha que se desencadena cuando el Señor de ambos mundos desciende a vivir según las reglas de uno de ellos. En Belén, ambos mundos se unieron, se alinearon. Lo que Jesús posteriormente llevó a cabo en el planeta Tierra hace posible que Dios, en un día futuro, resuelva todas las discordancias entre ambos sistemas. Con razón hubo un coro de ángeles que estalló en un cántico espontáneo; cántico que no sólo perturbó a algunos pastores, sino también a todo el universo (Lucas 2:13-14).
La palabra clave de la Navidad es «Emanuel»: ¡Dios con nosotros!.

EL DIFICIL HÁBITO DEL HÁBITO

Los hábitos son conductas aprendidas que repetimos regularmente. Estas acciones que estamos acostumbrados a hacer, son las que nos inculcaron desde pequeños y las que nosotros mismos hemos adoptado a lo largo de nuest ra vida. Así, podemos tener el hábito de escuchar música, madrugar, hacer una rutina de gimnasia, etc.

Pero también tenemos el hábito de No hacer cosas: el hábito de no leer, de no ir regularmente al médico, de no estudiar, etc.

El hacer, bien o mal, y el no hacer algo son igualmente hábitos.

En la vida cristiana esto se aplica tal cual. Todos sabemos que el aprendizaje y la constitución de una conducta no son de los procesos más divertidos y nos cuesta, nos resistimos. Sin embargo, sabemos que los buenos hábitos, las “virtudes” son buenas para nosotros, que nos hacen bien.

Revisemos los hábitos que hemos instalado o no, como buenos caminos que nos acercan en nuestra comunión con Dios: ¿qué tanto estamos acostumbrados a leer Su Palabra? O de acercarnos a Dios en oración durante el día? Lo buscamos? Es nuestro primer refugio en la tribulación? ¿Tenemos el hábito de usar las escrituras en nuestro diario andar?

Dios nos insta a adoptar estas acciones habituales:

“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esa es la voluntad de Dios (…) No apaguéis el Espíritu.” 1° Ts 5:16- 20

“Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente” Salmos 119:44

“Buscad primeramente el Reino de Dios y Su Justicia..” Mt 6:33

Orar. Alegrarse. Agradecer. Amar. Buscarlo. Guardar su palabra.

Hábitos que nos el Señor nos exhorta a tomar porque nos conoce, conoce nuestras debilidades, nuestras flaquezas y sabe que es lo mejor para nosotros. Instalemos hábitos que nos acerquen cada día a nuestro Padre. Sustituyamos aquellas malas costumbres que ponen nuestra atención y nuestros intereses en otras cosas.

En esto debemos ser creativos y prácticos, buscando las formas que nos resulten más útiles, más fáciles, de modo que podamos vencer nuestra barreras. Y por supuesto que el Señor nos llenará de motivaciones cada vez que nos encontremos con Él y vivamos experiencias maravillosas.

Para sustituir un mal hábito hay que instalar uno nuevo, de otra forma nunca podremos extirpar aquella conducta. Por ello es que debemos esforzarnos en buscar estas cosas. Porque siempre nuestras acciones hablaran más alto que nuestra voz y porque la vida cristiana se trata del ejercicio mismo, de la acción de lo que oímos, sabemos y debemos hacer.

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
meryrueda

CUANDO SE HA ESFUMADO TODA ESPERANZA


Los síntomas eran los clásicos: sudores nocturnos, escalofríos, decaimiento, tos seca, y filamentos de sangre en la saliva. Orlando Vásquez, joven de treinta y dos años de edad, de Córdoba, Argentina, no sabía qué enfermedad tenía.

Lo cierto es que Orlando sufría la enfermedad que había sido mortal en las primeras décadas del siglo veinte y que se creía que ya había sido erradicada. Su médico, el doctor Ramírez, tuvo que declararle a Orlando la triste verdad: «Usted, señor, tiene tuberculosis.» Pero en el caso de Orlando el diagnóstico era fatal, porque la enfermedad había reaparecido acompañada de una terrible hermana: el SIDA.

Vivimos en un mundo cuya atmósfera está llena de gérmenes y virus. Si no es la influenza que nos debilita, es algún tumor que amenaza ser canceroso. Para Orlando Vásquez fue esa combinación ominosa y mortal de tuberculosis y SIDA. Así es esta vida.

¿Qué hace una persona cuando el último recurso se le ha esfumado? Si es impetuosa y emocional, podría hasta enloquecerse. Si es una persona pragmática, que todo lo analiza, podría volverse escéptica e indiferente. ¿Qué esperanza tiene el ser humano ante los golpes irreversibles de la vida?

Si no hemos experimentado la pérdida de la última gota de esperanza, lo más probable es que ni siquiera se nos ha ocurrido estudiar cómo reaccionaríamos ante una desgracia así. Pero ninguno de nosotros sabe cuándo podrá caer víctima de alguna calamidad. ¿Habrá alguna preparación para las fatalidades de la vida?

