jueves, 29 de octubre de 2009

EN TU CABEZA

Lectura: Gálatas 1:6-9.
"Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente" Gálatas 1:6
Me encanta la oración que comienza con la frase «Dios, quédate en mi cabeza». La primera vez que la oí, debo admitir que pensé que sonaba un poquito extraña. Pero luego llegué a la conclusión de cuán desafortunado es si, en nuestros esfuerzos por acercarnos a Jesús, nos centramos en nuestra experiencia emocional de Él y dejamos nuestro intelecto fuera. Sin Su verdad resonando en nuestras cabezas, tarde o temprano nos apartaremos del camino.
Observemos, por ejemplo, a los primeros cristianos. Falsos maestros llenaron sus cabezas con información errónea, diciendo que la salvación y el crecimiento espiritual sólo podían obtenerse observando los requerimientos de la ley. Cuando Pablo lo supo, quedó atónito de cuán rápido se habían apartado del camino: «Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo» (Gálatas 1:6).
No son sólo falsos maestros los que nos extravían. Nuestro mundo está lleno de pensamientos torcidos, tales como, «i se te hace sentir bien, adelante», o «El que tiene más juguetes gana». Enfrentémoslo, tú y yo no podemos darnos el lujo de dejar nuestro intelecto fuera. De hecho, la intimidad con Dios comienza con llegar a conocerle, y son los hechos acerca de Él los que hacen que queramos acercarnos a Él.
Así que, por muy extraño que suene, si quieres mantenerte en el camino con Jesús, ¡comienza cada día pidiéndole que se quede en tu cabeza!
Para mantenerte en el camino, deja que Dios guíe tu pensamiento.

miércoles, 28 de octubre de 2009

«LA MAFIA DE LAS ABUELITAS»

Eran dieciocho mujeres. Mujeres ancianas, de cabello blanco. Mujeres que tenían el porte y el semblante de personas honestas, dignas, aplomadas en lo moral y maduras en lo espiritual. Dieciocho mujeres que iban y venían entre California y otros estados, como quien pasea de lo más desaprensivamente.

Sin embargo, formaban una mafia, «la mafia de las abuelitas», como la llamaron los diarios. Esas ancianas se dedicaban al tráfico de drogas. Y llegaron a acumular una fortuna calculada en veinticinco millones de dólares. Cuando por fin cayeron presas, fue motivo de gran asombro para todos los vecinos y conocidos.

Las blancas cabezas y los serenos semblantes presentaban un agudo contraste con el trabajo que realizaban. «Eran todas mujeres respetables en su comunidad —comentó el jefe de la policía de Los Ángeles—. Pero uno nunca termina de desengañarse de la gente.»

Siempre se ha supuesto que los años, las arrugas y las canas traen consigo la sabiduría. En los años de nuestra juventud se nos concede que hagamos travesuras y locuras, y que violemos normas y leyes. Pero al llegar los años de la senectud, se supone que debemos calmarnos y entrar en una vida reposada, sabia y serena. Aquellas ancianas hicieron todo lo contrario.

Todas ellas, con más de sesenta años de edad y ya abuelas, en lugar de ponerse a tejer conjuntos para sus nietos, como toda abuela normal, entraron en el negocio del narcotráfico. Y escudadas en su edad, su porte, su semblante y su buen nombre, cometieron un delito que las leyes penan severamente.

Es que los años y las canas no compran la sabiduría por sí solos. La vejez no es necesariamente, de por sí, la edad de la bondad, la justicia y la sabiduría. La verdad es que el ser humano puede ser tan malo a los ochenta años como lo fue a los veinte, los treinta o los cincuenta. El corazón no se cambia por sí solo. Carece de fuerza suficiente para ello. Nadie se autorregenera por más que se lo proponga o lo desee. Quien cambia al individuo, a cualquier edad, es Cristo. Y sólo Cristo puede tomar a un pecador, ya sea adolescente, joven, adulto o anciano, y transformarlo por completo.

