viernes, 29 de abril de 2011

AGENDAS EXIGENTES

Lectura: Marcos 1:32-39.
"Toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos..." Marcos 1:33-34
¿Vives muy ocupado? Los plazos de entrega comerciales, las cuotas de productividad, y el transportar a los hijos a actividades educacionales y deportivas pueden indudablemente llenar tu agenda. Es fácil pensar: Si no tuviera tantas responsabilidades, podría andar en una comunión vital con Dios.
Sin embargo, C. S. Lewis señala con sabiduría que nadie estaba más ocupado que Cristo. «Nuestro ejemplo es el Jesús […] del taller, los caminos, las multitudes, las demandas clamorosas y la oposición avinagrada, la falta total de paz y de privacidad, las interrupciones. Por eso, […] es la vida divina operando en condiciones humanas».
Acerca de Jesús en Capernaum, leemos: «Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos…» (Marcos 1:32-34). Al día siguiente, Cristo buscó un lugar solitario para orar. Allí recibió dirección de Su Padre para continuar con un ministerio exigente en otro lugar. Nuestro Señor estaba en comunión con Su Padre y dependía del Espíritu para que obrara a través de Él.
¿Tienes una agenda exigente? Sigue el ejemplo de Jesús y aparta un tiempo especial para orar. Luego, depende del poder de Dios para que te ayude a cumplir con las exigencias de cada día.
Para mantener tu vida en equilibrio, apóyate en el Señor.

jueves, 28 de abril de 2011

«PÉGATE UN TIRO»

Fue una conversación muy emotiva entre madre e hijo, una conversación realizada por teléfóno en una de las grandes ciudades del mundo. El hijo, de treinta y siete años de edad, lloraba. Lloraba como cuando era niño.

—¿Qué hago, mamá, qué hago? —decía entre sollozos.

Y la madre, sollozando también, y con el alma partida en dos, sin hallar una palabra de consuelo le dijo:

—Antes que sigas matando gente, hijo, pídele perdón a Dios por lo que has hecho, y pégate un tiro.

A los diez segundos, la madre oyó en su auricular el disparo. Se trataba de Dean Hemrick, hijo de Sara Carpenter. Dean había matado a cuatro personas, y estaba encerrado en su apartamento, rodeado de policías. Había perdido toda esperanza.

He aquí otro drama de pasiones descontroladas. Dean Hemrick, loco de celos, había matado a su esposa y a tres personas más. Luego se había encerrado en su apartamento, y desde allí había llamado desesperadamente a su madre. La anciana, con el corazón desgarrado, no le dio más consejo que: «Pégate un tiro.»

Cuando se ha esfumado toda esperanza, nuestras decisiones nunca son racionales. Cuando hemos perdido la fe, hemos perdido también el rumbo. Sin fe y sin esperanza no sabemos qué hacer. Cuando no tenemos luz ni guía el mundo nos parece un gigantesco laberinto. Todo lo que hacemos y pensamos nos confunde y nos trastorna. Somos como un barco en alta mar sin brújula y sin timón. Esa es la vida del que no tiene esperanza. Esa es la vida del que no tiene fe.

Sin embargo, nadie en este mundo tiene que vivir sin fe. Al contrario, la fe es parte natural del ser humano. Nacimos con fe. Nacimos con la capacidad de confiar. Si así no fuera, ningún bebé sobreviviría. La fe es parte de nuestra herencia divina.

¿Qué es entonces lo que nos ocurre? Que con los años y las traiciones, con las mentiras y los artificios, nos volvemos ariscos. Perdemos la candidez. Se nos va la fe. Le tenemos miedo a todo, y nuestra vida entera es un constante huir.

A Dios gracias que esa no tiene que ser nuestra condición. Ninguno de nosotros tiene por qué vivir así. Para cada uno hay un mejor destino que ese. La venida de Jesucristo a este mundo es la solución de Dios para esa condición desesperada del ser humano. Cristo mismo dijo: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28). Si nuestra vida está llena de desasosiego y confusión, busquemos a Cristo. Él es la solución. Él nos está esperando.

Hermano Pablo

miércoles, 27 de abril de 2011

SU ÚLTIMO DESEO

«¿Desea usted algo?» La pregunta era natural y un tanto trivial. Es la pregunta que la empleada doméstica le hace al ama de casa cuando ésta toca el timbre. Es la pregunta que nos hace todo dependiente de comercio cuando nos acercamos al mostrador. Es la pregunta que el soldado le hace al coronel cuando éste lo llama.

