martes, 14 de septiembre de 2010

EL DIABLO DE LOS MUSULMANES

Era una de las celebraciones grandes en la Meca musulmana. Se trataba de una de las fiestas tradicionales de la religión islámica. Realizaban, con miles de peregrinos, el ritual de apedrear al diablo.

La costumbre se llevaba a cabo en cuevas donde, según la tradición, residía el maligno. La multitud iba de cueva en cueva con piedras en las manos y las arrojaban —decían ellos— contra el diablo. Sólo que en esta ocasión se produjo una estampida de tales proporciones que cundió el pánico en la multitud.

Cuando todo hubo pasado, además de haber muchos heridos, hubo 829 muertos. Algunos de ellos fueron pisoteados, otros golpeados y otros apedreados.

Muchos le tienen terror al diablo; otros se burlan de él. Otros procuran exorcizarlo con ritos y ceremonias, mientras que otros niegan su existencia. Para los musulmanes la costumbre es tirarle piedras una vez al año, y muchas veces hay pánico colectivo que deja como saldo a muchos muertos y heridos.

¿De veras existe el diablo? La Biblia dice que sí, y que es el enemigo más grande del hombre. La Biblia lo llama destructor, acusador, príncipe de este mundo, y padre de la mentira. No sólo existe, sino que encarna todas las fuerzas malignas que se oponen a Dios y a su Hijo Jesucristo.

Sin embargo, las armas que se toman contra Satanás no son ni piedras ni ninguna cosa inanimada. El diablo es una persona, y la única manera de neutralizar su influencia es tener a Jesucristo en el corazón.

El apóstol Juan, en su primera carta a la iglesia universal, declara: «El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4). Es decir, Cristo, que habita en el corazón de todo el que le da entrada, tiene más poder que Satanás, que habita en este mundo.

Si hemos llevado una vida de luchas continuas, de problemas interminables, de aflicciones, contiendas, hostilidades y altercados constantes, es posible que hayamos provocado todo ese malestar nosotros mismos, pero también es posible que Satanás haya estado procurando quitarnos toda noción de tranquilidad, paz y armonía.

La única fuerza en el universo que puede contrarrestar la fuerza del diablo es Cristo, que venció a Satanás mediante su muerte en la cruz. Por eso el que acepta a Cristo como su Señor y Redentor ya no tiene que temer al diablo, porque éste no tiene ningún dominio sobre él.

Coronemos a Cristo como Rey de nuestra vida. Rindámonos a Él. Sometámonos a su señorío. Él apedreó al diablo de una vez por todas al morir en la cruz por nosotros.

Hermano Pablo

lunes, 13 de septiembre de 2010

LA SONRISA DE MEL

Lectura: Romanos 5:1-5.
"También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia" Romanos 5:3
Algunas personas piensan que no debemos dibujar en nuestras Biblias, pero me alegra que mi hija Melissa dibujara en la suya. En el margen junto a Romanos 5, ella usó un lapicero de tinta verde para hacer el dibujito de un sencillo rostro sonriente y enmarcó el versículo 3.
¿Cómo podría ella saber que su familia y amigos necesitarían este pasaje cuando nos dejó tan de repente en un accidente automovilístico a la edad de 17 años? ¿Cómo podría ella saber que estos versículos contarían su historia al tiempo que guiaban nuestras vidas y las de otras personas a lo largo de estos últimos siete años?
Romanos 5 comienza explicando nuestra justificación por medio de la fe, la cual nos da paz con Dios por medio de Jesús (v.1). Melissa tenía esa paz. Y en estos momentos ella está gozando los frutos de su fe, tal y como lo describe el versículo 2: «Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios». ¡Imagina el rostro sonriente que ella podría dibujar ahora!
Y luego estamos todos los demás —todos los que hemos quedado atrás cuando nuestros seres queridos nos preceden en la muerte. De alguna manera, «nos gloriamos en las tribulaciones». ¿Por qué? Nuestro sufrimiento trae perseverancia, la cual produce carácter y nos da esperanza (vv.3-4).
En momentos de tragedia nos sentimos impotentes e indefensos, pero jamás sin esperanza. Dios derrama Su amor en nuestros corazones y, con él, la gran esperanza de Su gloria. Todo es parte del plan misterioso y sin embargo maravilloso de Dios.
Dios a menudo cava pozos de gozo con la pala del sufrimiento.

