domingo, 6 de marzo de 2011

POR CADA MILLA, UN HOMBRE

Negro y oscuro era el socavón de la mina. «Con luz fosforescente de cocuyos», como decía el poeta Guillermo Valencia, los mineros horadaban el duro vientre de la montaña. Los picos y barrenos hacían saltar pedazos de roca. Y cada minero pensaba en dos cosas: en la familia que dejó arriba, y en el gas metano que en cualquier momento podría escapar.

En efecto, el traicionero gas comenzó a salir. Veinte segundos antes que sonara cualquier alarma, se produjo la explosión. Ciento veintiún mineros murieron quemados en Kozlu, pueblo minero de Turquía, y más de treinta quedaron gravemente heridos. Fue un desastre minero más. «Por cada milla de galería, la vida de un hombre» es la frase muy cierta de los mineros de todo el mundo.

Duro, fatigoso y mal pagado es el trabajo de los mineros. Para ganarse la vida deben bajar a galerías oscuras en las entrañas de la tierra, sin aire y sin luz. Deben hacer trabajo de topos, cavando túneles en busca de metal, o de carbón o de diamantes.

De vez en cuando se produce una explosión, y cientos mueren aplastados por olas de piedra. El 26 de abril de 1942, por ejemplo, se produjo en Honkeiko, China, un desastre minero que cobró la vida de mil quinientos setenta y dos hombres. Fue uno de los más devastadores desastres de los tiempos modernos. De ahí surgió el dicho: «Por cada milla, un hombre.» Es el precio que hay que pagar.

Los mineros han expresado su condición con la frase: «Por cada milla, un hombre», pero hay otras situaciones similares. Podríamos decir: «Por cada copa de licor que expende la destilería, un hombre.» «Por cada sobrecito de polvillo blanco que los traficantes de drogas venden, un hombre.» «Por cada ficha que rueda en el tapete verde, un hombre.» «Por cada aventura amorosa ilícita que afea y ensucia y mancha, un hombre.»

Lo triste es que en cada una de estas situaciones y otras como ellas, no es sólo un hombre el que queda tirado junto al camino. Es el hombre, su esposa, sus hijos, y cuantos más miembros de la sociedad forman parte del caído. Por cada error humano, sólo Dios sabe cuántas almas se balancean suspendidas sobre el abismo de la muerte antes que la débil cuerda, en el momento menos pensado, se corta.

Jesucristo puede rescatarnos de todos esos abismos. Él salva, redime, regenera, y rescata. Entreguémosle nuestra vida. No tenemos que seguir siendo víctimas. Cristo desea redimirnos.

Hermano Pablo

¿ESTA BIEN?

Lectura: Filipenses 4:4-7.
"Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" Filipenses 4:7
Mientras el coro de jóvenes se preparaba para cantar el clásico himno de Horatio G. Spafford, «Está bien con mi alma», uno de ellos dio un paso al frente para relatar la historia de la conocida canción. Spafford la escribió estando en un barco, cerca del sitio en el mar donde habían muerto sus cuatro hijas.
Mientras escuchaba esa introducción, seguida de las palabras que cantaban los jóvenes, un torrente de emociones me invadió. Al escuchar las expresiones de fe de Spafford, me resultaba difícil comprender la frase «donde habían muerto sus cuatro hijas». En mi caso, tras haber perdido repentinamente a una hija, la idea de perder cuatro me parece inimaginable.
¿Cómo podía eso estar «bien» para Spafford, en medio de su dolor? Al oír las palabras «si paz cual un río es aquí mi porción», recuerdo dónde se puede encontrar paz. En Filipenses 4, Pablo dice que puede hallarse cuando elevamos nuestras oraciones a Dios de corazón (v. 6). Al orar con confianza, aliviamos nuestra alma, nos deshacemos de la ansiedad y desatamos los lazos de nuestra angustia. Entonces, podemos obtener «la paz de Dios» (v. 7), una calma de espíritu divina e inexplicable. Esta paz supera nuestra capacidad de comprender las circunstancias que vivimos (v. 7) y, por medio de Jesús, actúa como una defensa que protege de tal manera nuestro corazón que nos permite susurrar, aun en el dolor: «Está bien con mi alma».
Jesús nunca se equivoca.

¡LIBRATE DE ELLAS!

A causa de su testimonio cristiano y sus actividades religiosas, David Klassen estaba encarcelado en los yermos de la Siberia. Como es de suponer, a veces pasaba por tiempos de desaliento y soledad.

