lunes, 8 de marzo de 2010

JUVENTUD, DIVINO TESORO

El muchacho casi no podía hablar. Tenía la mandíbula dislocada, un brazo quebrado y la lengua casi partida en dos. En esa condición llamó a una casa, y como pudo dijo: «Allí abajo está mi amigo, Evan Rivera. Sálvenlo.»

Tanto Rodel Panis, de dieciséis años de edad, como Evan Rivera, de dieciocho, habían caído por un risco de 65 metros. ¿Qué había pasado? Otro joven, David Salanoa, los había obligado a saltar, poniéndoles un cuchillo a la garganta.

Todo fue una locura juvenil. Para vengar el suicidio de un hermano suyo, David Salanoa obligó a saltar del risco a sus dos compañeros. David, endrogado, los acusaba de ser responsables de la muerte de su hermano.

Cuando la policía realizó las investigaciones de rigor, halló la trama del caso. Todos esos jóvenes eran miembros de pandillas juveniles y practicantes de ritos satánicos. El trágico incidente fue producto de esos ritos en conjunto con la música rock, el alcohol y las drogas.

Dave Hart, un investigador social que era especialista en la música rock, explicó que hay tres tipos de esta música. «Primero —dijo Hart— está la música rock “recreativa”, que pone a los jóvenes a bailar y a menearse. Segundo, está la música metálica rock “violenta”, que hace que los jóvenes se arrojen del escenario, salten por encima de las gradas o se amontonen unos sobre otros. La tercera, y más terrible, es la música metálica rock que los muchachos llaman “negra”, es decir, “satánica”. Esa es la que los lleva a la violencia y al suicidio.»

Esta música rock, combinada con ritos extraños en los que se adora al diablo, es una de las amenazas más serias a la juventud moderna. Pocas cosas trastornan con tanta fuerza y con tanta rapidez a nuestros incautos adolescentes.

¿Por qué será que a nuestros jóvenes los atrae tanto lo que provoca violencia? Lo que produce la paz no les interesa. Lo que calma el espíritu no tiene atracción. Se necesita gritar y brincar y destruir y matar. Si no es así, no se ha gozado.

Algo anda mal. Un comportamiento así no es, no puede ser, el resultado de lo juicioso, de lo equilibrado, de lo pacífico. El mero hecho de desear la violencia debe hacernos dudar de nuestro juicio. ¿Qué nos está pasando?

Lo que nos pasa es que hemos abandonado los principios morales de nuestro Creador, y el resultado siempre será el caos y la destrucción. Regresemos a Dios. Busquemos su divina gracia. Llenémosnos de Él. Él nos dará su paz.

Hermano Pablo

EL JUEGO DE UN NIÑO

El golfista Tiger Woods estaba considerado como uno de los mejores jugadores de la década de los 90, con posibilidades de ubicarse entre los mejores de todos los tiempos. Al verlo alinearse y estudiar un tiro difícil, habrá quien recuerde haberlo visto en un programa de televisión cuando tenía tres años de edad.
Para ese entonces ya demos0traba talento para el juego, por lo que le prepararon una pequeña superficie para que practicase. Le pusieron delante una pelota a dos metros y medio del hoyo. Estudió el tiro, tiró y erró.
Le colocaron otra pelota en la misma posición. Nuevamente se preparó con el palo en la mano, pero esta vez primero levantó la pelota y la colocó a quince centímetros del hoyo. Entonces se puso en posición, le pegó a la pelota y anotó el tanto. El animador del programa y el resto de la audiencia se rieron y aplaudieron al ver que el niño hizo lo que muchos adultos hubieran querido hacer. Por supuesto, que si hiciera eso hoy en día, sería expulsado del torneo de golf.
En una ocasión un turista le preguntó a un residente de un pueblito:”¿Alguna persona famosa nació en este pueblo?” La respuesta fue: “No, solamente bebés”.
Todos empezamos siendo “solamente bebés”, pero nuestro Creador ha puesto en nosotros el mayor poder del universo: la capacidad de crecer diariamente al responder a los desafíos de la vida.
¿Cómo enfrentarás los desafíos del día de hoy? Puedes volverte más egoísta, recluso, pesimista o inclusive llenarte de odio. O, con la ayuda de Dios, puedes crecer y ser más comprensivo, optimista, generoso y amoroso. Dios te ha dado este día para que crezcas. ¿Lo vas a hacer a tu manera o a la manera de Dios?
Efesios 4:13
Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

