viernes, 16 de abril de 2010

VERIFICA TU ACTITUD



Lectura: Juan 3:22-36.
"Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" Juan 3:30
Un profesor de música con una voz bien entrenada era quien generalmente cantaba las principales partes para solista masculino en el coro de una gran iglesia. Algunas veces un joven llamado Beto, quien carecía de formación musical, cantaba unos cuantos solos más cortos. Cuando la directora del coro comenzó las preparaciones para la cantata navideña, tuvo la idea de que la voz y el estilo de Beto eran la elección natural para el principal papel de solista. Sin embargo, no sabía cómo decírselo a Beto sin ofender al otro solista, quien era un hombre mayor.
Su angustia fue innecesaria. El profesor pensaba lo mismo que ella, y le dijo que Beto debía cantar como solista. Él siguió cantando fielmente en el coro y fue una fuente de mucho aliento para Beto.
Las personas que pueden poner a un lado sus ambiciones egoístas y buscan de todo corazón el bien de los demás tienen una actitud que agrada a Dios. ¿Recuerdas cómo reaccionó Juan el Bautista cuando las multitudes le dejaron y comenzaron a seguir a Jesús? Él dijo: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:30).
¿Qué tienen en común Juan el Bautista y el profesor de música? Pudieron poner a un lado sus «ambiciones egoístas». Estuvieron felices de ver a los demás elevarse por encima de ellos cuando era para un bien común. ¿Se puede decir lo mismo acerca de nosotros?
Cuando nos olvidamos de nosotros mismos, hacemos cosas que los demás recordarán.

A CORRER COMO LOCOS

Una vez escuché la historia de un ministro que salió un día a caminar por una hilera de casas muy suntuosas de estilo victoriano.
Mientras paseaba por allí divisó un muchachito saltando en el portal de una de ellas, bella y antigua.
Estaba tratando de alcanzar el timbre que se hallaba en un lugar alto al lado de la puerta, pero era muy pequeño para llegar.
Sintiendo pena por el muchacho, el ministro se llegó hasta allí, entró en el portal y tocó el timbre con fuerza por él.
Entonces sonrió y le dijo: «¿Y ahora qué, jovencito?»
«Ahora», exclamó el muchacho, «¡a correr como locos!»
El hombre juzgó mal los motivos del muchacho en la historia, pero Dios no comete errores en cuanto a nuestros motivos. Cuando estos no son buenos, nuestras oraciones carecen de poder.
Santiago 4.3 dice: «Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites».
A veces incluso puede ser difícil conocer nuestros motivos.
Maxwell, J. C. (1998; 2003). Compañeros De Oración. Thomas Nelson, Inc.
No podemos leer las motivaciones de los demás, pero Dios si ve nuestras motivaciones. Necesitamos continuamente preguntarnos cuales son nuestras motivaciones en todo lo que hacemos.
Salmo 78:37.
Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto.
Proverbios 17:3.
El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; Pero el Señor prueba los corazones.

miércoles, 14 de abril de 2010

BORBOTEA EN MI ALMA

Lectura: Juan 7:33-39.
"Si alguno tiene sed, venga a mí y beba… de su interior correrán ríos de agua viva" Juan 7:37-38
Hace décadas, visité un centro ministerial en el África Occidental y vi a una niñita trepar a un camión que tenía un sistema de altavoces para dirigirse al público. Sonriendo, comenzó a cantar por el micrófono:
¡Borbotea, borbotea,borbotea en mi alma; canto y río pues Jesús me restauró. Pues Jesús entró en mi vida, y limpió mi corazón de pecado, borbotea, borbotea, borbotea, borbotea, borbotea en mi alma!
Sólo la escuché cantar esa canción una vez. Pero el gozo en su voz era tan evidente y poderoso que hasta hoy recuerdo la letra y la tonada.
El paralelo en la canción entre el agua y el refrigerio espiritual es bíblico. Durante la Fiesta de los Tabernáculos, un sacerdote levita vertía agua como símbolo de que Dios proveyó de agua a Israel en el desierto. Durante esa fiesta, «Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7:37-38). Jesús estaba hablando acerca de la promesa del Espíritu Santo para aquellos que creyeran en Él (v. 39). El agua que sacia la sed es una ilustración de la satisfacción espiritual que sólo Él puede proveer.
Tal vez has perdido ese gozo que experimentaste por primera vez en el momento de tu salvación. Confiesa todo pecado conocido en este momento (1 Juan 1:9). Se llenó del Espíritu Santo de Dios (Efesios 5:18) y deja que Él te provea de eso que «borbotea en tu alma».
Fue necesario que Cristo se fuera para que el Espíritu Santo viniera.

