martes, 22 de febrero de 2011

SHORT-TIMERS

Lectura: Romanos 5:1-5.
"La esperanza no avergüenza" Romanos 5:5
Hace muchos años, serví en las Fuerzas Armadas y siempre he estado agradecido de haber podido dedicar esos años a mí país. No obstante, debo decir que la época que más recuerdo del ejército fue el breve intervalo cuando era «short-timer» [con corto tiempo].
Short-timer son los soldados a quienes le quedan pocas semanas antes de ser dados de baja. Pasan esos últimos días «dándose de baja»: yendo al economato y a la oficina de intendencia para saldar deudas y devolver equipamientos. Lo que más recuerdo de ese tiempo es mi andar alegre y el espíritu feliz y despreocupado con que realizaba mis tareas. Tenía obligaciones, pero pocas preocupaciones, porque sabía que me iba a casa.
Ahora que he vivido por «largo tiempo», vuelvo a ser un short-timer. Dentro de poco tiempo seré dado de baja de mis obligaciones en esta tierra. Una vez más, mi andar es alegre y mi espíritu, entusiasta, porque sé que muy pronto me iré a casa. Esta es la perspectiva que Jesús y sus apóstoloes denominaban «esperanza» (Hechos 24:15; Romanos 5:2,5).
En el sentido bíblico, esperanza significa certidumbre y seguridad. Es la creencia firme, inconmovible e inflexible de que resucitaremos de los muertos (como lo hizo Jesús) y seremos recibidos en nuestro hogar eterno. ¡Esto basta para llenar hoy nuestro corazón de gozo y hacernos saltar de alegría!
El Cristo resucitado vendrá del cielo para llevar a los suyos de regreso allí.

lunes, 21 de febrero de 2011

VER PARA CREER....?

Estaban un astronauta y un neurocirujano muy reconocido, discutiendo sobre la existencia de Dios.

El astronauta dijo: Tengo una convicción, no creo en Dios. He ido al espacio
varias veces y nunca he visto ni siquiera un ángel.

El neurocirujano se sorprendió, pero disimuló. Luego de pensar unos
instantes, comentó: Bueno, he operado muchos cerebros y nunca he visto un pensamiento.

Dejemos de poner nuestros razonamientos ante Dios. Cree en un Dios grande y
entonces, verás un Dios grande.

“Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía.” Hebreos 11:3

“Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Hebreos 11:1

«SALÓN DE VÍBORAS»

Ocurrió en el club nocturno llamado «Salón de víboras» en la calle Sunset, es decir, «Puesta de sol», de Hollywood, California. Era una de esas fiestas donde abundan el alcohol, el tabaco, la música rock y bellas muchachas.

Al ritmo de la música y en medio de bamboleos y contorsiones, las muchachas se iban quitando poco a poco la ropa. Entre los asistentes a la fiesta se hallaba River Phoenix, un promisorio joven actor de cine.

De pronto, como herido por un rayo, River cayó al suelo en convulsiones incontrolables. Siendo la estrella de la fiesta, muchos lo rodearon tratando de ver qué hacían por él, pero los espasmos eran muy fuertes y, en cuestión de minutos, River quedó como muerto. Al llegar el auxilio médico se comprobó que, en efecto, River había pasado de esta vida. En el «Salón de víboras» de la calle «Puesta de sol», River halló el ocaso de su vida.

El suceso conmovió a toda la comunidad artística de Hollywood. River Phoenix había hecho ya cuatro películas. Iba subiendo rápidamente la escalera del éxito. Pero frecuentaba clubes nocturnos de fama cuestionable, y se sabía que usaba drogas. A eso se atribuyó su muerte.

Los nombres aquí son simbólicos. El nombre del club, «Salón de víboras», es una fiel descripción de las ondulaciones del humo del tabaco y del sumo del alcohol y de las drogas que llenaban el oscuro ambiente del lugar. Y la calle donde está situado, Sunset, resultó ser, cuando menos para River Phoenix, la puesta literal y terminante del sol de él.

