sábado, 27 de marzo de 2010

FELICIDAD EN TODO

Lectura: Colosenses 3:12-17.
"Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús" Colosenses 3:17
En agosto del 2007, un gran puente en Minneapolis se derrumbó sobre el Río Mississippi, matando a 13 personas. En las semanas que siguieron, me fue difícil no pensar en dicha tragedia cada vez que cruzaba un puente.
Algún tiempo después estaba viendo un episodio de Trabajos Sucios en el Canal Discovery. El presentador, Mike Rowe, hablaba con un pintor industrial, cuyo trabajo estaba tratando de replicar. «Realmente no hay nada de qué vanagloriarse en lo que usted hace», le dijo. «Es cierto —contestó el pintor—, pero es un trabajo que tiene que hacerse».
Este hombre pinta el interior de las torres del Puente Mackinac en el norte de Michigan. Realiza su labor desapercibida para garantizar que el acero de la magnífica estructura suspendida no se oxide desde el interior y la integridad del puente no se vea comprometida. La mayoría de las 12 mil personas que cruzan los Estrechos del Mackinac cada día ni siquiera son conscientes de que dependen de la fiel y concienzuda labor de obreros como este pintor.
Dios también ve nuestra fidelidad en las cosas que hacemos. Aunque pensemos que nuestras acciones —grandes y pequeñas— algunas veces pasan desapercibidas, la Persona más importante de todas las está observando. Cualquiera que sea nuestra labor hoy, hagámoslo «todo en el nombre del Señor Jesús» (Colosenses 3:17).
El trabajo diario adquiere valor eterno cuando se hace para Dios.

viernes, 26 de marzo de 2010

UN SOLO VIAJE MÁS

Durante treinta años había manejado por la misma ruta. Durante treinta años había guiado el autobús por en medio de rectas, curvas y barrancos. Treinta años sus férreas manos habían empuñado el volante, y treinta años había llevado y traído pasajeros en la ruta de Granada-Málaga, reino de España.

Pero con treinta años de trabajo, José Mancera Sánchez, de cincuenta y nueve años de edad, podía jubilarse. No tenía que seguir esa cansada y monótona tarea. Su pensión de jubilación sería menos que su salario si seguía trabajando, pero con algunos ahorros que había hecho, podría subsistir.

Quiso, sin embargo, hacer un último viaje. Sería su viaje de despedida. «Me jubilaré —había dicho— después de este último viaje.» Pero ese fue, en efecto, su último viaje. José Mancera Sánchez se desmayó en el volante, y el autobús, con cuarenta y un pasajeros a bordo, se precipitó a un barranco de veinticinco metros de profundidad. Hubo muchos heridos, y perdieron la vida Mancera y cinco pasajeros más.

¿Cuántas cosas nos ocurren por querer hacer «un viaje más»? ¿Y cuántas veces el sentido de la prudencia y la voz de la conciencia se unen para gritarnos: «¡Basta ya!, es hora de dejar eso»? Pero atenuamos ese grito convencidos de que es «una sola vez más».

¿Cuántas veces no ha ocurrido que un hombre lleno de alcohol insiste en tomar una sola copa más, y es esa copa la que le causa el accidente fatal? Así le pasa al joven que anda en el narcotráfico e insiste en hacer un solo negocio más, y es esa última venta la que lo manda a la prisión federal.

¿Y qué del «caballero» que, enredado en un amor prohibido, siente la voz de la conciencia que le dice: «Deja eso de una vez», pero sigue entregándose al gusto de la seducción, y ese último gusto resulta en su ruina? Por insistir en «una aventura más» sufre la total destrucción de su hogar.

Es importante aclarar que no es sólo el último pecado el que destruye. Toda infracción destruye. Pero cuando insistimos al extremo, no sólo perdemos años de tranquilidad, sino que ese último desenfreno puede costarnos la vida.

Reaccionemos ahora mismo antes que nuestra desmesura nos corte la existencia. Busquemos la ayuda de Dios. Jesucristo ofrece librarnos de toda senda resbaladiza, de todo precipicio siniestro y de toda costumbre mortal. Él quiere darnos la sensatez, la conciencia y la razón necesarias para no caer nunca en el mal. Cristo es el único Salvador que tenemos, nuestro único Maestro y Guía. Permitámosle que sea no sólo un verdadero amigo como ningún otro, sino también el único Piloto de nuestra vida.