Pero en este caso la pregunta no era trivial. Se la hicieron a Mark Hopkinson, de cuarenta y dos años de edad. Y quienes la hacían eran los guardias de la prisión de Rawlins mientras llevaban a Hopkinson a la cámara de inyección letal. El hombre, cínico como siempre, respondió: «Sí, tráiganme una rubia y un helicóptero.»

Este hombre, ejecutado el día 21 de enero por tres homicidios, jugó cínicamente la vida. Desprovisto de reverencia alguna, haciendo alarde de ateísmo, sin respeto a nada ni a nadie fuera de su propio egoísmo, vivió en el delito desde los veinte años de edad. A los cuarenta mató a una pareja y al hijito de ambos, a fin de robarles. Después trató de eliminar a un testigo ocular, y el intento se vio frustrado. Así terminó sus días, en la mayor frialdad.

Hay personas que, al igual que Hopkinson, no saben lo que es pudor, ni dignidad, ni honorabilidad ni vergüenza. Quizá no lleguen al extremo de matar al prójimo, pero hacen, como quiera, gala de despreocupación moral, de cinismo indiferente, de callosidad de conciencia, de insensibilidad espiritual. Si se les pregunta: «¿Desea usted algo?», son capaces de dar la misma respuesta de Hopkinson, y con el mismo cinismo descarado: «Sí, una rubia y un helicóptero.»

Para personas así, la vida no es más que placeres sensuales, ganancias materiales, ateísmo artificial, y subir por la escala de la sociedad a costa del prójimo, sacrificando cualquier principio moral o cualquier sentimiento emocional.

El diccionario define cinismo como «impudencia, desvergüenza, procacidad.» Oscar Wilde, escritor y dramaturgo inglés, decía: «El cínico es aquel que conoce el precio de todo, pero no conoce el valor de nada.» El libro de Proverbios en la Biblia dice: «Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez» (Proverbios 5:22‑23). Esa es la vida del cínico.

Tengamos la humildad de reconocer nuestra necesidad. Responder con cinismo al que quiere ayudarnos es la mayor demostración de irresponsabilidad. Esta gran verdad se aplica, especialmente, a nuestra relación con Dios. Acerquémonos a Él en humilde contrición y digámosle: «Ten compasión de mí, que soy pecador» (Lucas 18:13).

Hermano Pablo

¡EL MURIO POR MI!

William y Mary Tanner estaban cruzando los rieles del ferrocarril cuando sucedió. El pie de Mary resbaló y se encajó entre el riel y el cruce para peatones de madera. Ella trató frenéticamente de sacar el pie al tiempo que empezó a escuchar el ruido de un tren que se aproximaba. Sólo quedaban segundos, pues el expreso venía a toda prisa hacia ella por una curva. Will Tanner le haló el pie desesperadamente tratando de liberarla.

Cuando el tren se acercó más, y el silbido sonó a todo volumen, y los frenos chirriaron, Will la tomó en sus brazos. Mientras la gente se estremecía horrorizada, el tren les pasó por encima. Un testigo dijo que justo antes de que la máquina los golpeara escuchó al valiente hombre gritar: «¡Me voy a quedar contigo Mary!» ¡Ese sí que es un gran amor!

Esta historia me recuerda a nuestro Salvador, el cual nos amó con un amor que puede salvarnos (Juan 3:16). La muerte se precipitó sobre Él mientras pendía en la cruz y asumió la pena completa que nosotros merecíamos. Escuchó a personas gritarle que se salvara a Sí mismo y que bajara de la cruz (Mateo 27:40). Pero para salvar a los demás, Cristo optó por no salvarse a Sí mismo (v.42).

Con amor divino y sacrificatorio, Jesús rehusó salvar su propia vida. Murió para poder perdonar nuestros pecados. Nuestro Salvador se quedó en la cruz: por ti y por mí. –Doctor M. R. De Haan

UNIVERSO HUMANO

Lectura: Hechos 28:16-31.
"Y Pablo […] recibía a todos los que a él venían" Hechos 28:30
Durante las décadas de 1920 y 1930, el fotógrafo August Sander decidió retratar diferentes facetas de la sociedad alemana. A través de sus lentes vio operadores de fábricas y financistas, actrices y amas de casa, nazis y judíos. Aunque su colección publicada contiene sólo personas de su ciudad natal, Colonia, y de los alrededores, Sander captó lo que David Propson, en un artículo del periódico The Wall Street Journal, denominó «un universo humano en su esfera limitada».
Esta frase me resulta una descripción apropiada de nuestras vidas y de la gente con quien nos encontramos día tras día. Dondequiera que vivamos, nos cruzamos con personas de muchas extracciones y creencias.
El apóstol Pablo viajó y predicó durante años antes de ser encarcelado en Roma. Allí continuó alcanzado personas con el evangelio, porque se interesaba en ellas y deseaba que conocieran a Jesucristo. El libro de los Hechos concluye con el confinamiento de Pablo en esa ciudad, viviendo bajo vigilancia en una casa alquilada, donde «recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo» (Hechos 28:30-31).
En vez de centrarse en sus limitaciones, Pablo las consideraba oportunidades. Esta es la clave para nosotros también. Hoy hay un universo humano a nuestro alcance.
El evangelio es un regalo invalorable que se ofrece gratuitamente a todos.