EL SENBRADOR DE BELLOTAS

En 1930 un joven viajero exploraba los Alpes Franceses. Llegó a una vasta extensión de tierra estéril. Estaba desolada. Era amenazante. Era horrible. Era el tipo de lugar del que uno sale huyendo de prisa.
Entonces, de repente, el joven viajero se detuvo sobre sus talones. En medio de este vasto desierto había un anciano encorvado. Sobre su espalda cargaba un saco de bellotas. En su mano había un trozo de tubo de hierro de metro y medio.
El hombre usaba el tubo de hierro para abrir agujeros en la tierra. Entonces, sacaba del saco que traía una bellota y la colocaba en el agujero. Luego, el anciano le dijo al viajero: “He sembrado más de 100,000 bellotas. Quizás tan solo una décima parte de ellas crecerán”. La esposa e hijo del anciano habían muerto, y esta era la manera como él había decidido invertir sus últimos años. “Quiero hacer algo útil”, dijo él.
Veinticinco años después, el ahora no tan joven viajero regresó al mismo paraje desolado. Lo que vio lo sorprendió. No podía creer lo que veían sus propios ojos. La tierra estaba cubierta con un hermoso bosque de tres kilómetros de ancho y ocho de largo. Las aves cantaban y los animales jugaban y las flores silvestres perfumaban el ambiente.
El viajero se quedó contemplándolo, recordando la desolación que alguna vez estuviese en su lugar; un hermoso bosque de robles ahora se levantaba allí –sólo porque alguien se interesó.
Brian Cavanaugh, T.O.R., The Sower’s Seeds
El Pensamiento del Capellán.

Nunca te canses de sembrar, lo que ahora parece que no germina un día brotará. Quizá no lo veas tú, pero lo verán tus hijos o tus nietos y tú sonreirás desde los cielos. La vida es un campo y tú eres el sembrador.

Genésis 47:23.
Y José dijo al pueblo: He aquí os he comprado hoy, a vosotros y a vuestra tierra, para Faraón; ved aquí semilla, y sembraréis la tierra.

Eclesiastés 11:4.
El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.

ENCERRADO CON TIGRES

El muchacho, de veinte años de edad, levantó el auricular del teléfono. No era una llamada inocente que hacía desde su casa. Era una llamada que le hacía a un grupo de periodistas desde una cárcel. «Quiero que me condenen a muerte. No soportaría estar preso toda la vida.»

Se trataba de Mark Scott, que había sido condenado a cadena perpetua por homicidio. El sólo pensar en permanecer toda la vida tras las rejas de una cárcel era más de lo que podía soportar. Por eso llamó a los periodistas, y posteriormente se le concedió su petición. Fue así como Mark Scott llegó a ser el condenado a muerte más joven de la prisión de San Quintín. Sólo tenía veinte años.

He aquí a un joven que quería morir. No quería cadena perpetua. «Para mí —dijo él—, estar preso toda la vida es como si me encerraran en un cuarto con tigres que, bocado a bocado, me fueran comiendo.»

Pero ¿cómo había llegado este estudiante inteligente a cometer dos años antes, teniendo apenas dieciocho años, un homicidio por el que lo condenarían a cadena perpetua? Precisamente al permitir, empleando su propia analogía, que un «tigre» le fuera comiendo pedazo a pedazo la moral y la conciencia.

Primero fue el «tigre» del egoísmo, el deseo insano de las satisfacciones egoístas, de vivir sólo para sí. Luego fue el «tigre» del cine y de la televisión, que fueron comiendo su conciencia pedazo a pedazo.

Después fue el «tigre» feroz de la drogadicción, que minó y desmenuzó su raciocinio. Por último fue el «tigre» de la codicia. Aquel joven, de sólo dieciocho años de edad, secuestró a Kelly Sullivan, enfermera de treinta y tres años, y la mató de tres balazos para robarle lo poco que llevaba en la cartera.

Hay muchos como Mark Scott, que permiten que los «tigres» les vayan comiendo el alma, pedazo a pedazo. Cada día se someten a los mordiscos del «tigre» hasta que son consumidos por completo. Son los que se abandonan a las pasiones, a los vicios, a la codicia y a la lujuria.

¿Hay alguien que pueda dominar estas fieras destructivas que parecen ensañarse con los seres humanos? Sí, lo hay. Jesucristo, el Señor que vive con plenitud de vida, tiene poder para venir en ayuda de cualquier víctima del pecado que clama desesperada.

Sólo Jesucristo nos libra de los «tigres» que nos consumen. Sólo Cristo tiene compasión y buena voluntad para librarnos. Sólo Él puede salvarnos.

CANCIÓN DEL CORO DE LA PAZ

CANCIÓN DEL CORO DE LA PAZ