sábado, 5 de septiembre de 2009

LA VERDAD DEL FRACASO

Fracasar no significa que somos fracasados… lo que sí significa es que todavía no hemos triunfado.
Fracasar no significa que no hayamos logrado nada… lo que sí significa es que hemos aprendido algo.
Fracasar no significa que hemos sido unos tontos… lo que sí significa es que teníamos mucha fe.
Fracasar no significa que nos hemos desgraciado… lo que sí significa es que estuvimos dispuestos a intentarlo.
Fracasar no significa que no tenemos lo que se necesita… lo que sí significa es que necesitamos hacer algo de manera diferente.
Fracasar no significa que somos inferiores… lo que sí significa es que no somos perfectos.
Fracasar no significa que hemos desperdiciado nuestra vida… lo que sí significa es que tenemos una razón para comenzarde nuevo.
Fracasar no significa que debiéramos rendirnos… lo que sí significa es que debemos intentarlo con más fuerza.
Fracasar no significa que nunca lo lograremos… lo que sí significa es que nos tomará un poquito más de tiempo.
Aún cuando tu caida haya sido desastrosa, recuerda que Dios saca provecho de todo, si con mi corazón humilde, reconozco y me dejo guiar por su mano poderosa.
Dios me libró de caer en la tumba;¡estoy vivo y disfruto de la luz! Job 33:28
Sólo una cosa te pido: si acaso llego a caer, no les concedas el gusto de burlarse de mí. Salmo 38:16
Yo estuve a punto de caer,y poco me faltó para que resbalara. Salmo 73:2

RESTRICCION DE DIOS

Lectura: Salmos 76:1-12.
“Ciertamente la ira del hombre Te alabará; Tú reprimirás el resto de las iras” Salmos 76:1
Agustín dijo que Dios «consideraba que mejor era sacar lo bueno de lo malo, que no permitir que existiera mal alguno». Por lo tanto, Dios toma el peor de los males que nos puedan hacer los hombres y las mujeres, y lo convierte en algo bueno. Incluso la ira de los impíos Le trae alabanza (Salmo 76:10).
Dios no ha prometido que nuestra vida será fácil; en efecto, no lo es. Pero Él ha prometido sostenernos en nuestra lucha y mantenernos con Su brazo poderoso. Si confiamos en Dios, Él nos dará poder para que nos abramos paso valientemente a través de dificultades extraordinarias con fe, esperanza y amor. Las pruebas que Dios permite en nuestra vida nos llevarán a Su alabanza y Su gloria, si tan sólo permanecemos en Él.
Más aún, habrá una restricción y un respiro. El texto hebreo es algo oscuro en Salmos 76:10. Literalmente dice: «Ciertamente la ira del hombre Te alabará; Tú [Dios] reprimirás el resto de las iras». Dios usará la ira de los hombres para traer gloria y alabanza para Sí, pero, cuando se cumpla ese propósito, entonces la restringirá.
Dios no permitirá que se nos presione más allá de lo que podamos soportar. Esa es Su promesa segura. Cuando se haya aprendido la lección, cuando se haya completado la revelación de la gloria de Dios y nuestra alma haya sido probada y comprobada, entonces Dios levantará Su mano y nos salvará. Dirá: «Basta».
En el desierto de cada prueba Dios tiene un oasis de consuelo.

LIBERTAD EN JUSUS

SIETE DÍAS EN UNA CUEVA

La familia la formaban tres personas: Daniel Stolpa, joven de veintiún años de edad; su esposa Jennifer, de veinte años; y el hijito de ambos, Clayton, de cuatro meses.

Andaban juntos de turismo en Canadá. Sin rumbo específico, transitaban por un camino serpenteado hacia las alturas de una montaña. Y era invierno.

Todo iba bien, hasta que el automóvil se dañó. Tuvieron que abandonar el vehículo y andar a pie por la sierra nevada en busca de auxilio. Cuando menos pensaron, se hallaron en medio de una terrible tormenta de nieve.

Daniel halló una cueva en la montaña y pensó pasar esa noche en ella. Pero la tormenta arreció, y aunque estaban sin agua, sin comida y sin más protección que la ropa que traían puesta, no podían moverse de allí.

Pasaron siete días aguantando el intenso frío. Y por fin, Daniel dejó a su esposa y a la criaturita para buscar auxilio. Caminó veinticinco kilómetros hasta hallar asistencia, y al fin todos fueron rescatados. Aunque la baja temperatura congeló parte de sus pies, todos quedaron fuera de peligro.

Durante las interminables horas que Daniel y Jennifer pasaron en la cueva, solos y apretados uno contra otro protegiendo al hijito de cuatro meses, conciliaron todas las diferencias y resolvieron problemas matrimoniales que estaban teniendo. De ahí que declararan: «Tuvimos que estar siete días muy juntos en una cueva, muertos de frío, para que de nuevo brotara el calor del amor entre los dos.»

En efecto, es el calor del amor, ese fuego sagrado hecho por Dios, lo que mantiene unido al matrimonio. Desgraciadamente, la rutina del matrimonio muy pronto lo vuelve insípido, y cuando faltan el estímulo y la determinación de mantener encendido el fuego, éste se apaga.

¿Por qué ocurre esto? Porque por alguna razón, estúpida o ingenua que sea, creemos que nuestro amor, de por sí, se mantendrá para siempre en calor. Eso es imposible. Ningún amor entre dos personas puede mantenerse si esa relación no se nutre con actos de respeto y cariño.

Fortalezcamos nuestro matrimonio. Protejamos esa unión. Nutramos la relación conyugal. Nada en la vida es más importante que la relación con el cónyuge. El matrimonio que se preserva alcanza su más intensa satisfacción con el paso de los años. Cuidemos nuestro matrimonio. Es lo más sagrado que tenemos. Y con el correr del tiempo y la presencia de Dios en el corazón, será más bello aún. Pues si de veras estamos bien con Dios, lo estaremos también con nuestro cónyuge.

Hermano Pablo

jueves, 3 de septiembre de 2009