miércoles, 19 de agosto de 2009

HOY..RENUNCIARE A LO QUE DESAGRADA AL SEÑOR

“Seis cosas aborrece el Señor y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre los hermanos” Prov 6:16-19.
Si yo quiero ser hoy, un discípulo fructífero debo entender y respetar tanto lo que le agrada a Dios, como aquello que le desagrada. La Biblia continuamente nos presenta las cosas que le agradan a Dios y las cosas que le desagradan.
La Biblia lo expresa ahora en este pasaje de Proverbios cuando menciona las siete cosas que Dios aborrece. Hoy decido no ceder a ninguna de estas siete cosas que surgen de un corazón desprovisto del toque personal de Dios Los ojos altivos, demuestran el orgullo que se convierte en la madre de todos los pecados.
La lengua mentirosa, la cual se rebela a vivir en el mundo hermoso de la luz y la verdad.
Las manos derramadoras de sangre inocente, que se levantan para quitar la vida de que aún no ha nacido o del que ya vive alegremente en la tierra de los vivientes.
El corazón que maquina pensamientos inicuos, el cual incuba los más horrendos sentimientos nacidos de un espíritu torcido.
Los pies presurosos para correr al mal, los cuales corren por el camino de su propia destrucción, el testigo falso que habla mentiras, quien cerrando su puño y su corazón expresa su propia vanidad y el que siembra discordia entre los hermanos, el cual no amando la paz la cercena con un corazón sin sentimientos. Y hoy no quiero ninguna de estas siete cosas las cuales Dios aborrece y que pueden amargar mi vida en este día.
Que mi corazón hoy, pueda andar tras los caminos que agradan al Señor los cuales son los senderos de la humildad, la verdad, el compartir vida a otros, el corazón que esta llena de buenos y sanos pensamientos, los pies que transitan los caminos del bien, el testigo que proclama la verdad de Dios y aquel que siembre la paz y la unida entre los hermanos. En esos senderos hoy quiero transitar.
Señor. Caminar por caminar no tiene sentido para mí en este día…Más quiero caminar con propósito sabiendo que al caminar con propósito siempre buscaré lo que te agrada. Si camino sin propósito y marcho por la vida solo por caminar. Terminaré haciendo precisamente aquello que no te agrada. Es más, todo aquellos que tú aborreces. Gracias por que hoy me das esta oportunidad de caminar por el sendero de tu agrado. Amén.

NESTRA PRIMERA FIESTA DE FRACASOS

El fracaso es demora pero no derrota.
Es desvío transitorio, no un callejón sin salida.

William Arthur Ward

Cuando necesito ayuda para ser una buena madre, recuerdo a mi mamá y a mi abuela, mujeres que sembraron semillas de sabiduría en mi alma, como un jardín secreto, para que florecieran incluso en el mas crudo invierno. Un día especialmente difícil llegue a casa para encontrar un segundo aviso no tan amable en la cuenta del gas, y mis tres hijos desolados. Tommy, de once años, sufría por su corte de cabello. “Mi profesor se llevo mi gorra porque dice que los caballeros no usan sombreros en los edificios”. Había soportado comentarios como “calvito” y “cabeza rapada” todo el día, me dijo, mientras ocultaba su cabeza entre sus manos. Lisa había llegado a las finales del concurso de ortografía de su curso, pero había perdido por la palabra temeroso. No se me escapó la ironía. Jenni, estaba en primer grado, había sido castigada por su risa nerviosa cuando tuvo que leer, y luego se habían burlado de ella por tartamudear en una frase. “Bueno chicos, lo que tenemos aquí es una serie de fracasos. ¡Celebremos!” La sorpresa los saco de su melancolía y me observaban atónitos. Continúe hablandoles: ‘Mi abuela Towse solía decir, “Aprendamos más de nuestras fallas que de nuestros éxitos. Cuanto más curtida una persona por sus problemas, más lejos llegara’. Vamos a comer pizza para celebrar nuestra primer fiesta de fracasos”. Esto condujo a muchas fiestas de fracasos, y aprendimos a buscar en nuestras tragedias algo que pudiéramos celebrar en lugar de padecer por lo que habíamos sufrido. Espero haber sembrado semillas en el alma de mis hijos, recogidas de la sabiduría de las mujeres que me antecedieron, para que las rieguen en sus propios jardines algún día. Fuente: Judith Towse-Roberts, Sopa de Pollo para El Alma de la Madre. Salmos 51:6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.

UNA PEQUEÑA ELECCION

Lectura: Josué 24:15-24.
“Escogeos hoy a quién sirváis… pero yo y mi casa serviremos a Jehová” Josué 24:15
Cuando era niño, mi padre a menudo tocaba el violín en la orquesta sinfónica local. Su joven talento en ciernes continuó mejorando hasta la secundaria.
Luego un día decidió unirse a sus amigos en una travesura inofensiva. Mientras corrían por los corredores de la escuela, salieron por una puerta y mi papá se apresuró a seguirles. La puerta se cerró justo cuando él llegó a ella. Su mano izquierda destrozó el vidrio de la puerta cortándole los tendones de tres dedos. Todo lo que los doctores pudieron hacer fue anudar los tendones, con lo cual los dedos de mi padre quedaron inutilizados y el violín quedó fuera de su vida para siempre.
Me pregunto cómo habría podido ser la vida de mi papá distinta si no hubiese hecho esa pequeña elección. Los «qué-hubiese-pasado-si» tienen una utilidad dudosa: siempre podemos cuestionarnos a posteriori. Pero no podemos subestimar el impacto de nuestras elecciones. Una elección puede producir consecuencias para toda la vida, ya sea para bien o para mal.
El consejo de Josué es un buen punto de partida. «Escogeos hoy a quién sirváis -le dijo a Israel-. Pero yo y mi casa serviremos a Jehová» (Josué 24:15).
Servir a Dios no siempre será la elección fácil. Pero es una elección que conlleva el tipo de consecuencia con la que podemos vivir.
Lo que serás mañana depende de las elecciones que hagas hoy.

martes, 18 de agosto de 2009

JESUS TAMBIEN PUDE VIVIR EN TI, DEPENDE DE TI

ESTADO DE MENDICIDAD

Kevin Barry salía a trabajar todos los días, ya fuera invierno o verano, o ya hiciera frío o calor. No descansaba ni domingos ni días feriados. Es que Kevin era un mendigo. Aquel hombre de cuarenta y cuatro años de edad se mantenía pidiendo limosna por las calles.

