lunes, 31 de enero de 2011

SIGUE ITENTANDO

En 1894, un joven de dieciséis años encontró esta nota de su maestro de retórica en Harrow, Inglaterra, junto a su boletín de calificaciones: “Una notoria falta de éxito”. El joven continuó tratando y llegó a convertirse en uno de los oradores más famoso del siglo veinte. Su nombre fue Winston Churchill.

En 1902, un aspirante a escritor de veintiocho años de edad recibió una carta de rechazo del editor de poesía del The Atlantic Monthly. De regreso con un grupo de poemas que él había enviado, estaba esta graciosa nota: “Nuestra revista no tiene espacio para sus vigorosos versos”. Él continuó tratando, sin embargo y llegó a ver su obra publicada. El nombre del poeta era Robert Frost.

En 1905, la Universidad de Bern declinó una disertación de doctorado como muy elaborada e irrelevante. El joven estudiante de física, que escribió la disertación siguió esforzándose y llegó a desarrollar alguna de sus ideas como teorías generalmente aceptadas. Su nombre era Albert Einstein.

Cuando el rechazo sacude tu resolución y opaca tus metas, sigue intentando. ¡Si no te das por vencido, un día estarás viviendo tus sueños!.

Job 17:9
El justo se mantendrá en su camino, y el de manos limpias más y más se fortalecerá

¡SEA LA LUZ!

Lectura: Efesios 5:8-14.
"Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz" Efesios 5:8
Un amigo mío tiene la oportunidad de asistir todos los años a la Super Bowl [competencia final de fútbol americano] como periodista. Su tarea es conseguir entrevistas con atletas creyentes y con personal de la Liga Nacional de Fútbol Americano [NFL], para un programa de radio cristiano.
Hace unos años, cuando acababa de comenzar a cubrir el gran evento, se desilusionó ante la atmósfera autocomplaciente y licenciosa que reinaba durante la semana de la final. «Descubrí que era un sitio sumamente oscuro», declaró él.
Un día, le contó cómo se sentía a un ex jugador de la NFL, que era creyente. El deportista miró a mi amigo y le dijo: «Hermano, tú eres una luz en este lugar oscuro». Ese comentario le recordó la razón por la cual estaba allí y lo ayudó a renovar su entusiasmo por servir al Señor en un sitio donde hace falta la luz del evangelio. Lo estimuló para hacer brillar su luz.
Quizá trabajes en un ambiente donde desestiman a Dios, se burlan de la fe y elogian la vida pecaminosa. Tal vez sientas que estás entrando en «un sitio sumamente oscuro».
¿Por qué no ser una luz (Efesios 5:8) por medio de tus sonrisas, tus palabras y acciones bondadosas, y tu trabajo diligente? Pídele a Dios que te dé oportunidades de comunicar las buenas nuevas de Jesucristo. Quizá seas la única luz que un compañero de trabajo vea hoy.
Nuestro testimonio de Cristo es una luz en un mundo en tinieblas.

VIVIR SIN ALIMENTOS

Padecía de una enfermedad extraña, que tenía un nombre también extraño: Síndrome de Polipéptido Intestinal Vasoactivo. En otras palabras, era alérgico a toda comida. No podía ingerir ninguna clase de alimento. De hacerlo, sufriría terribles calambres y dolores intestinales.

Desde su nacimiento hasta su muerte, lo alimentaron por vía intravenosa. Sin embargo, creció hasta medir dos metros de alto y pesar noventa y cinco kilos. Pero a los veinte años de edad, la vida anormal de Jason White, de Texas, Estados Unidos, hizo crisis. Una mañana el joven amaneció muerto.

Vida extraña la de ese joven. Nunca comió dulces ni chocolates. Nunca ingirió frutas. Nunca probó ninguna carne, ni verduras ni pastas. Nunca se sentó a una mesa llena de sabrosas vituallas. Las delicias de la buena mesa no se habían hecho para él. O quizá él no estaba hecho para ellas. Gozó de muchos placeres en la vida, pero no el de la comida.

Esto mismo les ocurre, aunque en forma diferente, a muchas personas. Académicamente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su intelecto con las maravillas de la literatura. A éstos los llamamos analfabetos. Ya sea por injusticia o por desgracia, o simplemente por dejadez, nunca asistieron a una escuela. Y la maravilla y el deleite del lenguaje escrito no los disfrutaron ellos.

