martes, 8 de diciembre de 2009

CUANDO SUCEDA

“Cuando lleguemos a la estación sucederá!”, exclamamos. “Cuando cumpla los dieciocho.” “Cuando compre un Mercedez Benz.” “Cuando se hayan graduado mis hijos.” “Cuando pague la casa”. “Cuando consiga un ascenso.”. “Cuando me jubile, ¡Qué Feliz voy a ser por el resto de mi vida!.
Tarde o temprano comprendemos que no existe tal estación; no hay un sitio al que llegar de una vez para siempre. El verdadero gozo de la vida esta en el viaje. La estación es solo un sueño. Se aleja de nosotros sin cesar.
“Disfruta el momento” es un buen lema, sobre todo si lo complementas con el Salmo 118:24: “Este es el día que ha creado el Señor; regocijémonos en él”. No son las cargas del hoy lo que enloquece al hombre. Son los arrepentimientos por el ayer y el miedo al mañana.
Por eso, deja ya de recorrer los pasillos y contar los kilómetros. En Cambio, escala más montañas, toma más helado, camina descalzo con más frecuencia, zambúllete en más ríos, contempla más atardeceres, ríe más, llora menos. Es preciso vivir la vida en pleno viaje. La estación llegará demasiado pronto.
Robert J. Hastings
2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

COME ESTE PAN

Lectura: Mateo 26:20-30.
"Pero tú, Belén Errata, pequeña para estar entre las familias de Judea, de ti me saldría el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad" Miqueas 5:2
La Navidad no es la época del año en la que nuestros pensamientos naturalmente se vuelven hacia la Última Cena —o lo que los judíos llaman la Pascua. Pero esa Pascua en particular es de importancia crítica para la Navidad. Después de partir el pan y dárselo a Sus discípulos, Jesús dijo, «Tomad, comed; esto es Mi cuerpo» (Mateo 26:26). Partir el pan era una parte tradicional de la Pascua, pero añadir «esto es Mi cuerpo» era una separación asombrosa de la liturgia familiar. Los discípulos seguramente se sintieron desconcertados.
Posteriormente, el significado se hizo claro. Jesús nació en Belén, cuyo nombre significa «casa de pan». Él fue puesto en un pesebre —un comedero. Una vez Él dijo, «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que Yo daré es Mi carne» (Juan 6:51).
El profeta Miqueas indicó que alguien nacido en Belén gobernaría sobre Israel (5:2). Pero, hasta que vino Jesús, nadie se dio cuenta del carácter único de este Reino. El gobierno de Cristo no se le impondría a nadie; se impartiría a aquellos que aceptaran esta nueva ciudadanía.
Al cantar los villancicos de Belén, recordemos que el Rey niño enviado del cielo vino para que pudiéramos «comer este pan» y participáramos de Su naturaleza divina.
Sólo Cristo, el Pan vivo, puede satisfacer nuestra hambre espiritual.

lunes, 7 de diciembre de 2009

PASTORES Y LIDERES



Una foto con los Pastores y casi todos los lideres de la iglesa la Paz.

domingo, 6 de diciembre de 2009

UNA MENTALIDAD DE REINO

DESCANSA TU TAMBIEN EN JESUS

DIO SU VIDA POR SUS AMIGOS

Al final de la primera guerra Europa, un destacamento de soldados ingleses esperaba entrar en un pequeño pueblo cerca del Rhin (Francia) cuando repentinamente un soldado salió corriendo de un edificio gritando: "¡Alerta!", Instantáneamente una descarga de rifles le dejaron muerto en el suelo.

Pero la advertencia salvó a la compañía de una emboscada. El destacamento luchó haciendo retirar al enemigo y pronto se supo la historia del que les había salvado. Era un soldado de la guardia real irlandesa, prisionero de los alemanes quien conociendo los planes del enemigo esperó el momento oportuno y sacrificó su propia vida para salvar la de muchos compatriotas. Reconocidos y conmovidos los ingleses le dieron una buena sepultura, poniendo sobre ella una cruz con este texto: "A otros salvó, a sí mismo no se pudo salvar".

Estas fueron precisamente las palabras que los judíos lanzaron contra Cristo cuando estaba pendiente de la cruz. No pudo salvar a otros y a sí mismo a la vez, y prefirió sacrificarse él en favor de otros, incluso de aquellos que le crucificaron.

«LA VIDA NO TIENE SENTIDO SIN TI»

«Quiero un pasaje de ida solamente, para Londres.» Así dijo en la agencia de viajes de Melbourne, Australia, Neil Browne, hombre de treinta años de edad.

Cuando tomó el avión y comenzó el vuelo, Neil se mostró sereno. Su rostro no reflejaba ni pena ni alegría, ni angustia ni temor, sino sólo la expresión del que ha tomado una decisión definitiva, la de poner fin a sus días.

Cuando llegó a Gales, punto final de su viaje, Neil cerró herméticamente las puertas de su auto, dejó el motor en marcha y se dejó morir asfixiado por el monóxido de carbono. En las manos tenía las fotografías de él y de su novia, y un mechón de los cabellos de ella. Tres días antes, su novia también se había suicidado, por ser imposible el casamiento de los dos.

He aquí otro caso de «pacto suicida», común entre muchos enamorados desde los tiempos de Romeo y Julieta, y otro doble suicidio de jóvenes que se suma a los miles que se producen semanalmente.

Neil Browne y Susan Pritchard se habían conocido en 1980 en Gales, Inglaterra. Se enamoraron y se juraron amor, eterno. La boda iba a realizarse en 1984, pero por desavenencias familiares, la joven no podía viajar a Australia. Por eso se suicidó arrojándose a las aguas de un río. Neil la siguió en el pacto suicida poco después.

«La vida no tiene sentido sin ti», escribieron los dos enamorados. Para ellos la vida consistía en estar unidos; en vivir siempre juntos, ya fuera como pobres o ricos; en mirarse y escucharse cada día; y en compartir todas las cosas, todos los momentos, todos los sentimientos, todas las ilusiones y todos los pensamientos.

Si eso no se podía realizar, era mejor morir, porque sin eso la vida carecería de importancia, de sentido y de estímulo.

Es precisamente esto último que Cristo demanda de aquellos que desean hacerse sus discípulos: un amor eterno, que no se satisface con nada de este mundo sino con la presencia permanente y la comunión con el Ser amado. Cristo recompensa ese amor, esa devoción y consagración a Él, con la más grande de las bendiciones para las cuales fue creado el hombre: conocerlo, amarlo y servirle como su Señor y Salvador.

Hermano Pablo