Lo interesante del caso es que Kevin comenzó a recibir una jubilación por incapacidad laboral, pero la dependencia del estado que administraba esos asuntos determinó que desde esa fecha el dinero que Kevin recibía en la calle se consideraría «donativos». Según los funcionarios estatales, aquellas entradas a modo de limosna ascendían a una suma de dinero tal que obligaba que se le redujera su jubilación por incapacidad.

Así es de compleja la vida moderna. En estos tiempos, para tener pan para comer, ropa para vestir y casa en la cual vivir, hay que tener mucha habilidad y mucha iniciativa. Será por eso que hay tantos «profesionales de la adulación», «profesionales del delito» y «profesionales de la mendicidad».

No se puede negar que estamos viviendo en tiempos difíciles. Sólo unos cincuenta años atrás nuestro trabajo tenía que ver con la tierra. Había ciertamente muchos pueblos, pero la gran mayoría de las personas se abastecían de lo que la tierra producía.

Hoy en día nos hemos volcado hacia las grandes ciudades, y ellas no dan lo suficiente para tanta afluencia de gente. De ahí que nos estemos volviendo «profesionales en el delito»: en el fraude, en la estafa, en el contrabando y en la prostitución, y hasta en la mendicidad.

¿Habrá alguna solución? En cuanto al crimen, hay que combatirlo con toda la fuerza de la ley. En cuanto a la pobreza, recordemos que de no ser por la gracia de Dios, todos podríamos ser pobres. Algún día tendremos que dar cuenta de la dureza de nuestro corazón. Es hasta probable que nuestros propios hijos exijan una explicación. Pero en el sentido espiritual, todos somos mendigos.

Jesucristo contó la siguiente parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.” En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios» (Lucas 18:10-14).

Ante Dios, todos somos mendigos espirituales. Pongamos a un lado nuestra vanidad. Digamos, como el recaudador de impuestos: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!» De hacerlo así, Cristo nos rescatará de nuestra mendicidad espiritual, y nos dará paz en esta tierra y una herencia incorruptible en el cielo.

Hermano Pablo

lunes, 17 de agosto de 2009

!!! FLICIDADES¡¡¡





Este domingo celebremos el cumpleaños de nuestra pastora Elana Flores donde cumplió treinta y tantos. Desde el blog deseamos que siga cumpliendo años junto ó mejor pegada al SEÑOR.

DIOS ES PUNTUAL

Ella era una osa, una enorme osa gris, del Parque Nacional de Montana, Estados Unidos. Cuando se ponía de pie, medía fácilmente dos metros y medio.

Él era Dean Lengkeek, un hombre de sesenta y cuatro años de edad que, acompañado de su esposa, tomaba un paseo por ese parque. El paseo era por un sector del bosque de pinos en la ladera de la montaña.

Cuando Dean y su esposa Lorraine estaban extasiados contemplando la creación de Dios, la osa atacó.

Agarró al hombre con sus dientes y lo zamarreó como un trapo viejo. Dean y Lorraine hicieron lo que para ellos era normal: clamaron a Dios.

Nadie pudo comprobar científicamente qué fue lo que provocó la siguiente acción de la osa, pero ésta, de repente, soltó a Dean y se perdió en el bosque. Llevaron a su víctima al hospital, donde tuvieron que darle 200 puntadas. Su carne había sido desgarrada en todas partes. Lo que es cierto es que no quedó ninguna duda en la mente de Deane y de su esposa Lorraine de que fue Dios quien intervino para salvarle la vida.

Jesucristo caminaba un día por las calles de Jericó cuando dos ciegos que lo seguían le gritaron:

—¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

Jesús les preguntó:

—¿Creen que puedo sanarlos?

—Sí, Señor —le respondieron.

Entonces Cristo les tocó los ojos y les dijo:

—Se hará con ustedes conforme a su fe.

En ese momento, dice el relato Bíblico, recobraron la vista (Mateo 9:27?30).

Así como con aquellos ciegos, se hará con nosotros conforme a nuestra fe. Si tenemos una relación establecida con el Señor, si Él vive en nuestro corazón, si estudiamos con interés su divina Palabra, si hablamos con Él diariamente por medio de la oración, si lo conocemos como amigo y sabemos que Él nos conoce a nosotros del mismo modo, podemos pedir de Él lo que necesitamos y saber que si lo que pedimos está dentro de su voluntad, lo tendremos. Y si no, podemos estar seguros de que Él sabe lo que nos conviene.

Para el que vive cerca de Dios, no hay ni temor ni desconfianza en clamar a Él cuando nos azotan las adversidades de la vida. Dios es un Padre amante que cuida de sus criaturas. Por eso siente compasión por nosotros cuando clamamos a Él. Esa confianza es nuestra cuando existe una genuina amistad entre Él y nosotros. Si esa relación no existe, no podemos clamar con fe. Pero Él nos invita, hoy mismo, a que le entreguemos nuestro corazón. Cristo quiere ser nuestro amigo.