sábado, 1 de mayo de 2010

EL EXAMEN CON TRAMPA

Lectura: Salmo 119:129-136.
"Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí" Salmo 119:133
Dan Ariely, profesor de economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts , realizó algunas pruebas sobre el comportamiento humano. En un experimento, los participantes dieron un examen en el que recibirían dinero por cada respuesta correcta. Sin embargo, ellos no sabían que Airely no estaba probando su conocimiento sino si harían trampa. Organizó el examen de tal modo que los grupos creyeran que sería fácil hacer trampa.
Antes de dar el examen, a un grupo de los participantes se les pidió que anotaran los Diez Mandamientos, hasta donde pudieran recordarlos. Para asombro de Ariely, ¡nadie de este grupo hizo trampa! Pero en todos los demás grupos sí hubo quienes hicieron trampa. Recordar un patrón de referencia moral marcó la diferencia.
Siglos atrás, el salmista entendió la necesidad de un patrón de referencia moral y pidió ayuda divina para seguirlo. Oró al Señor: «Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí… y enséñame tus estatutos» (Salmo 119:133-135).
El experimento del «examen con trampa» de Ariely ilustra nuestra necesidad de guía moral. El Señor nos ha dado Su Palabra como una lámpara a nuestros pies y una lumbrera a nuestro camino (v. 105) para dirigirnos en nuestras elecciones morales.
Al igual que una brújula, la Biblia siempre nos señala la dirección correcta.

viernes, 30 de abril de 2010

!DEJA QUE ESTAS JOYAS ADORNEN TU VIDA!

Lo que el oxígeno es para los pulmones, es la esperanza para el significado de la vida. –Emil Brunner

Los hombres poco profundos creen en la suerte; los fuertes creen en la causa y el efecto. –Ralph Waldo Emerson

La ira nos enpequeñece, mientras que el perdón nos hace crecer más allá de donde estábamos. –Cherie Carter-Scott

El dar nos libera del familiar territorio de nuestras propias necesidades abriendo nuestra mente a los inexplicables mundos ocupados por las necesidades de los demás. –Barbara Bush

Hay una maravillosa y mítica ley de la naturaleza que plantea que las tres cosas que más codiciamos en la vida felicidad, libertad y paz mental siempre se obtienen al dárselas a otro. –Peyton Conway March

La aritmética más difícil de dominar es aquella que nos permite contar nuestras bendiciones. –Eric Hoffer

De alguna manera, no sólo en Navidad, pero durante todo el año, el gozo que damos a los demás es el gozo que nos viene de vuelta. Y entre más invertimos en bendecir a los pobres, solitarios y tristes, más gozosas posesiones del corazón nos son retribuidas. –John Greenleaf Whittier

Regale libros –religiosos o de otro tipo– para Navidad. Nunca engordan, pocas veces pecaminosos y permanentemente personales. –Lenore Hershey

Para lograr grandes cosas, no sólo debemos actuar sino también soñar; no sólo planear sino también creer. –Anatole France

Deja que estas joyas adornen tu vida hoy.

Y tuvo Ezequías riquezas y gloria, muchas en gran manera; y adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, perfumes, escudos, y toda clase de joyas 2 Crónicas 32:27

En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas. Isaías 61:10

LAS ARENAS DE SLAPTON

Lectura: 1 Pedro 5:1-11.
"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" 1 Pedro 5:8
Las Arenas Slapton se encuentran en las costas del sur de Inglaterra. Esta bella playa acarrea un trágico recuerdo de su pasado.
El 28 de abril de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados aliados se dedicaron a la Operación Tigre, un ejercicio de entrenamiento para desembarques anfibios de playa, como preparación para la invasión de Normandía conocida como el Día D. De repente aparecieron cañoneras enemigas y mataron a más de 700 soldados norteamericanos en un ataque sorpresa. Hoy, un monumento se levanta en las Arenas Slapton para conmemorar el sacrificio de esos jóvenes que murieron mientras entrenaban para la batalla pero que jamás pudieron entrar en el conflicto.
Esta tragedia es la metáfora de una advertencia al creyente en Cristo. Nosotros también estamos involucrados en el combate con un enemigo que es poderoso y engañoso. Esa es la razón por la que el apóstol Pedro advirtió: «Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5:8).
Al igual que los soldados de las Arenas Slapton, nos enfrentamos a un enemigo que desea nuestra perdición. Debemos estar alertas en el servicio a nuestro Rey. El llamado a ser efectivos en batalla (2 Timoteo 2:3-4) nos desafía a estar listos para los ataques sorpresa de nuestro enemigo espiritual —para que podamos resistir y servir un día más.
Los ardides de Satanás no pueden competir con el poder del Salvador.

miércoles, 28 de abril de 2010

EL DON DEL HIJO AL PADRE

El diagnóstico: leucemia. El pronóstico, no menos funesto: tal vez un año más de vida. Acababa de recibir esa terrible noticia Simón Bird, muchacho de catorce años, cuando salió del hospital acompañado por su padre. ¡Sólo un año más para vivir! En la flor de la adolescencia, vendría la muerte inexorable a segar su vida.

