viernes, 16 de octubre de 2009

¿ERES VERDADERAMENTE LIBRE?


“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Juan 8:31-32

Muchas personas se sienten hoy agobiadas y atrapadas por la vida que llevan, el trabajo, las obligaciones, la rutina, la falta de motivación, lo que hacen no les agrada y anhelan dedicar su tiempo a otras cosas que nunca llegan. Se sienten esclavos de lo que son y de lo que viven. El concepto de libertad que tienen o bien se relaciona con deshacerse de las obligaciones, o la hacen dependiente del poder económico, si pudiera adquirir esto o aquello, mi vida sería distinta.
Sobre todo los jóvenes, relacionan la libertad con poder hacer todo lo que les viene en gana, no tener que ajustars e a límites ni reglas, decidir sin condicionamientos qué y cuánto.

El mundo nos enseña que si podemos hacer lo que queremos somos libres y nos sentiremos satisfechos con nosotros mismos. El problema es que mucha veces “lo que queremos” al alcanzarlo ni nos da libertad ni nos hace sentir satisfechos. Sucede que muchas veces “lo que queremos” no lo tenemos tan claro y poco tiene que ver con lo que Dios quiere y lo que es bueno para nosotros mismos. “Lo que queremos” muchas veces nos esclaviza y nos llena de frustraciones.

Jesús dijo que si permanecemos en su Palabra, conoceremos la verdad y esa verdad nos hará libres.

Parece ser que existe una verdad, que cambiando la manera de pensar y la motivación para vivir de quién es capaz de apreciarla, tiene poder para conducir a la verdadera libertad.

¿Te interesa conocer esa verdad? Miremos a Jesús, pues nada de lo que Él enseñó o dijo, dejó de ser testificado con su vida.
Jesús fue u n hombre absolutamente libre. Dios decide hacerse hombre y venir al mundo en calidad de siervo y morir por nosotros por elección propia. Nadie le obliga, Él lo decide y lo hace.

En Jesús había un conocimiento que le daba esa libertad. Jesús tenía una motivación: una humanidad reconciliada con Dios.
Había en él un convencimiento. Había entendido a qué venía, había comprendido la razón de su existencia humana, y aunque en su humanidad, el calvario le angustia y entristece (hasta la muerte) lleva obedientemente la voluntad de su Padre hasta el fin. No por obligación sino por convencimiento y propia elección.

Jesús era libre porque eligió hacer lo que debía y eso que debía era en definitiva lo que quería. Somos verdaderamente libres cuando llegamos a entender y hacer nuestro ese sentir que tuvo Jesús, lo que elijo hacer, aunque no es lo que mi naturaleza carnal quisiera, lo hago porque debo y porque entiendo y sé que es lo mejor para mí o para la situ ación que vivo. Vencemos al “yo” carnal solamente cuando Cristo nos libera de él. Juan 8:36: “Si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres.”

Cuando podemos dimensionar el amor mostrado por Cristo en la cruz es que somos contagiados de ese mismo sentir que le movió a Él. Pues ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí y todo lo que hago lo oriento a agradarle a Él.

Entender que Jesús subió a la cruz para morir por mí, porque me amó a mí, ser conscientes de cuál hubiera sido mi destino si el Padre no nos hubiera amado primero, contemplar la vida de Jesús, el Cristo, y caer de rodillas ante ese hombre lleno de dolores, de simpleza y humildad y darnos cuenta que era Dios mismo poderoso e ilimitado, éstas son algunas de las verdades más importantes que tienen poder para hacernos libres.

Ante este descubrimiento, y ante de la aceptación de Jesús como el Señor de nuestras vidas, no hay cadenas que se resistan, que importa ya “lo yo que quier o”, más importante aún es “lo que quiere Aquél” que se dio completo por mí. Mejor aún cuando descubro que “lo que quiere Aquél” me llena de paz, de satisfacción y me hace verdaderamente libre.

Enviado por: Erica. E

¿QUIEN RECIBE LAS GRACIAS?

