sábado, 29 de enero de 2011

TODA INFRACCIÓN INDIGESTA

Era un pequeño restaurante, uno de esos que llaman «de comida rápida». El hombre, de treinta y ocho años de edad, entró a comer un sándwich de pavo. Comió bien, pero luego, además de no pagar, asaltó al cajero y le sacó ocho dólares.

El plan le salió tan bien que Guillermo Molina siguió haciendo lo mismo por tres meses. Comía comidas suaves y lo hacía rápidamente. Luego asaltaba al cajero, extrayendo el dinero que hubiera en caja, y se iba lo más campante.

Cuando lo arrestaron, el juez lo condenó a veinticinco años de prisión: un año por cada comida rápida que consumió y no pagó. De ahí en adelante, durante veinticinco años consecutivos, tendría comida, si no buena y abundante, por lo menos gratis: comida de cárcel.

¡Cuántas personas hay que comen cosas que parecen ser agradables, sin saber que se están indigestando! El hombre y la mujer que hacen el mal tienen la tendencia a encubrir sus faltas, y buscan justificar todo lo que hacen. Se juzgan a sí mismos y se declaran inocentes. Y siguen haciendo el mal hasta que la conciencia, cansada de acusar, deja de insistir.

Hay personas que viven en adulterio por años. Piensan que es una comida agradable. Hasta se sienten satisfechos de hacerlo, pensando que son triunfadores. No obstante, es comida que indigesta matrimonio, relaciones, vida y alma.

Tarde o temprano, la consecuencia de esa comida producirá tal indigestión que desearán morir. Cuando familiares, especialmente hijos, les den la espalda, querrán borrar para siempre esa mancha. Pero una vez hecha, queda para siempre. Toda infracción indigesta. Todo pecado hace mal. Toda maldad, en una forma u otra, mata.

¿Qué debemos hacer, una vez que hemos caído? ¿Qué esperanza nos queda, una vez que nuestro pasado ha quedado manchado? ¿Cómo podemos limpiar esa mancha?

El primer paso es reconocer que hemos caído. Cuando reconocemos nuestro error y deseamos levantarnos, ese deseo es el comienzo de nuestra restauración: toca el corazón de aquellos a quienes hemos herido, y despierta en ellos el deseo recíproco de mostrarnos amor y aceptación.

Además de eso, el arrepentimiento sincero toca también el corazón de Dios. Cuando Él ve en nosotros una humildad genuina, entra a nuestra vida con su gracia salvadora y nos cambia por completo. Cristo sana, limpia, justifica y regenera. Permitámosle que lo haga. Él nos dará una nueva vida.

Hermano Pablo

viernes, 28 de enero de 2011

ISAIAS 41:10

EL ALFARERO

LA CARPINTERIA

"Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos."

1 Corintios 12:14

Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El MARTILLO ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? hacía demasiado ruido Y, además se pasaba todo al tiempo golpeando.


EI martillo aceptó su culpa, pero a su vez pidió la expulsión de LA LIJA. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado EL METRO, que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto. El metro, ante el ataque pidió a su vez la expulsión de EL TORNILLO, dijo que había que darles muchas vueltas para que sirviera para algo.

En eso entró EL CARPINTERO - se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó al martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.


Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra EL SERRUCHO y dijo: "Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos"

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad.


Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán. Cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los demás la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.


La Biblia, refiriéndose a la Iglesia como un cuerpo, expresa lo siguiente: "Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular." (1 Corintios 12:14-27)

¡Es tan fácil encontrar defectos! Cualquier tonto puede hacerlo, pero, con la ayuda de Dios, podemos encontrar cualidades en otros, de tal manera que nos capacite a inspirar todos los éxitos humanos.

¿Te esforzarás en ser como el "carpintero"? Yo trat


¡Dios les bendiga!

jueves, 27 de enero de 2011

DEBE DE HABER SIDO EL LICOR

Caía una nevada espesa sobre Nuuk, caserío de esquimales en una región de Groenlandia de por sí cubierta de nieve casi todo el año. El viento helado arremolinaba los copos, y sobre los techos de las casas había treinta centímetros de nieve.

