miércoles, 23 de noviembre de 2011

PACIENCIA, TODO TIENE SU TIEMPO

EL CENICERO MÁS GRANDE DEL MUNDO

Fue un día especial para la ciudad de Houston, Texas. No era un día de nieve ni de ciclón. No había campeonato de béisbol ni concierto de la orquesta sinfónica. Ese día, en un negocio de la ciudad, se instalaría el cenicero más grande del mundo.

En un receptáculo especial, miles de hombres y mujeres comenzaron a arrojar colillas de cigarrillos. Era una manera de protestar contra el abuso del tabaco, y una forma de evidenciar su propia decisión personal de no volver a fumar.

Miles de colillas, hasta llegar a pesar 300 kilogramos, llenaron el cenicero más grande del planeta. ¡Qué buena la decisión de estos habitantes de Houston!

Dejar de fumar, y dejarlo para siempre, es una de las mejores resoluciones que pueden hacerse, ya sea en Año Nuevo o en mitad de año, o en cualquier día del calendario. Porque el humo del tabaco es, en el mejor de los casos, totalmente inútil, y en el peor de los casos, nocivo tanto para el organismo del que lo fuma como para el inocente que se ve obligado a aspirarlo por la inconsciencia del fumador que está a su lado. El humo del tabaco es pestilente, maloliente, deprimente y repelente, además de no dejar célula del cuerpo sin estropear. Bueno sería que en cada ciudad del mundo comenzaran a poner ceniceros gigantes, y que se organizara un campeonato mundial para ver quién hiciera el más grande.

Después de hacer campeonato de ceniceros de cigarrillos, podrían hacerse campeonatos de otras clases de vicios de la humanidad que igualmente la dañan, estropean y arruinan. Por ejemplo, podría haber, en todas partes del mundo, campeonatos de tanques de licores, adonde cada persona adicta al licor fuera a vaciar sus botellas; campeonatos de resumideros de drogas y de marihuana; campeonatos de cualquier otra cosa que se bebe, se come, se huele, se aspira o se inyecta, y que perturba, daña, enferma, crea adicción y mata a ese ser que no vive bajo la protección de un Creador sabio y amoroso, sano, perfecto, inocente y limpio; y campeonatos de los despojos mortales de todo lo que ensucia y envilece el alma, tal como el odio, la violencia, la mentira, la lujuria, la inmoralidad, la crueldad y la vanidad.

Sin embargo, estos campeonatos no son más que una ilusión. Lo que sí puede ser realidad es la decisión de cada uno, una decisión muy personal, de despojarse de todo lo que es malo, y de pedirle a Cristo que sea su Señor y su Salvador.

Hermano Pablo

martes, 22 de noviembre de 2011

AMOR ABNEGADO

Lectura: Filipenses 2:20-30.
"Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida…" Filipenses 2:30
El 4 de diciembre de 2007, un soldado de 19 años que prestaba servicio en Irak vio que arrojaban una granada desde un techo. Apostando la ametralladora en la torrecilla de su Humvee, trató de desviar el explosivo… pero cayó dentro del vehículo. Tenía tiempo para saltar y salvar su vida, pero, en cambio, se arrojó sobre la granada, en un acto de asombroso altruismo que les salvó la vida a cuatro soldados compañeros de él.
Esta acción casi inexplicable de sacrificio personal puede ayudarnos a entender por qué la Biblia nos dice que hay una clase de amor que es más honroso que tener mucho conocimiento y una gran fe (1 Corintios 13:1-3).
Esta clase de amor puede ser difícil de encontrar. Esto hacía que el apóstol Pablo se lamentara de que hubiese personas que se preocupaban más de sí mismas que de los intereses de Cristo (Filipenses 2:20-21). Por esta razón, daba tantas gracias por Epafrodito, un colaborador que «estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida» para servir a los demás (v. 30).
Si creemos que nunca seríamos capaces de arriesgar nuestra vida para beneficio de otras personas, el ejemplo solidario de Epafrodito nos muestra cuál es el primer paso. Esta clase de amor no es normal ni común, y tampoco surge de nosotros, sino que procede del Espíritu de Dios que nos da el deseo y la capacidad de sentir por los demás un poco del afecto indecible que Dios tiene hacia nosotros.
Tu amor a los demás determina la medida de tu amor a Dios.

PROTEECCION Y FE

Dicen que una vez un hombre, era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre ingreso a una cueva y los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores de la que el se encontraba. Con tal desesperación elevo una plegaria a Dios, de la siguiente manera:

"Dios todopoderoso, haz que dos Ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren a matarme".

En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que el se encontraba, y vio que apareció una arañita. La arañita empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez mas angustiado:

¿Señor te pedí ángeles, no una araña?. Y continuó: "Señor por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme".

Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observo a la arañita tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores ingresando en la cueva anterior de la que se encontraba el hombre y este quedo esperando su muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva que se encontraba el hombre, ya la arañita había tapado toda la entrada, entonces se escucho esta conversación:

Vamos, Entremos a esta cueva. No. ¿No ves que hasta hay telarañas?, nadie ha entrado en esta cueva. Sigamos buscando en las demás cuevas.

La fe es creer que se tiene lo que no se ve, perseverar en lo imposible. Hay una frase muy bella que dice: "Si le pides a Dios un árbol te lo dará, en forma de semilla".

Pedimos cosas que desde nuestra perspectiva humana son lo que necesitamos pero, Dios nos da aquellas con las cuales nos muestra que con cosas muy sencillas, Él puede hacer mucho más.

"Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis".
Mateo 21:21


lunes, 21 de noviembre de 2011

«LA VIDA NO TIENE SENTIDO SIN TI»

«Quiero un pasaje de ida solamente, para Londres.» Así dijo en la agencia de viajes de Melbourne, Australia, Neil Browne, hombre de treinta años de edad.

Cuando tomó el avión y comenzó el vuelo, Neil se mostró sereno. Su rostro no reflejaba ni pena ni alegría, ni angustia ni temor, sino sólo la expresión del que ha tomado una decisión definitiva, la de poner fin a sus días.

Cuando llegó a Gales, punto final de su viaje, Neil cerró herméticamente las puertas de su auto, dejó el motor en marcha y se dejó morir asfixiado por el monóxido de carbono. En las manos tenía las fotografías de él y de su novia, y un mechón de los cabellos de ella. Tres días antes, su novia también se había suicidado, por ser imposible el casamiento de los dos.

He aquí otro caso de «pacto suicida», común entre muchos enamorados desde los tiempos de Romeo y Julieta, y otro doble suicidio de jóvenes que se suma a los miles que se producen semanalmente.

Neil Browne y Susan Pritchard se habían conocido en 1980 en Gales, Inglaterra. Se enamoraron y se juraron amor, eterno. La boda iba a realizarse en 1984, pero por desavenencias familiares, la joven no podía viajar a Australia. Por eso se suicidó arrojándose a las aguas de un río. Neil la siguió en el pacto suicida poco después.

«La vida no tiene sentido sin ti», escribieron los dos enamorados. Para ellos la vida consistía en estar unidos; en vivir siempre juntos, ya fuera como pobres o ricos; en mirarse y escucharse cada día; y en compartir todas las cosas, todos los momentos, todos los sentimientos, todas las ilusiones y todos los pensamientos.

Si eso no se podía realizar, era mejor morir, porque sin eso la vida carecería de importancia, de sentido y de estímulo.

Es precisamente esto último que Cristo demanda de aquellos que desean hacerse sus discípulos: un amor eterno, que no se satisface con nada de este mundo sino con la presencia permanente y la comunión con el Ser amado. Cristo recompensa ese amor, esa devoción y consagración a Él, con la más grande de las bendiciones para las cuales fue creado el hombre: conocerlo, amarlo y servirle como su Señor y Salvador.

Hermano Pablo

sábado, 19 de noviembre de 2011

JUAN 15:13

ORGULLO NACIONAL

Lectura: 1 Pedro 2:9-17."

Mas vosotros sois linaje escogido, […] nación santa, […] para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas" 1 Pedro 2:9

A mi esposa Martie y a mí nos encanta Inglaterra: su historia, su cultura y su gente. Cuando visitamos ese país, una de nuestras actividades favoritas es ir a conciertos al aire libre sobre las verdes laderas de antiguas propiedades. La última noche de conciertos es la mejor, con fuegos artificiales y cientos de ciudadanos que agitan pequeñas banderas británicas mientras cantan himnos patrios.Nos encantaba unirnos a esa celebración… hasta el verano en que nuestros hijos nos acompañaron. Cuando comenzamos a blandir nuestras banderas junto con los entusiastas británicos, ellos nos miraron horrorizados. Todavía puedo escucharlos gritar más fuerte que la música: «¿Qué están haciendo? ¡Ustedes son norteamericanos!».A menudo, Dios debe sentirse así cuando nos mezclamos y vivimos como los «locales» que nos rodean. Casi puedo oírlo decir: «¿Qué haces viviendo de ese modo? ¡Tú perteneces a mi nación!».Pedro nos recuerda que somos distintos: una «nación santa» (1 Pedro 2:9). Ser santo significa que somos únicos, apartados para Dios; que estamos asemejándonos a Él y reflejando Su forma de vida caracterizada por una cultura diferente. Significa que perdonamos las crueles ofensas, que somos misericordiosos, bondadosos, veraces y leales a nuestras promesas. Simplemente, es ser como Él.Así que, ¡comencemos a agitar la bandera de la santidad como miembros de la «nación de Jesús»!

La lealtad a Jesús debe verse y oírse en nuestro andar.