viernes, 5 de agosto de 2011

Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa..

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Mateo 5: 14-16

VIRUS DEL PECADO

Lectura: Romanos 6:14-23.
"Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia" Romanos 6:18
La pandemia de gripe A (H1N1) centró la atención del mundo en los virus. Estos son organismos vivientes que necesitan un huésped para sobrevivir y para causar estragos. En algunos casos, un virus está presente muchos años antes de que el huésped siquiera se entere. Durante ese tiempo, puede provocar daños incalculables en diferentes partes. Si se lo elimina de dicho huésped, el virus puede permanecer latente o morir.
De manera similar, el pecado necesita un huésped para mantenerse vivo. Por sí solos, los pecados como el orgullo, la codicia, el enojo y el egoísmo son sólo palabras. Sin embargo, cuando el pecado domina un huésped humano, trabaja provocando destrucción mientras la persona tiene vida.
Gracias a Dios, por la muerte de Jesús como sacrificio en la cruz, los creyentes en Él han sido posicionalmente «libertados del pecado» (Romanos 6:18). Aunque seguimos pecando, el Espíritu Santo que vive en nosotros nos ayuda a resistir ese «virus del pecado»: los deseos de la carne (Gálatas 5:16). El apóstol Juan nos dice: «Ninguno que sea hijo de Dios practica el pecado, porque tiene en sí mismo el germen de la vida de Dios» (1 Juan 3:9 DHH). Ahora andamos en dependencia del Espíritu y un día nos presentaremos «sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Judas 1:24).
¿Esto no te produce un gran consuelo al enfrentarte hoy con un mundo infectado por el «virus» del pecado?
El pecado es la enfermedad, Cristo es la cura.

jueves, 4 de agosto de 2011

ENCUENTRO CON JESUS

Nunca olvidaré aquel día
cuando a mi vida llegaste
en tinieblas yo me hallaba,
mas Tú mi senda alumbraste.

Entre multitud de gente
vagaba sin esperanza
como un barco a la deriva
naufragando, iba mi alma.

A inquirir comencé un día
¿qué pasaba? no sabía
entre temores y dudas,
existía mas no vivía.

¿Qué pasa conmigo, Dios?
¿Qué es lo que me está pasando?
Quiero reir y no puedo;
siempre termino llorando."

"Ayúdame mi buen Dios; "
ayúdame, te lo pido
sana ya mi corazón
y llena hoy mi vacío."

Al momento algo ocurrió;
Su Palabra El enviaba
"Soy la luz", dijo el Señor;
por una piedra me hablaba

Mi corazón se alumbró;
comprendí lo que pasaba
Al instante me rendí
pues JESUS me visitaba.

Desde entonces soy feliz;
tengo paz y tengo gozo
si me persiguen y ofenden,
como JESUS, yo perdono.

Hoy oro, canto y alabo
a mi Salvador bendito
no me canso de adorar a mi Dios,
pues El lo hizo.

¡Gloria doy a mi Señor!
¡Gloria al Espíritu Santo!
¡Gloria al Padre que me dió
lo que yo estaba anhelando.

¿Quieres tú también lo mismo?
¿Ansías vivir un cambio?
Ven hoy a mi Salvador,
mi JESUS te está esperando.

martes, 2 de agosto de 2011

EL YA SABE

Lectura: Mateo 6:5-8.
"No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis" Mateo 6:8
Un amigo, que es piloto comercial, me contó acerca de un vuelo en el que se enfrentó con un grave problema mecánico, con peligrosas implicaciones. Cuando se produjo esa situación, las luces de alarma de la cabina de mando le informaron lo que ocurría, él monitoreó todo hasta llegar a destino y, finalmente, aterrizaron sin inconvenientes.
Una vez que estuvieron en tierra, el piloto fue de inmediato a hablar con el equipo de mantenimiento para informar lo sucedido. Para su asombro, los mecánicos respondieron: «Ya conocemos del problema y estamos listos para arreglarlo. Cuando sonó la alarma en la cabina del avión, nosotros también recibimos automáticamente la advertencia».
Mientras me comentaba sobre este incidente, no pude evitar compararlo con las palabras de Jesús sobre nuestro Padre celestial: «… vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8). El Señor dijo esto para diferenciarlo de las personas que creen que debemos usar «vanas repeticiones», ya que «piensan que por su palabrería serán oídos» (v. 7). Jesús ratifica que Dios conoce a Sus hijos y se interesa por ellos.
Aunque el Señor conoce nuestras necesidades, aún desea que le contemos lo que tenemos en el corazón. Él está listo para escuchar nuestra oración y, por Su gracia, reparar los daños que hayamos experimentado.
La oración es la voz de la fe que confía en que Dios sabe todo y se interesa.

lunes, 1 de agosto de 2011

VÉRTIGO A TEMPRANA EDAD

Al bebé, de dieciocho meses de edad, lo llevaron al hospital. Estaba en estado comatoso. Presentaba grandes hematomas en la cabeza y golpes en diferentes partes del cuerpo. No pudieron salvarlo. Murió en las manos del médico.

Acto seguido, se dieron a la tarea de hallar al responsable de las heridas. No había duda de que la criatura había sido golpeada. Se trataba de homicidio.

Tras rondar un poco por el barrio de donde venía el bebé, encontraron al padre y a la madre. Los dos eran los culpables. La policía no dio a conocer sus nombres. Eran menores de edad; tenía dieciséis años él, y quince ella.

