viernes, 12 de febrero de 2010

CUMBRES NO ALCANZADAS

Una vez más miró la cumbre: la ansiada cumbre, que parecía escapar de sus manos cada vez que quería alcanzarla. El invierno en Alaska estaba duro. La nevada había sido cruel, y los músculos del anciano estaban frígidos.

Norman Vaughan, de ochenta y ocho años de edad, miró por última vez la cumbre de la montaña que lleva su nombre, y nuevamente hizo el esfuerzo de escalarla. Pero hacía demasiado frío, así que Vaughan desistió. Era la décima vez que fracasaba.

Allá por 1928, el célebre almirante Richard Byrd había bautizado esa montaña, de tres mil quinientos metros de altura, con el nombre de Vaughan, en honor de su ayudante. Vaughan tenía en aquel entonces veintitrés años de edad. Durante sesenta y cinco años, Vaughan había tratado de alcanzar la cima, pero sin éxito. Esta última vez, cansado y triste, dio media vuelta con sus ayudantes y su equipo, y abandonó el intento.

¡Cuántas veces en la vida deseamos alcanzar una cima y no lo logramos! ¡Cuántos estudiantes comienzan con fe y esperanza la carrera de sus sueños, y a veces, aun antes de concluido el primer año, ya están guardando sus libros y archivando sus esperanzas!

¡Cuántos jóvenes ilusionados llegan a la gran ciudad con sueños de ser estrellas, y terminan lavando la losa en un restaurante de segunda, o lustrando autos en una gasolinera! ¡Cuántos hombres entran en la arena política soñando con llegar a la presidencia, pero quedan deshechos a mitad de camino por las intrigas, las falsedades y los espejismos de la complejidad política!

¿Y qué de los sueños acerca del matrimonio? ¡Cuántos jóvenes comienzan llenos de ilusiones, soñando con alcanzar la cúspide de la felicidad, sólo para descubrir, amargados, que la relación con su pareja no fue más que una pasión efímera!

Llegar a una cumbre es difícil. Nada que tiene valor viene fácil. Mientras más grande es lo que buscamos, más difícil es alcanzarlo. Así es la vida; pero está compuesta de años, meses, semanas y días. El secreto del éxito consiste en lograr las hazañas de la vida un día a la vez.

Así sucede también con las inquietudes espirituales. Si esperamos saber todos los detalles de la eternidad antes de emprender la subida, nunca obtendremos paz. Busquemos a Dios un día a la vez. Cada día, en las palabras del Maestro, digámosle al Padre celestial: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mateo 6:11). Dios desea nuestro triunfo, tanto material como espiritual. Vivamos el día de hoy con Dios a nuestro lado.

Hermano Pablo

UN HOMBRE DE NEGOCIOS

Un hombre de negocios arrojó apresuradamente un dólar en la taza de un hombre que estaba vendiendo flores en una esquina y luego se alejó. A media cuadra de distancia se dio vuelta súbitamente y regresó hasta donde estaba el mendigo.
-”Lo lamento”, dijo, sacando una flor del ramo que el mendigo tenía en una lata a su lado. “En mi apuro deje de efectuar mi compra. Después de todo, usted es un hombre de negocios igual que yo. Su mercadería está a buen precio y es de buena calidad. Espero que no se haya disgustado con mi falta de atención en mi compra”.
Y diciendo eso, el hombre de negocios sonrió y se alejó con una flor en la mano.
Semanas después, mientras almorzaba, se le aproximó al hombre de negocios un hombre bien parecido, vestido con pulcritud, quien se presentó a sí mismo y luego le dijo:
- “Estoy seguro que usted no me recuerda, y yo ni siquiera sé su nombre, pero su rostro es uno que nunca olvidaré. Usted es el hombre que me inspiró para que hiciera algo de mí mismo. Yo era un vagabundo vendiendo flores marchitas hasta que usted me devolvió mi amor propio. Ahora creo que soy un hombre de negocios”.
El amor propio es vital para toda persona, propóngase en su corazón elevar el respeto y la autoestima en otros.
¡Haciendo eso, logrará más respeto para usted mismo!
Eclesiastés 1:3,4
Una generación y otra generación viene, mas la tierra permanece para siempre.

APRENDIENDO DE LINCOLN

Lectura: Proverbios 3:1-8.
"Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas" Proverbios 3:6
El día antes de cumplir 52 años, Abraham Lincoln salió de Springfield, Illinois, para convertirse en Presidente de los Estados Unidos. Con la amenaza de la Guerra Civil que se avecinaba, se despidió de los amigos y vecinos que habían venido a despedirle. «Ahora me voy —les dijo—, sin saber cuándo, y si alguna vez, regresaré, con una tarea delante de mí mayor de la que Washington llevó sobre sí. No puedo tener éxito sin la ayuda del Ser Divino que siempre me ha asistido. No puedo fracasar con dicha ayuda. Confiando en Él quien puede ir conmigo y que permanece con ustedes y en todas partes siempre, esperemos confiadamente que todo saldrá bien. Encomendándoles a Su cuidado, así como espero que ustedes me encomendarán en sus oraciones, me despido de ustedes con afecto».
La confianza de Lincoln en Dios para recibir guía y fortaleza refleja la instrucción de Salomón: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:5-6).
En este segundo centenario del aniversario del nacimiento de Lincoln, celebramos su amabilidad, integridad y valentía. Y también podemos aprender de él cómo enfrentar un futuro desalentador con confiada esperanza en el Señor.
Vivir sin confianza en Dios es como conducir en la niebla.

jueves, 11 de febrero de 2010

MIGUEL CASSINA - EL VIVE

EL PERDÓN NO ES UNA OPCIÓN

Fue para Juanita Parker una semana verdaderamente trágica. Primero, su marido tuvo un accidente de trabajo quedando gravemente quemado. Segundo, su hijito recién nacido fue diagnosticado con mononucleosis. Tercero, perdió la casa que habían comprado por falta de pagos. Cuarto, y esto fue lo peor, descubrió que su esposo y su mejor amiga eran amantes. Todo esto le sucedió en el lapso de sólo ocho días.

