martes, 6 de abril de 2010

¿QUIEN CRUCIFICO A JESUS?

Lectura: Lucas 23:33-38.
"Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores" Lucas 23:33
Al mirar la pintura de Rembrandt Las Tres Cruces, lo primero que capta nuestra atención es la cruz donde murió Jesús. Luego, al mirar a la multitud congregada alrededor del pie de esa cruz, quedamos impresionados ante las diversas expresiones faciales y las acciones de las personas involucradas en el terrible crimen de crucificar al Hijo de Dios. Finalmente, nuestros ojos van hacia el extremo de la pintura para captar con la vista otra figura, casi escondida en las sombras. Algunos críticos dicen que es una representación de Rembrandt mismo, por cuanto reconocía que por causa de sus pecados él había ayudado a clavar a Jesús a la cruz.
Alguien ha dicho: «Es sencillo decir que Cristo murió por los pecados del mundo. Lo difícil es decir que Cristo murió por mis pecados… Es una idea espeluznante el que podamos ser tan indiferentes como Pilato, tan intrigantes como Caifás, tan crueles como los soldados, tan despiadados como la muchedumbre, o tan cobardes como los discípulos. No fue simplemente lo que ellos hicieron —fui yo quien Le clavó al madero. Yo crucifiqué al Cristo de Dios. Me uní a la mofa».
Colócate en las sombras junto con Rembrandt. Tú también estás allí. Pero luego recuerda lo que Jesús dijo mientras colgaba de esa cruz, «Padre, perdónalos». Gracias a Dios, eso nos incluye a ti y a mí.
La cruz de Cristo revela lo mejor del amor de Dios y lo peor del pecado del mundo.

OTRO CHIVO EXPIATORIO

Lectura: Levítico 16:5-22.
"Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" 1 Juan 2:2
El chivo expiatorio, una novela de Daphne du Maurier, trata acerca de dos hombres que quedan sorprendidos ante su asombroso parecido físico. Pasan una noche juntos, pero uno de ellos huye, robándole la identidad al otro y dejándole en el torbellino de una vida llena de problemas. El segundo hombre se convierte en un chivo expiatorio.
El origen de esta palabra proviene de una ceremonia que se realizaba con dos machos cabríos en el Día de Expiación (hoy conocido como Yom Kippur). El sumo sacerdote sacrificaba un chivo y simbólicamente colocaba los pecados del pueblo en la cabeza del otro —el chivo expiatorio— antes de enviarlo al desierto, llevándose consigo la culpa del pecado (Levítico 16:7-10).
Pero cuando vino Jesús, Él se convirtió en nuestro chivo expiatorio. Se ofreció a Sí mismo «una vez para siempre» como sacrificio para pagar por los pecados «de todo el mundo» (1 Juan 2:2; Hebreos 7:27). Al primer chivo se le había sacrificado como una ofrenda por el pecado del pueblo de Dios y simbolizaba el sacrificio de Jesús en la cruz. El otro chivo era una representación del Jesús completamente inocente que aceptaba y quitaba nuestro pecado y nuestra culpa.
Ninguno de nosotros está libre de pecado, pero el Padre puso en Jesús «el pecado de todos nosotros» (Isaías 53:6). Dios ve a los seguidores de Su Hijo como intachables, porque Jesús tomó toda la culpa que merecemos.
Jesús toma nuestro pecado y nos da Su salvación.