viernes, 10 de septiembre de 2010

LUGARES ABANDONADOS

Lectura: Salmo 119:9-16.
"En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti" Salmo 119:11
Nuestra familia acababa de llegar a la cabaña del lago que habíamos alquilado para una muy esperada semana de vacaciones cuando mi esposa descubrió la evidencia inequívoca de arañas y ratones en la casa. No era que jamás nos hubiésemos topado con aquello, sino que esperábamos que la cabaña hubiese sido limpiada y preparada para nuestra estancia allí. En vez de ello, todo estaba sucio con los restos de aquella plaga e hizo falta una buena limpieza antes de poder instalarnos. No era una mala casa; simplemente la habían dejado abandonada.
Podríamos ser culpables de tratar nuestros corazones igual que aquella cabaña. Nuestros «lugares abandonados» pueden llegar a convertirse en semilleros para plagas de pensamientos equivocados, malas actitudes o comportamientos pecaminoso —creando problemas que requieren una gran atención para ser corregidos. El camino sabio a seguir es reconocer nuestra necesidad de cuidar nuestros corazones permaneciendo en la Palabra de Dios y adoptando sus verdades.
En el Salmo 119:11, el rey David reconoció el peligro de no cimentar nuestras vidas en las Escrituras. Él dijo: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti».
Con un enfoque en la Palabra, podemos construir vidas espirituales fuertes que nos ayudarán a evitar los peligros que inevitablemente crecen en lugares abandonados.
Para crecer fuerte espiritualmente, lee la Palabra.

OTRA AVALANCHA DEVASTADORA

Ocurrió un 6 de junio mientras transcurría tranquilo el tiempo de la siesta. Las nubes en el cielo azul flotaban suavemente, y los habitantes de la región, ubicados entre los cafetales del valle del Río Páez, a unos 400 kilómetros al sudoeste de Bogotá, Colombia, descansaban en completa calma.

De repente se sintió el remezón del volcán vecino, y tras el temblor, una avalancha de piedras, nieve, barro y tierra, que bajaban de la cumbre a casi seis mil metros de altura. En pocos momentos mil doscientas personas quedaron sepultadas.

Los pueblos que viven en las márgenes de la Cordillera de los Andes conocen este tipo de tragedias. En 1985 la ciudad de Armero, al pie del Nevado del Ruiz, también en Colombia, quedó sepultada por una avalancha. Murieron veintitrés mil personas. En 1970, en Yungay, Perú, una avalancha de barro y piedras sepultó el poblado entero, matando, en cuestión de segundos, a veinticinco mil personas.

Sin embargo, no por conocidas dejan estas tragedias colectivas de sobrecoger el ánimo, angustiar el corazón y despertar perpetuos temores e incertidumbres. ¿Cuándo se producirá la próxima? ¿A qué pueblo de Colombia, de Ecuador, de Perú, de Bolivia, de Chile o de Argentina le tocará?

Usamos la palabra «avalancha» para denotar algo que se produce en forma inevitable, masiva y rápida. El diccionario define «avalancha», o su sinónimo «alud», como «lo que se precipita súbita e impetuosamente». De ahí las expresiones «avalancha de votos», «avalancha de gente» y «avalancha de aplausos».

No sólo en Los Andes hay avalanchas. Las hay, también, en la sociedad en todo el mundo. El vocablo «avalancha» puede describir las violencias que hay en muchas partes de la tierra. Tenemos avalanchas de abortos en los países más civilizados; avalanchas de drogas introducidas por conducto de aeropuertos, fronteras y playas; y avalanchas de amor libre, de sexo ilícito y de homosexualidad y lesbianismo, que sin hacer ruido destruyen a millones de personas.

¿Qué hacer para librarnos de esas avalanchas? Simplemente ubicarnos fuera de su camino. No tenemos que estar en el paso de las avalanchas de drogas, alcohol, infidelidad, deshonestidad y engaño. Hay Alguien que nos puede librar de esos aludes. Es Jesucristo, el Hijo de Dios. Él desea librarnos tanto del mal como de sus consecuencias, pero sólo lo hace si le damos nuestro corazón y nos sometemos a su divina voluntad. Entreguémosle nuestra vida a Cristo. Él nos librará de esas avalancha.

