miércoles, 18 de noviembre de 2009

CERRANDO LAS BRECHAS

Lectura: Hechos 5:1-11.
“¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios” Hechos 5:4
Después del episodio final del programa de televisión del 2002, Survivor: Africa (Sobreviviente: África), un resumen especial se centró en los finalistas de la competencia. El presentador del programa, Jeff Probst, dijo que el vencedor ganó «en gran medida porque se apegó a sus principios». Más tarde el campeón explicó que quería ganar pero manteniendo su «dignidad y el respeto por sí mismo». Dando mayores detalles, continuó diciendo que no se tiene que mentir, hacer trampa o hacer cosas turbias para ganar. Se puede ser competitivo y, sin embargo, mantenerse veraz y agradable. En pocas palabras, no permitió discrepancia alguna entre la imagen y la realidad.
En el libro de Hechos leemos acerca de Ananías y Safira, quienes sí tenían abierta una brecha entre aquello por lo que querían que se les conociera y quienes eran en realidad (5:1-11). Satanás puso en sus corazones un plan lleno de mentiras.
Vendieron una propiedad pero sólo trajeron una parte del dinero a los apóstoles fingiendo que estaban dando el valor total de lo recaudado. Querían que se les reconociera como una pareja generosa, pero no eran lo que aparentaban ser. Esta brecha hizo que mintieran al Espíritu Santo y a la comunidad de fe. Pagaron un precio terrible -la muerte. Su ejemplo prevalece como una severa advertencia a todos nosotros.
¿Qué discrepancias hemos permitido en nuestras vidas? Debemos confesarlas y cerrar las brechas.
Integridad significa jamás tener que mirar por encima de nuestros hombros.

martes, 17 de noviembre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL REY SN DIENTES

Una sabia y conocida anécdota árabe dice que en una ocasión, un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó a llamar a un adivino para que interpretase su sueño.
“¡Qué desgracia, mi Señor!” exclamó el adivino, “cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad”.
“¡Qué insolencia!” gritó el Sultán enfurecido, “¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro adivino y le contó lo que había soñado. Éste, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: “¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada… ¡El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes!”
Iluminóse el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que la del primer adivino. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
“Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo adivino, “que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse”.
De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma conque debe ser comunicada es lo que provoca, en algunos casos, grandes problemas.
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.
Que refrene su lengua de hablar el maly sus labios de proferir engaños. Sal 34:13
La boca del justo imparte sabiduría,y su lengua emite justicia.Sal 37:30
Su propia lengua será su ruina,y quien los vea se burlará de ellos. Sal 54:8

NO LO SABIA

Lectura: Génesis 28:10-16.
“Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” Génesis 28:16
Tal y como lo hizo Jacob en Génesis 28, me gusta recordarme cada mañana al despertar que Dios está aquí, «en este lugar», presente conmigo (v. 16). Pasar tiempo con Él cada mañana, leyendo Su Palabra y respondiendo en oración, refuerza mi sentido de Su presencia -que Él está cerca. Aunque no Le veamos, Pedro nos recuerda que podemos amarle y regocijarnos en Su amor por nosotros con gozo glorioso «inefable» (1 Pedro 1:8).
Llevamos la presencia del Señor con nosotros a lo largo de todo el día, entrelazando el trabajo y la diversión con la oración. Él es nuestro maestro, nuestro filósofo, nuestro compañero -nuestro amable, gentil y muy mejor amigo.
Dios está con nosotros dondequiera que vayamos. Él está en lo común y corriente, lo sepamos o no. «Ciertamente Jehová está en este lugar -dijo Jacob refiriéndose a un lugar de lo más insólito-, y yo no lo sabía» (Génesis 28:16). Puede que no nos demos cuenta de que Él está muy cerca de nosotros. Puede que nos sintamos solos y tristes. Puede que nuestro día parezca sombrío y gris sin un rayo de esperanza visible; pero Él está presente.
En medio de todo el clamor y el barullo de este mundo visible y audible, escucha cuidadosamente y busca la suave voz de Dios. Escúchale en la Biblia. Habla con Él frecuentemente en oración. Búscale en las circunstancias en las que te encuentras. Ve tras Él. ¡Él está contigo dondequiera que vayas!
Nuestro mayor privilegio es disfrutar de la presencia de Dios

UNA PÁGINA: CIENTO SETENTA Y CINCO MIL DÓLARES

Aquella era una fresca tarde de otoño en Londres. John Fuggles, anciano anticuario y ratón de biblioteca, se dispuso a realizar su ocupación favorita: husmear en viejos archivos y documentos.

Tomó un viejo paquete de papeles, que llevaban muchos años dormidos en un cajón, y se fijó en la envoltura. Era una página de la Biblia. Tomó una lupa de gran aumento y examinó el papel apergaminado, las letras dibujadas a mano, las marcas de una gran antigüedad.

Para su sorpresa y satisfacción, acababa de hallar una página perdida de la llamada «Biblia Ceolfrid», publicada alrededor del año 713 d.C., mil doscientos años atrás. Se calculó que el valor de esa preciosa página era de unos ciento setenta y cinco mil dólares.

¡Qué valor adquieren las cosas antiguas para los coleccionistas! Para estas personas que parecen vivir revolviendo el pasado más que atisbando el porvenir, un documento antiguo, una carta de Pedro el Grande o un manuscrito griego, adquieren valor gigantesco.

Lo que John Fuggles descubrió fue una página de una Biblia manuscrita, editada en los tiempos cuando apenas comenzaba la Edad Media, una Biblia escrita en Latín, y que habrá sido leída sólo por unos cuantos monjes eruditos.

Si una sola página de esa Biblia valía ciento setenta y cinco mil dólares, ¿cuánto valdría la Biblia entera? Millones. Pero el valor de la Biblia no reside en que es un libro antiguo, escrito en pergamino, con letras dibujadas a mano e iluminadas con oro, plata y colores. Esas son Biblias de coleccionistas, buenas sólo para ellos. El verdadero valor de la Biblia reside en que es un libro viviente, un libro antiguo pero con un mensaje actual, especial para todo hombre y toda mujer del siglo veintiuno con sus problemas, sus angustias y sus esperanzas. Es un libro que Dios mandó escribir, inspiró, guardó y protegió de la destrucción, y manda que lo lea todo el mundo en todas partes.

La Biblia no es, ni debe ser, una curiosidad de museo. Debe ser el libro de los gobernantes, el libro de los intelectuales, el libro de las almas piadosas, el libro de los pecadores que buscan la salvación. En otras palabras, debe ser el libro del pueblo.

La Biblia es el libro que traza el camino de la salvación en Cristo y de la reconciliación con Dios para todo ser humano que puebla este planeta.

Hermano Pablo

domingo, 15 de noviembre de 2009

TUS HIJOS PREGUNTARAN

Lectura: Éxodo 12:13-17,25-27.
"Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová" Éxodo 12:26-27
Uno de los eventos más importantes en la historia judía es el Éxodo, cuando Dios liberó a Su pueblo de la esclavitud de Egipto. Antes de dejar Egipto, los israelitas recibieron la orden de preparar una cena especial llamada la Pascua. En un acto de juicio sobre los egipcios, Dios dijo que heriría a todo hijo primogénito pero que pasaría sin tocar las casas que tuvieran la sangre de un cordero en los dinteles de sus puertas (Éxodo 12).
Para conmemorar este acto de juicio y gracia, el pueblo de Dios compartiría la cena de la Pascua. Dios dijo que un día sus hijos preguntarían: «¿Qué es este rito vuestro?» Y ellos entonces tendrían la responsabilidad de volver a contar la historia del Éxodo y la salvación de Dios. Dios no quería que la historia de Su gran salvación se perdiera en una generación.
Cuando nuestros hijos nos preguntan acerca de nuestros valores, nuestro estilo de vida, nuestra oración en la toma de decisiones, nuestra lectura de la Biblia, nuestra asistencia a la iglesia y nuestra adoración, tenemos la responsabilidad de responderles. Somos seguidores de Jesús. Debemos volver a contar la historia de cómo Él se convirtió en nuestro Cordero Pascual. Su sangre es la marca sobre nuestras vidas. Ya no somos esclavos del pecado sino que somos libres para servir al Dios Eterno del cielo.
¿Qué les estás enseñando a los niños?
La vida de un progenitor es la guía de un niño.

sábado, 14 de noviembre de 2009

«NINGUNA RAZÓN PARA VIVIR»

El joven matrimonio estaba celebrando el Día del Padre, en junio de 1984. Vivían llenos de felicidad. Después de muchos años de espera, la joven señora había, por fin, tenido un hijo, un precioso varón, llamado Josué, que ahora tenía dos años y medio.

En un descuido de los padres, el niño cayó a la piscina de natación y se ahogó. Para Diana y George Mendenall, los jóvenes padres, el golpe fue espantoso. Cayeron en una depresión profunda, y diez días después, no pudiendo soportar la pena, se suicidaron juntos en la sala de la casa.

«Ninguna razón para seguir viviendo», explicaba la lacónica nota que dejaron escrita.

Es cierto que un golpe tal como recibieron esos jóvenes esposos residentes en California es sumamente fuerte. Y es cierto que por años habían pedido a Dios un hijito y que, al fin, el ruego se les había concedido.

Es cierto también que uno llega a querer un hijo con tanta fuerza y corazón que hace un ídolo de él. Y es cierto que la muerte trágica de un pequeño hermoso y amado, por un accidente que pudo haberse evitado fácilmente, es demoledora y destructiva. Todo eso es cierto.

Pero también es cierto que hay motivos más altos y más sublimes en la vida por los que merece ser vivida. Cuando se pierde el sentido de la vida por haberse muerto el objeto más grande del amor y del interés, es porque no se ha adquirido todavía el sentido verdadero que tiene.

¿Para qué fue creado el hombre, y cuál es el objetivo primordial de la existencia humana? Conocer, amar y servir a Dios. Así de sencillo y claro es el verdadero sentido de la vida humana: conocer, amar y servir a Dios.

Cuando se pierde de vista ese objetivo, o cuando se hace a un lado por intereses menores, es natural que no se le halle sentido a la vida cuando esos intereses menores se destruyen, y al parecer nada queda entre las manos.

Más vale que reconozcamos que Cristo es el supremo objetivo de la vida, pues creer en Cristo, amar a Cristo y servir a Cristo es la función suprema del ser humano. Cuando llegamos a ese punto, entonces, sólo entonces, descubrimos el sonoro motivo de la vida.

Hermano Pablo