sábado, 23 de julio de 2011

CUBRIR LA BRECHA

Lectura: Juan 1:10-18.
"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" Juan 1:14
Cuando mis hijos eran jóvenes, pensé que quedarían impresionados con algunos de los pocos logros que quizá yo había alcanzado: leerían mis libros y se asombrarían con mis invitaciones para disertar en conferencias. Sin embargo, después descubrí que no habían leído ninguno de mis libros y que tampoco tenían idea de los lugares donde había estado como orador. Cuando mi hijo mayor finalmente leyó uno de mis libros, ¡me dijo que la única razón de haberlo hecho fue para que yo dejara de decirle a la gente que mis hijos nunca los habían leído!
Seamos realistas: En su mayoría, nuestros hijos no se sienten impresionados con nuestros logros. Así que, la única manera de cubrir la brecha es llegar a ellos allí donde se encuentran; entrar en su mundo. Para eso tenemos qAAue ir a jugar con ellos en el parque de diversiones o con la pelota en el patio trasero de la casa.
Jesús hizo así con nosotros. Juan dijo de Él: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria…)» (Juan 1:14). En otras palabras, el Señor descendió a nuestro nivel cuando vino a esta tierra, lo cual condujo a concretar Su logro más grandioso: cubrir una vez y para siempre la brecha entre Su mundo y el nuestro. ¡Recién entonces pudimos comenzar a entender cuán digno es Él de nuestra máxima adoración y alabanza!
Jesús cubrió la brecha entre el Dios infinito y el hombre finito.

viernes, 22 de julio de 2011

EL PODER DE LA PALABRA

La palabra, un elemento que utilizamos constantemente… un elemente cargado de un poder increíble. Seguramente conocemos el mensaje sobre ser sal y luz en un mundo pecador y perdido. Estamos llamados a serlo. El mundo contaminado se descompone día a día y nosotros debemos ser ingrediente de conservación, ir contra la naturaleza pecadora de este mundo, y además, ser luz, brindar la claridad que el mensaje de Salvación tiene.

Hablamos de la trascendencia que cobra en nuestras vidas para poder hacer efectiva esta tarea, el Espíritu Santo, el cual, no solo nos guía sino también es la fuente de la luz que debemos irradiar. No es de nosotros, sino de Él.

Un elemento y/o herramienta fundamental que tenemos los seres humanos para entablar relaciones es la palabra. A tra vés de ella, junto con nuestro actuar, queda de manifiesto nuestra personalidad. Y en la labor de ser sal y luz, ¿Nos valemos de las palabras adecuadas para lograrlo?

Quizás la pregunta mejor formulada sería ¿Existe una relación lógica entre nuestras palabras y nuestros actos? Y esto resulta un tema controvertido. Es difícil ser herramienta, es difícil dejar que otro hable por mí, aunque se trate del mismísimo Espíritu Santo. Siempre me resultara más fácil dar mi propia opinión, emitir mi propio juicio.

Quisiera enfocarme en nuestras relaciones de palabras:

Las palabras que nos decimos a nosotros mismos.


Voy a cambiar mi forma de ser, prometo estudiar más, trabajaré más en la iglesia, hoy comienzo mi la dieta… etc.

¿Cuántas promesas nos auto cumplimos? Nos miremos al espejo, y mirándonos a nuestros mismos ojos renovemos la pregunta… nadie puede mentirse a sí mismo. La gran mayoría d e nuestras propias promesas no son cumplidas. Ya comenzamos mal.

Las palabras que decimos a los demás.


En esta área tenemos absolutamente todas las dicotomías: palabras de amor y rencor, de aliento y desprecio, de furia y de calma, de verdad y de mentira, de hombre y de Dios…

Personalmente pienso que si no me cultivo interiormente, seguramente no tendré nada para ofrecer a otros. Básicamente si estoy enferma, no puedo dar salud a los demás. Si me miento y omito a mi misma, ¿Qué espero con el resto? Exactamente lo mismo… Así que seguimos mal…

Las palabras que le decimos a Dios.


Las considero las más graves. Porque éstas repercuten sin filtro alguno en nuestro futuro, con Dios no existen las medias tintas… Además, aunque yo las olvide Él sí las recordará: Mateo 12: 36 y 37.

En 2º Timoteo 1: 6 al 8 leemos que Dios “No nos ha dado un espíritu de temor, sino de PODER, de AMOR y de DOMINIO PROPIO.”