Sin embargo, un día recibió ánimo en una manera poco común. Cuando recibió su escaso platillo de sopa, él descubrió que una pequeña hoja había conseguido caerse en su ración. Ya él le había dado gracias a Dios por la comida, pero cuando encontró la hoja se paró inmediatamente y volvió a agradecerle a Dios por aquella pequeña porción especial de su creación. A él le llamo mucho la atención que todo lo demás en la prisión había sido hecho por el hombre: las puertas de hierro, los barrotes, las paredes,. Pero Dios había hecho aquella pequeña hoja y le había permitido ser llevada al interior de aquella prisión, donde ahora servía como medio de consuelo y de aliento para un prisionero desesperado.

Cuando echamos toda nuestra ansiedad sobre el Señor, reconocemos nuestra frágil humanidad y ponemos confiadamente nuestros problemas y preocupaciones en las manos de Aquel que controla el futuro. Ninguna carga es demasiado pesada para su entendimiento divino. Ninguna ansiedad ni problema es demasiado complejo para su discernimiento agudo y su resolución capaz. Recuerda ¡Él cuida de Ti!

Las preocupaciones innecesarias de la vida pueden impedir tu progreso. ¡Líbrate de ellas!

Mahlon Gingerich

Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5:7

Fuente: Junto a Aguas de Reposo, Vision Publishers

sábado, 5 de marzo de 2011

¿QUE DA FELICIDAD?

Lectura: Eclesiastés 2:1-11.
"Todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del Sol" Eclesiastés 2:11
Después de estudiar el efecto del boom económico en Japón, posterior a la Segunda Guerra Mundial, Richard Easterlin concluyó que el crecimiento financiero no siempre produce una mayor satisfacción. Por otro lado, Betsey Stevenson y Justin Wolfers realizaron encuestas en más de 100 países y determinaron que la satisfacción en la vida es mayor en las naciones más ricas.
Entonces, ¿quién tiene razón? Veamos lo que dice el escritor de Eclesiastés. ¡Él debería saberlo! Fue un hombre realmente rico (2:8) y tenía los medios para probar todo lo que hay en este mundo… ¡y sin duda lo hizo! Se dedicó a los placeres (vv. 1-3), a los grandes proyectos (vv. 4-8), a los entretenimientos (v. 8) y al trabajo arduo (vv. 10-11). Sin embargo, llegó a la conclusión de que todo era «vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del Sol» (v. 11).
La satisfacción duradera no proviene de tener cosas tangibles como una cuenta de ahorros o bienes materiales. Los sucesos recientes han demostrado que estas cosas pueden perder repentinamente su valor. Para hallar la felicidad verdadera, debemos buscarla en Alguien que no sea de «debajo del Sol». Y ese es Jesús, nuestro Salvador.
El escritor de himnos Floyd Hawkins lo expresó así: «Descubrí el camino a la felicidad. Descubrí el camino al gozo. Descubrí el alivio para la tristeza […] cuando encontré a Jesús, mi Señor». Sólo Él puede dar pleno gozo (Juan 15:11).
Para conocer la felicidad, conoce a Jesús.

viernes, 4 de marzo de 2011

ALAS ROTAS Y SUEÑOS FRUSTRADOS

A los catorce años de edad Anita Briones tenía la cabeza llena de sueños. Era bella, alegre, talentosa, y tenía una gran disposición para el arte. Le habían hecho pruebas ya de fotografía y actuación, y había salido bien. Podía soñar con una carrera como artista. Pero una noche salió a la calle para asistir a una fiesta. Esa fue su última salida. Una banda de adolescentes capitaneada por Rubén Guerrero de dieciocho años de edad, sin saber ni a quién apuntaban, la mató.

El primer tiro le dio en un brazo, y luego seis más en el cuerpo. Las expresiones tristes y confundidas de la madre fueron: «Estos jóvenes matan por el solo gusto de matar. No tienen ni preocupación, ni conciencia ni corazón. Mataron a mi hija por nada.»

Hay pandillas de adolescentes que salen en sus autos, armados de pistolas. Si no encuentran una pandilla rival en la cual descargar sus armas, eligen a la primera persona que ven y la matan, sin el menor remordimiento de conciencia.

Para algunos jóvenes de nuestro tiempo, matar a una persona tiene menos importancia que matar un perro. Derramar sangre humana y verla regada por el suelo les produce menos preocupación que derramar Coca Cola en la mesa de la pizzería.

