lunes, 24 de agosto de 2009

HOY..DEBO SER UN SIERVO DE HECHO Y NO DE PALABRA

“He aquí dirás: Es un presente de tu siervo Jacob, que envía a mi Señor Esaú y he aquí el viene tras nosotros” Genèsis 32:18.
Hoy necesito preguntarme si soy un siervo de palabra o de hecho. Estoy imitando a Jacob quien se llamó a si mismo siervo de su hermano Esaú, pero en realidad se llamó siervo solo por temor, por lo tanto solo uso el título, pero en realidad de corazón no estaba sintiendo ni siendo un siervo.
Debo hoy ser cuidadoso de no llamarme a mi mismo un siervo, sino más bien ser un siervo. Jacob se llamó así mismo siervo por temor a Esau, pero no fue sino hasta que tuvo su experiencia de luchar con Dios que vino realmente a ser siervo, un siervo verdadero. Si necesito una experiencia como la tuvo Jacob para llegar a ser realmente un siervo, necesito estar dispuesto.
Hoy debo ser muy cuidadoso en no ponerme títulos pero en lugar de eso dar los contenidos de los títulos. Hoy hay muchos que quieren tener el oficio de siervo sin la función de siervo. Peor aun hay muchos que se llaman así mismos siervos pero se comportan y andan en la vida como Señores.
No quiero hoy ser uno que trata de impresionar con títulos, cargos y oficios, sino entender que hoy el mundo no necesita títulos sino acciones. El mundo está lleno de señores pero hacen falta siervos y hoy quiero ser un siervo. Hay solo un camino para llegar a ser un siervo y ese camino es el de la renuncia.
Un esclavo no tiene derechos y hoy vivimos en un mundo de solo derechos, cada uno reclama sus derechos pero pocos cumplen con sus deberes.
El único camino para ser un siervo es la renuncia. Un esclavo no tiene derechos..no tiene propiedades y está completamente controlado por su maestro. En el momento que yo pretendo ser alguien o reclamar algo yo dejo de ser un siervo y me convierto en un señor.
No puedo llegar a ser un siervo aceptable hasta que yo haya experimentado la autonegación de Filipenses 2:5-8 y no puedo experimentar eso hasta que no siga al único quien se negó a si mismo para darse por nosotros. Jesús. Si mantengo mi mirada en el Maestro divino encontraré en él el mejor ejemplo de humildad y servicio y eso es precisamente lo que quiero hacer hoy.
“Señor. Gracias por darme el ejemplo del verdadero servicio y la verdadera entrega. Confieso que muchos veces me he llamado siervo pero me he comportado como un señor.
Que vano ha sido mi caminar, por eso en este día llego ante tu presencia para decirte que me canse de actuar como señor y vengo ante tu altar para aprender de ti y ser un genuino y real siervo. Siervo tuyo y después de otros.Amèn.

PROVIDENCA

El 26 de febrero de 1944, es una de las fechas de mayor infamia, en la historia de la Fuerza Naval de los Estados Unidos de Norte América. El buque de guerra más poderoso de aquel entonces, el Princeton, llevaba al Presidente de los Estados Unidos, a los Secretarios de Estado y de la Fuerza Naval, miembros del Congreso y demás oficiales gubernamentales, en un viaje por el Río Potomac.
Como parte del entretenimiento para los invitados, el arma principal del Princeton, de nombre el Pacificador, fue disparada. En la segunda descarga, el arma explotó matando al Secretario de la Fuerza Naval y a varios tripulantes.
Un momento antes del disparo, el Senador Thomas Benton de Missouri, se encontraba de pie junto al arma. Un amigo colocó su mano en su hombro y cuando Benton se volvió para hablar con él, aunque un poco disgustado, Gilmore, el Secretario de la Fuerza Naval, se adelantó y ocupó su lugar. En ese preciso momento se disparó el arma, matando a este último.
Este singular momento de providencia, causó una gran impresión en el Senador Benton. Él era un hombre lleno de ira, siempre envuelto en querellas y hacía poco había estado involucrado en una violenta disputa con Daniel Webster. Después de su milagroso escape de la muerte en el Princeton, Benton procuró la reconcilació con Webster.
Le dijo: “Me pareció, señor Webster, que aquella mano sobre mi hombro era la del Todopoderoso que se extendía hacia mí para librarme de una muerte instántanea. Tal incidente ha cambiado por completo mi modo de pensar y el curso de mi vida. Siento que soy un hombre diferente; y en primer lugar, quiero estar en paz con todos aquellos con quienes he tenido fuertes desacuerdos”.
Muy pocos de nosotros estamos conscientes de las veces que hemos sido librados de la muerte, pero lo cierto es que cada día de vida es un regalo de Dios. Disfruta cada uno al máximo y aprovecha el tiempo con sabiduría.
No importa lo que dure tu vida en esta tierra, procura nunca malgastar un solo día enojado y sin querer perdonar. Vive cada instante en paz con Dios y con el prójimo.
Éxodo 9:16
Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.