¡No es posible exagerar la importancia de entregarle nuestra vida y nuestro corazón a Cristo cuanto antes en la vida! «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos», dice la Biblia (Eclesiastés 12:1). Hoy mismo, antes que pase más tiempo, démosle nuestra vida a Cristo.
Hermano Pablo

martes, 27 de octubre de 2009

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LA MONTAÑA DE BASURA

Un día antes de pasar el camión de la basura el padre de Jaime ayudaba a hacer sus tareas en la casa. “Detesto hacer esto”, dijo Jaime, en tanto que clasificaba y colocaba las latas en un bote de basura y las botellas en otro.
- “Sería mas fácil si no hubieras dejado acumular todo lo de una semana”, replicó su padre.
- “Me gustaba mucho más cuando tirábamos toda la basura en una de esas grandes bolsas de plástico”, dijo Jaime refunfuñando.
- “Pues si no reciclamos la basura todo lo mas que podamos muy pronto llegará el momento en que ya no habrás más espacios en los basureros”, le dijo su padre.
- “Sí, yo lo sé”, dijo Jaime asintiendo con la cabeza. “El autobús del colegio pasa todos los días por un botadero de basura. Siempre se ve una montaña inmensa de basura. Los muchachos de la escuela le dicen la montaña de basura”.
- “¿Qué es eso que hay allá?” , preguntó el padre señalando hacia una bolsa de papel color café.
- “Ah, son algunas cosas que no supe cómo clasificar”, dijo entre dientes. “Después me ocuparé de eso”.
- “Veamos qué tenemos aquí “, dijo el padre. “¡Hmmmm. Discos, algunos casetes y revistas ¡Show! Estas revistas de verdad son basura. ¿Las has estado leyendo?”
- “Algunos de los muchachos me las dieron”, contestó Jaimito avergonzado.
- “¿Te gustan esas cosas?” , preguntó el padre.
- “Al leerlas en un principio me hacían sentir como un adulto”, admitió Jaime. “Pero luego no me gustaron las cosas que venían a mi mente. Voy a botar todas esas cosas y no volveré a aceptar algo por el estilo”.
- “Me alegro”, dijo el padre. “Cosas como esas pueden hacer que tu mente y tu corazón se llenen de tanta basura que pueden desplazar a Dios”.
¿QUÉ TAL TÚ?
¿Has botado toda la basura de tu vida?
Asegúrate de que tus libros, revistas, casetes y programas de televisión no sean los equivocados. Pídele a Dios que te diga de qué tienes que deshacerte. Él te guiará al orar y leer la Biblia.
No llenes tu vida de montañas de basura.
2 Corintios 7:1
Limpiémonos de toda contaminación de carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

HAZ UNA VUELTA EN U

Lectura: Salmos 32:1-5.
"Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros" Isaías 53:6
Cuando salimos en un viaje de fin de semana con algunos amigos, tuvimos nuestra primera experiencia utilizando un Sistema de Posicionamiento Global. El GPS tiene una voz femenina, así que nuestros amigos Juan y María le han puesto a su dispositivo el nombre de Gladys. Programamos nuestro destino en el GPS y éste hizo su trabajo trazando nuestro curso. Luego nos pusimos cómodos. Después de haber puesto nuestra fe en el pequeño navegante, dejamos que éste nos dirigiera.
«Gire a la derecha cuando llegue a 300 metros», dijo Gladys de manera confiada. Tenía razón -Gladys siempre tiene la razón. De hecho, cuando hicimos un desvío inesperado para aprovisionarnos de gasolina, ella se puso un poquito insistente: «Por favor, ¡haga una vuelta en U a la mayor brevedad posible!»
Gladys había calculado una ruta para nosotros, pero habíamos tomado un camino diferente. Naturalmente, fue nuestra elección. Pero, si hubiésemos continuado yendo por nuestra propia cuenta, nos habríamos perdido.
Isaías 53:6 nos recuerda que, al igual que las ovejas, tenemos una tendencia a extraviarnos. Esa es la razón por la que necesitamos un Pastor que nos guíe y un Salvador que pague el castigo por nuestro pecado.
Sin importar cuán lejos hayamos viajado en la dirección equivocada, no es demasiado tarde para darnos vuelta. Dios está listo para perdonar y restaurar (Salmos 32:5). Si vas en dirección de la carretera equivocada, por favor, haz una vuelta en U.
No importa cuánto te hayas alejado de Dios, Él está tan sólo a una oración de distancia.

