lunes, 16 de noviembre de 2009

UNA PÁGINA: CIENTO SETENTA Y CINCO MIL DÓLARES

Aquella era una fresca tarde de otoño en Londres. John Fuggles, anciano anticuario y ratón de biblioteca, se dispuso a realizar su ocupación favorita: husmear en viejos archivos y documentos.

Tomó un viejo paquete de papeles, que llevaban muchos años dormidos en un cajón, y se fijó en la envoltura. Era una página de la Biblia. Tomó una lupa de gran aumento y examinó el papel apergaminado, las letras dibujadas a mano, las marcas de una gran antigüedad.

Para su sorpresa y satisfacción, acababa de hallar una página perdida de la llamada «Biblia Ceolfrid», publicada alrededor del año 713 d.C., mil doscientos años atrás. Se calculó que el valor de esa preciosa página era de unos ciento setenta y cinco mil dólares.

¡Qué valor adquieren las cosas antiguas para los coleccionistas! Para estas personas que parecen vivir revolviendo el pasado más que atisbando el porvenir, un documento antiguo, una carta de Pedro el Grande o un manuscrito griego, adquieren valor gigantesco.

Lo que John Fuggles descubrió fue una página de una Biblia manuscrita, editada en los tiempos cuando apenas comenzaba la Edad Media, una Biblia escrita en Latín, y que habrá sido leída sólo por unos cuantos monjes eruditos.

Si una sola página de esa Biblia valía ciento setenta y cinco mil dólares, ¿cuánto valdría la Biblia entera? Millones. Pero el valor de la Biblia no reside en que es un libro antiguo, escrito en pergamino, con letras dibujadas a mano e iluminadas con oro, plata y colores. Esas son Biblias de coleccionistas, buenas sólo para ellos. El verdadero valor de la Biblia reside en que es un libro viviente, un libro antiguo pero con un mensaje actual, especial para todo hombre y toda mujer del siglo veintiuno con sus problemas, sus angustias y sus esperanzas. Es un libro que Dios mandó escribir, inspiró, guardó y protegió de la destrucción, y manda que lo lea todo el mundo en todas partes.

La Biblia no es, ni debe ser, una curiosidad de museo. Debe ser el libro de los gobernantes, el libro de los intelectuales, el libro de las almas piadosas, el libro de los pecadores que buscan la salvación. En otras palabras, debe ser el libro del pueblo.

La Biblia es el libro que traza el camino de la salvación en Cristo y de la reconciliación con Dios para todo ser humano que puebla este planeta.

Hermano Pablo

domingo, 15 de noviembre de 2009

TUS HIJOS PREGUNTARAN

Lectura: Éxodo 12:13-17,25-27.
"Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová" Éxodo 12:26-27
Uno de los eventos más importantes en la historia judía es el Éxodo, cuando Dios liberó a Su pueblo de la esclavitud de Egipto. Antes de dejar Egipto, los israelitas recibieron la orden de preparar una cena especial llamada la Pascua. En un acto de juicio sobre los egipcios, Dios dijo que heriría a todo hijo primogénito pero que pasaría sin tocar las casas que tuvieran la sangre de un cordero en los dinteles de sus puertas (Éxodo 12).
Para conmemorar este acto de juicio y gracia, el pueblo de Dios compartiría la cena de la Pascua. Dios dijo que un día sus hijos preguntarían: «¿Qué es este rito vuestro?» Y ellos entonces tendrían la responsabilidad de volver a contar la historia del Éxodo y la salvación de Dios. Dios no quería que la historia de Su gran salvación se perdiera en una generación.
Cuando nuestros hijos nos preguntan acerca de nuestros valores, nuestro estilo de vida, nuestra oración en la toma de decisiones, nuestra lectura de la Biblia, nuestra asistencia a la iglesia y nuestra adoración, tenemos la responsabilidad de responderles. Somos seguidores de Jesús. Debemos volver a contar la historia de cómo Él se convirtió en nuestro Cordero Pascual. Su sangre es la marca sobre nuestras vidas. Ya no somos esclavos del pecado sino que somos libres para servir al Dios Eterno del cielo.
¿Qué les estás enseñando a los niños?
La vida de un progenitor es la guía de un niño.

sábado, 14 de noviembre de 2009

«NINGUNA RAZÓN PARA VIVIR»

El joven matrimonio estaba celebrando el Día del Padre, en junio de 1984. Vivían llenos de felicidad. Después de muchos años de espera, la joven señora había, por fin, tenido un hijo, un precioso varón, llamado Josué, que ahora tenía dos años y medio.

En un descuido de los padres, el niño cayó a la piscina de natación y se ahogó. Para Diana y George Mendenall, los jóvenes padres, el golpe fue espantoso. Cayeron en una depresión profunda, y diez días después, no pudiendo soportar la pena, se suicidaron juntos en la sala de la casa.

«Ninguna razón para seguir viviendo», explicaba la lacónica nota que dejaron escrita.

Es cierto que un golpe tal como recibieron esos jóvenes esposos residentes en California es sumamente fuerte. Y es cierto que por años habían pedido a Dios un hijito y que, al fin, el ruego se les había concedido.