EL DIOS QUE LAVA LOS PIES

Lectura: Juan 13:1-5.
“Luego [Jesús] puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos” Juan 13:5
El brillante y joven profesor de Filosofía de la Universidad de Oxford, H. A. Hodges, a menudo se sentía atribulado con preguntas acerca de la existencia de Dios. Un día, mientras paseaba por la calle, pasó delante de una tienda de arte. Un sencillo cuadro en la vitrina captó su atención. Mostraba a Jesús arrodillado para lavar los pies de los discípulos.
Hodges conocía la historia registrada en Juan 13: Dios encarnado lavando pies humanos. Pero de repente el puro significado de esa escena se apoderó del corazón de este joven filósofo. Dios -¡Dios!- ¡humillándose a Sí mismo para hacer ésa, la más despreciable de las tareas! Pensó: «Si Dios es así, ¡entonces ese Dios será mi Dios!» Ver esa pintura fue una de las circunstancias que hicieron que Hodges entregara su vida al verdadero Dios, el Dios que lava los pies.
Algunas veces, los cristianos damos por sentada la existencia de Dios. Creemos que la Biblia nos habla acerca del Espíritu eterno cuya existencia nunca tuvo un principio ni jamás tendrá fin. Pero puede que algunas veces nos preguntemos acerca de Su carácter. Si Él permite los desastres, ¿como podría también ser gentil y amoroso?
Al leer Juan 13 concienzudamente, vemos que Dios es el Dios que lava los pies. Su amor insondable y sacrificado por nosotros debe hacer que nosotros también nos entreguemos a Él.
No hay vida más segura que una vida entregada a Dios.

domingo, 23 de agosto de 2009

LA ROSA ADENTRO

Un cierto hombre plantó una rosa y la regó fielmente y antes de que floreciera, la examinó. Vio que el capullo pronto florecería, pero notó espinas en el tallo y pensó: “¿Cómo puede tan bella flor provenir de una planta cargada de tantas espinas afiladas?” Entristecido por este pensamiento, se olvidó regar la rosa y, justo antes de que pudiera florecer, murió.
Así pasa con mucha gente. Dentro de cada alma hay una rosa. Las cualidades que reflejan a Dios colocadas en nosotros al nacer, crecen en medio de las espinas de nuestras fallas. Muchos de nosotros nos miramos a nosotros mismos y vemos tan sólo las espinas, los defectos.
Nos desesperamos, pensando que nada bueno puede salir de nosotros. Descuidamos regar lo bueno en nosotros y, eventualmente se muere. Nunca alcanzamos nuestro potencial.
Alguna gente no ven la rosa dentro de sí mismas; alguien más tiene que mostrárselas. Uno de los grandes dones que una persona puede poseer es la habilidad de llegar más allá de las espinas de otros y hallar la rosa dentro de ellos.
Esta es una de las características del amor… mirar a una persona, conocer sus verdaderas fallas y aceptar a esa persona en nuestra vida… siempre reconociendo la nobleza en su alma. Ayudemos a otros a darse cuenta de que pueden superar sus fallas. Si les mostramos la “rosa” dentro de sí, ellos conquistarán sus espinas. Sólo así florecerán muchas veces.
La Parábola de la Rosa fue escrita por Umair… un estudiante universitario en Arabia Saudita.
Fuente: www.AsAManThinketh.net
Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; Rom 12:5-7
El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. I Cor 13:8