Según un artículo de una revista norteamericana, una mujer residente de Costa Mesa, California, encontró un pequeño paquete en el escalón de la puerta que contenía las llaves de un auto y una nota que decía: “Este regalo es para ti porque te amo.” Además incluía un versículo de la Escritura y estaba firmada: “Un ángel del Señor”. En la entrada de su casa había un auto último modelo, justo lo que necesitaba para reemplazar su auto ya viejo, el cual funcionaba mal.
La mujer estaba tan agradecida que colgó un cartel en la puerta de su garaje que decía: “GRACIAS DIOS.” Un niño vecino le preguntó: “¿Dejó caer Dios el auto desde el cielo?” La revista no informó cuál fue su respuesta, pero seguramente que ella no creía que el auto había caído del cielo. Ella simplemente deseaba comunicar su agradecimiento a su amigo anónimo, quien a lo mejor pasaba por allí. Pero su cartel también estaba haciendo una importante declaración: toda buena dádiva viene finalmente de Dios.
David reconoció esta verdad cuando él y su pueblo celebraban las enormes ofrendas que se habían dado para la construcción del templo. Ellos pudieron haberse dado palmaditas de felicitación en las espaldas e intercambiar mutuas alabanzas por la generosidad del otro. Pero no lo hicieron así. David mostró sabiduría y madurez como líder de Israel al agradecerle a Dios todas sus bendiciones. Él sabía que cuando un regalo viene de manos humanas, es el Señor quien merece la alabanza.
1 Crónicas 29:12.
Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo….

UN ASIENTO ESPECIAL

Lectura: Lucas 10:38-42.
“[Marta] tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” Lucas 10:39
Nunca me he sentado en la sección de primera clase de un avión. Pero sigo guardando la esperanza de que algún día abordaré el avión y la asis-tente de vuelo me detendrá y me dirá: «Venga conmigo. Tengo un asiento especial para usted».
Esa es la razón por la que me emocioné bastante cuando un amigo le dio a mi hermana entradas para un evento y nos dimos cuenta de que eran asientos de palco. En vez de sentarnos hombro con hombro con extraños por todas partes a nuestro alrededor, nos sentamos en un palco privado donde pudimos ver y escuchar todo perfectamente. Esa noche nos sentimos privilegiadas y especiales.
¿Recuerdas a las amigas de Jesús, María y Marta? Aunque Marta tuvo la oportunidad de disfrutar de tener a Jesús como su invitado, pronto se frustró con su hermana María y se abrumó con el ajetreo de sus preparativos. ¡Ciertamente algo que muchos de nosotros entendemos! Sin embargo, Jesús puso en claro que algunas veces es necesario alejarse de las interminables presiones de la vida y pasar un tiempo con Él sin distracciones. Dios nos ha dado la oportunidad de tener momentos personales con Él. Al darnos el tiempo tan sólo para estar con el Señor, quedamos alimentados, refrescados y renovados.
Jesús elogió a María por tomarse el tiempo necesario para sentarse y aprender a los pies de su Salvador (Lucas 10:42). Y al final resultó ¡que ella tuvo el mejor asiento en la casa!
Jesús anhela nuestra comunión con Él aun más de lo que nosotros la anhelamos.

