martes, 28 de junio de 2011

LAS PERSONAS CORRECTAS

Lectura: 1 Corintios 12:7-18.
"Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso" 1 Corintios 12:18
La película El milagro narra la historia verídica del equipo norteamericano de hockey sobre hielo que lucha sin probabilidades por obtener una medalla de oro en las Olimpíadas de 1980. Al principio, muestra al entrenador Herb Brooks seleccionando los jugadores para su equipo. Cuando le da la lista a Craig Patrick, el entrenador asistente, este dice sorprendido: «Te faltan algunos de los mejores jugadores». Brooks responde: «Craig, no estoy buscando a los mejores jugadores, sólo a los correctos».
Brooks sabía que el talento individual sólo los llevaría hasta cierto punto. La disposición a adecuarse a su estilo de juego participativo era mucho más importante que la habilidad. Sin duda, la prioridad era el éxito del equipo, no la gloria individual.
El llamado bíblico al servicio tiene un énfasis similar. En los propósitos de Dios, cada creyente hace su parte, pero los resultados tienen una orientación grupal. Después de explicar las grandes diferencias en los dones espirituales, Pablo dice: «Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho» (1 Corintios 12:7). Al usar las capacidades que el Señor nos da, Sus propósitos se llevan a cabo y Él recibe la gloria. Lo importante no es ser los mejores, los más talentosos o los más dotados, sino las personas correctas, aquellas que Dios «ha colocado […] en el cuerpo» (v. 18), unidas para servir al mismo equipo.
No hay personas insignificantes en el cuerpo de Cristo.

lunes, 27 de junio de 2011

SUS PADRES NUNCA REGRESARON

No había para Francesca edificio más intimidante ni pórtico más amenazador. No había, tampoco, un ambiente más frío ni un sentir más indiferente. Todo producía aprensión. Francesca era una dulce y linda niñita de seis años de edad. El edificio al cual entraban era un asilo para niños con enfermedades mentales. Y quienes la llevaban de la mano eran sus propios padres.

Hablaron largamente con el médico. Después llenaron una buena cantidad de papeles. La niña, con un leve retraso mental, miraba todo con asombro. Cuando terminaron de hablar, le dijeron a Francesca: «Espéranos aquí. Volveremos pronto.» Y diciendo eso, salieron por la misma puerta por donde habían entrado.

La niña quedó sola y confundida en manos de extraños. Y los padres nunca regresaron. La chiquita pasó el tiempo en silencio, sin hablar, sin sonreír, casi sin moverse, esperando inútilmente el regreso de sus padres.

Después de cuatro años, siempre esperando, se ahogó con una semilla de ciruela. No se sabe si fue sin querer o si ella misma lo provocó, pero murió esperando. A pesar de su corta edad, tenía un corazón sensible que nunca pudo comprender por qué la abandonaron sus padres.

¡Qué duros e inhumanos son los corazones de algunas personas! A nosotros nunca se nos ocurriría hacer algo así. Y sin embargo, ¡qué fácil nos es estar totalmente imbuidos en nuestros intereses personales! En el trabajo, en la actividad social, o incluso en la televisión, estamos nosotros también, sin advertirlo, abandonando con indiferencia a los hijos nuestros.

A un clérigo, en su último descanso terrenal, lo estaban velando muchos de su congregación. De repente entró un joven a la sala, con rostro que revelaba indicios de que era alcohólico. Contemplando el cuerpo inerte y viendo en torno suyo toda esa gente de maneras refinadas, dijo: «Ahora sé, padre, dónde estabas tú cuando yo más te necesitaba.»

Parece que aquel clérigo no había comprendido que la primera responsabilidad de todo esposo es su esposa, y que la primera responsabilidad de todo padre son sus hijos. Cuando se altera ese orden, el resultado siempre es la desgracia.

Por eso Cristo dijo: «¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes» (Mateo 7:9-11,12).