Hermano Pablo

miércoles, 24 de marzo de 2010

GAUSS , NIÑO PRODIGIO

ohann Karl Friedrich Gauss fue uno de los más grandes matemáticos de la historia. Su precocidad en relación con las matemáticas se pone de manifiesto en las siguientes anécdotas
Antes de cumplir 3 años se encontraba con su padre que estaba preparando la nómina de los obreros que de él dependían.
El joven Gauss que seguía con gran atención los cálculos del padre le dijo al terminar : “Padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser … “.
El padre al repasar los cálculos comprobó con sorpresa que el hijo tenía razón. La historia es todavía más sorprendente si tenemos en cuenta que nadie le había enseñado a leer.
Un día en la escuela cuando tenía 10 años el maestro propuso como ejercicio sumar 100 números consecutivos. Hay un método sencillo para hacerlo que el maestro conocía pero sus alumnos no. Era costumbre que el primero en acabar el ejercicio debía dejar su pizarra sobre la mesa del maestro, el siguiente alumno encima de la del primero y así sucesivamente.
Nada más terminar el maestro el enunciado del ejercicio Gauss puso su pizarra sobre la mesa del maestro. Cuando al cabo de una hora acabaron sus compañeros, el maestro comprobó sorprendido como el resultado que aparecía en la pizarra de Gauss era el correcto.
A Gauss, ya mayor, le gustaba contar como el resultado de su pizarra era el único correcto.
El maestro quedó tan impresionado que de su propio bolsillo compró un libro de aritmética y se lo regaló a Gauss quien rápidamente lo devoró.
Nunca menospreciemos la habilidad y el talento que podemos encontrar en un niño, porque podríamos estas frente a un Gauss o un Einstein. Cómo padres, aprendamos a valorar los regalos de Dios colocado dentro de un niño.
En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Mateo 11:25
Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Mateo 19:13
Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. Lucas 1:80

DIAS CORRIENTES

Lectura: Lucas 2:8-20.
"Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor" Lucas 2:9
En la revista God’s Revivalist (El que hace el avivamiento de Dios) la autora Anita Brechbill hizo la observación de que «la mayoría de las veces la Palabra del Señor llega al alma en medio de los deberes ordinarios de la vida». Ella cita los ejemplos de Zacarías cuando estaba realizando sus deberes como sacerdote y de los pastores cuando vigilaban sus rebaños. Trabajaban según su costumbre, sin la menor idea de que estaban a punto de recibir un mensaje de parte de Dios.
Lucas describe los días comunes y corrientes en que estos hombres recibieron su mensaje de parte de Dios: «Ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,… se le apareció un ángel del Señor» (1:8,11). Mientras los pastores «velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño… se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor» (2:8,9).
En su obra My Utmost for His Highest (En pos de lo supremo), Oswald Chambers dijo: «Rara es la vez en que Jesús llega donde lo esperamos; Él aparece donde menos lo esperamos y siempre en las situaciones más ilógicas. La única manera en que un obrero puede mantenerse fiel a Dios es estando listo para las visitas por sorpresa del Señor».
En este día común y corriente, puede que el Señor tenga una palabra de aliento, guía o instrucción para nosotros, si estamos escuchando y listos para obedecer.
Dios les habla a aquellos que están en silencio delante de Él.

martes, 23 de marzo de 2010

PAGANDO POR SERVIR

Tiempos atrás mi hija me dió una lección clara y práctica sobre el trabajo, que todos nosotros podemos llevar en consideración. Piense en esto: ¿Por qué una niña de 15 años usaría una de sus semanas de verano, para cuidar a un niño autista, pagando por eso?
Esta pregunta cruzó mi mente cuando visité, con mi familia, Campo Barnabás, una entidad para niños con necesidades especiales, localizada en Purdy, Missouri. Mi hija Megan, como muchos otros increíbles adolescentes, dedicó su semana para cuidar y demostrar amor y compasión a un niño en esa entidad.
Esos adolescentes pagan una tasa, para poder servir a otros. Cuando le pregunté a mi hija por qué ella estaba dispuesta a trabajar y pagar por ese privilegio, ella dijo: “para poder ir a un gran campamento y trabajar con los niños más increíbles”
Megan fue al inicio designada para trabajar en la cocina, pero Dios organizó la semana de tal manera que le dió la oportunidad de servir en particular a un niño con necesidades especiales, eso resultó ser una experiencia única, encantadora e inolvidable para ella.
¡Imagínese pagar para servir a una persona en condiciones no favorables y amar cada minuto!
Relacione eso al hombre y mujer típicos del mercado de trabajo actual. Más de la mitad de los adultos que participaron en una encuesta, declararon que no les gusta su trabajo. Ellos consideran sus empleos como un “mal necesario” y los desempeñan apenas para ganar dinero suficiente para sustentar el estilo de vida que escogieron.
Esas personas odian cuando el reloj les dice que es hora de ir al trabajo y mas bien pueden esperar que les muestre que finalmente es hora de ir a casa.
¿Cuál es, en su opinión, la diferencia entre aquellos que verdaderamente les gusta su trabajo y de los que lo odian? Aunque existan muchas respuestas diferentes, pienso que una razón importante envuelve la vocación y la dirección de Dios para nuestra vida.
Si usted está haciendo lo que Dios lo vocacionó, lo equipó y lo dotó para hacer, probablemente está sintiendo más alegría en vez de sufrimiento en su trabajo.
El rey Salomón, en Eclesiastes 5:19-20, enseñó “Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón”
Siglos más tarde, escribiendo a los seguidores de Jesucristo de la antigua ciudad de los Colosenses, el apóstol Pablo menciona que la satisfacción y la realización en el trabajo son grandemente determinadas por nuestro foco: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24).
¿A usted le gusta y descubre gran alegría en el corazón al desempeñar sus responsabilidades en el trabajo? Si la respuesta es si, usted es una persona bendecida y probablemente, forma parte de una minoría.
Cuando a las personas les gusta lo que están haciendo, probablemente serán excelentes en su trabajo, porque lo realizan con entusiasmo.
Mientras que si a usted no le gusta su trabajo, sería sabio hacer una pausa y evaluar lo que está haciendo. Pregúntele a Dios si está siguiendo su vocación y la dirección que Él le dió a su vida.
Rick boxx. Mana del Lunes