Lo triste es que son miles los jóvenes que sucumben diariamente al llamado de esa vida. Estos jóvenes creen que están disfrutando de la plenitud de su juventud y hacen gala de su libertad, pero están bailando la danza de la muerte con víboras. Creyendo estar en el amanecer de su vida, están más bien acercándose a su ocaso. ¡Qué lástima que se tenga que desperdiciar la gloria y el porvenir de la juventud en muchachos que todavía no han aprendido a vivir!

Cristo le ofrece a todo joven una vida mejor. Él no le ofrece un «Salón de víboras». Él le ofrece una vida íntegra, recta, justa y feliz, una vida que el mundo no puede dar porque no la conoce.

Y Cristo no ofrece ningún ocaso. Él ofrece una mañana gloriosa, llena de luz y esperanza. Permitamos que Cristo sea el Señor de nuestra vida. Con Él estaremos libres de víboras y de puestas del sol. Con Él seremos eternamente felices.

Hermano Pablo

EN DIRECCION CORRECTA

Lectura: Juan 6:53-69.
"Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" Juan 6:68
Una de las experiencias más difíciles en mis años como pastor fue decirle a una hermana, miembro de la iglesia, que su esposo, su hijo y su suegro se habían ahogado en un accidente en un bote. Sabía que la noticia le destrozaría la vida.
En los días siguientes a la trágica pérdida, quedé sorprendido ante la respuesta de ella y de su familia quienes exhibieron una fe extraordinaria. Como es lógico, experimentaban un profundo quebrantamiento, dudas que los asaltaban y confusión. Pero, cuando todo lo demás carecía de sentido, aún tenían a Jesús. En lugar de alejarse del Señor durante esos días tremendamente desesperantes, acudieron a Él como la única fuente de esperanza y confianza.
Esto me recuerda la reacción de los discípulos ante Jesús. Después que algunos de ellos «volvieron atrás, y ya no andaban con él» porque no le entendían (Juan 6:66), Jesús se dirigió a Su círculo íntimo, y preguntó: «¿Queréis acaso iros también vosotros?» (v. 67). Pedro había entendido bien, ya que respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (v. 68).
Cualquiera que sea la situación que enfrentes hoy, cobra ánimo con las palabras de Pedro y el ejemplo de una familia que pasó por el fuego manteniendo su fe intacta. Mientras corras en la dirección correcta —hacia Jesús—, hallarás la gracia y la fortaleza que necesites.
Cuando todo esté perdido, recuerda que no has perdido a Jesús. Corre hacia Él.

domingo, 20 de febrero de 2011

HACER LO CORRECTO

Una tarde, un niño y su padre se encontraban pescando en un lago en las montañas y era el día previo para el comienzo de la temporada de róbalo, así que usaban gusanos de carnada para atrapar percha y pez sol. El niño decidió practicar su lanzamiento usando un pequeño cabo plateado, al momento que el cebo cayó del agua, su vara se dobló por completo. El y su padre reconocieron al instante que algo enorme se había pegado al anzuelo. Cuando por fin logró subir al bote el pez más grande que había visto en toda su vida, una gigantesca luna había salido sobre el lago, sólo había un problema, el pez era un róbalo.

El padre del niño le echó un vistazo a su reloj y vió que eran las 10:00 p.m., justo dos horas antes del comienzo oficial de la temporada de róbalo.

Hijo, vas a tener que echarlo al agua – dijo el padre.

El protestó diciendo :
Pero nunca lograremos atrapar otro pez tan grande como éste.

Miró a su alrededor y vió que nadie más estaba en el agua para observar la situación, pero por el tono de su padre, el sabía que no era un asunto que podía discutirse. Cuidadosamente quitó el anzuelo de la boca del pez y con mucha delicadeza lo regresó al agua.

El niño estaba en lo cierto, nunca ha vuelto a pescar un róbalo tan grande, pero lo que si recuerda es la lección que su padre le enseñó aquella noche :

LO CORRECTO HAY QUE HACERLO NO SÓLO CUANDO ALGUIEN TE ESTE MIRANDO.

Los ojos de Dios están en todo lugar, mirando a los buenos y a los malos. Proverbios 15:3.