lunes, 26 de octubre de 2009

DOS MESES DE VIDA

Antes de que los comunistas ocuparan el territorio de China, fue llevada a un hospital cristiano en Cantón una mujer muy enferma. Allí la mujer oyó hablar de Cristo y le entregó su vida.
Un día la mujer le preguntó al doctor: —Doctor, ¿cuánto tiempo más puedo vivir si permanezco en el hospital?
—Más o menos cuatro meses —fue la respuesta.
—¿Y cuánto viviré si me voy a mi casa?
—No más de dos meses.
—Entonces, me voy a mi casa —dijo la mujer.
—Pero, usted perderá la mitad de la vida que le queda —añadió el doctor.
Una luz de gozo iluminó el rostro de aquella mujer y dijo con gran animación:
—¿Cree usted que no tendré gusto de dar la mitad de mi vida para decir a mis parientes y amigos la historia del amor de Cristo?
De acuerdo con su voluntad la mujer salió del hospital y se fue a su casa para pasar el corto tiempo de vida que le quedaba y emplearlo compartiendo las buenas nuevas que habían sido una fuente de consuelo para ella. En verdad, “ella amó mucho”.—Arnold.
La mejor decisión de nuestra vida, es invertir cada minuto de ella en alcanzar a quién aún no ha probado el dulce amor de Jesús. Cuando fue la última vez que le habló a alguien de el Señor? No crees que hoy es un buen día para hacerlo?
Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros.II Timoteo 2:2
Cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares de su majestad. II Pedro 1:16
Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a quienes le obedecen. Hechos 5:32

EL YO QUE MADURA

Lectura: 1 Pedro 5:8-11.
"Mas el Dios de toda gracia,... después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca" 1 Pedro 5:10
Durante sus primeros años de ministerio, el predicador inglés Charles Simeon (1759-1836) fue un hombre duro e insistente en cuanto a expresar sus propias opiniones. Un día estaba visitando a un amigo y compañero en la labor pastoral en una aldea cercana. Una vez que se despidió y se fue, las hijas del amigo se quejaron ante su padre de la manera de ser del predicador Simeon. Él llevó a las muchachas al jardín interior de la casa y les dijo: «Dadme algunos de esos melocotones». Era principios del verano y los melocotones estaban verdes. Las muchachas preguntaron por qué era su padre quería fruta verde y no madura. Él respondió: «Bueno, mis niñas, la fruta está verde ahora y debemos esperar; pero con un poquito más de sol y unas cuantas lluvias más, los melocotones estarán maduros y dulces. Lo mismo se aplica al Sr. Simeon».
A su debido tiempo, Charles Simeon efectivamente cambió. El calor del amor de Dios y las «lluvias» de malentendidos y decepciones fueron los medios por los que él llegó a ser un hombre gentil y humilde.
El Dios de toda gracia obra en todos Sus hijos, humillando a los orgullosos y exaltando a los humildes, a fin de hacerles maduros y dulces. Nuestra tarea es aferrarnos a la gracia de Dios para soportar nuestras aflicciones con paciencia, sin cansarnos.
Con el tiempo, Él nos «perfeccioUEUUUnará, afirmará y establecerá» (1 Pedro 5:10). Debemos «aguardar a Jehová» y «alentar nuestro corazón» (Salmos 27:14).
La salvación es el milagro de un momento; el crecimiento es la labor de toda una vida.