Era día de fiesta, por lo que Aavard Maalik y cinco compañeros consumían una enorme cantidad de licor. Afuera la temperatura estaba por debajo de cero grados, pero en el cuerpo de los seis hombres había fuego, fuego del licor que venden los blancos. Había también, en el fusil de Aavard, plomo, plomo del que también venden los blancos. Y nieve y fuego y plomo se unieron para producir la tragedia.

El joven esquimal, de apenas dieciocho años de edad, disparó contra sus compañeros, sin razón aparente, matando a los cinco en un solo instante. «No era más que una fiesta —declaró Lara Heilman, inspector de policía—, y todavía no sabemos las verdaderas causas de la tragedia. Debe de haber sido el licor.»

Se sabe que el alcohol en las venas es siempre fuego. No importa si se bebe en una selva tropical o en las estepas heladas de Siberia. No importa si se toma en una fiesta elegante del gran mundo o en una reunión pueblerina de compadres. El alcohol es siempre fuego cuando se mete en las venas.

¡Qué interesante la forma en que se explica una tragedia causada bajo la influencia del licor! «Fue el licor», dicen; o: «Fue por las muchas botellas de cerveza»; o: «Es que había ingerido mucho alcohol»; o: «Fue el guaro, o la tequila, o la caña.»

No importa el nombre de la bebida ni la clase de fiesta. Donde quiera que se ingiera alcohol, se ingiere fuego. De allí nacen los crímenes pasionales, los accidentes de carretera, las violaciones de niñas (a veces por el propio padre), y todas las locuras y depravaciones del hombre. Lamentan los hombres sus tragedias, pero siempre los acompaña la excusa: «Fue a causa del alcohol.» ¿Hasta cuándo ha de durar esta ignominia?

Difícil es detener el tráfico de alcohol a escala mundial, pero podemos detenerlo en nosotros mismos. No tenemos que tomarlo, ni en las fiestas de oficina, ni en nuestro hogar ni a solas. ¡No tenemos que beberlo! Hagamos de Jesucristo el Señor de nuestro trabajo, de nuestro hogar, de nuestra vida, de nuestro corazón. Él puede y quiere darnos la fuerza para vencer el vicio del alcohol.

Hermano Pablo

CONSECUENCIAS TARDIAS

Lectura: Ezequiel 12:21-28.
"Convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira…" Joel 2:13
Cuando era niño, aprendí a portarme bien cuando los adultos me premiaban por la buena conducta y me castigaban por las malas maneras. Este sistema funcionaba bastante bien porque el premio o el castigo se aplicaban inmediatamente después del comportamiento, lo cual vinculaba perfectamente la causa con el efecto. Sin embargo, cuando me convertí en adulto, la vida se fue complicando y las consecuencias de mis acciones no siempre fueron inmediatas. Al proceder mal y no meterme en problemas, comencé a pensar que a Dios no le importaba lo que yo hacía.
A los hijos de Israel les sucedió algo parecido. Cuando desobedecieron al Señor y no sufrieron resultados adversos de inmediato, dijeron: «Ha abandonado Jehová la tierra, y Jehová no ve» (Ezequiel 9:9). Esto indicaba que creían que Dios había perdido el interés en ellos y que no le importaba que se portaran mal. Pero estaban equivocados. Cansado de sus caprichos, al final Dios dijo: «No se tardará más ninguna de mis palabras, sino que la palabra que yo hablé se cumplirá» (12:28).
Cuando Dios pospone la disciplina, no se debe a la indiferencia, sino que es el resultado de Su propia naturaleza: misericordiosa y lenta para la ira. Algunos consideran esto como una actitud permisiva ante el pecado; sin embargo, la intención del Señor es que sea una invitación al arrepentimiento (Romanos 2:4).
La única manera de arreglar las cosas es admitir que has estado equivocado.