ENCONTRANDO NUESTRO LLAMADO

Lectura: Efesios 4:1-16.
"Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados" Efesios 4:1
Una continua lucha que tenemos cuando intentamos seguir a Cristo es tratar de encontrar nuestro llamado en la vida. Si bien a menudo pensamos en términos de ocupación y ubicación, tal vez un asunto más importante sea el del carácter —el ser que provee la sólida base para el hacer: «Señor, quién quieres que yo sea?»
En Efesios 4, Pablo escribió: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados» (v. 1). Añadió a esto tres condiciones de «ser»: con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia «los unos a los otros en amor» (v. 2). Pablo escribió esto desde la cárcel, un lugar difícil donde siguió viviendo su llamado de parte de Dios.
Oswald Chambers dijo: «La consagración no es dedicarse al llamado en una vida para Dios, sino la separación de todos los demás llamados y dedicarnos nosotros mismos a Dios, dejando que Su providencia nos coloque donde Él quiera —en el trabajo, la ley, o la ciencia; en el taller, la política o las labores monótonas. Hemos de estar allí trabajando según las leyes y los principios del Reino de Dios».
Cuando somos personas correctas delante de Dios, podemos hacer cualquier tarea que Él nos mande, dondequiera que nos ponga. Al hacerlo, descubrimos y manifestamos públicamente el llamado que hemos recibido de Él.
Lo más importante no es lo que haces, sino lo que eres.

domingo, 7 de marzo de 2010

LA EDAD FATAL PARA LA FAMILIA PLATERO

Manlo Platero miró el pastel de cumpleaños: un lindo pastel, cargado con cincuenta velitas. Estaba ya por soplar y apagarlas todas, mientras la familia y los invitados cantaban «Cumpleaños Feliz», pero antes quiso decir unas palabras.

«He llegado a la edad fatal en mi familia —expresó Manlo—. Quiero brindar por la última noche de sueño profundo y completo que tendré en mi vida.» Dicho esto, sopló las velas y todas se apagaron al instante.

¿Qué quería decir con esas palabras? Manlo Platero, italiano, pertenecía a una familia que, desde 1822, había visto morir de insomnio y falla del corazón, poco después de cumplir los cincuenta años de edad, a casi todos sus varones. «Nadie sabe a qué se debe —explicó el doctor Stefano Albertazzi, de Roma, Italia—, pero todos los hombres de esa familia sufren el mismo triste destino.»

He aquí un caso curioso. Los varones de la familia Platero, no bien cumplían cincuenta años, contraían una severa forma de insomnio que en poco tiempo los mataba. Durante más de 170 años habían sufrido lo mismo, y la familia entera está resignada. «Dios trabaja en forma misteriosa —decían ellos—; ya que sabemos que pasados los cincuenta años moriremos pronto, queremos vivir en plenitud.»

Este caso suscita la pregunta: ¿Qué puede o debe hacer una persona que sabe, positivamente, que dentro de un año —365 días— morirá?

Unos dirán: «Ya que me queda poca vida, voy a vivir intensamente, bebiendo hasta las heces la copa del placer.» Pero otros dirán: «Voy a tratar de ganar la mayor cantidad de dinero posible para dejarle algo a mi familia»; o: «Voy a portarme mejor para dejar el mejor ejemplo posible a mis hijos»; o: «Voy a tratar de encontrar a quienes he ofendido para pedirles perdón;» o: «De aquí en adelante voy a ser mejor seguidor de Cristo.»

Lo cierto es que esos buenos deseos que todos tendríamos, si supiéramos que en un año íbamos a morir, pueden ser parte integral de nuestra vida ahora mismo. No es necesario cambiar nada. Podemos estar en completa paz y armonía con nosotros mismos, con nuestra familia, con nuestros semejantes y con Dios. Y podemos, en todo momento de la vida, estar preparados para la muerte. No tenemos que cambiar nada.

¿Cómo ocurre eso? Sometiendo nuestra vida al señorío de Cristo. Cuando estamos bien con Dios, lo estamos con todos. Cuando Cristo es nuestro Dueño, la muerte no nos asusta. Coronemos a Cristo, hoy mismo, Rey de nuestra vida, y disfrutaremos de la insondable paz y seguridad de Dios.

