
lunes, 17 de agosto de 2009
ONCE HOMBRES EN LA MISMA CASA
Eran once hombres, finos, educados, graduados de colegios. Había un actor francés, un astrónomo polaco, un matemático alemán, un historiador ruso, un pianista austriaco, un financista norteamericano, un político japonés, un cocinero griego, un geólogo árabe, un general chino y un pintor español.
Estos once hombres vivían todos en la misma casa, es decir, habitaban dentro de una sola persona. Se trataba de un inglés, Conrad Furst, con el caso de personalidades múltiples más notable de los últimos tiempos.
Por momentos Conrad era el actor francés, o podía ser el astrónomo polaco o el financista norteamericano. Una u otra de estas once personalidades, sin anuncio y sin permiso, se apoderaba de él, y la identificación era tan fuerte que ni Conrad mismo podía desligarse de quien lo poseía.
Los casos de múltiple personalidad no son extraños. Casi siempre se trata de dos, o a lo sumo tres, metidas dentro de una sola persona. Conrad Furst llevaba once dentro de sí.
¿A qué se deben estos casos de personalidades múltiples? Los psiquiatras no se ponen de acuerdo al respecto. Pero estas manifestaciones existen, y traen sus problemas. Si bajo la influencia de una de estas personalidades, por ejemplo, se comete un delito, por no ser la persona misma, los jueces no saben cómo aplicar la ley. Es un fenómeno que deja perplejos a todos.
Si bien a pocos nos toca lidiar con casos como ésos, casi todos enfrentamos a diario otros tipos de invasión de la personalidad humana. Por ejemplo, el odio, los celos, el desprecio y el rencor pueden cambiar por completo la personalidad de un individuo. Los amigos dejan de entenderse. Los familiares se vuelven enemigos. Los matrimonios se disuelven. Y somos nosotros los que les damos entrada a esas aberraciones.
Nadie nace odiando. Nadie viene a este mundo con celos. Nadie entra a la familia humana con prejuicios. Estos son desvíos que nosotros mismos nos permitimos, pero son totalmente contrarios a la intención divina para el ser humano.
Hay Alguien que sí desea apoderarse de nosotros. Es Dios. Cuando el que vive en nosotros es Cristo, en lugar de temor hay fe, en lugar de sospecha hay confianza, en lugar de rencor hay amor, y en lugar de odio hay perdón. No llevemos una vida chocante. Vivamos conforme a la voluntad de nuestro Creador. Vivamos seguros en armonía y en paz. Son nuestras si vivimos en el amor de Dios.
HermanoPablo
domingo, 16 de agosto de 2009
HOY..ME GOZARE EN EL NOMBRE MAS DULCE
El nombre de Jesús es precioso y dulce para mi hoy, porque su nombre está íntimamente conectado a él. No sólo es su nombre Jesús, pues la Biblia me recuerda una gran cantidad de nombres que tienen un precio increíble y un valor profundo a mi vida en este día. Él es llamado, el esposo de la iglesia, su novio, su amigo, el cordero de Dios, el sacerdote, el profeta, Emmanuel, el poderoso consejero, príncipe de Paz, Dios Fuerte, Padre eterno, pero creo que el nombre más dulce que hace vibrar mi espíritu en este día es…JESÚS:
Jesús es el nombre que hace que las arpas de los cielos eleven la más dulce melodía. Jesús es el nombre que llena de gozo mi vida hoy. Muchos de nuestros cantos empiezan y otros terminan con ese nombre. Jesús- Jesús es la suma total de todos mis deleites. Jesús es la música con la cual las campanas de los cielos se estremecen. Jesús es un océano para la comprensión. Jesús es el nombre que transformó mi vida. Jesús es la expresión más sublime que ser humano a escuchado. Y se llamará su nombre Jesús.
EL PRONOSTICO
Cuando su madre comenzó el discurso que había preparado para ayudarle a comprender lo que veía, el niño vino corriendo, se acomodó en su regazo, puso su cabeza contra su pecho y se aferró a ella. Su madre decía en ese momento: “Y dentro de un tiempo, ojalá pronto, luciré como antes y entonces estaré mejor”.
El niño se enderezó pensativo. Con la franqueza de sus seis años, respondió sencillamente: “Diferente cabello, el mismo corazón”.
Su madre ya no tuvo que esperar un tiempo para sentirse mejor. Ya estaba mejor.
Fuente: Rochelle M. Pennington, Sopa de Pollo para el Alma de una Madre
1 Tesalonicenses 2:7 Antes bien, nos portamos con ternura entre vosotros, como cuida una madre con amor a sus propios hijos.
