viernes, 8 de octubre de 2010

CONFIAR A DIOS LO IMPSIBLE

La doctora Amanda Whitworth se sentía frustrada, su auto era el noveno en una fila que subía muy despacio una colina debido a un camión que iba muy lentamente, y ella estaba apurada. Su último paciente había necesitado más atención de a requerida normalmente para los exámenes y se le había hecho tarde para recoger a su hija de la escuela.

Ahora susurraba una oración No volveré a llegar tarde y como sería la tercera vez que sucedía y la escuela no les permite tardanzas a sus padres, tendría que hacer arreglos para el cuidado de Allie por las tardes.

En silencio, Amanda protestaba por la lentitud del camión. Nadie se atrevía a pasarlo en la larga cuesta, ya que era imposible ver los autos que venían en dirección contraria. De repente, el chofer del camión movió su mano indicando que no venía ningún auto de frente.

Mientras Amanda pasaba por el lado del camión, pensó en que ese hombre era un extraño y nueve personas confiaban sus vidas y las de sus familias a él.

¡Qué representación tan tremenda de cómo hacemos todo lo que podemos hacer, y luego debemos confiar hasta el mínimo detalle de nuestras vidas al cuidado de Dios, que es un amante Padre Celestial!.

¡Y cómo nos consuela saber que Él siempre ve todo lo que tenemos por delante!

Mi trabajo es preocuparme por lo posible y confiar a Dios lo imposible.

Salmo 9:10
En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron.

YA HE ESTADO ALLI

Lectura: Juan 21:1-14.
"Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias" Juan 21:1
A la leyenda del béisbol Yogi Berra se le conoce por sus ocurrencias a menudo repetidas, tales como «no ha terminado hasta que haya terminado» y «¡parece que ya he estado allí antes!»
Me pregunto si los discípulos sintieron que ya habían estado allí antes cuando vieron a Jesús de pie junto a la orilla (Juan 21). Desalentados, distraídos y preocupados por sus propias necesidades, a la sombra de la negación de Pedro y de cómo habían abandonado a Jesús, habían dejado su llamamiento de seguir a Su Señor y retornaron a su antigua ocupación, la pesca.
Luego, después de una infructuosa noche de pesca, una voz desde la orilla les dio una orden: «Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis» (Juan 21:6). Cuando lo hicieron, las redes estaban tan llenas que no podían sacarlas. Sin duda alguna, sus mentes volaron hacia su primer encuentro con Jesús, cuando Él se les apareció a la «orilla» de sus carreras y, después de otra pesca milagrosa, les llamó a dejar sus redes y seguirle (Lucas 5:1-11).
Al igual que los discípulos, tal vez queramos regresar a nuestras antiguas vidas cuando nos desalentamos en nuestro caminar con Jesús. Pero luego el Señor vuelve a aparecérsenos a la orilla de nuestras vidas para darnos perdón y llevarnos de vuelta a aquellos momentos en los que nos llamó por primera vez.
¡Es como si ya hubiéramos estado allí antes!
Jesús nos llama a seguirle; y repite Su llamado siempre que es necesario.

jueves, 7 de octubre de 2010

SE PUEDE

Habían dos niños que patinaban sobre una laguna congelada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación, Cuando de pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua.

El otro niño viendo que su amiguito se ahogaba debajo del hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron:

¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que lo haya podido quebrar, con esa piedra y sus manos tan pequeñas!!!! .

En ese instante apareció un anciano y dijo: “Yo sé cómo lo hizo”.

¿Cómo ?, le preguntaron.

Y el anciano contestó: “No había nadie a su alrededor que le dijera que no se podía hacer.”

En este mundo donde se nos limita y dice “no le perdones”, “no lo merece”, “no puedes hacerlo”, “ya no lo intentes”, debemos recordar que tenemos un Creador que todo lo puede y nos da la certeza de que no importa si es un rencor, se puede perdonar; Si es un dolor, se puede sanar; Si es un problema, se puede solucionar.

