martes, 2 de febrero de 2010

DIOS ESTA OBRANDO

Lectura: Filipenses 2:12-18.
"Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" Filipenses 2:13
Siempre anhelamos el cambio del Año Nuevo. Esta es la razón por la que el 1 de enero comenzamos dietas, programas de ejercicio y nuevos pasatiempos. Por supuesto, un mes después generalmente estamos de vuelta a nuestros viejos y malos hábitos. Tal vez eso se deba a que anhelamos un cambio demasiado grande y no tenemos suficiente fuerza de voluntad como para llevarlo a cabo.
Me pregunto cuántos seguidores de Jesús han hecho compromisos de crecer espiritualmente pero se sienten frustrados porque no tienen la fuerza de voluntad para dar esos pasos.
Pablo trata este problema en su carta a los filipenses. Al animarles a desarrollar su salvación con temor y temblor (2:12), también les dijo que no estarían solos. Dios mismo les daría la energía para crecer y llevar a cabo Sus tareas. La primera área afectada sería la de sus deseos. Dios estaba obrando en ellos, dándoles el deseo de cambiar y crecer. También estaba obrando para darles el poder para hacer los cambios de verdad (v. 13).
Dios no nos ha dejado solos en nuestras luchas para alcanzar el crecimiento espiritual. Nos ayuda a querer obedecerle, y luego nos da el poder para hacer lo que Él quiere. Pídele que te ayude a querer hacer Su voluntad.
El poder que nos compele proviene del Espíritu que mora dentro de nosotros.

«NADA NUEVO BAJO EL SOL»

A diario los medios publicitarios anuncian nuevos descubrimientos en todos los campos del saber humano. Como que todo lo que la mente humana imagina, también realiza. ¿Por qué se dirá entonces que no hay nada nuevo bajo el sol?

El Dr. Leen Macon, en un editorial de un importante periódico de Alabama, Estados Unidos, dijo: «Vivimos en el centro de los años antiguos. Cuando bebemos agua, experimentamos algo con la naturaleza que tiene millones de años, y cuando miramos al sol en su amanecer, somos testigos de la vista más antigua del universo. No hay nada nuevo bajo el sol. El poder que se ha encontrado en el átomo no es la creación de algo nuevo —continuó el Dr. Macon—. Ese poder ha existido desde las primeras fases de la creación. El hombre solamente lo ha descubierto.»

El sabio Salomón también contempló el universo y escribió lo siguiente: «Generación va, generación viene, mas la tierra siempre es la misma. Sale el sol, se pone el sol, y afanoso vuelve a su punto de origen para de allí volver a salir. Dirigiéndose al sur, o girando hacia el norte, sin cesar va girando el viento para de nuevo volver a girar.... Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol!» (Eclesiastés 1:4‑6,9).

No, no hay nada nuevo bajo el sol. Las agonías que sufrían nuestros antepasados son las mismas que sufrimos hoy. Las inquietudes e incertidumbres de nuestros progenitores son las de todo tiempo. Los padres les piden a sus hijos que busquen el buen camino. Las madres les piden a sus hijas que no sigan el rumbo equivocado. La gente sigue pecando, y el clamor de su angustia no es más que una repetición del dolor de Adán y Eva.

Lo cierto es que nada ha cambiado. Nada es nuevo. El hombre que ha alcanzado su posición gracias a sus propios esfuerzos sigue lleno de arrogancia, soberbia y altivez. Pero hay otra cosa que tampoco ha cambiado. Las mismas consecuencias que sufrieron nuestros antepasados, las mismas desventuras, las mismas derrotas y los mismos fracasos, son también los que sufrimos hoy en día. Es que la ley de la vida es tajante. La misma semilla siempre producirá la misma cosecha.

¿Podrá el hombre detener este ciclo vicioso que destruye su vida? No en sentido universal, pero sí en sentido individual. La persona que se arrepiente y vuelve a Dios experimentará el poder creador divino, y entonces habrá algo nuevo en ese ser. La Biblia lo llama una «nueva creación». El Señor quiere que cada uno de nosotros llegue a ser una nueva criatura. Volvámonos a Dios.