DE TAL PALO TAL ASTILLA
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” Efesios 5:1
Nunca olvidaré cuando se me pidió que llevara a mi familia a un banquete donde yo sería el orador. Después de la cena, mi hijo Mateo vino a mí y me pidió sentarse en mis rodillas. «Claro», le dije y lo levanté.
A lo largo de su joven vida, Mateo me había observado entablar conversaciones con muchos extraños. En mi calidad de persona que busca personas no arrepentidas, a menudo miraba la plaquita con el nombre de la persona que me estaba sirviendo en algún restaurante y comenzaba mi orden con un, «hola, Bárbara, ¿cómo estás hoy?» A lo que mis hijos decían inevitablemente: «Papá, ¡nos estás avergonzando!»
Pero ahora, sentado en mis rodillas, Matt se volvió hacia el organizador del banquete que estaba junto a mí y que era alguien muy importante, leyó su nombre en la placa, y extendió su manita diciendo: «Hola, Juan, ¿cómo estás?» ¡Un momento de gran orgullo para mí! Estaba actuando justo como su papa -¡de tal palo tal astilla!
Esto es exactamente lo que Pablo tenía en mente cuando nos exhortó a «ser imitadores de Dios» (Efesios 5:1). Pero la vida sabe cómo hacer de nosotros cualquier cosa menos parecidos a Dios. A menudo somos indiferentes, irascibles, gruñones y no perdonamos -¡evidentemente demasiado de nuestro propio estilo y no lo suficiente del de Él!
Recuerda, somos salvos para llevar el parecido familiar, para ser cada vez más como Jesús y menos como nosotros mismos.
Todo hijo de Dios debe tener un parecido cada vez mayor con el Padre.
sábado, 15 de agosto de 2009
MI CORAZON PARA TI
A principios de su carrera, cuando aún estaba en un desconocido teatro de variedades, él y su joven esposa subsistían de una semana a otra sin reserva de alimentos o dinero. Una tarde, decidió ir al supermercado a comprar productos alimenticios. En pocos minutos ya había regresado y estaba sentado en la mesa de la cocina, llorando incontrolablemente.
Sin certeza de lo ocurrido, pero temiendo lo peor, su esposa intentó averiguarlo, y ofrecerle consuelo. Al fin, controlando sus sollozos, le contó que no lo habían lastimado ni asaltado. Explicó que en su camino al mercado, se acercó a un joven lisiado que mendigaba alimentos. Al instante, le ofreció al hombre todo lo que tenía y luego regresó al apartamento.¿Por qué Harry lloraba, entonces? Había hecho algo noble. Tal vez estaba molesto porque al ser tan impulsivo, él y su esposa se quedaron sin nada. No, él no sentía dolor por ellos. Lloraba porque no tener más para dar.
Harry Houdini, aquel día dejó constancia de la mayor de las dávidas. Mostró compasión, y es esta la que mantiene fresco y renovado nuestro corazón.
Colosenses 3:12
Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.
CORRIENDO CADA DIA
“Corred de tal manera que… obtengáis [el premio]” 1 Corintios 9:24
El ascenso a la cima del Monte Pikes es una desafiante carrera con un recorrido de 21 kilómetros a pie al tiempo que se asciende hasta una altitud de 2.382 metros. Mi buen amigo Don Wallace ha hecho esta carrera 20 veces. En su última competición, ¡cruzó la meta una semana antes de cumplir 67 años! En vez de entrenar justo antes de una carrera, Don corre algunos kilómetros diariamente, todo el año, dondequiera que esté. Lleva haciendo esto la mayor parte de su vida adulta y sigue siéndolo hasta hoy.
En 1 Corintios 9, Pablo utiliza el correr como una ilustración de su propia disciplina como cristiano en la carrera de la vida. Él corría con propósito y disciplina para ganar una corona eterna y animaba a los demás a hacer lo mismo: «Corred de tal manera que… obtengáis [el premio]» (v.24).
La palabra «se abstiene» en el versículo 25 implica el autocontrol practicado por los atletas que entrenan para ganar el premio. La disciplina frecuente, como hábito constante en la vida, es de muchísimo más valor para cualquier atleta que la preparación del último minuto.
¿Enfocamos «la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1) con un régimen espiritual que deja mucho espacio para el azar, o con un propósito y una disciplina nacidos de un deseo de agradar a Dios?
La clave para llegar lejos es la disciplina de correr cada día.
Dios nunca te pone el lugar equivocado para servirle.