Aquí tenemos un caso de vértigo, de vertiginoso aturdimiento juvenil. Una pareja de adolescentes hace vida conyugal cuando él tiene sólo catorce y ella apenas trece años de edad. Pasan dos años y tienen un bebé porque, de todos modos, tienen la capacidad biológica para engendrar.

Pero un matrimonio así no puede funcionar sin caer en el vértigo. Las peleas son constantes. Los insultos vuelan como chispas. Y cada dos por tres se van a las manos. El bebé con sus inocentes llantos contribuye a agravar la situación, y en cierto momento, ciego de rabia, el padre agarra un bate de béisbol y le da en la cabeza. Vértigo. Aturdimiento vertiginoso, producto de la impaciencia juvenil.

Todo se ha vuelto locura. Hay violencia por todos lados. Hay frenesí de fiestas. Hay delirio de danzas. Hay furia de drogas. Hay enloquecimiento de pasiones. Hay torrentes de discordias.

Podríamos seguir multiplicando las metáforas, pero la verdad está ahí, y es pasmosa. El mundo está en vértigo y no hay quien lo rescate. ¿Por qué se pusieron a vivir juntos dos adolescentes que recién estaban emplumando? ¿Dónde estaban los padres de estos jóvenes? ¿Quién bendijo esa unión?

El vértigo arrebata a nuestros hijos cada vez más temprano. La adolescencia comienza a los diez años. La juventud se quema a los veinte. A los treinta, hombres y mujeres están hastiados de todo, y a los cuarenta, si sobreviven a las inclinaciones suicidas, se hunden en el remolino de esta loca vida.

Lo que el ser humano necesita es paz. Paz en el alma. Paz en la mente. Y esa paz sólo Dios la da. Cuando permitimos que Cristo sea nuestro Salvador, la vida adquiere un ritmo normal. El corazón se calma, la conciencia descansa, el espíritu se serena, y entonces encontramos la paz. Sólo Cristo puede librarnos del vértigo de la vida. Entreguémosle nuestro corazón. Él quiere darnos su paz.

Hermano Pablo

domingo, 31 de julio de 2011

EL LAPIZ

Un hacedor de lápices tomó un lápiz justo antes de meterlo en su caja, y le dio unos consejos. -Le dijo: “Hay 5 cosas que debes saber antes que seas enviado al mundo. Siempre recuérdalas y serás el mejor lápiz del mundo.”

Las 5 cosas son las siguientes:

1- Siempre harás cosas grandiosas, pero solo si te dejas sostener en la mano de alguien más.

2- Experimentarás el dolor en algunas ocasiones en que te saquen punta, pero será necesario para que seas cada vez un mejor lápiz.

3- Tendrás errores, pero tendrás un borrador para corregirlos todos.

4- La parte más importante de ti es la que llevas dentro, y …..

5- En cualquier superficie que seas usado, tendrás que dejar tu marca. No importan las circunstancias o las condiciones, deberás continuar escribiendo.

El lápiz entró en su caja prometiendo recordar estas 5 cosas y con un propósito en su corazón de ser útil.

MORALEJA:

Ahora podríamos ponernos nosotros en el lugar del lápiz y recordar estas 5 cosas para ser, cada día, una mejor persona.

1- Siempre harás cosas grandiosas, pero solo si te dejas sostener en la mano de Dios.

2- Experimentarás el dolor en algunas ocasiones de luchas y sufrimientos, pero será necesario para que seas más fuerte y valiente cada vez.

3- Tendrás errores, pero tendrás humildad para corregirlos todos y crecer por medio de ellos.

4- La parte más importante de ti es la que llevas dentro del corazón, y …

5- En cualquier superficie que camines, tendrás que dejar tu marca. No importan las circunstancias o las condiciones, deberás continuar sirviendo a Dios en cada momento.

MI SEÑOR

Lectura: Juan 20:19-29.
"Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!" Juan 20:28
El día que Jesús resucitó, se les apareció a Sus discípulos y les mostró Sus manos y Sus pies. Se nos dice que, en un primer momento, el gozo que tenían les impidió creer, ya que parecía demasiado maravilloso para ser cierto (Lucas 24:40-41). Tomás no estaba con ellos, pero a él también le resultó difícil creer hasta que lo vio con sus propios ojos. Cuando Jesús se le apareció y le dijo que pusiera sus dedos en los agujeros de los clavos y la mano en Su costado, Tomás exclamó: «¡Señor mío, y Dios mío!» (Juan 20:28).
Tiempo después, cuando Pablo les habló a los filipenses sobre sus sufrimientos, también declaró que Jesús es Señor. Les dio testimonio de que había llegado al punto de considerar todas sus experiencias como pérdida «por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Filipenses 3:8).
Tú y yo jamás vimos a Jesús calmando una tormenta ni resucitando a alguien de la muerte. No nos hemos sentado a Sus pies en una ladera de Galilea ni lo hemos escuchado enseñar. Sin embargo, a través de los ojos de la fe, hemos sido espiritualmente sanados por medio de Su muerte a nuestro favor. Por esta razón, podemos unirnos a Tomás, a Pablo y a muchísimas otras personas para reconocer a Jesús como nuestro Señor.
Jesús dijo: «Bienaventurados los que no vieron, y creyeron» (Juan 20:29). Cuando nosotros creemos, también podemos decirle a Él: «¡Señor mío, y Dios mío!».
Aunque no podamos verlo con los ojos, podemos creer con el corazón: ¡Él es Señor!