Hermano Pablo

lunes, 1 de febrero de 2010

VALORES

Una reciente investigación del Deutsche Bank concluyó que “la poca relevancia de las instituciones religiosas se muestra en cuanto a la formación de valores. Sólo un 14 % de los jóvenes encuestados menciona a su comunidad religiosa, a las bases de su religión, como fuentes de las cuales más aprendieron sobre las reglas y valores sociales con lo cual, en la formación de valores, las instituciones religiosas se encuentran en el penúltimo lugar, entre 8 opciones presentadas”
(Jóvenes Hoy: Segundo Estudio Sobre la Juventud en la Argentina, Editorial Planeta, página 35).
Tiempo atrás una profesora de filosofía dijo algo que me llamó poderosamente la atención. “Me molesta cuando alguien se lamenta diciendo que los valores de nuestra sociedad se han perdido”, afirmó bastante airada, y añadió: “esto es absurdo, porque nadie puede vivir sin valores”. Y seguí explicando: “El problema no es la ausencia de valores, sino los diferentes objetos en torno a los cuales enfocamos nuestros valores”.
Y entonces entendí que cuando una persona le es infiel a su cónyuge, cuando un político cede ante la corrupción, en el momento en que un joven prueba las drogas, el instante en el que alguien se quita la vida, cuando los hijos ignoran a sus padres ancianos y en tiempos en que muchos se dejan vencer por el consumismo, podemos afirmar que los valores no se han perdido… todo lo contrario: han sido reenfocados hacia el placer y la satisfacción personal.
Quienes lamentan la aparente pérdida de los valores, intentan expresar su tristeza porque la fidelidad, la integridad, la sana diversión, la religión, la vida, la familia y el contentamiento, han dejado de ser motivos por los cuales sacrificar los deseos personales, y se ha reincidido (como humanidad) en la práctica del hedonismo.
Uno de mis autores favoritos, Ernesto Sabato, escribió: “les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera [...] Hay algo que no falla y es la convicción de que únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana” (La Resistencia, Seix Barral, pp. 11-12).
El libro de Proverbios dice: “La sabiduría y el conocimiento valen más que las piedras preciosas; ¡ni los tesoros más valiosos se les pueden comparar! Aprende a tomar buenas decisiones y piensa bien lo que haces. Hacerlo así te dará vida y los demás te admirarán. Andarás por la vida sin problemas ni tropiezos. Cuando te acuestes dormirás tranquilo y sin preocupaciones” (Proverbios 3:15, 21-24, 35).
¿Y usted? ¿Qué toma en cuenta a la hora de establecer sus valores.
Fuente: www.cristianfranco.org

UNA BRECHA EN LA MURALLA

Lectura: Nehemías 4:7-18.
"Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene[n] del Padre" 1 Juan 2:16
La Gran Muralla China, de 7.600 kilómetros de largo, fue construida para mantener fuera a los invasores del norte. El primer emperador de China, Shi Huangdi, quien vivió entre 259 y 210 a.C., construyó la primera muralla. Pero en 1644 d.C. los manchúes penetraron la Gran Muralla e invadieron China. Lo hicieron sobornando a un general de la dinastía Ming para que abriera las puertas.
Durante la reconstrucción de la antigua Jerusalén, Nehemías entendió el agudo peligro que representaban aquellos que se oponían a la reconstrucción de los muros derruidos de la ciudad. Así que ordenó una vigilancia constante. La mitad de los trabajadores debían mantener la guardia mientras que la otra mitad reconstruía los muros (Nehemías 4:13-18).
Como cristianos, debemos ser vigilantes para que nada haga una brecha en nuestras defensas espirituales. Ni siquiera el más maduro de los creyentes jamás puede darse el lujo de bajar la guardia.
El apóstol Juan nos advierte de los enemigos desde tres direcciones. Los identifica como «los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2:16). Estos enemigos nos atraen alejándonos de Dios y Su Palabra, y dejando un espacio abierto para que el enemigo se cuele.
Estemos alertas a lo que nos seduce hoy. Un desliz abre la puerta al pecado, lo cual a su vez puede que se transforme en un hábito que nos sojuzgue. No permitas una brecha en la muralla.
Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. —1 Juan 2:17

domingo, 31 de enero de 2010

CITAS CITABLES

Desde niño me atrajo una sección de la revista Seleciones. Esa sección es Citas Citables. Valiosas citas que se pueden citar.
Valoremos y apreciemos las citas que nos envían de la manera que sea. Mucha gente las desestima y las considera meras citas. Si tan solo pudieran darse cuenta de que una mera cita puede ser mucho más. Aquí les presento algunas observaciones desde mi punto de vista:
Las citas son creadas por sus autores porque algo les tocó y desean que sintamos el mismo efecto.
Las citas pueden resumir una lección aprendida. No vivimos una vida para aprender todas las lecciones; permitamos que las lecciones de los demás sean nuestras también.
Las palabras tienen poder. Una cita ponderosa puede hacer la diferencia, cambiar una vida, levantar nuestro espíritu y animarnos con positivismo.
Una cita es también una forma de recordarnos que quien la envió nos valora y ama y que se preocupa por nosotros.
No se trata de una cita no más. Si podemos leer entre líneas e intentamos descifrarla, palabra por palabra, nos daremos cuenta de la brillantez del mensaje que intenta comunicar.
Una cita puede definir una experiencia sentida por otros, ya sea triste o jovial, momentos de dolor, momentos para recordar nuestro espíritu.
Estas son solo unas pocas razones y estamos seguros de que hay muchas más. Así que, la próxima vez que recibamos una cita, hallemos tiempo para leerla, reflexionar sobre ella y abrazar su sabiduría. Porque tarde o temprano, esa cita nos será útil de alguna manera y podrá ayudarnos a ser una mejor persona.
Intercambiemos pensamientos y sabiduría… manteniéndolos para nosotros no ayuda a nadie, ya que es al compartir con los demás que nuestra vida adquiere significado.
James Padilla, copyright 2005
Fuente: www.motivateus.com
El mejor libro que nos presenta cada día citas citables es sin duda la Biblia. La Palabra de Dios nos da la oportunidad cada día de encontranos cara a cara con las citas de la misma boca de Dios. Puedes imaginar ese gran milagro? Dios, el creador de todo cuanto existe nos comparte su palabra en forma de citas y ellas pyeden aún cambiar una vida entera. Ya lo has oido hoy?
Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra. Salmo 119:16
Confirma a tu siervo tu palabra, que inspira reverencia por ti. Salmo 119:38
Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado. Salmo 119:50