Por eso en este día recordemos que todo es posible… para el que tiene fe.

Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

CABRAS PARA JESUS

Lectura: 1 Juan 3:16-20.
"El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?" 1 Juan 3:17
Cuando Dave y Joy Mueller sintieron que Dios los instaba a mudarse a Sudán como misioneros, todo lo que sabían es que iban a ayudar a construir un hospital en ese país arrasado por la guerra. ¿Cómo podían saber que habría cabras en su futuro?
Joy comenzó a trabajar con las mujeres y descubrió que muchas de ellas eran viudas por causa de la devastadora guerra civil y que no tenían manera de ganarse la vida. Así que, tuvo una idea. Si pudiera entregarle tan sólo una cabra preñada a una mujer, esta tendría leche y una fuente de ingresos. A fin de mantener el programa activo, la mujer le devolvería el cabrito recién nacido a Joy, pero todos los demás productos provenientes de la cabra se utilizarían para apoyar a la familia de la mujer. El cabrito finalmente iría a otra familia. El regalo de las cabras dadas en el nombre de Jesús cambió las vidas de numerosas mujeres sudanesas, y abrió la puerta para que Joy compartiera el evangelio.
¿Qué tienes tú en vez de aquellas cabras? ¿Qué puedes dar u ofrecer? ¿Tal vez llevarle en tu automóvil? ¿Ofrecerte a trabajar en su jardín? ¿Proveerle de algún recurso material?
Como creyentes en Cristo, debemos ocuparnos de las necesidades de los demás (1 Juan 3:17). Nuestros actos de amor revelan que Jesús vive en nuestros corazones; por ello, darles a aquellos que tienen necesidad puede ayudarnos a compartir con otros acerca de Él.
Dios nos da todo lo que necesitamos; así que, ayudemos a otros en su necesidad.

martes, 5 de octubre de 2010

DE CADA DOS, UNO FRACASA

Oskar y Janet Sinclair, feliz pareja de recién casados, se despidieron de los invitados y partieron para el aeropuerto. Su luna de miel había de ser en Alaska, el estado de intensos cielos azules, de aguas heladas y de nieves perpetuas.

Llegaron a Anchorage, la capital, y a la mañana siguiente hicieron su primer paseo. Al ver un hermoso prado verde, decidieron correr hacia él. Lo que no sabían era que ese bello tapiz vegetal era, en realidad, arenas movedizas, esa peligrosa sustancia de arena suelta, mezclada con agua, que tiende a chupar hacia adentro cualquier objeto que la pisa. Fue así como desaparecieron lentamente en el aguado suelo. Murieron abrazados, al segundo día de casados, en un húmedo lecho de arenas movedizas.

Esta es una historia triste, aunque no del todo. Dos personas que se habían jurado amor eterno murieron sin haber nunca faltado a esos votos.

¿De cuántos matrimonios, hoy en día, se puede decir que terminaron sus días sin faltar a sus votos? La respuesta es asunto de estadística: de cada dos matrimonios, uno termina en divorcio.

El caso de Oskar y Janet se presta para varias reflexiones. Una es la ya mencionada. Fueron fieles el uno al otro hasta el fin de su vida. «Pero —objetará alguien— es porque murieron al día siguiente de haberse casado.» El que así piensa da a entender que lo único que asegura la fidelidad hasta la muerte es morirse tan pronto como se casa, pues los que viven algún tiempo juntos están destinados, tarde o temprano, al divorcio.

Es realmente triste, hasta deprimente, pensar que todo nuevo matrimonio se desbaratará, irremisiblemente, a los pocos días o años de casados. ¿Será esa una fórmula inevitable? ¿Acaso no existe un matrimonio feliz que sea duradero?