Moralmente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su alma con algún sentimiento bueno. Nunca beben ni comen de la justicia, de la decencia, de la moralidad, de la vida sana. Pueden comer de todo, pero de un sentimiento noble o de un pensamiento honesto, jamás se alimentan.

Espiritualmente, hay muchos que jamás dan a su corazón la única comida que alimenta el alma: la Palabra de Dios. Pueda que se alimenten de la literatura que circula por todo el mundo. Pueda que beban todas las filosofías inventadas por el hombre. Y pueda que prueben cuanta religión moderna los confronte. Pero nunca leen la Biblia.

Éstos llegarán al fin de su vida ahítos de todo lo comestible que este mundo puede darles, tanto para alimentar el cuerpo como el intelecto. Pero su alma quedará al final anémica, raquítica, en absoluta inopia espiritual. Quedarán muertos, doblemente muertos.

La Biblia es el Libro de Dios para toda la humanidad. Es la única fuente del conocimiento de Cristo, la única que puede dar vida plena. Leamos la Biblia. Ella nos dará la fuerza espiritual sin la cual morirá nuestra alma.

Hermano Pablo

domingo, 30 de enero de 2011

DETRAS DEL VELO

Lectura: Lucas 23:39-43.
"Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" Lucas 23:43
El pastor y escritor Erwin Lutzer escribió: «En cuanto te deslices detrás del velo rasgado, te encontrarás disfrutando de una bienvenida personal por parte de Cristo o percibiendo el primer atisbo de condenación, como nunca antes experimentaste. Sea como sea, tu futuro estará irrevocablemente determinado y permanecerá eternamente inmutable».
Lucas registró un breve pero importante relato que describe a dos hombres que están a punto de atravesar el velo de la muerte. Cuando Jesús fue crucificado, dos hombres fueron colgados junto a Él. Según Marcos, ambos lo insultaban (15:32).
Sin embargo, el corazón de uno de los ladrones fue transformado al darse cuenta de que Jesús era inocente, de que él era pecador y de cuál era su destino. Entonces, reprendió al otro ladrón y le pidió al Señor que se acordara de él cuando viniera en Su reino. Estas palabras fueron una señal de arrepentimiento y de fe sencilla. Jesús respondió: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43). Ese hombre fue salvo de inmediato. Ese día supo dónde pasaría la eternidad.
Reconocer que somos pecadores y colocar nuestra confianza en la muerte y la resurrección de Cristo nos asegura poder saber de inmediato dónde pasaremos nuestros mañanas por toda la eternidad, una vez que nos deslicemos detrás del velo rasgado.
Para prepararte para el mañana, confía en Jesús hoy.

SEMILLAS DE REFLEXION

Deja que estas semillas germinen hoy en tu corazón y produzcan fruto deseado.

Primero, digámonos a nosotros mismos lo que queremos ser; entonces hagamos lo que tenemos que hacer.
Epictetus

La paz en la tierra vendrá a quedarse cuando vivamos la Navidad cada día.
Helen Steiner Rice

No podemos llegar a ser lo que necesitamos permaneciendo como somos.
Oprah Winfrey

Los pescadores saben que el mar es peligroso y las tormentas terribles, pero nunca han considerado estos peligros como razón suficiente para permanecer en tierra.
Vincent Van Gogh

Cuando sentimos que hemos llegado al límite de nuestra vida y que no podemos pasar más allá, démosle a ese obstáculo un último empujón porque bien pudiera ser ese el que abra aquella pesada puerta al éxito. Si no lo intentamos esta última vez, nunca sabremos. Atrevámonos.
Sarah Margaret Bradbury

En un año a partir de hoy, pudiésemos estar deseando haber comenzado hoy.
Karen Lamb

Conozco el precio del éxito: dedicación, trabajo duro, y una devoción que no se rinde a las cosas que queremos que pasen.
Frank Lloyd Wright

El logro más grande no consiste en nunca caer, sino en volver a levantarnos una vez que hemos caído.
Vince Lombardi