LA ORACION DE PASCAL

Lectura: Filipenses 4:4-13.
“Hacedlo todo para la gloria de Dios” 1 Corintios 10:31
Blas Pascal, el brillante intelectual del siglo XVII, hizo significativas contribuciones en los campos de la ciencia y las matemáticas. Estableció las bases para el desarrollo de las calculadoras mecánicas y las modernas operaciones hidráulicas.
Cuando era joven, Pascal tuvo un profundo encuentro con Jesucristo. Esta experiencia le cambió la vida y le motivó a re-enfocar su estudio, de la ciencia y las matemáticas, a la teología.
Pascal escribió una extraordinaria oración que puede ayudar a todo creyente al enfrentar las tareas de la vida. La oración dice así: «Señor, ayúdame a hacer lo grandioso como si fuera algo pequeño, ya que lo hago con Tu poder; y lo pequeño como si fuera algo grandioso, ya que lo hago en Tu nombre».
La súplica de Pascal es profundamente bíblica. Pablo dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13) y nos exhorta con las palabras, «hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Pascal se hizo eco de estas exhortaciones a depender de Dios buscando Su poder y a considerar todo acto como importante, ya que esto dirá mucho de Su gloria.
La próxima vez que enfrentes una tarea enorme, recuerda que Dios es tu fortaleza. Y cuando te encuentres con una tarea aparentemente insignificante, toma la determinación de hacerla con excelencia para la gloria de Dos.
Espera grandes cosas de Dios; intenta grandes cosas para Dios.

REY DE REYES

A VECES EL LEÓN SÍ ES COMO LO PINTAN

Cuentan que una viuda pobre, que tenía un hijo de ocho años, le debía dinero a un avaro prestamista que llegaba cada semana a cobrarle. A la desdichada mujer se le hacía cada vez más difícil pagar aquella cuenta.

Un día el prestamista entró en la casa, tomó por el cabello a la pobre mujer y la emprendió a golpes con ella mientras el asustado muchachito temblaba de miedo en un rincón de la sala mirando impotente la escena.

Pasaron los años, y aquel muchacho los aprovechó cultivando el talento que Dios le había dado. Estudió dibujo y pintura, y llegó a ser un pintor de reconocida fama en la ciudad.

Un día el joven, recordando aquella ominosa escena de su infancia, describió en un lienzo al usurero que golpeaba a su mamá. La escena era real, vívida, inconfundible; los personajes fueron dibujados con mano maestra. A ese cuadro, sin duda una de sus mejores obras debido a que la llevaba en el alma antes de plasmarla en el lienzo, le puso un precio mucho más alto que a los demás cuadros. ¿Acaso no representaba lo mucho que criarlo a él le había costado a su mamá?

¡Cuál no sería el asombro del prestamista al pasar frente a la galería en que se exhibían aquellas obras de arte y verse fielmente retratado en aquella repugnante conducta! Avergonzado, le dijo a uno de sus empleados que fuera a comprar el costoso cuadro. En cuanto lo tuvo en las manos, lo hizo pedazos y lo lanzó a las llamas, tratando de destruir así ese clamor de su conciencia.

El joven pintor, al enterarse de lo ocurrido, le llevó el dinero a su mamá y le dijo: «¡Aquel malvado compró su propia imagen para destruirla, pero jamás podrá deshacer la que yo llevo grabada en los ojos desde niño!»

En la actualidad hay muchos que tratan su pecado del mismo modo en que aquel prestamista trató el suyo. Maltratan a Dios de palabra y con su conducta, y luego tratan de comprarlo con sus buenas obras y sus limosnas. Algunos de los que tienen con qué hacerlo hasta dan grandes sumas de dinero a la Iglesia a fin de acallar la voz de su conciencia, como si esa fuera la moneda con que se salda la cuenta del pecado. ¿Acaso no comprenden que la única moneda que puede saldar esa cuenta es la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, que dio su vida por nosotros?

Cristo pagó el alto precio de nuestra redención para que nosotros no tuviéramos que pagarlo. De ahí que el único modo de deshacernos de nuestros pecados es confesándoselos directamente a Dios y pidiéndole perdón. Basta con que hagamos eso para que Él nos perdone y borre todos los pecados que aparecen en el lienzo que representa nuestra vida pasada.

Por Carlos Rey