El valiente muchacho de Yeovil, Inglaterra encaró con firmeza su destino y aprovechó la oferta que le hizo una institución benéfica llamada «Los sueños se hacen realidad». Esa entidad ofrecía regalos a los adolescentes moribundos. Pero Simón no pidió nada para él mismo sino para su padre. Pidió que a su progenitor le regalaran un pequeño tractor de jardín para que éste pudiera ganarse la vida. Ese fue el supremo don del hijo al padre.

Esta tierna historia levanta el espíritu de quienes todos los días tienen que hacer la crónica de todo lo malo que ocurre en el mundo. El chico moribundo pudo haber pedido cualquier cosa para él mismo —un auto, una moto, un viaje, un equipo de sonido, un televisor—, pero cuando más razón tenía para pensar en sí mismo, pensó más bien en su padre.

Hay acciones generosas que debemos destacar. No todo en este mundo es drogadicción, narcotráfico, asalto, robo, asesinato, guerrilla y terrorismo. También hay gestos nobles, acciones generosas y sentido humanitario.

Simón pasó a la presencia de Dios. Cuando sus padres y hermanos contemplaron el espléndido tractor que les había conseguido como recurso económico para la familia, comentaron: «En la última hora de su vida, Simón pensó en nuestro bienestar. No vivió en vano ni murió en vano. En su corta existencia tuvo tiempo de dejarnos lo que nos ayudaría a vivir.»

La Biblia dice: «No son los hijos los que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos» (2 Corintios 12:14). Esa es la norma sana de vida. Los padres deben dejarles a sus hijos la mejor herencia. Pero en este caso se produjo la bendición a la inversa: el hijo le dejó una herencia al padre.

Dios, que inspiró al escritor del texto Bíblico anterior, hizo lo que ese texto manda. Nos dejó a nosotros los seres humanos la mejor, la más grande, pura y perfecta de las herencias: nada menos que a su propio Hijo Jesucristo. Y junto con Cristo nos dejó todo: el perdón, la regeneración, la paz y, para el final, la vida eterna. Hay, pues, un regalo, un don gratuito y grandioso, que Dios nos ofrece. Y nosotros no tenemos que hacer más que aceptarlo.

Hermano Pablo

martes, 27 de abril de 2010

EXTRAÑOS ENTRE FAMILIA

La familia se sentó a la mesa, una mesa grande, bien servida, para once personas. Era el día de Acción de Gracias en Aachen, Alemania, y el menú era el tradicional: pavo, mazorcas, camotes y pastel de calabaza.

De pronto, en medio de las conversaciones, de las risas y de los buenos augurios, sucedió algo extraño. A toda la familia le sobrevino una súbita amnesia. Ya no se reconocían unos a otros. Nadie sabía quién era ni por qué estaba allí. No recordaban nada de su pasado. De un momento a otro pasaron de ser una familia unida y feliz a ser un grupo de extraños que se miraban con espanto.

«La probabilidad de que ocurra un caso como este es uno en diez millones —dijo el Dr. Walter Michler, psiquiatra que enseñaba en una universidad—, pero ocurre.»

Sin lugar a dudas, es algo fuera de lo común que once personas, miembros de una sola familia, en medio de un festejo pierdan completamente la memoria, y que les suceda a todos al mismo tiempo. ¡Por lo mínimo habría que calificarlo como un caso superextraordinario! Pero lo que sí es común en muchas familias es que, sin sufrir de amnesia, de repente descubren que son extraños unos con otros dentro del hogar.

Hace algunos años los diarios publicaron el caso de una familia rica e influyente compuesta de padre, madre, dos hijos varones y una hija menor de quince años de edad. Desde el día en que se casaron los padres, dieron la impresión de ser una familia unida y feliz, y quizá lo fueron por un tiempo. Hasta el día en que el padre se enamoró de otra mujer. La madre despechada siguió su ejemplo, el hijo mayor se declaró homosexual, el segundo hijo se volvió drogadicto y la hija adolescente resultó embarazada.

El pecado había entrado en los miembros de una familia tradicional y los había enajenado a todos. Seguían viviendo en la misma casa y llevaban todavía el mismo apellido, pero cada uno se convirtió en un extraño para el otro.

A una familia no la une ni la casa, ni el apellido, ni la riqueza ni el asistir juntos a algunas reuniones sociales. Y tampoco la une el tener la misma ideología política ni el practicar la misma religión.

