viernes, 9 de octubre de 2009

PRESENTANDOME

Lectura: Salmos 116.
"Porque ha inclinado a mí Su oído; por tanto, Le invocaré en todos mis días" Salmos 116:2
Leonardo da Vinci pasó diez años dibujando orejas, codos, manos y otras partes del cuerpo en muchos aspectos diferentes. Luego, un día puso a un lado los ejercicios y pintó lo que veía. De manera similar, los atletas y los músicos jamás llegan a ser grandes sin la práctica periódica.
Durante años me resistí a una rutina periódica de oración, pues creía que la comunicación con Dios debía ser espontánea y libre. Pero descubrí que necesitaba la disciplina de lo periódico para hacer posibles esos momentos excepcionales de comunicación libre con Dios. Finalmente aprendí que la espontaneidad a menudo fluye de la disciplina.
La autora Nancy Mairs dice que ella asiste a la iglesia con el mismo espíritu con que va a su escritorio cada mañana para escribir, para que, si llega una idea ella esté allí para recibirla. Yo me acerco a la oración del mismo modo. Continúo orando si siento que estoy obteniendo algún provecho o si no lo siento; me presento con la esperanza de llegar a conocer mejor a Dios, tal vez al saber de Él de maneras que sólo son accesibles por medio de la soledad.
La palabra en castellano «meditar» se deriva de una palabra en latín que significa «ensayar». A menudo, mis oraciones parecen una especie de ensayo. Repaso notas básicas (el Padrenuestro), practico piezas familiares (los Salmos) y trato unas cuantas nuevas tonadas. Principalmente, me presento.
La oración es la conversación íntima con nuestro Dios.

jueves, 8 de octubre de 2009

«NUNCA LEVANTÓ LA VOZ SINO PARA CANTAR»

Vestida de blanco, la niñita de seis años de edad cantó en el culto religioso de la Iglesia Bautista en Filadelfia, Pensilvania. Era el año 1903. Con ese sencillo principio nació una cantante de voz extraordinaria, que conmovió al mundo.

Cantó en los mejores teatros de Europa en la década de 1920. Cantó para varios presidentes en la Casa Blanca de Washington, Estados Unidos. Fue la primera de su raza en cantar en la Casa de la Ópera Metropolitana de Nueva York. Y llenó estadios en todo el mundo, armonizando el espíritu de millones de personas con su hermosa voz.

En abril de 1993, a los noventa y siete años de edad, dio su último canto. Fue un suspiro, el suspiro que la trasladó a la eternidad.

¿Quién era esa extraordinaria mujer con una voz tan excepcional? Era Marian Anderson, la muy notable cantante negra de fama mundial. Entre los muchos comentarios que se hicieron de ella, tal vez el más recordado sea el de Arturo Toscanini, que dijo: «La suya es una voz que se escucha una vez cada cien años.» Pero el comentario más significativo fue el siguiente: «Nunca levantó la voz sino para cantar.»

No puede haber elogio más grande que el decir de alguien que nunca usó la voz sino para elevar el ánimo de los demás, para infundir aliento, para consolar al triste. Entre las causas grandes de esta vida, entre los móviles que mueven al bien, está el de levantar el espíritu del que se siente abandonado.

Al otro extremo está el que sólo habla para maldecir; el que nunca tiene una palabra de consuelo; el que sólo arroja amargura, desagrado, tormento y dolor; el que nunca sonríe, nunca alaba, nunca conforta, nunca alienta.

Jesucristo dijo en cierta ocasión: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Marian Anderson cantaba porque todo su corazón era un canto. De su interior salía el canto que animó a medio mundo a lo largo de casi un siglo entero. Su canto era su alma, y su alma era su canto.

Adaptando las palabras de Cristo, podríamos decir: «Del contenido del alma se expresa la voz.» Es decir, lo que tenemos en el corazón determina tanto las palabras que decimos como el tono de voz con que las emitimos.

¿Qué podemos hacer para cambiar nuestras palabras negativas en palabras positivas? Cambiar el contenido de nuestro corazón. A eso se debe que digamos con tanta insistencia que cuando Cristo mora en nuestro corazón, tenemos paz y gozo. Y las palabras que decimos y la actitud que tenemos reflejan ese gozo. Él quiere cambiar nuestra tristeza en paz. Démosle entrada hoy mismo. De hacerlo así, nuestra vida será, en su totalidad, una vida nueva. Dejémoslo entrar.

Hermano Pablo

MAS ALLA DE LA RIQUEZA Y EL PODER

En 1923, un pequeño grupo de los hombres más ricos del mundo se reunieron en el Hotel Edgewater Beach de Chicago, Illinois. Eran la elite de la riqueza y del poder. En aquel tiempo, ellos controlaban más dinero que la cantidad total existente en el Tesoro de los Estados Unidos. Esta es una lista de los que estuvieron allí y lo que a la larga les ocurrió:

• Schwab, presidente de la industria independiente de acero más importante: murió en la bancarrota.

• Arthur Cutten, el más grande de los especuladores de trigo: murió insolvente en el extranjero.