Hermano Pablo

CULPABLE DE ABUNDANCIA

Lectura: 1 Timoteo 1:12-17.
"La gracia de nuestro Señor fue más abundante" 1 Timoteo 1:14
Un hombre rellenaba una solicitud de empleo, cuando llegó a la pregunta: «¿Alguna vez fue arrestado?». Él escribió: «No». La pregunta siguiente, para que contestaran los que había respondido que sí, era: «¿Por qué?». De todos modos, el postulante la contestó escribiendo: «Porque nunca me atraparon». Sin duda, ¡él sabía que era culpable de muchas cosas!
Así le sucedió al apóstol Pablo. Él sabía que había hecho mal y que había pecado contra Dios. Escribió: «Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador» (1 Timoteo 1:13). Incluso se autodenominó «el primero» de los pecadores (v. 15).
En un tiempo, nosotros también estábamos separados del Señor por causa de nuestro pecado y éramos considerados Sus enemigos (Romanos 5:10; Colosenses 1:21). Pero, cuando confesamos nuestro pecado y reconocimos que necesitábamos ser perdonados, Él nos limpió y nos hizo personas nuevas.
Los que conocemos al Señor desde hace muchos años podemos tender a olvidarnos de dónde fuimos rescatados y cuánto se nos ha perdonado. Mencionar nuestros fracasos pasados y presentes, y alabar a Dios por Su perdón nos ayudará a no actuar como «santurrones» cuando hablamos con personas que todavía no conocen a Cristo como Salvador.
La verdad es que todos hemos sido culpables de muchas cosas, y Dios merece la gloria por Su misericordia hacia nosotros.
Gracia significa dar todo a quienes no merecen nada.

domingo, 26 de junio de 2011

CONCIERTO DE ARIEL KELLY Y RICHARD CEPEDA


No os podéis perder el concierto de Ariel Kelly, Richard Cepeda y nuestra pastora Elena Flores, donde sobre todo el nombre de Dios será exaltado y muy importante también será proclamado, esperamos que no os perádais esta gran noche.

si queréis reservar entradas o más información llamar a los números de teléfonos 93 - 313.04.05 Ó 662.373.695

RICHARD CEPEDA

ARIEL KELLY

sábado, 25 de junio de 2011

DIVORCIO DE HIJOS Y PADRES

El juez golpeó la mesa con el martillo, y solemnemente pronunció la sentencia: «Concedida la demanda. Gregory queda divorciado de Raquel.» Pero en este caso se refería al divorcio en sentido figurado, porque quien se divorciaba era un niño de doce años de edad.

El menor había solicitado, en un tribunal de la Florida en los Estados Unidos, divorciarse de su madre Raquel Kinsley para poder ser adoptado legalmente por George y Lizz Russ, la pareja que lo había prohijado. El juez concedió este extraño divorcio porque Raquel, la madre, había abandonado por completo a su hijo prácticamente desde que nació.

En la actualidad los divorcios no son excepcionales, pero este divorcio es singular porque lo solicitó contra su madre un niño de doce años. La madre era drogadicta, mujer de bares y clubes nocturnos, de hombres, de fiestas y de abandono. En los doce años de la vida de Gregory, Raquel nunca fungió como verdadera madre. Fue madre biológica y nada más.

Gregory nunca tuvo cariño, ni educación ni cuidado. En cambio, la otra pareja le dio a Gregory todo lo que un niño necesita: amor, protección, consejos y la palabra mágica «hogar».

Lo cierto es que el hogar y la familia están sufriendo un ataque despiadado por parte de fuerzas enemigas como lo son el desapego de los padres hacia los hijos, la libertad excesiva, los vicios desenfrenados, la inmoralidad desvergonzada, y la irreligiosidad. La antigua institución judeo-cristiana se bambolea: las paredes se resquebrajan, el techo se hunde, los cimientos ceden y la casa se viene abajo.

¿Qué consecuencias trae este derrumbe del hogar, especialmente entre los adolescentes? Drogadicción, pandillaje, relaciones sexuales fuera del matrimonio, embarazos indeseados, delincuencia juvenil. Todos estos males tienen origen en hogares que no son hogares sino sólo casas, cuatro paredes frías sin alma.

¿De dónde proceden todos estos males sociales? De un gran divorcio previo, cuando el hombre se divorció de Dios. Todos los males que hay en el mundo —y la lista es larga— provienen de aquel primer divorcio que Adán y Eva hicieron de Dios su Creador y Padre.

Sin embargo, es posible reconciliarse con Dios y volver a casarse. Hay sanidad en la familia cuando se restablece esta comunión. Sometámonos al señorío de Jesuscristo. Cuando Él es Señor de nuestra vida, de nuestro matrimonio y de nuestro hogar, todo cambia. Él está en este momento tocando a la puerta de nuestro corazón. Abrámosela hoy mismo.

Hermano Pablo