Es cierto también que uno llega a querer un hijo con tanta fuerza y corazón que hace un ídolo de él. Y es cierto que la muerte trágica de un pequeño hermoso y amado, por un accidente que pudo haberse evitado fácilmente, es demoledora y destructiva. Todo eso es cierto.

Pero también es cierto que hay motivos más altos y más sublimes en la vida por los que merece ser vivida. Cuando se pierde el sentido de la vida por haberse muerto el objeto más grande del amor y del interés, es porque no se ha adquirido todavía el sentido verdadero que tiene.

¿Para qué fue creado el hombre, y cuál es el objetivo primordial de la existencia humana? Conocer, amar y servir a Dios. Así de sencillo y claro es el verdadero sentido de la vida humana: conocer, amar y servir a Dios.

Cuando se pierde de vista ese objetivo, o cuando se hace a un lado por intereses menores, es natural que no se le halle sentido a la vida cuando esos intereses menores se destruyen, y al parecer nada queda entre las manos.

Más vale que reconozcamos que Cristo es el supremo objetivo de la vida, pues creer en Cristo, amar a Cristo y servir a Cristo es la función suprema del ser humano. Cuando llegamos a ese punto, entonces, sólo entonces, descubrimos el sonoro motivo de la vida.

Hermano Pablo

EL PRIVILEGIO DE SER PADRES

”Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. Sl.139:13-16


Una de las mayores maravillas de Dios es darnos el privilegio de ser padres. Tomar parte de este milagro, un hijo a quien guiar a lo largo del camino, para que pueda cumplir los propósitos de Dios en su vida. Prov.22:6

Este bello privilegio nos da también responsabilidades que debemos considerar:

Ser un a madre/padre creyente

Conocer en forma personal a Cristo como nuestro Salvador. Ser un padre redimido por Su Gracia y que busque en Cristo el puerto en el cual se renueva nuestra fortaleza espiritual.

Ser una madre/padre consagrado Romanos 12:1

Rendir primeramente mi vida a Dios para que sea Él quién reine y dirija mi vida. De esta manera, podré ser también:

Una madre/padre que eduque: En principios de conducta y morales. En el camino de la vida y sus peligros, en la disciplina con amor: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Prov. 13:24

Una madre/padre que enseñe : El amor de Dios ( la salvación, Juan 3:16) y el amor a Dios y a Su Palabra ( Salmos 119).

Una madre/padre que escuche : Aprender a tener el tiempo para escuchar a nuestros hijos. Ellos son nuestro especi al tesoro.

Una madre/padre que entregue : Su vida a diario en las manos del Creador en oración y sus caminos para buscar los Suyos a través de la Palabra.

Ser una madre/padre bendecida

“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.” Sl. 127:3-5

Una madre/padre con herencia sl.127:3

Una madre/padre con cosecha Eclesiastés 3:1-2 Con el tiempo de cosechar lo plantado en la vida de mis hijos.

Una madre bienaventurada “Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;° Prov. 31:28 a

Quiero compartirles parte de una poesía que leí: “ Dios dame sabiduría Hoy, para darme c uenta que no hay momentos sin importancia en la vida de mis hijos, que no hay otra carrera más preciosa, ningún trabajo mejor remunerado, ni otra tarea más urgente que mis hijos. Porque el tiempo es corto, mi tiempo es HOY porque los hijos no pueden esperar” "He aquí, herencia de Jehová son los hijos"

Enviado por: Alejandra L

SURGIENDO DE LA OSCURIDA

Lectura: 2 Reyes 22:3-11.
“He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová” 2 Reyes 22:8
Los obreros están restaurando concienzudamente el graffiti en una antigua casa cerca de un campo de batalla de la Guerra Civil en Virginia. Estos feos garabatos escritos hace tantos años y que son similares a los que restregamos para eliminarlos de la vista del público hoy, se consideran una clave para el conocimiento del pasado. Los obreros quedan obnubilados cuando de la oscuridad surge una nueva letra o palabra para ofrecer información que se ha mantenido oculta por más de 145 años.
La historia nos trae a la mente una escena en el antiguo Israel, cuando Hilcías, el sacerdote, encontró el libro de la ley perdido desde hacía mucho tiempo en el templo del Señor. Las mismas palabras de Dios, encomendadas a la nación de Israel, se habían ignorado, olvidado y finalmente perdido. Pero el rey Josías estaba determinado a seguir al Señor, así que le dio instrucciones al sacerdote para que restaurara la adoración en el templo. En el proceso, se descubrió la Ley de Moisés.
Pero un descubrimiento aún mayor todavía estaba por hacerse. Muchos años más tarde, al conocer a Jesús, Felipe le informó a su amigo, Natanael: «Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley…» (Juan 1:45).
Las personas se emocionan hoy al descubrir los garabatos hechos por los soldados de la Guerra Civil. Cuánto más emocionante es descubrir las palabras del Dios Todopoderoso expresadas en el Verbo hecho carne, Jesús, el Mesías.
La Biblia es antigua, pero sus verdades son siempre nuevas.

EL CANASTO DE CARBON



(para parar la imagen y de tiempo a leerlo pulsa el triangulo o las dos rallitas de abajo a la izquierda cuando se haya leido volver a pulsar)

LA CUERDA