• Richard Witney, presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York: murió poco después de ser puesto en libertad de la prisión de Sing Sing.

• Albert Fall, miembro del gabinete de un presidente de los Estados Unidos: se le indultó de la prisión para que muriera en su hogar.

• Jess Livermore, el «oso» más grande de Wall Street: se suicidó.

• Leon Fraser, presidente del Bank of International Settlements: se suicidó.

• Ivar Kreuger, jefe del monopolio más grande del mundo: se suicidó.

Hasta el millonario griego, Aristóteles Onassis, que conservó su riqueza y murió a edad avanzada, reconoció que el dinero no es equivalente al éxito. El sostuvo que «después que llegas a cierto punto, el dinero pierde importancia. Lo que importa es el éxito».

Tomado de El mapa para alcanzar el éxito. John Maxwell.

Qué es el éxito en realidad? No es dinero, no es poder. El verdadero éxito es vivir de acuerdo a los principios de Dios. Cuando nuestra vida se alinea a los principios eternos, entonces nos movemos en el verdadero camino de Dios. Deja hoy de moverte en la vanidades del mundo y comienza dar pasos en el camino de Dios. La vida tiene un precio muy alto: ¡ningún dinero la puede comprar! Salmo 49:8 No pongan su confianza en el dinero mal ganado; no se hagan ilusiones con el fruto de sus robos. ¡No vivan sólo para hacerse ricos! Salmo 62:10

EREV YOM KIPPUR

Lectura: Mateo 5:21-26.
"Reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda" Mateo 5:24
En el judaísmo, el día más santo del año es el Yom Kippur, el día de la expiación. Ese día, la nación busca el perdón de Dios por los pecados, tanto personales como nacionales.
Sin embargo, lo interesante es el día antes de Yom Kippur, conocido como Erev Yom Kippur. Representa la última oportunidad que tiene una persona de buscar el perdón de sus prójimos antes de que se inicie el Yom Kippur. Esto es importante porque, en el pensamiento judío, se debe buscar el perdón de las demás personas antes de pedir el perdón de Dios.
Hoy estamos llamados a hacer lo mismo. Jesús señaló que, a fin de adorarle con todo nuestro corazón, necesitamos primero resolver nuestros asuntos con los demás. En Mateo 5:23-24, Él dijo: «Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda».
Incluso en un asunto tan básico como nuestra ofrenda, la capacidad para adorar a Dios de verdad se ve obstaculizada por la realidad de las relaciones quebrantadas por nuestras malas acciones, malas actitudes y malas palabras.
Entonces, para que nuestra adoración pueda ser agradable y aceptable a Dios, hagamos todo esfuerzo por reconciliarnos unos con otros -hoy.
Si contra tu hermano has pecado, un muro entre tú y Dios has levantado.

miércoles, 7 de octubre de 2009

EL SUEÑO DE FORD

El pionero de la industria automotriz y visionario Henry Ford dijo: «Todo el secreto de una vida exitosa es descubrir qué estamos destinados a hacer, y luego hacerlo».
El sueño de Ford nació de su interés por todo lo que fuera mecánico. Desde su niñez tuvo la pasión por estudiar y reparar maquinarias. Aprendió por cuenta propia sobre máquinas de vapor, relojes y motores a combustión. Viajó por el campo haciendo reparaciones gratuitas, solo para poner sus manos en alguna maquinaria. Se hizo mecánico y relojero. Trabajó como ingeniero nocturno en la Detroit Edison Company. Ford se sentía intrigado por la idea del automóvil y le dedicó más y más atención a esto. En 1896, construyó su primer automóvil en el cobertizo trasero de su casa. Luego de esto, siguió pensando en cómo mejorar sus esfuerzos, y estudió el trabajo de otros constructores de coches, incluyendo a Ransom E. Olds, quien construyó el primer Oldsmobile en el 1900.
De su amor por las maquinarias y su curiosidad por el automóvil creció el sueño de Ford: la creación de un automóvil de bajo costo y de producción masiva. Hasta ese momento, los nuevos coches sin caballos eran un costoso artículo de lujo, solo al alcance de los ricos. Pero Ford estaba decidido a poner el automóvil al alcance de la persona común. En 1899, ayudó en la formación de la Detroit Motor Company. Pero cuando sus compañeros de organización pusieron obstáculos a la idea de fabricar su producto en forma económica para venderlo en forma masiva, dejó la empresa.
Sin embargo, mantuvo su sueño, y finalmente sus esfuerzos rindieron fruto. En 1903, organizó la Ford Motor Company y comenzó a producir el modelo T. El primer año la nueva compañía produjo seis mil autos. Pero ocho años más tarde producía más de 500.000. Además se las arreglaron para reducir el precio inicial de venta de US$850 a solo $360. El sueño de Ford era una realidad.
Quien tiene un sueño conoce a lo
que tiene que renunciar con
el propósito de avanzar.
Tomado del libro : El mapa para alcanzar el éxito. Jhon C Maxwell
Cuál es el sueño que te quita el sueño en tu vida? Hacía donde te diriges? Recuerda, los mejores sueños son los que Dios siembra en tu corazón, porque ellos siempre se convierten en realidad.
«El mundo de un ciego está limitado a lo que toca; el mundo del ignorante queda dentro de los límites de su conocimiento; el mundo de un gran hombre por los límites de su visión». Si su visión—su sueño—es grande, así será su potencial para el éxito. Paul Jovey
Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Génesis 28:12
Después José tuvo otro sueño, y se lo contó a sus hermanos. Les dijo:Tuve otro sueño, en el que veía que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias. Génesis 37:9
Y ellos le respondieron: Hemos tenido un sueño y no hay nadie que lo interprete. Entonces José les dijo: ¿No pertenecen a Dios las interpretaciones? Os ruego que me lo contéis. Gen 40:8