domingo, 24 de abril de 2011

ESPERANZA FALSA

Lectura: Efesios 2:1-10.
"Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras…" Efesios 2:8-9
Un bonito pueblo de Bavaria, en Alemania, se llama igual que un lugar horroroso: Dachau. Un museo ubicado en terrenos de este infame campo de concentración nazi atrae muchos aficionados a la historia de la Segunda Guerra Mundial.
A quien recorre el lugar, le resulta difícil pasar por alto las engañosas palabras grabadas en una puerta de hierro: Arbeit Macht Frei. Esta frase (El trabajo te da libertad) era tan sólo una vil mentira que creaba falsas expectativas en aquellos que ingresaban a ese sitio de muerte.
En la actualidad, muchas personas tienen la falsa esperanza de poder ganarse un lugar en el cielo siendo buenos o haciendo las cosas bien. Sin embargo, el patrón de perfección divino exige una vida completamente sin pecado. No hay manera de que alguno de nosotros pueda ser «suficientemente bueno». Sólo somos hechos justos por medio del sacrificio del Salvador impecable. A Jesús, Dios «por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5:21). La vida eterna se concede debido al don de la gracia de Dios, no por nuestras buenas obras (Efesios 2:8-9).
No permitas que Satanás te engañe dándote la esperanza falsa de que tus buenas obras te salvarán. Es únicamente mediante la obra de Jesús en la cruz que puedes tener verdadera libertad.
No somos salvos por las buenas obras, sino por la obra de Dios.

sábado, 23 de abril de 2011

«ERROR HUMANO, DESCUIDO Y NIEBLA»

Uno era un Boeing 727 de Iberia. El otro era un DC-9 de Aviaco. Ambos estaban cargados de pasajeros, y ambos corrían por la misma pista. Era la pista de despegue en el aeropuerto de Madrid, capital de España.

Pero los dos aviones de pasajeros no corrían en el mismo sentido, sino que cruzaron sus líneas. La colisión que se produjo fue fatal. Del terrible choque resultaron muertas noventa y tres personas, tanto del Boeing como del DC-9. Fue uno de los más graves accidentes ocurridos en Madrid en el siglo veinte. ¿La causa? «Error humano, descuido y niebla cegadora», anunciaron los diarios.

Hay en realidad pocos accidentes de aviación en comparación con los miles de vuelos que se realizan todos los días alrededor del mundo. Pero cada vez que hay un accidente grave, la prensa mundial conmueve la opinión pública. Y casi siempre la causa de estos accidentes que cuestan centenares de vidas humanas se atribuye al descuido, a la imprevisión o a la falta de señales adecuadas. En ese accidente de Madrid, la causa fue una niebla cegadora, que apenas dejaba ver, y una falla en la torre de control que le dio pista a dos grandes aviones al mismo tiempo.

Así como sucede con los accidentes aéreos, podríamos decir que las demás tragedias que perjudican a las personas, afectan los matrimonios y destruyen los hogares se deben también a «error humano, descuido y niebla» que enceguece.

Pongamos por ejemplo un matrimonio que llega al juzgado para ponerle fin a su relación conyugal. ¿Cuáles son las causas que han provocado el divorcio? En demasiados casos, error humano, de él o de ella, al entregarse a un amor prohibido.

Y descuido. Descuido de los votos solemnes que se hicieron al comienzo de su vida matrimonial. Descuido de las eternas leyes de Dios. Descuido del amor, de la comunicación y del compañerismo imprescindibles entre esposo y esposa para mantener la unidad y la felicidad.

Y niebla cegadora. Niebla de falsos conceptos del amor. Niebla de la conciencia, que no le importa hacer el mal. Niebla que enceguece, de una mala moral cuya sola base es el egoísmo.

Para evitar semejantes tragedias, necesitamos un Salvador, un Señor y un Maestro que nos ponga en el carril adecuado, nos mantenga en una línea recta de conducta y nos provea una sólida fuerza moral. Necesitamos a Jesucristo, único Maestro, Señor y Salvador. Por Él, y con Él, podemos evitar la desgracia.

Hermano Pablo