ESTACIONADO, POR AHORA

Lectura: Números 9:19-23.
"Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor" Salmo 40:1
Estacionar mi automóvil siempre me ha resultado complicado. En realidad, no era una prioridad para mi instructor de conducir; por eso, hace poco, después de muchos años, aprendí a estacionar dando marcha atrás. También pasó por alto otras lecciones relacionadas con el tema del estacionamiento, y todavía evito hacerlo, a menos que haya espacio para dos o tres coches.
También tuve problemas para entender una frase que escuché cuando era una creyente nueva: «Dios no puede conducir un automóvil estacionado». Eso me desafió a poner mi vida en movimiento para que, en el camino, Dios me guiara en la dirección correcta. Es un concepto interesante, pero el Señor no siempre obra así. En ocasiones, Él sí quiere que «permanezcamos estacionados» por un tiempo.
A veces, estando Moisés en el desierto, Dios mantenía a los israelitas en un lugar. Los guiaba mediante una nube y, cuando esta estaba quieta por muchos días, «los hijos de Israel […] no partían» (Números 9:19). Esperar no siempre es fácil, pero, a veces, el Señor quiere que nos quedemos donde Él nos puso. El salmista nos recuerda: «Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón» (27:14).
Quizá sientas que estás atascado y que tus cubiertas sólo giran en el lugar en tu servicio para Dios. No obstante, mantén el corazón atento a Su guía. Entonces, estarás listo para «poner primera» cuando lo escuches decir: «Vayamos por aquí».
Dios nos ordena que paremos y también que andemos.

sábado, 19 de febrero de 2011

ATRAVESADO POR SIETE VARILLAS DE HIERRO

John White, obrero de construcción, de veinticinco años de edad, cayó de un andamio en su trabajo en Charleston, Carolina del Norte, Estados Unidos. La caída en sí, de más de quince metros, era suficiente para que muriera, pero lo que empeoró la situación fue que cayó sobre varillas de hierro que estaban de punta. Un cuñado suyo, trabajando a su lado, lo vio caer y sólo tuvo tiempo de clamar: «¡Dios mío, no lo dejes morir!»

Siete varillas le atravesaron el cuerpo. Dos de ellas debieran haber sido mortales. Una le entró por la clavícula, rozando el corazón. Otra le entró por la ingle, rozando la arteria femoral. Las otras cinco ofrecían menos peligro, pero hubo que cortarlas todas con acetileno para librar a John y llevarlo al hospital. Tras cuatro horas de cirugía quedó fuera de peligro.

Como tantas historias de accidentes, esta también tenía sus antecedentes sombríos. John White estaba enemistado con Virginia, su esposa. Había amenazas de divorcio. Sus dos hijos, Miguelito de siete, y Rut de tres, tenían que aguantar la constante lucha de sus padres. Miguelito ya estaba diciendo que no quería seguir viviendo. Tras esta horrible situación hogareña se produjo el accidente.

No se sabe si fue el clamor del cuñado: «¡Dios mío, no lo dejes morir!», o el trauma mismo del accidente, pero algo bueno comenzó a ocurrir. Al ver Virginia la condición de John, no cesaba de estar a su lado. Y al ver John la atención de Virginia, no podía menos que derretírsele el corazón. Como quiera, John se reconcilió con su esposa y se unió otra vez a la familia.

Dos años después John consiguió un buen empleo, Virginia volvió a quedar embarazada, y su hogar se había convertido en todo un remanso de paz.

¿Tuvo este hombre que ser atravesado por siete varillas de hierro para recomponer su vida? La respuesta es clara. Uno no tiene que ser traspasado de problemas para poder recapacitar y enmendar sentimientos y caminos. En cualquier momento, en plena paz, el hombre puede reconocer que no está andando bien, y volver sobre sus pasos.

Tal vez necesitemos hacer un examen de conciencia. ¿Estamos peleando con nuestra esposa? ¿Nos extrañan nuestros hijos? ¿O representamos más bien al hijo que ha abandonado el hogar? ¿Acaso habremos hecho algo en contra de la justicia? No esperemos a que ocurra un accidente. Quizá no salgamos con vida. Busquemos hoy mismo a Jesucristo. Él vendrá en nuestro auxilio. Él quiere darnos su paz.

Hermano Pablo