Pensar en estas tres palabras me llevan inexorablemente a pensar en la personalidad, la influencia y la honestidad en el lenguaje del cristiano. ¡Definitivamente no puedo solo! Es imprescindible mi dependencia absoluta con el Espíritu Santo de Dios que vive en mí para lograr todo exitosamente…

Las palabras que Dios espera que salgan de mi boca, son aquellas cargadas del poder que viene de Él, ese poder que convence de pecado, espera que tengan amor… para hablar a un mundo cargado, a mi hermano en dificultad, a mi hermano en desacuerdo, a mi familia confundida… palabras de dominio propio, que reflejen el carácter de Cristo a través mío.

No podemos solos, no puedo sola. Y Dios, en su sabiduría, ya lo sabía desde antes, por ello nos dejó SU ESPÍRITU en nosotros, para no errar, para dar en el blanco. No hay excusas, estamos llenos del AMOR de Dios, del PODER de Dios y de l CARÁCTER de Dios… ¿Se refleja?

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
noeliaescalzo

miércoles, 20 de julio de 2011

GRACIA,MISERICORDIA Y PAZ

Lectura: 2 Timoteo 1:1-10.
"Bendice, […] a Jehová. […] El que te corona de favores y misericordias" Salmo 103:1,4
Las palabras gracia y paz se encuentran en todos los saludos de Pablo en sus cartas del Nuevo Testamento a las iglesias. Además, en las epístolas a Timoteo y a Tito, también incluye la misericordia: «Gracias, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor» (2 Timoteo 1:2). Examinemos cada uno de estos términos.
Gracia es lo que nuestro Dios santo concede y que nosotros, por ser pecadores, no merecemos. Hechos 17:25 nos enseña que «él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas». Sus dádivas incluyen hasta nuestra próxima respiración. Aun en nuestra hora más oscura, Dios nos da fuerzas para que podamos soportar.
Misericordia es lo que el Señor retiene, pero que sí merecemos. Lamentaciones 3:22 dice: «Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos». Incluso cuando nos desviamos, Dios nos da tiempo y nos ayuda a regresar a Él.
Paz es lo que Dios concede a Su pueblo. Jesús dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da» (Juan 14:27). Aun en los peores momentos, tenemos tranquilidad interior porque nuestro Dios tiene el control.
Podemos cobrar ánimo al saber que, a lo largo de nuestra vida, el Señor nos dará la gracia, la misericordia y la paz que necesitamos para vivir para Él.
La gracia de Dios es inconmensurable; Su misericordia, inagotable; Su paz, inenarrable.

lunes, 18 de julio de 2011

domingo, 17 de julio de 2011

TODA LA VIDA JUNTAS

Nacieron juntas porque eran mellizas. Y vivieron juntas toda la vida, hasta morir en enero de 1993 a los cuarenta y tres años de edad. Eran Yvonne e Yvette, dos hermanas de Long Beach, California.

A los seis años de edad comenzaron a cantar juntas. Juntas, y con otros grupos, cantaron por todo el país. Juntas actuaron en circos y en televisión, y juntas estudiaron enfermería. Siempre estaban juntas porque Yvonne e Yvette no podían separarse. Eran hermanas siamesas, unidas físicamente por la cabeza.

En la ceremonia fúnebre el pastor de ellas, John Shepherd, dijo: «Juntas nacieron, juntas vivieron, juntas alabaron a Dios en canto, juntas partieron de este mundo, y juntas llegaron al cielo.»

He aquí una historia como para hacer una película. Cuando Yvonne e Yvette nacieron, su madre, que era muy pobre y estaba separada de su esposo, tenía ya cinco hijos. Cuando le dijeron que debía internar a las siamesas en alguna institución especializada, la buena mujer contestó: «Dios me ha enviado estas niñas, y Él me enseñará como criarlas.»

¿Cómo pueden dos hermanas siamesas vivir cuarenta y tres años juntas y ser felices? ¿Cómo pudieron, a los seis años de edad, cantar juntas en la iglesia, y luego continuar su vida actuando en circos y en televisión? ¿Cómo pudieron viajar por todo el país con otros conjuntos, y sin embargo estudiar la carrera de enfermería?

Pudieron hacer todo eso conservando un carácter alegre y optimista, porque su madre confió en Dios y puso a las siamesitas en sus manos. La fe en Dios produce fuerzas increíbles donde éstas no existen.

Hay personas que niegan la realidad de un Salvador viviente. Niegan que Dios es amor. Niegan que la fe en Cristo tenga poder. Niegan que Dios puede y quiere intervenir en nuestra vida. Niegan todo lo que es cristiano, espiritual, divino y eterno. Por eso viven en la amargura, la derrota y la miseria. Y por eso mueren sin esperanza, porque nunca quisieron creer en el Dios de la esperanza. Pero vidas como las de Yvonne e Yvette McCarther son un rotundo mentís a todas esas personas que niegan la eficacia del amor de Dios.