La agonía moral de Juanita duró cuatro semanas. En su desesperación llegó a la conclusión de que para ella sólo había dos opciones: matarse o perdonar. Por fin hizo lo único que podía darle tranquilidad: perdonó. Perdonó a su marido. Perdonó a su amiga. Y con el perdón sincero y completo, recuperó la paz. Es más, con el alma libre de esa carga, pudo tener la fe para resolver sus demás problemas. El perdonar fue su salvación.

Alguien dijo que el perdón no es una opción. No se puede tener paz si no se perdona. En ese sentido el perdón no es una opción. Es un imperativo.

Cuando alguien nos ha ofendido, haciéndonos daño en el alma, exclamamos: «¡Jamás lo perdonaré! La herida es demasiado grande, el desencanto muy grave, el dolor insoportable. ¡Jamás lo perdonaré!»

El problema mayor es que vivir sin perdonar es lo mismo que llevar una piedra en el estómago. Es igual que echar sal continuamente en una herida abierta. Vivir sin perdonar es nublar el entendimiento, endurecer el corazón, amargar el alma.

¿Cuántas veces no habremos repetido el Padrenuestro? Comienza diciendo: «Padre nuestro que estás en el cielo.» Más adelante dice: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mateo 6:9,12,13). Es decir: «De la misma manera en que yo, Señor, perdono, perdóname tú a mí.» Perdonar no es una opción. Es un mandamiento divino.

Cuando Jesús agonizaba en la cruz, mirando a la multitud, dijo: «Padre, perdónalos» (Lucas 23:34). El que más sufrió, el que fue clavado en una cruz, al referirse a sus verdugos dijo: «Padre, perdónalos.» Así nos enseñó el Maestro.

Así es el perdón divino —gratis, eterno y perfecto—, y sin embargo cualquiera puede ser salvo. Pero eso demanda que también nosotros perdonemos. Así como hemos recibido el perdón de Dios, tenemos que perdonar a los demás. No es una opción; es un mandato. Pero Cristo nos da la fuerza para cumplirlo.

Hermano Pablo

POR NO EQUIVOCARME

Echando un vistazo al menú de un café, una mujer notó que ofrecían, un emparedado de ensalada de pollo y un emparedado de pollo. Decidió ordenar el emparedado de ensalada de pollo, pero distraídamente escribió en la orden emparedado de pollo, ella protestó inmediatamente, insistiendo en que el camarero se había equivocado.
La mayoría de los camareros le habrían mostrado la orden para que viera que ella había cometido el error. Pero él en lugar de lamentar el error, recogió el emparedado, lo llevó a la cocina y un momento después le trajo un emparedado de ensalada de pollo a la mujer.
Mientras se comía el emparedado miró su orden y vio el error que había cometido. Cuando llegó el momento de pagar, se disculpó con el camarero y ofreció pagar por ambos emparedados. El camarero le dijo: No señora. Todo está bien. Estoy contento de que me haya perdonado por no equivocarme.
Tacto es el arte de llamar la atención sin hacerse de enemigos.
Proverbios 12:18
Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.

EL CAMINO A LA HUMILDAD

HUMILDADLectura: Salmo 131.
"Humillaos delante del Señor, y él os exaltará" Santiago 4:10
Un amigo me hizo esta declaración al tiempo que intentaba mantener un rostro serio: «¡Estoy tan orgulloso de mi humildad!» Eso me recuerda el chiste acerca de un líder que recibió un premio por su humildad. Debido a que había aceptado el premio, ¡se lo quitaron a la semana siguiente!
David parecía estar cometiendo el mismo error cuando dijo, «no se ha envanecido mi corazón» (Salmos 131:1). Sin embargo, cuando entendemos el texto, sabemos que él no estaba alardeando acerca de su humildad. Más bien, en respuesta a la acusación de traición hecha por los hombres de Saúl, David declaró que él no se consideraba tan importante ni pensaba tan bien de sí como para verse con ojos «enaltecidos». En vez de ello, David aprendió a ser como un «niño destetado» en los brazos del Señor (v. 2). Al igual que un bebé que depende completamente de sus padres, él esperaba en Dios para recibir Su protección mientras huía perseguido por el rey Saúl. En su hora más oscura, David se dio cuenta de su necesidad y después aconsejó a su pueblo: «Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre» (v. 3).
El camino a la humildad tiene dos aspectos. Involucra saber quiénes somos —tener una autoestima apropiada en vez de pensar demasiado bien de uno mismo. Pero lo que es más importante, requiere saber quién es Dios— tenerle en la más alta estima y confiar en que recibiremos lo mejor de Él en Su tiempo.
Cuando creemos que somos humildes... no lo somos.