jueves, 17 de marzo de 2011
UN DIOS BUENO
"Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia" Salmo 9:9
Cuando mi cuñado Chuck era misionero en Mali, Africa Occidental, tuvo un accidente de tránsito. Un hombre se cruzó en el camino, delante de su motocicleta. Como resultado del choque, mi cuñado y la moto se arrastraron por el suelo unos 60 metros. Poco después de recuperar el conocimiento, en el hospital, el doctor le dijo a Chuck que había "tenido mucha suerte". Él sonrió y contestó: "Dios es bueno".
Tiempo después, se puso a pensar en lo que había pasado ese día. El hombre al cual atropelló no tuvo heridas de importancia ni duraderas, y él también se recuperó. Pero ¿qué habría sucedido si alguno de ellos moría? Entonces, pensó: Dios seguiría siendo igualmente bueno.
Cuando experimentamos alguna tragedia, quizá dudamos de la bondad de Dios. ¿El Señor es siempre bueno? Si, lo es. Él no promete que nunca nos sucederán cosas malas, pero sí afirma que es "nuestro amparo y fortaleza" (Salmo 46:1). No nos asegura que jamás atravesaremos circunstancias desgarradoras, pero sí promete que no estaremos solos (23:4).
Dios es bueno; no importa el sufrimiento que estemos experimentando. Aunque no entendamos, podemos decir con Habacuc: "Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación" (3:18)
Dios prueba nuestra fe para que confiemos en Su fidelidad.
miércoles, 16 de marzo de 2011
EL VERDADERO HEROE
"Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" Juan 3:30
Louis B. Neumiller era conocido por su humildad, integridad y dedicación a la excelencia. Como presidente de la compañía Caterpillar Tractor, en 1941–1954, mantuvo su fábrica en actividad durante los desafíos de la Segunda Guerra Mundial y la convirtió en una empresa multinacional. En el libro En su tiempo: lecciones de los grandes líderes del siglo xx, los autores Mayo y Nohria describen el liderazgo de Neumiller como un «éxito sin fanfarria». Señalan que la marca de su grandeza fue que separó su identidad del negocio y «dejó que su empresa se convirtiera en el héroe en lugar de él».
Esta misma característica de generosidad la observamos en Juan el Bautista, el dinámico predicador que habitualmente declaraba que su misión era preparar el camino para el Mesías. Cuando los seguidores de Juan se preocuparon porque Jesús bautizaba gente y las multitudes lo seguían, él dijo: «Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. […] Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:28,30).
Como seguidores de Cristo, ¿estamos exaltándolo a Él en vez de buscar nuestra propia honra? En lugar de decepcionarnos cuando nuestra contribución pasa desapercibida, deberíamos estar contentos, porque nuestro mayor privilegio es engrandecer al Señor. ¡Él es el héroe!
Honrarlo a Él es una marca de grandeza.
Para ser un gran creyente, sé pequeño y permite que Dios sea grande en tu vida.
SU ÚLTIMO MENSAJE
—Estoy sumamente deprimido —dijo Ricardo Leiva a sus compañeros de trabajo—. Estoy tan deprimido que ni siquiera siento dolor.
Y puso el brazo sobre la llama abierta de una cocina de gas.
Al mediodía pidió permiso en el trabajo para ir a su casa. Como no regresó en la tarde, el jefe lo llamó por teléfono.
Este es Ricardo Leiva —contestó una voz doliente y apagada.
Pero era una grabadora.
—He decidido acabar con mi vida —siguió diciendo el mensaje grabado—. La vida me ha consumido. He tomado catorce pastillas en los últimos cuarenta minutos. Si eso falla, usaré mi pistola 45.
Cuando la policía abrió la puerta de su casa, Ricardo estaba muerto. Pero su teléfono seguía contestando:
—Este es Ricardo Leiva...
He aquí otro que se suma a lo que ha llegado a ser una interminable lista de suicidas.
Ricardo Leiva era un ingeniero electrónico que llevaba cinco años trabajando en la misma empresa. Vivía bien. Tenía pocos amigos, es cierto, pero en su trabajo se llevaba bien con todos. De pronto entró en una profunda depresión, y no encontró más recurso que catorce pastillas somníferas y el tiro de una pistola.
¿Qué lo llevó a esa extrema resolución? Conjeturas hay muchas, pero hay una sola causa básica, que siempre es la misma. Esa causa básica es la falta de fe. No es la falta de religión. Lo cierto es que los suicidas suelen tener religión. Suelen ir mucho a la iglesia. Muchos, incluso, le piden perdón a Dios por lo que van a hacer. En sus notas de suicidio dicen con frecuencia: «¡Que Dios me perdone!»
Religión tienen. Lo que no tienen es fe, fe verdadera y comunión constante y viva con Cristo, fuente de vida espiritual. Por eso viven propensos a las depresiones y a las desilusiones de la vida.
Todo el que está siendo invadido por alguna depresión y por la tentación de quitarse la vida, sepa que hay un Dios que lo ama profundamente. Él lo trajo a este mundo para vida, no para muerte. La fe viva en Cristo, en su omnipotencia, en su amor, le traerá la paz que disipará esa depresión. Apártese ahora mismo en algún lugar donde pueda estar solo, y en la forma más sencilla posible, dígale a Dios en tantas palabras: «Te necesito, Señor. Ayúdame, por favor. Yo me someto a tu voluntad. Entra a mi corazón y tráeme tu paz.»
