jueves, 8 de julio de 2010

MAMÁ CANGURO

Edgar Rey y Héctor Martínez, médicos colombianos, terminaron de hacer el paquete. Contemplaron su obra y se sintieron satisfechos. Era un paquete bien hecho, bien ajustado, obra de varios años de investigación.

No habían empaquetado instrumentos quirúrgicos, ni habían empaquetado drogas ni medicinas. Tampoco habían empaquetado un cadáver para conducirlo al sepulcro. Por el contrario, los doctores Rey y Martínez, ginecólogos de Bogotá, Colombia, habían empaquetado un bebé al pecho de su madre.

Estos médicos desarrollaron una nueva técnica para salvar la vida de los bebés que nacen con muy poco peso, algunos con apenas un kilo. En vez de ponerlos en una incubadora y alimentarlos con soluciones químicas, los ponen junto al pecho de su madre y les dan leche materna. Por eso el método se conoce con el nombre de «mamá canguro». El resultado ha sido asombroso. Los bebés se reponen mucho más rápido y ganan mucho más peso que con el método científico tradicional.

No hay duda de que es un gran logro el método de estos médicos colombianos. Cansados de la ciencia y la tecnología, se propusieron salvar la vida de los bebés por el método natural, el método biológico, más que por el científico metodológico.

No hay mejor calor que el calor de la madre —sostienen ellos—, y no hay mejor alimento que la leche materna; es más, no hay mejor sonido para el bebé recién nacido que el latido del corazón de su madre.

Lo natural siempre será superior a lo artificial, así como lo biológico a lo científico y lo divino a lo humano. Ya lo dice el antiguo proverbio latino: «Aunque expulses a palos la naturaleza, ella regresará una y otra vez.»

Bienvenido este descubrimiento de los doctores Rey y Martínez. Nos ayuda a comprender mejor las leyes espirituales. ¿Cuál es el mejor método para solucionar el primer problema humano, que es el pecado? ¿Los métodos humanos, científicos, o el método natural, divino?

Ni las proposiciones de la sociología, ni las recetas de la psicología ni los argumentos de la filosofía sirven para quitar la carga de pecado del alma humana. Sólo la alivia el método divino.

¿Y cuál es el método divino? Poner todas nuestras culpas sobre Jesucristo, que murió por nosotros en la cruz a fin de ofrecernos gratuitamente la reconciliación con Dios mediante la fe en Él. Ese método es infalible.

Hermano Pablo

CON POCO PESO

Mientras me preparaba para correr, me costó decidir qué debía ponerme.
Había sol, pero el viento era helado. El cielo estaba claro, pero el pronóstico del tiempo anunciaba lluvia. ¿Una capa o una casaca? El explorador que tengo dentro prevaleció. Me puse ambas cosas.
Tomé mi radiocasete portátil pero no pude decidir qué cinta iba a llevar. ¿Sermón o música? Sí, adivinó; llevé ambas cintas. Para mantenerme en contacto con mis hijos llevé un celular.
Para que nadie me robara el auto, puse las llaves en el bolsillo. Como precaución por si me daba sed, eché unas cuantas monedas también en el bolsillo. Ahora parecía más una mula de carga que un corredor. Había corrido unos ochocientos metros (más o menos media milla) cuando tuve que sacarme la casaca y la escondí en un arbusto.
Esa clase de peso le reduce la velocidad.
Lo que ocurre cuando uno sale a correr vale también para la fe. Dios tiene una gran carrera para que usted la corra. Bajo su cuidado, irá donde nunca ha estado y servirá de un modo que nunca soñó. Pero tiene que deshacerse de todo peso. ¿Cómo podría difundir gracia si está lleno de culpa?
¿Cómo ofrecer consuelo si está desalentado?
¿Cómo puede levantar la carga de otro si sus brazos están cargados con su propia carga?
Por amor a los que ama, aligere su equipaje.
Por amor al Dios que sirve, aligere su equipaje.
Por amor a su propio gozo, aligere su equipaje.
En la vida hay pesos que usted simplemente no puede llevar. Su Señor le pide que baje su carga y confíe en Él. Él es el padre en el lugar donde se reclama el equipaje. Cuando un padre ve a su hijo de cinco años que trata de arrastrar y sacar del carrusel el baúl de la familia, ¿qué dice? El padre dirá a su hijo lo que Dios le dice a usted.
«Deja, hijo mío. Yo lo llevaré».
¿Qué le parece si le tomamos a Dios su palabra en esta oferta? Podríamos encontrarnos más livianos en nuestro viaje.
Digamos de paso que he exagerado mis problemas con el equipaje.
«Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Pedro 5.7).