SIN MUCHO EN MEDIO

Lectura: Efesios 3:14-21.
"Para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" Efesios 3:19
En la faja estrecha del territorio de Texas que entra en Oklahoma hay una pequeña ciudad llamada Texline. Tuvo un ostentoso comienzo a fines del siglo XIX como un centro de rápido crecimiento junto a una nueva línea de ferrocarril. Pero en unos pocos años, la mayoría de las tiendas habían cerrado y la población de la ciudad se redujo a unas 400 personas. En el 2000, la población apenas si sobrepasaba las 500 personas.
Una descripción de Texline en la Internet dice que tiene «un letrero indicando el límite de la ciudad a un extremo y otro en el extremo opuesto, sin mucho en medio».
¡Qué desperdicio sería si se diera la misma descripción de nuestro peregrinaje espiritual! El peregrinaje de la vida cristiana en la tierra comienza en el momento que se declara la fe en Jesús y termina cuando el creyente parte para estar con el Señor. Esto plantea una pregunta importante: ¿Qué sucede en medio?
Una vida rica y plena está a disposición de todos los que creen en Jesús y Le sirven. El apóstol Pablo oraba para que los creyentes fueran «llenos de toda la plenitud de Dios» (Efesios 3:19). Quería que ellos conocieran la vida «en abundancia» (Juan 10:10). Pero, ¿cuántos de nosotros experimentan incluso una pequeña parte de la vida abundante que Cristo prometió a aquellos que Le son fieles?
Dios desea darnos un comienzo maravilloso con la salvación y un gran final en gloria, con mucho en medio.
Una vida entregada totalmente a Dios se convierte en una vida llena de Dios.

«USTED NO TIENE NINGUNA ENFERMEDAD»

Primero sintió una molesta comezón en casi todo el cuerpo. Pensó que era alergia o picaduras de insectos. Pero la comezón siguió, y se complicó con cansancio y dolores en los brazos y las piernas.

Comenzó entonces para Patricia Delaney una larga e intensa odisea. La vieron veinticinco especialistas en Estados Unidos y Europa. Todos le dijeron lo mismo: «Usted, señora, no tiene ninguna enfermedad.» Pero la realidad era que Patricia sufría del mal de Hodgkin, cáncer glandular. Felizmente, por fin diagnosticaron su mal, y comenzó la etapa de recuperación.

Pero lo que le pasó a esta mujer, consultora industrial, le ocurre a muchas personas. Tienen una debilidad general. A su condición la acompañan fuertes dolores de cabeza y un desgano que no les permite estar activos. Entonces consultan médicos, recorren una ciudad tras otra y van de hospital en hospital, pero todos aseguran lo mismo: «Usted no tiene ninguna enfermedad.»

Esto es triste, y ocurre con más frecuencia de lo que las autoridades médicas están dispuestas a admitir. Pero hay algo que entristece aún más. Es cuando un hombre o una mujer van de un remedio a otro, de un consejero a otro, buscando la paz. Lo consultan todo: el horóscopo, el vaticinio, la adivinación, el augurio. Hasta se van tras religiones extrañas —el vudú, la hechicería, el satanismo—, todo para encontrar satisfacción en la vida. Y su búsqueda no produce más que desengaño.

¿Cuál es el mal universal que acosa al hombre? Es el pecado. Cuando el hombre infringe las leyes morales de Dios, acarrea consecuencias que él no entiende. No entiende por qué está triste. No entiende por qué no puede controlar sus apetitos. No entiende por qué sigue tras lo que lo destruye. Se está muriendo de temor, de confusión, de desesperación, y no comprende qué le está pasando.

Es que el ser humano necesita un Médico supremo, un Médico para la enfermedad universal, que es el pecado. Fuimos creados para funcionar de cierto modo, y cuando no seguimos las instrucciones, todo se vuelve confusión y desorden.

Jesucristo desea ser nuestro Salvador. Él es el Creador, y sabe cuál es nuestro mal y qué necesitamos para vivir en paz. Invitémoslo a que sea nuestro Salvador. Entreguémosle nuestra vida y sometámonos a su divina voluntad. Él nos ama intensamente y tiene la gracia y el poder para sanarnos de ese mal espiritual que nos agobia. Cristo quiere ser nuestro Salvador. Ya no busquemos más. Aceptemos su diagnóstico y la ayuda sobrenatural que nos ofrece.

Hermano Pablo