Una actitud saludable es contagiosa pero no esperemos a que otros nos la pasen; seamos portadores.
Autor Desconocido

Mateo 13:32
El cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

Marcos 4:31
Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra.

sábado, 29 de enero de 2011

CORRER LA CARRERA


Lectura: 1 Corintios 9:19-27.
"¿No sabéis que los que corren en el estadio, […] uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" 1 Corintios 9:24
Spiridon Louis no es muy conocido en el mundo, pero sí en Grecia. Esto se debe a lo que sucedió en 1896, cuando los Juegos Olímpicos resurgieron en Atenas.
En las pruebas de aquel año, a los griegos les fue bastante bien, ya que fue la nación que ganó más medallas. Pero el evento que se convirtió en el verdadero orgullo de Grecia fue el primer maratón en la historia. En esta carrera, compitieron 17 atletas, en aquella ocasión de 40 kilómetros (24,8 millas), pero la ganó Louis, un simple obrero. Por sus logros, el rey y la nación lo honraron, y se convirtió en héroe nacional.
El apóstol Pablo utilizó el correr una carrera como ilustración para describir la vida cristiana. En 1 Corintios 9:24, no sólo nos desafió a correr, sino a hacerlo como para ganar. Dijo: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis». Pablo no sólo enseñó esta verdad, sino que la puso en práctica en su propia vida. En su última epístola, declaró: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Después de haber completado la carrera, el apóstol gozosamente anticipaba el momento de recibir la corona de victoria de manos del Rey del cielo.
Como Pablo, corre tu carrera terrenal para ganar y para agradar a tu Rey.
La carrera del creyente no es de velocidad; es un maratón.

TODA INFRACCIÓN INDIGESTA

Era un pequeño restaurante, uno de esos que llaman «de comida rápida». El hombre, de treinta y ocho años de edad, entró a comer un sándwich de pavo. Comió bien, pero luego, además de no pagar, asaltó al cajero y le sacó ocho dólares.

El plan le salió tan bien que Guillermo Molina siguió haciendo lo mismo por tres meses. Comía comidas suaves y lo hacía rápidamente. Luego asaltaba al cajero, extrayendo el dinero que hubiera en caja, y se iba lo más campante.

Cuando lo arrestaron, el juez lo condenó a veinticinco años de prisión: un año por cada comida rápida que consumió y no pagó. De ahí en adelante, durante veinticinco años consecutivos, tendría comida, si no buena y abundante, por lo menos gratis: comida de cárcel.

¡Cuántas personas hay que comen cosas que parecen ser agradables, sin saber que se están indigestando! El hombre y la mujer que hacen el mal tienen la tendencia a encubrir sus faltas, y buscan justificar todo lo que hacen. Se juzgan a sí mismos y se declaran inocentes. Y siguen haciendo el mal hasta que la conciencia, cansada de acusar, deja de insistir.

Hay personas que viven en adulterio por años. Piensan que es una comida agradable. Hasta se sienten satisfechos de hacerlo, pensando que son triunfadores. No obstante, es comida que indigesta matrimonio, relaciones, vida y alma.

Tarde o temprano, la consecuencia de esa comida producirá tal indigestión que desearán morir. Cuando familiares, especialmente hijos, les den la espalda, querrán borrar para siempre esa mancha. Pero una vez hecha, queda para siempre. Toda infracción indigesta. Todo pecado hace mal. Toda maldad, en una forma u otra, mata.

¿Qué debemos hacer, una vez que hemos caído? ¿Qué esperanza nos queda, una vez que nuestro pasado ha quedado manchado? ¿Cómo podemos limpiar esa mancha?

El primer paso es reconocer que hemos caído. Cuando reconocemos nuestro error y deseamos levantarnos, ese deseo es el comienzo de nuestra restauración: toca el corazón de aquellos a quienes hemos herido, y despierta en ellos el deseo recíproco de mostrarnos amor y aceptación.

Además de eso, el arrepentimiento sincero toca también el corazón de Dios. Cuando Él ve en nosotros una humildad genuina, entra a nuestra vida con su gracia salvadora y nos cambia por completo. Cristo sana, limpia, justifica y regenera. Permitámosle que lo haga. Él nos dará una nueva vida.

Hermano Pablo