TIEMPO DE COSECHA

Lectura: Gálatas 6:6-10.
"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" Gálatas 6:7
En este preciso momento, en algún lugar en el mundo, algún agricultor está echando semillas en la tierra. Pronto esas semillas comenzarán a cambiar el lugar donde fueron plantadas. El suelo cuidadosamente preparado que hoy parece yermo se convertirá en un campo listo para la cosecha.
De igual modo, los buenos propósitos de año nuevo pueden ser semillas echadas para alterar el paisaje de la vida para los demás y nosotros mismos. Esta oración de San Francisco de Asís es un poderoso modelo de este anhelo de traer un cambio positivo a este mundo en sufrimiento:
Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz. Donde haya odio, déjame plantar amor; donde haya daño, perdón; donde haya duda, fe; donde haya desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; y donde haya tristeza, gozo.
El agricultor que siembra trigo jamás se sorprende cuando brota la espiga del suelo donde ha sido plantada. Así es la ley universal de la siembra y la cosecha: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7). Nuestra naturaleza pecaminosa dice: «Complácete», mientras que el Espíritu nos insta a agradar a Dios (v. 8).
Hoy es tiempo de plantar. Dios ha prometido: «A su tiempo segaremos, si no desmayamos» (v. 9).
Siembra hoy lo que quieras cosechar mañana.

sábado, 30 de enero de 2010

CUANDO EL CORAZÓN DEJA DE LATIR

El caso se presentaba muy difícil. Se trataba de una infección de origen desconocido, que oprimía el corazón de la pequeña Allison, de tres años de edad. Los síntomas evidentes eran deshidratación intensa, pulso imperceptible, presión arterial bajísima y fiebre incontrolable. La niñita estaba en condición agónica.

La doctora, Elizabeth Contreras, pediatra del Hospital «San José» de Pontiac, Michigan, echó mano de toda su ciencia médica. Extrajo de toda su erudición y experiencia cuanto pudo para salvar a la criatura, pero Allison no reaccionaba.

Por fin, el corazón de la pequeña dejó de latir. Clínicamente, Allison murió. Uno de los cirujanos pronunció: «La niña ha muerto», a lo que la doctora contestó: «Dios todavía puede intervenir.»

En ese momento, la doctora Contreras echó mano de toda su fe. Dejando el quirófano y encerrándose sola en un pequeño cuarto contiguo, oró intensamente pidiéndole a Dios que le concediera la vida de Allison. Mientras oraba, hubo un toque a su puerta. La niña, de repente, había reaccionado.

En pocas horas, Allison estaba fuera de peligro. El comentario de la doctora Contreras fue: «Dios hizo lo que yo ya no podía hacer.»

Hay momentos en la vida cuando toda esperanza se ha esfumado, momentos en que todo parece derrumbarse, momentos trágicos que sólo Dios puede solucionar. Esa era la condición de la pequeña Allison. Pero siempre queda Dios.

La ciencia positivista rechaza la intervención divina en los asuntos humanos. El racionalista no da lugar a lo espiritual. Si algo va más allá de lo que es científicamente comprobable, él no lo acepta. La vida material ciega los ojos del alma, y el hombre moderno, infatuado en sus opiniones, no ve a Dios.

Sin embargo, Dios existe. El Espíritu de Dios actúa en todos los planos de la vida humana, y la Biblia, eterna Palabra de Dios, sigue siendo la base de fe y esperanza para el que cree en Dios de todo corazón. Hay, ciertamente, situaciones que no comprendemos, dolores y angustias que temporalmente nos roban la fe, pero Cristo vive y puede actuar en las aflicciones de quienes lo buscamos.

Dios está siempre dispuesto a responder al clamor de los que con sinceridad y fe clamamos a Él. Sólo espera que clamemos: «¡Señor, ayúdame!»

Hermano Pablo