viernes, 11 de junio de 2010

RIESGO

Lectura: Proverbios 6:16-19.
"Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo" 1 Pedro 5:6
Cuando nuestros hijos eran pequeños, Risk era uno de nuestros juegos de mesa favoritos. El objetivo era la conquista del mundo. Cada jugador movilizaba sus tropas para tomar posesión de países y continentes. Siempre me divertía ver que la persona inicialmente lideraba el juego rara vez ganaba. La razón es obvia. Cuando los demás jugadores percibían el orgullo cada vez mayor del líder, se unían contra él.
Ya sea consciente o subconscientemente, es fácil que no nos gusten las personas poderosas con apariencia orgullosa. Su propio semblante parece animar a los demás a lanzarles obstáculos en el camino o ser opositores silenciosos.
En la lectura bíblica de hoy, se nos dice que son siete las cosas que Dios odia. De forma reveladora, la primera es el orgullo. Cuando alguien se sobrevalora a sí mismo infravalorando a los demás, inevitablemente lo revela con su apariencia orgullosa. Hinchado de autopresunción, también puede crear maldad y sembrar discordia. No es de extrañar que Dios aborrezca las apariencias orgullosas.
Puede que la gente orgullosa y poderosa piense que tiene que preocuparse de lo que piensen los demás, pero no puede ignorar la oposición de Dios. Pedro nos recuerda que no confiemos en nosotros mismos sino en Aquel que nos exaltará "cuando fuere tiempo" (1 Pedro 5:6). Al someternos a Él, evitamos el riesgo que el orgullo representa para nuestro carácter y nos convertimos en siervos de Dios agradecidos y humildes.
Nadie puede glorificarse a sí mismo y glorificar a Cristo al mismo tiempo.

jueves, 10 de junio de 2010

UNA VIDA RECORDADA

Lectura: Salmo 139:1-16.
"Para que podamos [...] consolar a los que están en [...] tribulación, por medio de la consolación con que [...] somos consolados por Dios" 2 Corintios 1:4
"Papi ayúdame". Esas fueron las últimas palabras de Dianne y Gary Cronin le escucharon decir a su hija de 14 años, murió repentinamente, justo dos días después de decir que no se sentía bien. Una infección de estreptococo atacó su cuerpo el jueves. Para el sábado, estaba rogando a su padre que la ayudara.
Antes de que Kristin muriera, yo tenía programado hablar en la iglesia de su familia en Soldotna, Alaska. En el tiempo de Dios, estuve ante la congregación el día después del funeral de la niña.
Kristin era una de esas vivaces adolescentes que amaba a Jesús y vivía para Él, y cuya súbita muerte nos deja con un millón de preguntas.
Debido a que yo había pasado por algo similar al perder a mi propia hija adolescente hacía unos cuantos años, pude ofrecer algo de consejo a esta iglesia asombrada y acongojada. Primero, dije, debemos reconocer la soberanía de Dios. Salmo 139:16 nos recuerda que la vida de Kristin duró el tiempo exacto que Dios quiso. Segundo, le pedí a la iglesia que jamás olvidara a la familia de la muchacha. Sea que pasen dos meses o cinco años, la familia jamás "superará" la pérdida de Kristin. Jamás dejará de necesitar a cristianos que se preocupen y se acuerden de ella.
En momentos como éste, no olvides que Dios tiene el control y que Él quiere que seamos un consuelo para los demás.
En todo desierto de desesperación, Dios tiene un oasis de consuelo.

¿QUE ES LO IMPORTANTE EN TU VIDA?

Una banda de delincuentes juveniles tenía un método refinado para actuar. Ingresaban a un negocio en grupo y dos o tres se separaban de los más. El grupo se alejaba y comenzaba una pelea de gritos, lo que concentraba la atención de los empleados y clientes. Todos los ojos se fijaban en los alborotadores, lo que permitía que los ladrones errantes se llenaron los bolsillos con mercadería o dinero en efectivo y abandonaban el negocio antes de que alguien siquiera sospechara lo que sucedía.
Podían llegar a pasar horas e incluso días antes de que el comerciante víctima del hurto se diese cuenta de que le faltaba algo e hiciese la denuncia a la Policía. Para entonces, los ladrones estaban bien lejos y no existía posibilidad alguna de recuperar lo robado.
La tentación opera de la misma manera. Nos distrae por medio del encanto de la fama, la fortuna, el poder o la satisfacción de los deseos de la carne. Mientras tanto, nos apartamos de los pasos certeros que debemos dar hacia el cumplimiento de nuestros objetivos. Cuando apartamos los ojos de lo que es verdaderamente importante en nuestra vida, corremos el riesgo de perderlo.
Creo que la lección que he aprendido es que no hay nada que reemplace el prestar atención.
Proverbios 1:5
El sabio oirá y crecerá en conocimiento, y el inteligente adquirirá habilidad.

miércoles, 9 de junio de 2010

JESUS ES EL UNICO CAMINO




HASTA LA BASURA SIRVE PARA ALGO

Mirar desde la ventana de ese sexto piso era ver un paisaje gris y sombrío. Porque la ventana de ese apartamento daba a un oscuro callejón del barrio de Harlem, Nueva York. Y el callejón era, en sí mismo, un enorme depósito de basura infestado de ratas.

Fue por esa ventana, a treinta metros de altura, que cayó el pequeño Ramal Gentry, de dos años de edad, hijo de Rhonda Gentry. Pero la basura lo recibió blandamente, como los brazos mismos de su madre, y el pequeño no sufrió más que el susto. «Dios y la basura —declaró después la madre— hicieron el milagro.»

Es interesante cómo aquello que tenemos por inservible viene a veces a salvarnos de algún desastre. Se supone que la basura no sirve para nada. Por eso la quitamos de la casa, la metemos en bolsas plásticas o de papel y la llevamos a un basurero. O la dejamos en el sitio indicado para que la recoja la municipalidad.

Las grandes ciudades del mundo recogen cada día millones de toneladas de basura y la llevan lejos, para que no ofenda a nadie. Pero con esa basura se rellenan terrenos baldíos, o se pone la base para nuevos caminos, o se quema y se saca de ella energía.

En el caso del pequeño Ramal, la basura sirvió para salvarle la vida y para que su madre elevara una oración de gratitud a Dios.

En la célebre parábola del hijo pródigo relatada por Jesucristo, se cuenta del joven que vivió perdidamente derrochando toda su herencia. Lo gastó todo hasta que se vio pobre y derrotado, cuidando cerdos y comiendo basura. Pero esa miserable situación sirvió para que el pródigo tuviera una reacción moral, que lo hizo regresar a la casa de su padre y al albergue de la familia.

¿Será posible que nos hallemos hoy en medio de lo que consideramos un montón de basura? Es más, ¿nos consideramos nosotros mismos basura? Quizá la vida nos haya vencido. Quizá los vicios nos tengan derrotados. Quizá nos hallemos quebrantados, amargados, desalentados. Quizá hayamos perdido toda esperanza de recuperación y aun todo deseo de vivir.

Ha llegado entonces el momento de reaccionar. Ha llegado el momento de pedir socorro divino. Ha llegado el momento de confesar, como el hijo pródigo: «He pecado contra el cielo y contra ti» (Lucas15:21). Y clamar: «¡Ayúdame, Señor!» Jesucristo puede sacar a todo ser humano de cualquier basurero, no importa lo grande o maloliente que sea. Basta con que clame a Dios en medio de su dolor. Él sólo espera oír su clamor.

Hermano Pablo

PALABRAS Y NUMEROS

Lectura: Juan 17:20-26.
"Yo y el Padre uno somos" Juan 10:30
Mi esposo es una persona "de números"; yo soy una persona "de palabras". Cuando mi incompetencia con los números me exaspera al máximo, trato de impulsar mi ego recordándole a Jay que las personas de palabras son superiores porque Jesús se llamó a sí mismo el Verbo, no el Número.
En vez de tratar de defenderse, Jay simplemente sonríe y continúa ocupándose de sus asuntos, los cuales consisten en cosas mucho más importantes que mis tontos argumentos.
Como veo que Jay no se defiende, entonces me siento obligada a hacerlo. Aunque es verdad que Jesús era el Verbo, estoy equivocada al decir que Él no se refirió a sí mismo como un número. Uno de los pasajes más conmovedores de las Escrituras es la oración de Cristo justo antes de Su arresto y crucifixión. Con la muerte frente a Él, Jesús oró no sólo por Él mismo, sino también por Sus discipulos y por nosotros. Su petición más urgente a favor nuestro involucró un número: "[Ruego] para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17:21).
Como personas que viven la Palabra, tenemos que recordar que las "palabras correctas" le suenan huecas al mundo a menos que, siendo uno en Cristo, estemos glorificando a Dios con una sola mente y una sola voz.
Dios llama a Sus hijos a la unidad.

martes, 8 de junio de 2010

SEPARACIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO

El juicio estaba llegando a su fin. Toda la evidencia pesaba en contra del acusado. La sentencia de muerte sin duda caería sobre Carlos Chambers. Había matado a una mujer de setenta años para robarle. Seguramente lo condenarían a la cámara de gas.

El fiscal, a fin de reafirmar su tesis, tuvo la ocurrencia de citar la Biblia: «Dios dice que el que derrama sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada.»

Ante esto el abogado defensor pidió que se anulara la sentencia, y el juez se vio obligado a conceder la petición. La ley dictaba que no se podía citar la Biblia para acusar a un hombre. Esto se debía a que en ese país había estricta separación entre Iglesia y Estado. Así que por referirse a la Biblia, el fiscal perdió su caso.

He aquí un caso interesante. Sucede en un país donde ocurren toda clase de argucias jurídicas extrañas, y se presta para una seria reflexión. Un asesino merece la pena de muerte. No debiera haber escape. Pero al citar la Biblia para condenarlo, se ponen en juego tretas jurídicas, y el hombre se salva.

Vale la pena preguntarnos: Al fin de cuentas, ¿en qué se basan las leyes humanas de todos los países del mundo para definir un delito? Si no puede citarse la Biblia en el juicio de un asesino, tampoco debe poder citarse para condenar a un adúltero, o a un mentiroso, o a un ladrón, o a quien sea culpable de cualquier delito.

Los Diez Mandamientos, que se encuentran en el Libro Sagrado, fijan y establecen la moral humana. Si no hubiera Biblia y no existiera ese Decálogo de Moisés, el hombre no tendría ley a la cual sujetarse. ¿Cuál sería el resultado? Se regiría sólo por la violencia y la fuerza. Su única ley sería su propio capricho personal.

En los días previos al diluvio universal, nadie obedecía a nadie. No había ley, no había moral, no había norma de vida. Regía sólo la violencia. Cada uno establecía su propia ley. Fue entonces que Dios envió el diluvio, para comenzar un nuevo pueblo.

Lo cierto es que aunque Dios jamás hubiera mandado a escribir sus mandamientos en tablas de piedra o en ninguna otra parte, el homicidio sería criminal, el adulterio sería inmoral, el robo sería ruin, y todo pecado sería maligno. Lo que no está escrito en tablas de piedra, está escrito en la conciencia humana. Y todos hemos violado la ley de la conciencia.

¿Habrá salvación para el pecador? Sí, la hay, con toda seguridad. Por eso dio su vida Jesucristo en la cruz del Calvario: para pagar el precio de nuestra redención. Podemos acudir a Él. Cristo murió por nuestra maldad. Por eso se llama Salvador. Rindámosle nuestra vida.

Hermano pablo