BURBUJAS EN LA FRONTERA

Lectura: 2 Corintios 4:8-18.
"No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven" 2 Corintios 4:
Atascado en una larga fila en la frontera entre los Estados Unidos y Canadá, ¡Joel Schoon Tanis tenía que hacer algo para aliviar su mal humor! Buscó sus botellas que contenían una mezcla que hacía burbujas, salió del automóvil y comenzó a soplar. Les dio también botellas a otros conductores y dice que «pronto había burbujas por todas partes… Es asombroso lo que las burbujas hacen por las personas». La fila no avanzó ni un ápice más rápido, pero, «de repente todos estaban felices», dice Joel.
«Lo que vemos depende principalmente de lo que buscamos», dijo el estadista británico John Lubbock (1834–1913). Una buena actitud y el enfoque correcto nos ayudan a manejar la vida con gozo, aun cuando no hacen que las circunstancias a nuestro alrededor cambien en absoluto.
Pablo alentó a los corintios en sus pruebas: «No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Corintios 4:18).
Entonces, ¿qué es lo invisible y eterno que podemos ver? El carácter de Dios es un excelente lugar donde enfocarnos. Él es bueno (Salmo 25:8), es justo (Isaías 30:18), es perdonador (1 Juan 1:9), y es fiel (Deuteronomio 7:9).
Meditar en el carácter de Dios nos puede dar gozo en medio de nuestras luchas.
Cuando Cristo está en el centro de tu enfoque, todo lo demás se colocará en la perspectiva correcta.

miércoles, 7 de julio de 2010

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO...

El hombre se puso a recitar el padrenuestro: la oración modelo, la oración magistral, la oración cristiana por excelencia. «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...» Y las palabras que nos enseñó Jesucristo fluyeron como fluyen las notas del órgano por sus tubos vibrantes.

Vez tras vez, a lo largo de setenta y dos interminables horas, David Nymann, montañero de Alaska, recitó esa oración reconfortante mientras vientos helados, de ciento treinta kilómetros por hora, azotaban el monte Johnson. Su amigo, James Sweeney, yacía a su lado, con ambas piernas quebradas, sin poder moverse.

La muerte los acechaba a ambos, por frío y por hambre. Al fin un helicóptero los avistó y los rescató. La oración había sido, para ambos hombres, calor, agua y alimento durante tres días.

Aun los hombres más rudos, cuando se ven en apuros, abren los labios para elevar una oración. Nymann y Sweeney, deportistas que querían escalar el monte Johnson de Alaska, sufrieron una caída. Sweeney se quebró ambas piernas; Nymann quedó muy golpeado. Ambos vieron acercarse la muerte. Pero la recitación constante del padrenuestro los mantuvo en vela, y la fuerza poderosa de la esperanza los ayudó a soportar la prueba.

La oración es la única fuerza capaz de unir al hombre, en la tierra, con Dios, en el cielo. Cuando Jesús enseñó a orar a sus discípulos, les dijo: «Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo...”» (Mateo 6:9). Jesús enseñó que Dios es el Padre de toda la humanidad. Cuando sentimos que Dios es nuestro Padre, y cuando abrimos los labios en oración sincera, Dios el Padre acude en nuestra ayuda. Dios quiere ser el Padre de todos.

¿Por qué será, entonces, que tantas oraciones no son contestadas? Quizá sea porque no nos hemos relacionado previamente con Dios. Queremos su ayuda de un momento al otro sin haber establecido una amistad con Él. Dios quiere ayudarnos, pero para alcanzar su ayuda debemos estar en continuo contacto con Él.

Establezcamos, pues, esa comunicación con nuestro Creador y Salvador. La primera oración que Él oye es: «¡Ten compasión de mí, que soy pecador!» (Lucas 18:13). Ese reconocimiento, más la súplica de perdón por nuestros pecados, establece el contacto.

Démosle nuestra vida a Cristo, el divino Salvador. Él quiere ser nuestro Señor. Sometámonos a su señorío, y Él, con seguridad, escuchará nuestra oración.