El único que une, que amalgama, que cimienta, que solidariza a una familia, es Jesucristo. Cuando hacemos de Cristo el Señor de nuestra vida y nos sometemos incondicionalmente a sus leyes, hay verdadera unidad y paz en nuestro hogar. Entreguémosle nuestra vida y nuestro hogar a Cristo.

Hermano Pablo

NO ME GUSTA

¿Cuál es la clave del éxito? ¿Qué distingue a las personas que triunfan de aquellas que fracasan? ¿Es posible alcanzar el éxito, y mantenerlo? Un sin número de respuestas posibles se agolpan frente a nosotros intentando señalarnos el camino seguro hacia la victoria personal.
Recuerdo la ocasión en que ingresé a mi primer trabajo. Tenía 14 años y estaba concluyendo el segundo año de la escuela secundaria, cuando de un día para el otro mi tío me propuso trabajar con él durante el verano. ¡Todo un desafío para un adolescente acostumbrado a ver televisión, practicar básket y asistir a clases! Sin embargo, acepté el reto y me lancé a la ‘aventura’
Los primeros días fueron facilísimos: todos me sonreían, los jefes me tenían paciencia y mal que bien sobrellevaba el horario matutino de entrada. Pero al pasar los días, la ‘comodidad’ se vistió de ‘normalidad’ y el asunto se tiñó de ‘sangre, sudor y lágrimas’. ¡Llegué a trabajar durante casi un mes desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche! ¡Quince horas diarias! Llegaba a mi casa, cenaba y caía desplomado sobre la cama, sólo para levantarme cinco horas después ¡y seguir con la rutina! Nada de televisión, nada de paseos, nada de nada. Sólo trabajar, y trabajar, y trabajar.
Pero algo “misterioso” sucedía cada dos semanas. Algo que me hacía “olvidar” el sacrificio y la abnegación de cada día: ¡finalmente cobraba mi salario! ¡Sí! ¡Por primera vez en mi vida podía disfrutar mi propio dinero, obtenido con mi propio trabajo! Por primera vez entendí, de manera muy práctica, el tremendo valor que tiene el esfuerzo personal con miras a la recompensa que implica lograr el éxito.
San Pablo escribió: “Ustedes saben que, en una carrera, no todos ganan el premio sino uno solo. Los que se preparan para competir en un deporte, dejan de hacer todo lo que pueda perjudicarles. ¡Y lo hacen para ganarse un premio que no dura mucho! Nosotros, en cambio, lo hacemos para recibir un premio que dura para siempre. Yo me esfuerzo por recibirlo, así que no lucho sin un propósito. Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mi mismo” (1 Corintios 9:24-27).
Me encanta cómo define el asunto un reconocido autor americano: “Todas las personas con éxito tienen el hábito de hacer cosas que a los fracasados no les gusta hacer. A ellos tampoco les gusta hacerlas. Pero su disgusto se ve subordinado a la fortaleza de sus propósitos”
“No me gusta” sacrificarme, ahorrar, hacer dieta, estudiar, ir al médico, ser amable, planificar, perdonar, arrepentirme, orar, leer la Biblia… ¡pero vaya diferencia que obtengo en mi calidad de vida cuando invierto mi atención y mi esfuerzo en estas y muchas cosas más!
Cristian Franco
Vale la pena vivir más allá de los gustos y vivir con propósito.
Génesis 5:29
Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo.
Proverbios 24:10
Si fueres flojo en el día de trabajo, Tu fuerza será reducida.

PRIMERO LO PRIMERO

Lectura: Mateo 6:25-34.
"Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" Mateo 6:33
El líder de un seminario quería explicar algo importante, así que tomó una jarra de boca ancha y la llenó de piedras. «¿Está la jarra llena?» preguntó. «Sí» fue la respuesta. «¿De veras?» volvió a preguntar. Luego echó guijarros más pequeños en la jarra para llenar los espacios entre las piedras. «¿Está llena ahora?» «Sí» dijo alguien más. «¿De veras?» Entonces llenó los espacios restantes entre las piedras y los guijarros con arena. «¿Está llena ahora?» preguntó. «Probablemente no», dijo otra voz, para diversión de los asistentes. Luego tomó un jarro de agua y lo vertió en la jarra.
«¿Cuál es la lección que aprendemos de esto?» preguntó. Un ansioso participante levantó la voz: «No importa cuán llena esté la jarra, siempre hay espacio para más». «No exactamente», dijo el líder. «La lección es: para hacer caber todo en la jarra, hay que poner las cosas grandes primero».
Jesús proclamó un principio similar en el Sermón del Monte. Él sabía que desperdiciamos tiempo preocupándonos por las pequeñeces que parecen muy urgentes y que no reparamos en las cosas grandes de valor eterno. «Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas», Jesús les recordó a Sus oyentes. «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:32-33).
¿Qué estás poniendo primero en tu vida?
Aquellos que acumulan tesoros en el cielo son las personas más ricas en la tierra.