jueves, 15 de octubre de 2009

SOLEDAD

HOY..CAMINARE COMO UN HIJO DE DIOS

“Mirad, cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” I Juan 3:1,2
Hoy quiero Percibir, en mi Espíritu la manera como el Padre me ha amado. Hoy quiero considerar en su presencia quien era yo y entender en mi corazón como el Padre me adoptó. Qué gran privilegio que la Biblia dice que soy un hijo de Dios. ¡Qué relación tan alta esta, de ser un hijo, y qué privilegios esto trae! ¡Qué cuidado y ternura el hijo espera de su padre, y qué amor el padre siente hacia el hijo!.
En lo que concierne a la desventaja temporal de sufrir con el hermano mayor, Hoy acepto eso como un honor: “Porque el mundo no nos conoce porque tampoco lo conoció a él”. Hoy estoy contento al ser un desconocido por el mundo, porque se que a él tampoco lo conoció.
Amados, ahora somos nosotros los hijos de Dios. ” ¡Qué fácil es leer, pero no es tan fácil el sentir! ¿ Cómo está tu corazón esta mañana? ¿Está usted en las profundidades del duelo? ¿Sube la corrupción dentro de su espíritu, y la gracia parece como una chispa pobre pisoteada debajo del pie? ¿Casi fracasa su fe en usted?
Con todas estas cosas contra nosotros, en las mismas profundidades de nuestro duelo, adondequiera que nosotros podamos estar – - ahora, en el valle o sobre la montaña. “Amados, ahora somos nosotros los hijos de Dios”.
Ah, pero, “usted dice: Pero ¿cómo puedo yo ser hijo de Dios si todavía no tengo mi vida totalmente ordenada, mis gracias no son tan nítidas; mi honradez no brilla con la gloria evidente?”. Escuche entonces lo que dice el próximo versículo: Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
El Espíritu Santo purificará nuestras mentes, y el poder divino refinará nuestros cuerpos, entonces nosotros lo veremos como él tal es y seremos como él es.
Padre. Gracias por llamarme y hacerme tu hijo. Cuando no conocía la verdadera dimensión de un amor de Padre tu me amaste. Hoy soy un hijo de Dios, no porque lo digo yo, sino porque tu palabra lo dice. Amén.

TOMATÉ EL TIEMPO

Se cuenta una leyenda acerca de un rabí de una pequeña ciudad judía. El pueblo se reunió en la sinagoga la víspera de Yom Kippur (el día de expiación), pero cuando llegó el momento de comenzar el culto más importante del año judío, no encontraban al rabí por ninguna parte.
Durante el retraso, una joven madre fue a su casa a ver cómo estaba su hijita, a quien había dejado durmiendo. Para su sorpresa, vio al rabí sentado tranquilamente en una silla, con la niña en los brazos. Había pasado por la casa de la madre de camino a la sinagoga cuando escuchó llorar a la bebé y se detuvo a ayudar. Cargó a la niña en brazos hasta que se durmió.
Hay una lección para todos nosotros en el ejemplo del rabí y en el amor de Jesús por la gente (Mateo. 9:18-26). En nuestras agitadas y ocupadas vidas, tendemos a enredarnos tanto con nuestras propias preocupaciones que perdemos el sentido de la compasión por los demás. Debemos tomarnos el tiempo para observar y responder a las personas, ya sean niños pequeños, padres o creyentes mayores que nosotros.
En algún momento en medio de las demandas que tienes , tómate el tiempo de acariciar la mano de un creyente anciano, de consolar a una madre cansada, o de acunar a un bebé hasta que se duerma. -DCE
Marcos. 9:37
El que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí..

LOS USHPIZZIN

Lectura: Santiago 1:19-27.
“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” Santiago 1:27
Una leyenda judía dice que los ushpizzin son invitados que visitan a los piadosos en Sucot, la Fiesta de los Tabernáculos. Se supone que son los grandes héroes del Antiguo Testamento que vienen a ofrecer consuelo y aliento a los fieles.
Según sabiduría popular judía, estos invitados invisibles sólo visitan la suca (enramada) donde los pobres son bienvenidos -un recordatorio de la responsabilidad que tiene cada persona de preocuparse por los demás. También les recuerda a los judíos que hay observadores invisibles que pueden estar observando su conducta.
Por supuesto que la historia de los ushpizzin no es verdad. Pero, más allá de la sabiduría popular y la leyenda, se nos recuerda que, como seguidores de Cristo, estamos viviendo vidas observadas. Hay otros que nos están observando; y nuestra preocupación por los demás, particularmente por los más humildes entre nosotros, es una expresión de la compasión que Cristo mostró hacia los sufrientes y los marginados de Su generación.
Santiago, el hermanastro de Jesús, desafió a los creyentes a poner en práctica el amor de Cristo. Escribió: «La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo» (Santiago 1:27).
El ejemplo de Cristo y las palabras de las Escrituras nos inspiran a preocuparnos por nuestro mundo en sufrimiento. ¿Quién nos está observando? Nuestro mundo está observando. ¡Lo mismo que nuestro Señor!
Cuando las personas observan tu vida, ¿ven el amor de Cristo?