Cristo vive, y puede dar perdón, salvación y triunfo sobre todas las contrariedades de la vida. Cuando alguien clama a Cristo en medio de sus frustraciones, Cristo está a su lado, dispuesto a tenderle una mano de salvación. Él desea ser nuestro refugio. Confiemos en Él.

Hermano Pablo

sábado, 16 de julio de 2011

MOSTRAR, LUEGO HABLAR

Lectura: Mateo 5:11-16.
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre…" Mateo 5:16
Hubo una época en que una ciudad del oeste de los Estados Unidos quizá haya sido el lugar más hostil del país al evangelio. Las cafeterías tenían carteles con anuncios de reuniones de hechiceros para aprender a embrujar a los enemigos.
El entorno era tan desafiante para las iglesias que casi no conseguían permisos del concejo municipal para congregarse. Muchos líderes de esas iglesias sólo se lamentaban de la situación, hasta que un grupo de pastores comenzó a reunirse con regularidad para orar y después decidió practicar el amor de Jesús en la ciudad. Comenzaron un ministerio entre los «sin techo», los enfermos de SIDA y los jóvenes en situación de riesgo. Con fidelidad y un propósito definido, suplieron con el amor de Dios las necesidades de la gente dolida. Poco después, las organizaciones locales comenzaron a convocarlos para ayudar. Y lo más importante de todo fue que las iglesias empezaron a crecer a medida que la gente respondía al evangelio expresado en acciones.
Esto comprueba lo siguiente: A veces uno tiene que «mostrar» y recién después hablar. En realidad, nadie quiere escuchar lo que tenemos para decir del amor de Jesús hasta que lo hayan visto en nuestra vida (Mateo 5:16). Entonces, aun los más acérrimos opositores quizá se alegren de que tú estés en su ciudad, su oficina o su vecindario. Y también podrías llegar a tener la oportunidad de hablarles de Cristo.
Cuando compartes el evangelio, asegúrate de que también lo vivas.

BUENAS OBRAS

El cual pagará a cada uno conforme a sus obras. Romanos 2:6.

Por algún motivo, muchos cristianos no entienden el lugar de las obras en la experiencia espiritual. Las obras no salvan a nadie. La Biblia enseña, con claridad meridiana, que la salvación es únicamente por la gracia maravillosa de Jesús.

Este mensaje está presente desde el libro de Génesis, cuando un cordero, que simbolizaba a Jesús, era sacrificado a fin de resolver el problema de la desnudez humana; pasando por el pueblo de Israel, en que cada israelita tenía que ofrecer a Dios un corderito, como expiación por su pecado, hasta el libro de Apocalipsis, que termina diciendo: “La gracia del Señor esté con todos vosotros”.

Pero, el texto de hoy es también claro, al afirmar que el resultado final de la gracia son las buenas obras y que, finalmente, seremos juzgados por lo que hicimos o dejamos de hacer.
La gracia no está reñida con las obras; ambas tienen lugar en la experiencia de una persona que ha entregado su vida a Jesús. La gracia es la causa de la salvación; las obras, son su resultado. La confusión sucede cuando cambia­mos los papeles, y pensamos que las obras nos califican para la salvación; o, ya que fuimos salvos en Cristo, no necesitamos preocuparnos por las obras.

La otra confusión surge cuando deseamos que las buenas obras sean el resultado de nuestro esfuerzo. Si para alguna cosa vale el esfuerzo humano, es para buscar a Jesús y mantener, con él, un compañerismo diario a través de la oración, el estudio de la Biblia y la testificación.

¿Por qué se necesita esfuerzo? Porque la naturaleza humana, que todavía cargamos, nos conduce lejos de Dios; no es natural que quiera vivir en co­munión con Jesús.
Pero, el hecho de que no sea natural no significa que debas quedarte vegetando en el terreno de la mediocridad espiritual, y aceptes pasivamente una vida de derrotas espirituales.

La victoria es posible con Jesús. Por eso, el libro de Apocalipsis está re­pleto de promesas para los vencedores. La victoria no es una fantasía, ni una utopía, ni algo reservado solo para quienes tienen gran fuerza de voluntad. La victoria es un presente de amor, que Jesús ofrece a los que, con humildad, lo buscan. Haz de este día un día de victorias espirituales y de muchas obras, sa­biendo que Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras.