jueves, 13 de mayo de 2010

EL BORDADO

Cuando yo era pequeña, mi madre solía coser mucho.
Un día me senté cerca de ella y le pregunté qué estaba haciendo. Ella me respondió que estaba bordando. Pero como yo sólo podía observar el trabajo de mi madre desde atrás, lo que estaba haciendo tenía un aspecto bastante confuso.
Le pregunté por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué todo el bordado era tan desordenado. Ella sonreía y me sugirió que saliera a jugar un momento y que me llamaría cuando hubiera terminado su bordado. Entonces te sentarás en mi regazo y te dejaré verlo desde mi posición.
Una media hora más tarde me llamó y me quedé sorprendida y emocionada al ver un bello atardecer en el bordado. No podía creerlo.
Muchas veces a lo largo de los años mirando al Señor pregunté: “Dios, ¿Qué estás haciendo?”. Él respondió: “Estoy bordando tu vida.” Entonces yo le repliqué: “Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?” y Dios parecía decirme: “Mi niña, ocúpate de tu trabajo que yo estoy haciendo el mío. Un día vendrás de vuelta a casa, te pondré sobre mi regazo y entonces entenderás”
Nos cuesta entender, que nuestra vida no es un accidente. Dios está trabajando intensamente en nosotros a través de cada detalle, cada hora y cada minuto. Recuerda, Dios no malgasta tiempo. Cada minuto es aprovechado al máximo, porque él te ama.
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.
Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo. Romanos 8:28,29.

PESAR PIADOSO

Lectura: 2 Corintios 7:5-10.
"Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios" 2 Corintios 7:9
Los ladrones se llevaron casi 5.000 dólares en equipos de sonido y oficina de una iglesia en los Estados Unidos, sólo para volver a la noche siguiente y devolver los objetos que habían robado. Aparentemente, el sentimiento de culpa por robar a una iglesia pesó tanto en sus conciencias que sintieron la necesidad de corregir su comportamiento criminal al haber quebrantado el mandamiento: «No hurtarás» (Éxodo 20:15). Sus acciones me hicieron pensar en las diferencias entre el pesar mundano y el pesar piadoso.
Pablo alabó a los corintios por entender esta diferencia. La primera carta que les escribió fue mordaz, ya que trató asuntos de pecado. Sus palabras causaron pesar entre ellos y Pablo se regocijó por esto. ¿Por qué? Su pesar no se detuvo tan sólo en sentirse tristes porque fueron descubiertos o por sufrir las desagradables consecuencias de sus pecados. Su pesar era un pesar piadoso, un auténtico remordimiento por sus pecados. Esto les llevó al arrepentimiento —un cambio en su pensamiento que les condujo a renunciar a su pecado y volverse a Dios. Su arrepentimiento finalmente les llevó a la liberación de los hábitos pecaminosos que tenían.
El arrepentimiento no es algo que podamos realizar a menos que el Espíritu Santo nos induzca a hacerlo; es un regalo de Dios. Ora por arrepentimiento hoy (2 Timoteo 2:24-26).
El arrepentimiento significa odiar el pecado lo suficiente como para alejarse de él.

martes, 11 de mayo de 2010

ASUSTARSE DE LA PROPIA SOMBRA

Bruno Napone, siciliano de sesenta y cinco años de edad, levantó el revólver, contuvo el aliento, cerró un ojo y tomó la puntería. Luego descargó las seis balas del tambor. Agujereó una ventana, perforó el televisor, destrozó platos y tazas, y dejó balas en tres de las paredes. Mientras tanto, gritaba despavorido: «¡No dejen que me agarre, no dejen que me agarre!»

A Bruno no lo perseguía la policía; él no tenía enemigos ni lo habían asaltado los ladrones. Bruno huía de su propia sombra, una fobia que lo había dominado desde la infancia.

En su casa no encendía luces. Salía de ella sólo en los días nublados o de lluvia. Si veía su sombra en el suelo o en las paredes, le sobrevenían un temblor incontrolable y unos sudores fríos. «Es trauma infantil», concluyó el médico. Pero para Bruno Napone, si bien era una obsesión muy extraña, era también muy verdadera.

Hay muchas personas que, como este anciano de Sicilia, viven huyendo de su propia sombra. Son las que guardan en su conciencia algún delito no confesado. Hay mujeres que han cometido adulterio, y temen que ese adulterio se descubra y que la vergüenza y sus terribles consecuencias caigan sobre ellas y su familia. Hay hombres ejecutivos, tanto de empresas privadas como funcionarios del gobierno, que han cometido una estafa, y aunque disfrutan del dinero obtenido, viven pendientes de la posibilidad de que se les descubra. Tiemblan ante el sonido de una hoja, o de la sirena de un radio patrulla, o huyen de su propia sombra. Cada mañana leen la crónica policiaca con angustia.

Es justo, bueno y sano que nos remuerda la conciencia a tal grado que no podamos eludir nuestra culpa. Triste es cuando la persona pierde toda sensibilidad. Quien no siente en el corazón el ardor de un delito escondido, de una infidelidad oculta, no tiene ninguna esperanza de ayuda. El cargo de conciencia es un indicio de que todavía hay esperanza de libertad. Para el enfermo que no siente su mal, no hay remedio alguno.

Pero ¿a quién acude la persona que se siente morir bajo el peso de una culpa? El primer paso es buscar a Dios. Jesucristo es la propiciación entre nuestro pecado y el Juez del universo. Una vez que nuestra culpa haya sido borrada delante de Dios, es entonces fácil encarar la justicia humana. No sigamos huyendo de nuestra propia sombra. Entreguemos a Cristo nuestras culpas. Él nos limpiará de todo pecado.

Hermano Pablo

EL PODER DE LA CONCIENCIA

La conciencia es sin duda una “virtud extremadamente importante”. La conciencia nos permite tomar decisiones responsables a lo largo del camino de la vida.
La conciencia guía e influye la trayectoria de cada esfuerzo de manera práctica, usando de la lógica y la prudente perspicacia.
La conciencia previene la necesidad de una persona tener que pasar por las experiencias que pudieran demostrar ser cruciales o perjudiciales con implicaciones posteriores y complementa la estructura completa de cada esfuerzo de manera competente al otorgar al individuo con un conocimiento pleno y la ventaja por adelantado, por lo tanto orquestando constructivamente el ritmo de la vida de manera meritoria.
La conciencia extiende la riqueza que la vida nos ofrece a cada uno de nosotros de manera consistente en todo momento.
Teniendo conciencia, podemos hacer uso estratégicamente de los recursos con los que hemos sido dotados cada uno de nosotros, de manera privilegiada.
La conciencia, tan sencilla como pueda parecer, es en realidad un don que da fe de que cada uno de nosotros posee por dentro maravillosas virtudes con las que hemos sido dotados.
Tomemos la oportunidad en cada instante de estar conscientes de cada momento, de cada pensamiento, de cada acción, de cada esfuerzo, de cada perspectiva, de cada tarea o asignación y estar agradecidos de haber recibido esta maravillosa virtud.
Cada uno de nosotros tiene el poder de la conciencia por dentro. Siempre y de todas maneras, necesitamos reconocer y utilizar esta talentosa virtud responsablemente.
Antes de aventurarnos en cualquier acción, utilicemos el poder investigativo de nuestra conciencia con cuidado; de estar concientes de lo que es bueno y malo en vez de apresurarnos a juzgar o llegar a nuestras propias conclusiones sobre la base de lo que hemos oído de una fuente sea esta conocida o no.
La conciencia; es maravilloso estar concientes.
Estar concientes hace una tremenda diferencia en todo aspecto de la vida. La importancia de la conciencia no puede ser enfatizada en demasía ya que cada día, el estar concientes, nos traerá sus propias recompensas en cada faceta de la vida.
Vashi R. Chandiramani, copyright 2006
Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia. Salmo 16:7
Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Juan 8:9
Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Hechos 24:16

EL MUNDO ESTA OBSERBANDO

Lectura: Juan 13:31-35.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" Juan 13:35
Unos amigos míos estaban sirviendo en un ministerio dirigido principalmente a cristianos cuando se les presentó la oportunidad de cambiar de empleo y tocar las vidas de miles de no creyentes. Decidieron hacer lo que creían que era un cambio emocionante.
Muchas personas, incluso algunas que no les conocían personalmente, quedaron espantadas y les acusaron de buscar fama y fortuna en el mundo. Pero, con la fe de que Jesús había venido «a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10), decidieron ir en pos de lo que consideraban una oportunidad aún mayor de servir a los «perdidos» en su comunidad.
Más tarde dijeron: «Algunos cristianos fueron muy crueles con nosotros y nos escribieron correos electrónicos llenos de odio. NuesDNtros nuevos amigos no cristianos eran más amables con nosotros que nuestros compañeros cristianos. No entendíamos eso y nos sentíamos profundamente heridos». Me contaron que su deseo era seguir la directiva de Dios de ser «sal» y «luz» en el mundo (Mateo 5:13-14).
Cuando alguien que conocemos está tomando una decisión o haciendo algún cambio, puede ser de ayuda que le preguntemos cuáles son sus motivos para ello. Pero no podemos conocer totalmente el corazón de otra persona. No queremos «morder y comer» a nuestros compañeros cristianos (Gálatas 5:15), sino más bien amarles de una manera que los demás sepan que somos seguidores de Jesús (Juan 13:35). El mundo está observando.
Sólo Dios ve el corazón.

lunes, 10 de mayo de 2010

LA ESCRITURA EN LA CARCEL

Un ejemplo de fe se encontró en la pared de un campo de concentración. En ella un prisionero grabó las siguientes palabras:
Creo en el sol, aunque no brille.
Creo en el amor, aunque no lo expresen.
Creo en Dios, aunque no hable.
Procuro imaginar a la persona que trazó estas palabras.
Trato de imaginarme la mano esquelética que agarró el vidrio roto o la piedra con la que marcó la pared.
Trato de imaginar sus ojos entrecerrados que procuraron grabar cada letra en la oscuridad.
¿Que manos pueden haber grabado tal convicción? ¿Qué ojos pudieron haber visto lo bueno en medio de tal horror?
Hay sólo una respuesta: Ojos que escogieron ver lo invisible.
Lucado, M., & Gibbs, T. A. (2001). Promesas inspiradoras de Dios (Page 14). Nashville, TN: Caribe-Betania Editores.
Cada día estamos desafiados a mirar lo visible o lo invisible. Depende de nosotros. Si escogemos lo visible, sin duda nuestra vida se estrechará y la fe se disipará, si escogemos lo invisible, nuestro horizonte espiritual se expandirá.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. Mateo 11.28–30
Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Salmo 46.1, 11

LA FE COMO LA DE UN NIÑO

Lectura: Mateo 8:5-10.
"Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios" Lucas 18:27
La pequeña Tania, de seis años de edad, y su papá eran los únicos que seguían despiertos en el automóvil mientras iban de vuelta a casa después de un viaje de campamento familiar. Mientras miraba la luna llena a través de la ventana del vehículo, la niña preguntó: «Papá, ¿crees que yo podría tocar la luna si me levanto?»
«No, no lo creo», sonrió él.
«¿Puedes tú alcanzarla?»
«No, no creo que tampoco pueda hacerlo».
Tania estuvo callada por un momento, luego dijo confiadamente. «Papi, ¿y si me cargas sobre tus hombros?»
¿Fe? Sí, la fe como la de un niño en que los papás pueden hacer cualquier cosa. Pero la verdadera fe tiene la promesa escrita de Dios como su fundamento. En Hebreos 11:1 leemos. «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Jesús habló mucho sobre la fe, y a lo largo de todos los evangelios leemos acerca de Su respuesta a aquellos que mostraron una gran fe.
Cuando unos hombres trajeron a su amigo paralítico a Jesús, Él vio «la fe de ellos», le perdonó al hombre sus pecados y le sanó (Mateo 9:2-6). Cuando el centurión le pidió a Jesús, «di la palabra, y mi criado sanará» (8:8), Jesús «se maravilló» y dijo, «de cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe» (8:10).
Cuando tenemos fe en Dios, nos damos cuenta de que todo es posible (Lucas 18:27).
La fe como la de un niño abre la puerta al reino de los cielos.