Hermano Pablo

DEJALO IR

Hay gente que nos puede abandonar. ¡Y escúchenme cuando les digo esto! Cuando la gente nos quiera dejar: dejémosla ir.
No quiero que intentemos convencer a los demás de quedarse con nosotros, amándonos, llamándonos, cuidándonos, viniendo a vernos, permaneciendo atados a nosotros. Quiero decir: colguemos el teléfono.
Cuando la gente nos quiere dejar, dejémosla ir. Nuestro destino nunca está atado a alguien que se fue. La Biblia dice que salieron de nosotros para que pudiese manifestarse que no eran parte de nosotros. Si lo hubiesen sido, sin duda hubiesen continuado con nosotros [1 Juan 2:19].
La gente nos deja porque no están unidas a nosotros. Y si no están unidas a nosotros, no podemos retenerlas. Dejémoslas ir.
Y no significa que son malas personas, simplemente significa que su parte en la historia se acabó. Y tenemos que saber cuando la parte de la gente en nuestra historia se acaba para no continuar intentando resucitar muertos. Necesitamos reconocer cuando está muerta.
Necesitamos reconocer cuando se acabó. Déjenme decirles algo. Tengo el don del “adiós”. Se trata del décimo don espiritual, yo creo en el “adiós”. No se trata de que sea odioso, es que soy fiel y sé que lo que Dios quiere que tenga, Él me lo dará. Y si toma demasiado esfuerzo, no lo necesito. Dejemos de rogarle a la gente que se quede. ¡Dejémosla ir!
Si estamos aferrados a algo que no nos pertenece y que nunca fue para nosotros, necesitamos ¡dejarlo ir!
Si nos estamos aferrando a heridas ó dolores del pasado… ¡dejémoslos ir!
Si alguien no nos trata bien, no responde a nuestro amor y no aprecia nuestro valor… ¡dejémoslo ir!
Si alguien nos disgusta… ¡dejémoslo ir!
Si estamos aferrándonos a algunos pensamientos de mal ó de venganza… ¡dejémoslo ir!
Si estamos enredados en una relación equivocada ó en una adicción… ¡dejémosla ir.
Si nos aferramos a un empleo que no llena nuestras necesidades ó expectativas… ¡dejémoslo ir!
Si tenemos una mala actitud… ¡dejémosla ir!
Si seguimos juzgando a los demás para sentirnos mejor… ¡dejémoslo ir!
Si estamos atrapados en el pasado y Dios intenta llevarnos a un nuevo nivel en Él… dejémoslo ir!
Si estamos luchando con la sanidad de una relación rota… ¡dejémosla ir!
Si seguimos intentando ayudar a alguien que no quiere siquiera ayudarse a sí mismo… ¡dejémoslo ir!
Si nos sentimos deprimidos y estresados… ¡dejémoslo ir!
Si hay una situación particular que estamos acostumbrados a manejar por nosotros mismos y Dios nos está diciendo: “quita las manos de encima”, entonces necesitamos… ¡dejarla ir!
Permitamos que el pasado sea pasado. Olvidemos las cosas primeras. ¡Dios está hacienda algo nuevo en el 2010! ¡Dejémoslas ir!
Pongámonos en la onda o seremos dejados de lado… pensemos sobre ello y, entonces… ¡dejémoslo ir!

“La batalla es del Señor!”

T. D. Jakes

Sin embargo, respira profundo y medita en esto. El Señor nunca te dejará, los demás podrán dejarte, pero Él promete estar a tu lado y eso es bastante en la vida. A Dios no lo dejes ir.

He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.Gen 28:15

Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.
Deut 31:6

Y el Señor va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides. Deut 31:8

EL AMOR DE DIOS Y EL NUESTRO

Lectura: Romanos 5:1-11.
"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" Romanos 5:8
Franklin Graham lo lamenta ahora, pero tuvo una juventud alocada y rebelde. Un día llegó rugiendo a la casa de su papá montado en su motocicleta Harley Davidson para pedir dinero. Con su atuendo de cuero, polvoriento y con la barba crecida, irrumpió en la sala de su padre, y entró de lleno en una reunión de la junta ejecutiva de Billy.
Sin dudarlo ni siquiera un segundo, Billy Graham identificó a Franklin como su hijo. Luego lo presentó orgulloso a cada miembro de la junta. Billy no pidió disculpas por su hijo ni mostró vergüenza o culpa alguna. Tiempo después, Franklin escribió en su autobiografía, Rebel With a Cause (Rebelde con causa), que el amor y el respeto que su padre le brindó ese día jamás le abandonaron, incluso durante sus años de rebeldía.
Nuestros hijos no tienen que ganarse nuestro amor. Retener el amor para nuestros propios propósitos egoístas es seguir al enemigo, no a Dios. El amor de Dios para con nosotros es inmerecido. No hicimos nada para ganarlo; no hay bien en nosotros que nos haya hecho merecedores de ello. «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). En todas nuestras relaciones, en especial con nuestros hijos, debemos mostrar ese mismo tipo de amor de manera auténtica.
Estamos llamados a tratar a nuestros hijos —y a todas las personas— con amor y respeto. Nos ayuda a recordar lo que éramos cuando Cristo murió por nosotros.
El amor de Dios cambia a los hijos pródigos en santos preciosos.