Claro que sí. Porque no todo matrimonio termina en divorcio. Es posible llevar una larga y feliz vida matrimonial. Los que hemos celebrado nuestras bodas de oro por haber permanecido casados más de cincuenta años —y algunos hasta más de sesenta años— podemos dar testimonio personal de eso. Cada año que pasa nos depara la oportunidad de reafirmar nuestro amor y nuestra felicidad.

Sin embargo, es necesario que haya una transformación y que esa transformación sea tan profunda que aniquile toda soberbia, rebeldía, orgullo y egoísmo. Cristo es el único capaz de transformarnos de ese modo. Pero tenemos que pedírselo. Él no transforma a nadie por la fuerza. Rindámosle nuestra vida a Cristo. Así en lugar de asegurar el fracaso de nuestro matrimonio aseguraremos más bien su triunfo.

Hermano Pablo

domingo, 3 de octubre de 2010

DISTORSION

Lectura: 1 Corintios 2.
"Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" 1 Corintios 2:5
Los cartógrafos lidian con el problema de la distorsión cuando muestran la forma redonda de la tierra en la superficie plana de un mapa. Como no hay manera perfecta de hacerlo, algunos mapamundis muestran Groenlandia como si fuese mayor que Australia.
Los cristianos también tenemos que lidiar con el problema de la distorsión. Cuando tratamos de entender el reino espiritual dentro de las limitaciones del mundo físico, podemos terminar exagerando aspectos secundarios y minimizando lo que es importante.
El Nuevo Testamento a menudo trata la distorsión que surge cuando las ideas de maestros populares se vuelven más importantes para nosotros que lo que Dios dice. El apóstol Pablo dijo que el propósito de Dios es «el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida» (1 Timoteo 1:5). La sana enseñanza no distorsiona la Palabra de Dios ni divide la Iglesia. Más bien, une a los creyentes y edifica el cuerpo de Cristo para que sus miembros cuiden unos de otros y hagan la obra de Dios en el mundo (1 Corintios 12:25).
Todo intento humano por explicar a Dios es insuficiente, e incluso puede distorsionar nuestras prioridades, confundir nuestro pensamiento y echar abajo nuestro entendimiento de la vida espiritual. Para evitar distorsionar la verdad de Dios, debemos depender de Su poder, no de la sabiduría del hombre (1 Corintios 2:5).
Para detectar el error, exponlo a la luz de la verdad de Dios.D

sábado, 2 de octubre de 2010

EXPECTACCION

Lectura: Mateo 7:7-11.
"Si […] sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?" Mateo 7:11
Con un puñado de copos de cereal crucé de puntillas la terraza en mi patio de atrás tratando de acercarme sigilosamente a los peces de la laguna. Tal vez fue mi sombra sobre el agua, o quizá no fui tan sigilosa como creí. Al acercarme a la verja, quince enormes peces dorados nadaron a toda velocidad hacia mí abriendo y cerrando frenéticamente sus grandes bocas, anticipando ansiosamente el esperado festín.
Entonces, ¿por qué los peces agitaron las aletas con tanta furia? Porque mi sola presencia desencadenó una respuesta condicionada en sus diminutos cerebritos de pez, que les dijo que tenía algo especial para darles.
Ojalá tuviéramos siempre una respuesta así para Dios y Su deseo de darnos buenas dádivas; una respuesta basada en nuestra experiencia pasada con Él que fluyese de un conocimiento profundamente arraigado de Su carácter.
El misionero William Carey declaró: «Espera grandes cosas de parte de Dios. Intenta grandes cosas para Dios». Dios desea equiparnos de manera perfecta para lo que Él quiere que hagamos, y nos invita a «entrar confiadamente» para encontrar misericordia y gracia en tiempo de necesidad (Hebreos 4:16).
Cuando, como hijos de Dios, estamos viviendo con fe, podemos tener una expectación emocionante y una tranquila confianza en que Dios nos dará exactamente lo que nos haga falta, cuando lo necesitemos (Mateo 7:8-11).
La oración sin expectación es incredulidad disfrazada.