¿Cómo es posible que exista esa despreocupación inhumana en algunos de nuestros adolescentes? ¿A qué se deben las pandillas y la violencia homicida? Todo el mundo habla y da sus opiniones, pero el mal continúa, y como que no hay solución.

Los jóvenes que se sienten arrastrados por este modo de vida necesitan reconocer que vivimos en un mundo compuesto no sólo de acciones sino también de consecuencias. Cada acción siempre tiene su consecuencia, y no hay quien pueda eludir esa ley universal.

Cada acción nuestra es un ladrillo que va construyendo el edificio que es nuestra vida. Somos hoy el conjunto de todas las semillas que en el pasado hemos sembrado. Y mañana seremos el conjunto de todas las semillas que estamos sembrando hoy. Esa es la ley eterna e inexorable de la cosecha.

Ahora bien, a fin de evitar esas acciones que producen consecuencias tan desastrosas, los padres de hijos pequeños necesitan, por su parte, darles el ejemplo de rectitud y moralidad que en el mañana hará de ellos personas dignas y honorables. Todo padre desea eso para sus hijos. Pero esa formación comienza hoy, no mañana.

Ya seamos padres o hijos, nunca perdamos la fe en Dios. Él no es un ser muerto. Él vive y siempre corresponde al clamor de sus hijos. Si se nos ha de perder algo, determinemos que no será nuestra fe.

Hermano Pablo

jueves, 3 de marzo de 2011

LA SENCILLEZ DE LA FE

Creo que la vida debería ser una celebración. Son demasiados los creyentes que no disfrutan la vida, y aún menos los que la celebran. Mucha gente ama verdaderamente a Jesucristo y va camino al cielo, pero muy pocos disfrutan el viaje. Por muchos años fui una de ellos… y así era Marta.

Marta estaba ocupada haciendo lo que yo acostumbraba hacer: correr de un lado a otro, para impresionar a Dios y a todos. Complicaba mi relación con el Señor porque tenía un enfoque legalista de la justicia. Buscaba muchas cosas: respuesta a mis dificultades, prosperidad, sanidad, éxito en mi ministerio, cambios en mi familia. Solo me sentía bien cuando estaba haciendo algo. Y me incomodaba la gente como María, que sabía disfrutar sin esmerarse tanto. Pensaba que ellos deberían hacer lo que yo hacía.

Mi problema era que tenía todo de Marta y nada de María. Amaba a Jesús pero no había aprendido acerca de la vida sencilla que Él deseaba que yo viviera. Descubrí que la respuesta tenía su raíz en la fe, conocer lo que significaba sentarse a los pies de Jesús, escuchar sus palabras, y confiar en Dios con toda mi alma y corazón.

Si quieres vivir una vida complicada, compleja, sin gozo, intenta realizar lo que no pueda hacerse sin Dios.

Ama a Dios y Disfruta la Vida
Joyce Meyer

38 Mientras iban ellos de camino, El entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a El, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas;
42 pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada. Lucas 10:38-42

DIOS ESTA AQUI

Lectura: Lucas 4:16-21.
"El [Señor] sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas" Salmo 147:3
Leslie y sus dos hijas estaban a punto de ser desalojadas de su casa. Aunque ella creía que Dios podía ayudarlas, hasta ese momento, el Señor no había dado ninguna señal de cómo lo haría. Leslie se preguntaba: ¿Dónde está Dios? Mientras se dirigía hacia los tribunales, le pidió al Señor que interviniera. Entonces, escuchó una canción en la radio, que decía: «¡Dios está aquí! Regocíjense los quebrantados de corazón». ¿Sería esta la confirmación de parte de Él que ella anhelaba escuchar?
Dentro del juzgado, Leslie se presentó ante el juez, escuchó el veredicto y firmó los documentos legales, pero Dios todavía no le había respondido.
Mientras caminaba hacia su automóvil, un camión se detuvo al lado de ella. «Señora —dijo el conductor—, escuché su testimonio en el juzgado, y creo que Dios quiere que la ayude». Y así lo hizo. Gary ayudó a Leslie a contactarse con una mujer de una iglesia local que pudo intervenir entre las partes para anular la causa y permitir que ella y sus hijas regresaran a su casa.
Cuando la gente pregunta «¿dónde está Dios?», la respuesta es «aquí mismo». Una de las formas en que el Señor obra es a través de creyentes como Gary que continúan la tarea que comenzó Jesús: sanar a los quebrantados de corazón y vendar sus heridas (Salmo 147:3).
Cuando amamos a Dios, servimos a la gente.