Si hablamos así con Dios, Él corresponderá a nuestro clamor. Hagámoslo ahora mismo. No esperemos. Pidamos con fe y seguridad al Creador de todo lo que existe. Él vendrá en nuestro auxilio, y la depresión se alejará de nosotros.
Hermano Pablo
martes, 15 de marzo de 2011
ULTIMA LINEA DEFENSIVA
"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" Romanos 8:37
En Gettysburg, Pennsylvania, se libró una batalla que determinó el destino de la Guerra Civil en los Estados Unidos. Uno de los puntos cruciales del conflicto fue un montículo rocoso llamado Little Round Top, donde el coronel Joshua L. Chamberlain y los hombres del 20〫. Batallón de Infantería de Maine resistieron con todas sus fuerzas. Si las tropas confederadas hubiesen vencido a estos hombres, algunos historiadores creen que el ejército de la Unión habría sido rodeado y que posiblemente habría perdido la guerra. El "20〫de Maine" era la última línea defensiva.
Los seguidores de Cristo también participan de una guerra crucial. Al luchar "contra las asechanzas del díablo" (Efesios 6:11), se nos llama a vestirnos con la armadura de Dios y a resistir firmes en la lucha (vv. 10-18).
Y, al igual que los soldados de Gettysburg, tenemos una "última línea defensiva". No obstante, en nuestro caso, esta defensa es más poderosa que cualquier fuerza humana. En Romanos 8:31-39, Pablo dice que nuestra confianza, en última instancia, se basa en el amor imperecedero de Cristo. Nuestra protección es tan completa que nada "nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (v. 39).
Cuando el enemigo nos abruma y todo parece estar perdido, recuerdo que tenemos una última línea defensiva imbatible: "Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (v. 37)
El plan de Dios siempre conduce a la victoria.
EL VALOR DE UN ALMA
Un día conocí a un hombre manco mayor de edad en una región donde posteriormente quedaría establecida una obra misionera. A Lewis se le ofreció literatura cristiana pero la rechazó con furia. Él vivía en una casa muy modesta en la ladera de una montaña.
Un día le pregunté a Lewis acerca del brazo que le faltaba. “Bueno”, dijo, ” una noche, cuando era joven y alocado, yo decidí dar un paseo gratis en un tren de carga. Mientras trataba de sujetarme entre dos vagones, una sacudida brusca me hizo perder el agarre y caí entre los dos vagones. Caí sobre los durmientes con mi brazo extendido sobre el riel, y la rueda del tren me lo corto. Allí quedé tendido mientras trece vagones pasaron sobre mi”
Pensé para mi: Tan cerca de la muerte y aún con tanta dureza en su corazón. ¿Cómo puede ser posible? Mantuvimos contacto con este nuevo amigo, y pronto una pequeña iglesia fue fundada cerca de su casa. Su corazón de piedra comenzó a ablandarse. Asistió a los cultos de la iglesia y luego recibió a Cristo y fue bautizado.
Lewis, un ex fumador de cigarrillos, empezó a tener problemas físicos. Su laringe se infectó y tuvo que ser quitada, dejándolo mudo. A partir de ese momento, cuando no podíamos leer sus labios, él se comunicaba con la ayuda de lápiz y papel. Finalmente, Lewis fue llamado a su morada eterna para recibir su galardón.
Hay muchísimas almas en condiciones similares a la de Lewis. Hace años, yo escuché a un evangelista decir que un promedio de ochenta y tres almas por minuto van a la tumba sin Cristo. ¡Que cifra tan asombrosa! ¡Ocupémonos en la búsqueda de las almas perdidas entre tanto que se dice: Hoy!
Willis Halteman, Junto a Aguas de Reposo.
Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor Nuestro. Romanos 6:23
lunes, 14 de marzo de 2011
PRIVIEGIOS ESPECIALES
En Forever Young: My Friendship with John F. Kennedy, Jr. [Joven para siempre: Mi amistad con John F. Kennedy, Jr.], Billy Noonan rememora las experiencias vividas con el hijo del presidente Kennedy.
Allí relata que, en 1980, John Jr. y él fueron invitados a visitar el portaviones norteamericano John F. Kennedy. Mientras recorrían la nave, sin querer, entraron con el guía en un área restringida. Cuando un oficial los detuvo, el guía señaló a John, y dijo: «Este barco es de su padre». De inmediato, en posición de firme, el oficial saludó al joven. Es que, cuando a un barco de la Marina norteamericana se le pone un nombre en honor a alguien, esa persona es considerada su dueño. Por eso, al ser hijo de aquel cuyo nombre llevaba el barco, John Jr. tenía privilegios especiales.
Esto ilustra un principio espiritual vital. Al ser adoptados en la familia de Dios, quienes hemos sido salvos gozamos de la posición de hijos. Pablo escribió que, como creyentes, somos «predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo» (Efesios 1:5). En virtud de dicha condición, poseemos los privilegios especiales que pertenecen a los descendientes del Rey de reyes.
En el desafiante viaje de la vida, podemos sentir coraje al saber que nuestro «¡Abba, Padre!» (Romanos 8:15) es el dueño del barco y comparte todo con nosotros. Alabado sea Dios: ¡Somos coherederos con Cristo!
¡La herencia del creyente tiene garantía eterna!