Sí la hay. Cuando sabemos que esta vida aquí en la tierra es sólo una pequeñísima parte de la existencia y que nos pertenece toda la eternidad que nos espera, las cosas de este mundo pierden su trascendencia. La dicha se vuelve relativa, y la amargura, inconsecuente. Sabemos que este mundo no es nuestro hogar. Estamos aquí sólo de paso.

Ese conocimiento produce tanta paz que soñamos acerca del día en que estaremos para siempre con el Señor, libres de esta atadura terrestre.

¿Cómo podemos tener esa esperanza? Jesucristo dijo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). Los que le hemos pedido a Cristo que sea Señor y Dueño de nuestra vida tenemos, ya, asegurado el cielo. Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida, y la seguridad de la gloria eterna será nuestra.

Hermano Pablo

martes, 20 de diciembre de 2011

FE, AMOR Y ESPERANZA

Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 1:3.

Una vez más, Bernardo dejó que se marchara; en realidad, siempre la había dejado ir, desde que la conociera. Siempre había estado tan ocu­pado, como para intentar conocerla. No es que no lo hubiese querido hacer; no, no era eso. Era la vida, la agitación propia de un mundo en el cual quien no camina ligero come el polvo de los que van adelante.

Lo que le dolía era que Estela no era la primera esposa que perdía; ya era la tercera vez que fracasaba. Lo que él llamaba amor era apenas el sentimien­to romántico que desaparece con el tiempo.
El versículo de hoy habla de la constancia, como característica de la vida madura de un cristiano. Pablo, escribiendo a los tesalonicenses, destaca tres frutos que aparecen en la vida de un cristiano que pasa tiempo conociendo al Señor Jesús: fe, amor y esperanza.

La fe que el apóstol menciona no es solamente el asentimiento intelectual a una doctrina, sino la experiencia que obra, que produce y que se exterio­riza en acciones. Un asentimiento intelectual sin acciones no es fe; por lo menos, no desde el punto de vista bíblico.

La segunda característica es el amor, no simplemente como declaración romántica floreada de palabras bonitas, sino como un principio que se ma­nifiesta en dedicación, renuncia y entrega a Dios y a los semejantes.
Y, finalmente, la esperanza. No solo como el deseo de que suceda algo de bueno en el futuro, sino como la actitud constante de creer en Dios, aunque las circunstancias nos empujen a dudar del amor de Dios y del cumplimien­to de sus promesas.

Estas características solo aparecen en la vida de la persona que separa todos los días tiempo para pasar con Jesús. Los matrimonios de Bernar­do fracasaron porque, aunque casado, no se daba tiempo para conocer a la persona amada. Sin conocimiento, no existe confianza ; y sin confianza, no puede haber ni fe, ni amor, ni esperanza.

Por eso, no salgas hoy para los embates del día sin la seguridad de que te tomaste tiempo para conocer a Jesús. Sé como los tesalonicenses, a quienes Pablo les dijo: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”.

lunes, 19 de diciembre de 2011

EL PUENTE

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer problema serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua.

Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.

Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero.

-"Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".

-"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted.

Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor.

La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvío el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor.

¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más." El carpintero le dijo: "creo que comprendo la situación".

El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.

Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.

El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó.

No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.

En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo: -"Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho".

Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. -"No, espera". "Quédate unos cuantos días, tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.

"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".

Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos, no permitas que eso pase.


CANALES DE SU AMOR

Lectura: 1 Corintios 13.
"El amor nunca deja de ser" 1 Corintios 13:8
Durante un tiempo devocional en una conferencia, nuestro líder nos pidió que leyéramos 1 Corintios 13:4-8 en voz alta y que reemplazáramos la palabra «amor» por «Jesús». Parecía tan normal decir: «Jesús es sufrido, es benigno; Jesús no tiene envidia, Jesús no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo […]. Jesús nunca deja de ser».
Después, el líder dijo: —Lean el pasaje en voz alta y digan su nombre en lugar de Jesús—. Nos reímos nerviosos ante la sugerencia. —Ahora quiero que empieces tú— agregó dirigiéndose a mí. Con voz suave y temblorosa pronuncié las palabras que sonaban tan dudosas: «David no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. David nunca deja de ser».
El ejercicio hizo que me preguntara: «¿Estoy de alguna manera impidiendo que Dios exprese Su amor a través de mí?». ¿Creo que otras formas de expresar la fe son más importantes? Pablo declaró que, desde la perspectiva divina, los discursos elocuentes, el discernimiento espiritual profundo, la abundante generosidad y el sacrificio personal no valen nada si el amor no los acompaña (vv. 1-3).
El Señor anhela expresar Su inmenso corazón de amor hacia los demás a través de nosotros. ¿Le permitiremos hacerlo?
Vivir como Cristo es amar como Dios.