Hermano Pablo

DOS ANGELES VIAJEROS

Dos Ángeles viajeros se pararon para pasar la noche en el hogar de una familia muy adinerada.

La familia era ruda y no quiso permitirle a los Ángeles que se quedaran en la habitación de huéspedes de la mansión. En vez de ser así, a los Ángeles le dieron un espacio pequeño en el frío sótano de la casa. A medida que ellos preparaban sus camas en el duro piso, el Ángel más viejo vio un hueco en la pared y lo reparó. Cuando el Ángel más joven preguntó ¿por qué?, el Ángel más viejo le respondió, “Las Cosas no siempre son lo que parecen.”

La siguiente noche, el par de Ángeles vino a descansar en la casa de un señor y una señora, muy pobres, pero el señor y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir la poca comida que la familia pobre tenía, la pareja le permitió a los Ángeles que durmieran en su cama donde ellos podrían tener una buena noche de descanso.

Cuando amaneció, al siguiente día, los Ángeles encontraron bañados en lágrimas al Señor y a su Esposa. La única vaca que tenían, cuya leche había sido su única entrada de dinero, yacía muerta en el campo. El Ángel más joven estaba furioso y preguntó al Ángel más viejo, ¿cómo pudiste permitir que esto hubiera pasado? El primer hombre lo tenía todo, sin embargo tú lo ayudaste; El Ángel más joven le acusaba.

La segunda familia tenía muy poco, pero estaba dispuesta a compartirlo todo, y tú permitiste que la vaca muriera.

“Las Cosas no siempre son lo que parecen,” le replicó el Ángel más viejo. “Cuando estábamos en aquel sótano de la inmensa mansión, yo noté que había oro almacenado en aquel hueco de la pared. Debido a que el propietario estaba tan obsesionado con avaricia y no dispuesto a compartir su buena fortuna, yo sellé el hueco, de manera tal que nunca lo encontraría.”

“Luego, anoche mientras dormíamos en la cama de la familia pobre, el ángel de la muerte vino en busca de la esposa del agricultor. Y yo le di a la vaca en su lugar. “Las Cosas no siempre son lo que parecen.”

Algunas veces, eso es exactamente lo que pasa cuando las cosas no salen como uno espera que salgan. Si tú tienes fe, solamente necesitas confiar en que cualesquiera que fueran las cosas que vengan, serán siempre para tu ventaja. Y podrías no saber esto hasta un poco más tarde …

Algunas personas vienen a nuestras vidas y rápidamente se van…pero dejan una huella como estos dos ángeles.

Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer;desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú. Salmo 22:10.

Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado! si ustedes oyen hoy su voz. Salmo 95:7.

jueves, 9 de septiembre de 2010

CONSOLADO PARA CONSOLAR

Lectura: 2 Corintios 1:3-11.
"[Dios] nos consuela… para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación" 2 Corintios 1:4
Mientras le hablaba a un grupo de atletas cristianos, les pregunté cómo respondían normalmente a las situaciones difíciles. Sus respuestas incluían el temor, la ira, la autocompasión, la agresión, la desesperación, el comportamiento abusivo, la apatía y volverse a Dios. Les alenté a confiar en que Dios les consolaría y luego les usaría para consolar a otros.
Así como alenté a esos atletas, Pablo animó a un grupo de creyentes en una ciudad llamada Corinto. Él les recordó que, para el seguidor de Jesús, las aflicciones eran inevitables. Muchos estaban siendo perseguidos, encarcelados y oprimidos —todo debido a su relación con Jesús. Pablo quería que los corintios supieran que, en medio de su tribulación, Dios era su fuente de ayuda. Él se pondría de su lado y les ayudaría a dar respuestas piadosas. Luego Pablo dio una de las razones por las que Dios permitía el sufrimiento y traía consuelo divino —para que los corintios tuvieran empatía y pudieran identificarse con el sufrimiento de los demás y consolarlos (2 Corintios 1:4).
Cuando suframos, recordemos que Dios nos traerá consuelo por medio de Su Palabra, el Espíritu Santo y nuestros compañeros de la fe. Dios no nos consuela para que estemos cómodos; nos consuela para que podamos ser consoladores de otros.
Cuando Dios permite las pruebas, también provee el consuelo.