Hermano Pablo

ALABANZA LLENA DE ESPERANZA

Lectura: Salmo 103:1-14.
"Bendice alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios" Salmo 103:2
Uno de mis amigos estaba llorando un bello día de verano, incapaz de lidiar con las dificultades de la vida. Otra amiga no podía ver más allá de las tristezas de su pasado, las cuales habían alterado su vida. Y otro tenía que luchar con la clausura de la pequeña iglesia que había pastoreado fielmente. Un cuarto amigo había perdido su empleo en un ministerio local.
¿Qué pueden hacer nuestros amigos que luchan —o cualquiera de nosotros— para encontrar esperanza? ¿A dónde nos volvemos cuando el mañana no ofrece promesa de felicidad alguna?
Podemos alabar o «bendecir» al Señor, tal y como lo dijo David en el Salmo 103. En medio de los problemas, reconocer el papel de Dios en nuestras vidas puede ayudarnos a dejar de pensar en las heridas de nuestros corazones y, en vez de ello, forzarnos a morar en la grandeza de nuestro Dios. David conocía las tribulaciones. Enfrentó la amenaza de enemigos, las consecuencias de su propio pecado y los desafíos del dolor. Y, sin embargo, también reconoció el poder sanador de la alabanza.
Por esa razón en el Salmo 103 podemos mencionar las razones por las que debemos volver nuestra atención a Dios, quien nos colma de beneficios: Nos perdona, nos sana, nos redime, nos corona con amor y compasión, satisface nuestros deseos y nos renueva. David nos recuerda que Dios provee justicia y rectitud, y está lleno de gracia y amor.
Toma a David como ejemplo: Alabar la grandeza de Dios pone esperanza en nuestros corazones atribulados.
La alabanza puede aligerar la más pesada de tus cargas.

lunes, 5 de julio de 2010

HUMO EN LA ESPALDA

Norman Vincent Peale contó una historia de su niñez que revela la manera en que la desobediencia obstaculiza nuestras oraciones. Cuando niño una vez se consiguió un puro. Se dirigió a un pasillo trasero donde imaginó que nadie lo vería y lo encendió.
Al fumarlo descubrió que no tenía buen sabor, pero sí le hacía sentirse adulto. Al exhalar el humo notó que un hombre venía por el pasillo en dirección a él. A medida que el hombre se acercaba, Norman se percató horrorizado que era su padre. Era muy tarde para tratar de tirar el puro, por lo tanto, lo escondió detrás de él y trató de actuar de la manera más natural posible.
Se saludaron y para consternación del muchacho, su padre comenzó a conversar con él. Desesperado por distraer la atención de este, el niño divisó una cartelera cercana que anunciaba un circo.
«¿Puedo ir al circo, papá?», le rogó. «¿Puedo ir cuando venga al pueblo? ¿Por favor, papá?»
«Hijo», respondió su padre en voz baja, pero firme, «nunca hagas una petición mientras al mismo tiempo tratas de ocultar el humo espeso de la desobediencia a tus espaldas».
Peale nunca olvidó la respuesta de su padre. Le enseñó una valiosa lección acerca de Dios. Él no puede pasar por alto nuestra desobediencia aun cuando tratemos de distraerle. Sólo nuestra obediencia restaura nuestra relación con Él y añade poder a nuestras oraciones.
Maxwell, J. C. (1998; 2003). Compañeros De Oración. Thomas Nelson, Inc.
Si queremos que nuestra oración sea oída por Dios, recordemos que un paso esencial es ser obedientes. La Obediencia de un hijo de Dios enternece su corazón, la desobediencia en algún momento será confrontada por Él.
Jeremías 42:3
Sea bueno, sea malo, a la voz de nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de nuestro Dios nos vaya bien.
Daniel 9:11.
Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos.

LA REVEACION

Lectura: Lucas 2:25-35.
"Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá" Isaías 40:5
La habitación era un desastre: muebles que no combinaban, pintura descolorida, conexiones eléctricas horrorosas, cachivaches amontonados por todas partes. Los dueños de la casa intentaron mejorar algunas cosas, pero se veía cada vez peor.
Así comienza un programa de televisión sobre cómo reformar una casa. Después de entrevistar a los dueños, el diseñador elabora un plan para aprovechar al máximo el cuarto. Los productores del programa crean un clima de suspenso que va en aumento hasta llegar a lo que se denomina "la revelación". Los televidentes observan los progresos, junto con los "uh" y los "ah" de los propietarios al ver la nueva habitación.
Con el tiempo, el mundo se ha convertido en una especie de habitación descuidada. La gente lo satura de objetos que no corresponden; prioriza cosas que entorpecen su potencial. La vida se torna oscura, abarrotada e ineficaz. Los proyectos de autoayuda traen muy pocos beneficios.
La Biblia es el diseño divino que muestra la mejor manera de vivir. Dios genera suspenso a lo largo del Antiguo Testamento. Luego, en el momento indicado, llega la gran revelación: ¡Jesús! Al verle, Simón exclamó: "Porque han visto mis ojos tu salvación [...] luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel" (Lucas 2:30-32).
Llegamos a ser parte de la gran "revelación" de Dios cuando seguimos Su diseño y el ejemplo de Cristo.
Todo lo que soy se lo debo a Jesucristo, quien me ha sido manifestado en Su Libro Divino.