UNA CARTA OLVIDADA

En Navidades recibí una carta que, al sacarla del buzón, me sorprendió que la letra con la que estaba escrita la dirección, fuese igual a la mía. La abrí y leí después de unas horas y dice lo siguiente:

“Querido Juan,me alegro que hayas asistido al seminario. Fue un tiempo muy enriquecedor no sólo por el tema, sino también por haber conocido a otras personas.
El seminario fue “súper”. Allí aprendiste mucho y sin lugar a dudas, te va a servir en tu labor como líder de curso. Quizás vas a enfrentar situaciones complicadas pero, no te preocupes, tú, las vas a superar. Recuerda que para ello cuentas con la ayuda de Dios. Sin embargo, es necesario que trabajes en lo siguiente: acepta a los demás tal cual son y si deseas que cambien, muéstralo con tu propio ejemplo.”

Mientras la leía, me pregun taba quién pudo haberme escrito esto. Mi sorpresa fue grande cuando al final vi quien la firmaba. ¡Era yo mismo!
Me había olvidado que tiempo atrás en un seminario, “Como enfrentar situaciones complicadas con alumnos en sala de clases”, para maestros en una academia para adultos, se nos pidió que nos escribiésemos una carta a nosotros mismos. En ella debíamos expresar nuestro sentir respecto del seminario, como por ejemplo: nuestras expectativas, lo que aprendimos y finalmente la forma como aplicaríamos ese nuevo conocimiento.
La carta, en un sobre cerrado, se la entregamos al tutor del seminario pues él, nos las iba a enviar para Navidades.

Con esta curiosa anécdota que me sucedió, escribirme una carta y luego olvidarla, deseo que reflexiones y medites en lo que probablemente en algún momento de tu vida dijiste, contando a alguien de tu experiencia con Dios, o escribiéndolo en tu Diario de Vida:

“Seré fiel al Señ or por el resto de mi vida. Nunca me olvidaré de él”.


Quizás, al igual que yo, ya hayas olvidado lo que dijiste o escribiste en algún momento del pasado y que, sin dudas, formaba parte de tus grandes anhelos: estudio, matrimonio, familia, ministerio.

Ha sido una linda experiencia (anécdota) que me recuerda otra carta que también fue escrita personalmente para mí. En ella, se me muestra quien soy yo realmente y lo que de mi se espera que sea. Es como un seminario lleno de enseñanzas y recomendaciones para enfrentar la vida y vivirla; sobre todo, en tiempos de crisis. Recibí esa carta aproximadamente en el año 1960, cuando tenía tan solo 10 años de edad. Por algunos años la leí constantemente. Luego, por un tiempo, no volví a leerla pues sus consejos me parecían anticuados. No valoré más sus sabios consejos y decidí vivir de acuerdo a mis propios razonamientos y principios. Hasta que un día, las circunstancias en las cuale s me encontraba, me recordaron de aquella carta. Mis cargos de consciencia con respecto del remitente y al amor con el que me la había escrito, me privaba de volver a leerla. Por fin lo hice, y ahora doy gracias a Dios por ello.
Amigo, amiga; esa carta se llama BIBLIA, que también fue escrita personalmente para ti.

No hace un mes que recordamos el nacimiento de Jesucristo y el motivo por el cual él decidió venir a este mundo.
“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.” Lucas 2:8-11

Luego, al iniciar su Ministerio, Jesús dice de sí mismo:

“El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para anunciar libertad a los prisioneros, para devolverles la vista a los ciegos, para rescatar a los que son maltratados y para anunciar a todos que: “¡Este es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación!” Lucas 4:18-19

Mi sincero deseo es, que la Navidad pasada también haya sido para ti un buen recordatorio y vuelvas a revalorar “La Buena Nueva”; anunciada por profetas y ángeles miles de años atrás y perpetuada en la Santa Palabra de Dios. Si por casualidad, la noche del 31 de Diciembre expresaste intenciones de cambios en tu vida en este año que recién comienza, con mayor razón rescata esa divina y bendita “carta” de tu armario o biblioteca, si es que ha dejado ser parte de tus prioridades, y vuelve a regocijarte en su lectura, consejos y amor.

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
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