PROYECTADO SOMBRAS

Lectura: 1 Corintios 1:18-31.
"A fin de que nadie se jacte en su presencia" 1 Corintios 1:29
Dice la leyenda que Miguel Ángel pintaba con un pincel en una mano y una vela en la otra para evitar que su propia sombra cubriera la obra maestra que estaba en proceso.
Ese es el tipo de actitud que debemos adoptar si hemos de ser serios en cuanto a querer mostrar la obra maestra de la gloria de Dios en el lienzo de nuestras vidas. Desafortunadamente, tendemos a vivir atrayendo la atención sobre nosotros mismos: nuestros automóviles, nuestras ropas, nuestras carreras, nuestra posición, nuestra sagacidad, nuestro éxito. Y cuando la vida gira a nuestro alrededor, es difícil que las personas puedan ver a Jesús en nosotros. Jesús nos salvó para ser el reflejo de Su gloria (Romanos 8:29), pero cuando vivimos para nosotros mismos, nuestra sombra se proyecta sobre el lienzo de Su presencia en nosotros.
Cuando los creyentes en Corinto empezaron a ser demasiado engreídos, Pablo les advirtió «a fin de que nadie se jacte [alardee] en su presencia» (1 Corintios 1:29) y les recordó lo que Jeremías había dicho: «El que se gloría, gloríese en el Señor» (v. 31; Jeremías 9:24).
Piensa en tu vida como un lienzo sobre el cual se está pintando un cuadro. ¿Qué preferirías que viera la gente: la obra maestra de la presencia de Jesús o la sombra de tu propio perfil? No te interpongas en medio de una gran obra en proceso. Vive para dejar que los demás vean a Jesús en ti.
La vida de un cristiano es el lienzo sobre el cual los demás pueden ver a Jesús.

«DE VERAS ME AMABA»

—No tomes esa foto —advirtió Lawrence Collier—; es peligroso.

Lawrence, un joven australiano, conocía esa reserva y conocía la ferocidad de las fieras.

—Pero son leones mansos y, además, está permitido —le contestó la muchacha, despreocupada.

La joven, Judith Damien, también australiana, era amiga de Lawrence. Se habían conocido en Australia, y había un interés más que de amigos entre ellos. Los dos habían ido como turistas a la reserva de Masai Mara en Nairobi, Kenya.

La joven preparó su cámara, e iba acercándose a una de las fieras cuando, de repente, los leones se abalanzaron sobre ella. Todo ocurrió en un instante.

Lawrence, que vio todo desde el vehículo, saltó en medio e interpuso su cuerpo entre ella y los leones. La pareja de felinos hizo presa de él, matándolo en el acto. Judith, aterrorizada, logró ponerse a salvo a pesar de estar herida.

Esa tarde, de vuelta al campamento, Judith dijo: «Él puso su vida por la mía. Nunca me dijo claramente que me amaba. Ahora sí sé que de veras me amaba.»

No hay como una tragedia para revelar quiénes son nuestros verdaderos amigos. El dolor, la agonía, la calamidad, revelan quiénes son las personas que de veras nos estiman. La calamidad ahuyenta a los distantes, pero acerca a los que nos aprecian. Es una especie de ley muda pero cierta. La tragedia, el accidente, la enfermedad, la muerte de un ser querido, tienen su manera de atraer a nuestro lado aquellos que son, de veras, nuestros amigos.

Esto nos lleva a hacer la pregunta: ¿Cuánto amor tuvo que tener Jesucristo para impulsarlo a entregar su vida en la cruz por nosotros, el género humano? Cristo mismo da la respuesta: «Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos» (Juan 15:13).

Todo amor se prueba con los hechos. Palabritas dulces las hay a montones, y el infame seductor sabe usarlas bien. Pero una cosa es el amor genuino, y otra, los hechos que lo comprueban.

Jesús expuso y dio ejemplo de la doctrina del amor verdadero. Él mismo, por amor, dio su vida por nosotros. Su amor fue perfecto, y se materializó en un sacrificio perfecto.

Jesús probó su amor hacia nosotros tomando nuestro lugar en la cruz. ¿Qué podemos nosotros darle a Él? Podemos corresponder a su amor. Podemos decirle: «Gracias, Señor, por lo que hiciste por mí. Mi vida es tuya para siempre.»

Hermano Pablo